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sábado, 28 de enero de 2012

►Que sea del conocimiento de todos


Tantas veces he oído decir...: -"A la iglesia no le importa nada", "La Iglesia no hace nada"... Vayamos tomando conocimiento de como la Iglesia ha actuado desde siempre respecto a la vida de todo ser humano y en todos los sentidos posibles y aún en los que parecen imposibles.





La Iglesia defiende a los niños ante la ONU
Cardenal ALFONSO LÓPEZ TRUJILLO
9 de mayo de 2002

Señor Presidente: 

La Santa Sede quiere ser siempre fiel al amor de especial predilección y ternura del Señor por los niños, en el reconocimiento y respeto pleno que les es debido. Son don maravilloso de Dios. 

A lo largo de los siglos han surgido en el seno de las comunidades cristianas incontables instituciones y obras en favor de la niñez, y han brindado, en las más diversas dimensiones, un servicio generoso: en la familia, en la educación, en la salud, con especial énfasis en los más pobres y necesitados. La lucha contra la pobreza, que flagela a la infancia cruelmente y cobra tantas víctimas, es una exigencia fundamental. 

Su Santidad Juan Pablo II ha escrito durante el Año Internacional de la Familia (1994) una significativa Carta a los Niños. Estos son fuente de alegría y esperanza para los padres y para la sociedad, y son amados por Dios en Jesús Niño, que se presenta en Belén como un recién nacido. 

En ella denuncia los sufrimientos, amenazas y atentados de que son víctimas los niños: "padecen hambre y miseria, mueren a causa de las enfermedades y la desnutrición, perecen víctimas de las guerras, son abandonados por sus padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia, soportan muchas formas de violencia y abuso por parte de los adultos" (Carta a los Niños). No se puede permanecer indiferentes, advierte el Papa, ante el sufrimiento de tantos niños. 

Además de las múltiples formas de violencia indicadas, hay otras que proliferan, con drásticos efectos, como es la polución moral del ambiente, que les impide respirar espiritualmente un oxígeno puro. Las familias y los Estados no pueden evadir las exigencias de una "ecología humana" (Centesimus annus, 30). Cuando los valores morales son impunemente conculcados, cuando la atmósfera es cargada artificiosamente de erotismo, y se vacía y se banaliza el significado de la sexualidad humana, e incluso se les induce a "estilos de vida", de comportamientos incalificables, en un clima de alarmante permisivismo, los riesgos de violencia crecen. Aunque con notable retraso, porque son ya muy numerosas las víctimas, muchos parece que comienzan a reaccionar y a revisar actitudes y a fortalecer las normas legales para evitar sus consecuencias devastadoras. 

En diversas ocasiones el Pontificio Consejo para la Familia ha celebrado congresos internacionales sobre la niñez: 

- La dignidad del niño y sus derechos (Roma, 18-20 de junio de 1992). 
- La explotación sexual del niño en la prostitución y la pornografía (Bangkok, 9-11 de septiembre de 1992). 
- La familia y el trabajo de los menores (Manila, 1-3 de julio de 1993). 
- Los niños de la calle (Río de Janeiro, 27-29 de julio de 1993). 
- La adopción internacional (Sevilla, 25-27 de febrero de 1994). 

Más recientemente, en ocasión del Gran Jubileo, llevamos a cabo un congreso mundial con el título: "Los niños, primavera de la familia y de la sociedad" (Roma, 11-13 de octubre de 2000), y, el 5 de junio del año pasado, aquí en las Naciones Unidas, se efectuó un simposio sobre "Los niños en los conflictos armados: responsabilidad de cada uno", organizado por la Misión Permanente de observación de la Santa Sede, en unión con la Oficina del representante del secretario general de las Naciones Unidas para los niños en situación de conflicto. Sería una información demasiado amplia la que requeriría recordar los congresos, encuentros y otras actividades llevadas a cabo por la Iglesia a lo largo y ancho del mundo. 

El reconocimiento pleno de la dignidad humana del niño, de todos los niños, imágenes de Dios, desde el momento de su concepción, parece que se ha perdido y tiene que ser renovado. La verdadera medida de grandeza de una sociedad es aquella con la que se reconoce y protege la dignidad y los derechos humanos, y asegura el bienestar de todos sus miembros, especialmente los niños. Una sociedad sana, de genuino rostro humano, es aquella en la cual los individuos reconocen a la familia como la célula básica de la sociedad y la más importante proveedora y educadora del niño, así como está proclamado en la Convención sobre los derechos del niño (de 1989). 

Es muy importante observar el criterio central, varias veces subrayado en la misma Convención, según el cual debe prevalecer "el bien superior del niño". Este criterio iluminador no debe ser sofocado o burlado por leyes injustas. "El bien superior del niño" es un precioso criterio que hunde sus raíces en su dignidad personal: el niño es fin, no instrumento, medio, objeto (cf. Gaudium et spes, 24); es sujeto de derechos, comenzando por el derecho fundamental a la vida, desde su concepción, que nada ni nadie puede negar, así como lo afirma el párrafo 9 del preámbulo de la Convención. 

El proceso del desarrollo humano en todos sus aspectos, físico, emocional, espiritual, intelectual y social, es el resultado de una sinergia entre la familia y la sociedad. Sólo por medio de una colaboración eficaz el niño podrá ser protegido de toda injuria, abuso y opresión, y ser capacitado para compartir y contribuir al bien común de la humanidad. Lograr este desarrollo es una gran empresa, siempre en construcción, que a la vez pone de manifiesto el genuino espíritu y el estado de salud de las sociedades y aportará remedios oportunos contra las injurias y las necesidades. 

"El bien superior del niño" exige su adecuada relación con la familia, fundada sobre el matrimonio, cuna y santuario de la vida, lugar del crecimiento personal, de afectos, de solidaridad, lugar del derecho y de la transmisión intergeneracional de la cultura. Al servicio del niño la comunidad internacional debe "defender el valor de la familia y el respeto a la vida humana, desde el momento de la concepción. Se trata de valores que pertenecen a la "gramática" fundamental del diálogo y de la convivencia humana entre los pueblos" (Discurso de Juan Pablo II en el Jubileo de las Familias, 14 de octubre de 2000). 

La Santa Sede, por tanto, mantiene que deben ser articulados los derechos del niño con los derechos de la familia. Como institución fundamental para la vida de toda sociedad, la familia, fundada sobre el matrimonio, ha de ser entendida como pacto por el cual "el hombre y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole" (Juan Pablo II, Carta a las Familias Gratissimam sane, 1994, n. 17; cf. Código de Derecho Canónico, can. 1055; Santa Sede, Carta de los Derechos de la Familia, 1983, art. 1-3; Declaración universal de los Derechos Humanos, art. 16). 

El niño, todos los niños, en cualesquiera situación o circunstancia, han de ser amados, acogidos, protegidos y educados, con especial dedicación y ternura, incluso mayor cuando más duras y pesadas sean sus limitaciones y dificultades. 

Debe hacerse todo lo posible porque sean concebidos, nazcan, crezcan y sean formados en una familia, capaz de brindar, de forma positiva y permanente, protección y ejemplo como elementos irreemplazables de su educación. 

El niño ha de ser considerado como miembro de la familia, de tal manera que los progenitores, abiertos al don de la vida, con una bien concebida paternidad y maternidad responsables, cumplan con sus deberes irrenunciables y sean ayudados por la sociedad, y no obstaculizados en su misión (cf. Carta de los Derechos de la Familia, art. 1b, 3c). 

Sólo cuando falta la familia, la sociedad y el Estado han de brindar lo que al niño le es necesario, ojalá en un ambiente que ofrezca la calidad como de una familia, por su acogida, dedicación, respeto y ternura. "Todos los niños, nacidos dentro o fuera del matrimonio, gozan del mismo derecho a la protección social para su desarrollo personal e integral" (Carta de los Derechos de la Familia, art. 4e). 

Señor Presidente: 

Mi Delegación sostiene que ha de obtenerse una legislación de protección de la niñez que preserve a los niños de todas las formas de explotación y abuso, como por ejemplo el incesto y la pedofilia, ya sea en el trabajo, en la esclavitud, en los delitos abominables de la prostitución y la pornografía, en los secuestros o su utilización como soldados o guerrilleros, ya sea como víctimas de conflictos armados o de las sanciones internacionales o unilaterales impuestas a algunos países; plagas todas ellas que afrentan y escandalizan a la humanidad. Estas variadas formas de violencia no deben quedar impunes. 

Es preciso vigilar cuidadosamente para que las adopciones, nacionales o internacionales, cuando sean realmente aconsejables, observado el principio del "bien superior del niño", sean hechas por matrimonio que ofrezcan verdaderas garantías por su estabilidad, solvencia moral, capacidad de acompañamiento y ejemplaridad, de tal forma que los niños puedan ser adecuadamente educados, no entorpecidos, cuando no destruidos, en su misma personalidad. Forma parte del interés del niño para su desarrollo integral y armónico que, como la misma ciencia lo enseña, tengan un padre y una madre. 

Señor Presidente: 

Mi Delegación está convencida de que no se reconoce el bien superior del niño cuando, condicionados por el mito de la sobrepoblación - mito que los datos y tendencias demográficas recientemente reconocidos muestran como infundado - se imponen políticas de población contra los derechos de la familia y de los niños. Debe ser reconocido, en primer lugar, el derecho fundamental a la vida. 

Los niños constituyen una riqueza y una esperanza para la familia humana. Por eso la Delegación de la Santa Sede hace votos para que esta sesión especial de la Asamblea general de las Naciones Unidas tenga muchos y valiosos frutos para asegurar que los niños de todo el mundo sean "primavera de la familia y de la sociedad".

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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

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"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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