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viernes, 29 de marzo de 2013

►La voz de las fundadoras del feminismo: Más de un siglo de feminismo pro vida




"Tiene que existir un remedio para un mal tan lamentable como éste. ¿Pero dónde encontrarlo, por lo menos dónde empezar, sino otorgándoles todos los derechos de sufragio político a las mujeres y elevando su condición?"


Susan B. Anthony - llamó al aborto "asesinato de niños". "Deploro el horrible crimen del asesinato de niños... Queremos prevención, no meramente castigo. Debemos llegar a la raíz del mal... (el aborto) es practicado por aquellas que en lo más intimo de sus almas sienten repugnancia por el espantoso hecho... Todos los artículos que he leído sobre este tema han sido escritos por hombres. Denuncian a las mujeres como las únicas culpables y nunca incluyen al hombre en los planes para proveer otra solución... No importa cuál sea el motivo, amor de la comodidad, o un deseo de salvar del sufrimiento al inocente aún no nacido, es terriblemente culpable la mujer que comete el hecho... pero ¡oh! tres veces culpable es quien la llevó a la desesperación que la impulsó al crimen." (The Revolution, 4(1): 4, 8 de Julio de 1869)

Elizabeth Cady Stanton - clasificó la matanza de los recién nacidos como "infanticidio". (The Revolution, [5]:1 febrero 5, 1868.) "Cuando tomamos en cuenta que las mujeres son tratadas como si fueran una propiedad, es degradante para las mujeres que tengamos que tratar a nuestros hijos como una propiedad de la cual podemos disponer como mejor nos parezca". (Carta a Julia Ward Howe, octubre 16, 1873, archivada en el diario de Howe en la Biblioteca de la Universidad de Harvard.)
"Tiene que existir un remedio para un mal tan lamentable como éste. ¿Pero dónde encontrarlo, por lo menos dónde empezar, sino otorgándoles todos los derechos de sufragio político a las mujeres y elevando su condición?" (The Revolution, 1 [10]:1477, marzo 12, 1868) El periódico de Stanton y Anthony, The Revolution y casi todas las publicaciones feministas del siglo pasado, rehusaron adoptar la costumbre común de imprimir anuncios de medicinas que se sabían eran abortivos encubiertos.

Matilda Gage - "Este tópico yace más profundo entre los males hechos a la mujer que ningún otro… No dudo en afirmar que la mayor parte de la responsabilidad por este crimen recae sobre el sexo masculino". (The Revolution, 1 [14]: 215-6, abril 9, 1968)

Mattie Brinkerhoff - "Cuando un hombre roba para satisfacer su hambre, podemos concluir con seguridad que hay algo que anda mal en la sociedad; igualmente cuando una mujer destruye la vida de su hijo no nacido, es evidente que, o bien por la educación o por las circunstancias, se le ha hecho un grave mal". (The Revolution, 3 [9]: 138- 9 septiembre 2, 1869)
Victoria Woodhull - La primera mujer que intentó postularse para la presidencia fue una fuerte oponente del aborto. En el Woodhull's and Claflin's Weekly proclamó: "Los derechos de los niños como individuos comienzan cuando todavía son fetos" (2 [6]:4, diciembre 24, 1870)

Sarah Norton - "Los asesinos de niños practican su profesión sin estorbo ni obstáculo y abren carnicerías de infantes sin ser interrogados. . . ¿Es que no hay remedio para este asesinato de niños antes de que puedan nacer?. . . Tal vez llegará el momento en que. . . una madre soltera no será despreciada por su maternidad. . . y cuando al derecho del no nacido a la vida no se le pondrá trabas". (Woodhull's and Claflin's, noviembre 19, 1870)

Emma Goldman - "La costumbre de procurar abortos ha alcanzado proporciones tan horribles en América que son increíbles… Tan miserable es la condición de las clases obreras, que se someten a 17 abortos por cada 100 embarazos". (Mother Earth, 1911)

Alice Paul - La autora de la Enmienda de Igualdad de Derechos original (1923) se opuso a que más tarde ésta incluyera el aborto. Una colega de ella recuerda haberla oído expresar la opinión de que "el aborto es la explotación máxima de la mujer".

Simone de Beauvoir - Aunque apoyó la legalización del aborto, describió claramente los daños emocionales que causa y lo injusto que es. "Los hombres tienden a tomar el aborto a la ligera, ellos… no se dan cuenta de los valores que implica. La mujer que recurre al aborto está renunciando a sus valores, los valores femeninos… Las mujeres aprenden a no creer más en lo que los hombres dicen… la única certeza es el útero saqueado y ensangrentado, los pedazos de vida enrojecidos, el niño que ya no está ahí". (The Second Sex, 1952)

Hay que señalar que estas feministas no se oponían al aborto simplemente porque no era seguro para la salud y la vida de las mujeres. Su argumento era que el aborto mata una vida humana y en última instancia impide el que se les haga verdadera justicia a las mujeres.

Esta información fue recopilada por Feministas Pro Vida de EE. UU; de América -Feminists for Life of America. Esta organización fue fundada en 1972 por dos mujeres que fueron expulsadas de la organización NOW (Organización Nacional de la Mujer) por sus valores pro vida. Continúan la verdadera tradición feminista de laborar por una sociedad en la que las mujeres puedan escoger alternativas en lo que concierne a la reproducción, que sean verdaderamente afirmativas para su vida y la de sus hijos.



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domingo, 10 de marzo de 2013

►El ABORTO, TRAICIÓN al FEMINISMO

En este querer tan ardiente de defender la vida, durante estos años, he aprendido algo que, aunque mil veces lo haya oído, no vale como el haberlo vivido en carne propia. Las palabras no surten el mismo efecto en los otros, como asi en cambio, si lo logran las obras que hallamos realizado. Mucho hablar no siempre conduce a buen puerto, las ideas deben plasmarse en hechos concretos, poniendo la vida en ello para hacerlo realidad. La historia se encargará de contarlo a través de nuestras generaciones. Cambiamos el mundo heredando ideas, forjando hombres valientes, capaces de defender con  mucho tesón lo que conciben como bueno y para bien de la humanidad.
¿Quiénes han logrado cambios realmente valederos en la historia? Hombres y mujeres, unos de bien y otros  no. Yo elijo vivir de acuerdo a lo que concibo como bueno y de bien para un conjunto de personas que, para convivir, necesitan del respeto y ciertas normas morales.
Como mujer, madre y esposa acato la idea de educar en el hogar con el ejemplo, con convicciones claras, bien definidas, sin delegar a otros tan grande responsabilidad.
Ha habido audaces mujeres que hicieron la historia, muchas que no conocemos, otras que alguna vez hemos oído nombrar y todas por alguna razón merecen ser conocidas porque han dedicado su vida a honrar la vida y la maternidad.
Desde hoy, repasando y queriendo conocer un poco mas sobre la historia del feminismo he decidido encontrar de esas mujeres que tuvieron un importante actuar en el mundo, habiendo emprendido esa lucha que abrió caminos y sembró discordias y mas disparidad o controversias. Nuestros derechos no quieran sobrepasar lo establecido de manera natural, la soberbia no nos impida mirar la realidad a través de la verdad.
Que tengas buen dia y Dios ilumine nuestro caminar
Laura





Por Rosemary Oelrich Bottcher 
 Revista Autogestión 


“Cuando un hombre roba para saciar su hambre se puede fácilmente concluir que existe un mal en la sociedad entonces, cuando una mujer destruye la vida en su vientre, es una evidencia que, sea por educación o circunstancias, ella ha sido gravemente engañada.” Mattie Brinkerhoff La Revolución, 1869 La violencia contra las mujeres siempre ha sido una preocupación, simplemente porque las mujeres han sufrido demasiado en la historia. El miembro femenino de la raza humana ha sido un blanco de siniestras atrocidades en toda etapa de sus vidas; tales como el aborto selectivo a fetos femeninos, el infanticidio de niñas, el rechazo de bebés femeninos, mutilación de órganos genitales de jóvenes, incesto, prostitución forzada, matrimonios forzados, asaltos, malos tratos y asesinatos a esposas, brujas y viudas incineradas, abandono o muerte de ancianas «sin uso». Innumerables culturas han ignorado, condenado o aún proporcionado la subyugación brutal de mujeres a fin de justificar que la práctica de todas estas manifestaciones parecían adquirir el status de ley natural inmutable. Entre éstos, agresión masculina dirigida a mujeres, especialmente dentro de la familia, fue - y en muchas circunstancias, continúa siendo -un complemento normal, razonable y necesario. Violencia y amenaza de violencia sirven para intimidar y desmoralizar a las mujeres, con el fin de que ellas no puedan desafiar su estado inferior en la familia y comunidad. La violencia es una poderosa herramienta de opresión. Muchas costumbres sociales, escuelas de filosofía y enseñanzas religiosas han validado este razonamiento enrevesado de que las mujeres son inferiores porque son más pequeñas, débiles, menos racionales, más emocionales y más cobardes que los hombres y por ello están naturalmente sujetas a la dominación masculina. Groseramente dicho (y escrito en muchos códigos legales), las mujeres eran propiedad de los hombres. Como escribió Gloria Steinem, «Gastamos los primeros 150 años del movimiento de las mujeres estableciéndonos como personas. Antes de ello éramos propiedad como ganado, o sillas». Lo que el hombre hacía con su propiedad a nadie le importaba. La violación, por ejemplo, era un acto gregario, no por la violencia cometida contra una mujer, sino porque era abusar de los derechos de propiedad de otro hombre. Aún durante el Renacimiento, en los siglos XVIII y XIX, las culturas occidentales, el concepto de que «todo hombre fue creado igual», causó tanta turbulencia social y política, que pocos de los pensadores bien reconocidos sugerían que las mujeres merecían los mismos derechos que eran demandados para hombres de toda clase. Había notables excepciones. En el siglo XIX, pocas mujeres en Europa y los Estados Unidos propusieron la resolución de que las mujeres, aunque diferentes de los hombres, tenían el mismo valor y merecían los mismos derechos que sólo los hombres creían tener. Ellas consideraban especialmente esa aceptación a causa de los comunes y horribles abusos que las mujeres debían soportar. Estas mujeres, llamadas sufragistas, eran despreciadamente denunciadas por sus demandas y eran sometidas a todo tipo de ridiculez, ostracismo y aún prisión. Mas ellas persistieron, luchando contra esa patriarquía social mediante discursos, declaraciones escritas y denuncias, reclamos a cámaras legislativas. Por su incansable fervor, la teoría -aunque no siempre la práctica- de muchas de sus ideas ha sido aceptada por la cultura occidental. Al rechazar ambos, la violencia y el concepto de que humanos sean dueños de otros humanos, las sufragistas también rechazaron el aborto. Las sufragistas veían el valor humano no por su tamaño (el tamaño físicamente siempre ha sido razón por la superioridad masculina), sino por cómo las mujeres eran deseadas (con tal de que puedan ser controladas por hombres), o dependientes. El periódico sufragista «La Revolución» se refería al aborto como «una repugnante insolencia contra las leyes naturales y de nuestra humanidad común». Estas mujeres creían que la lucha por la completa «educación y la emancipación de las mujeres» eran el único remedio contra la violencia hacia ellas en todas sus formas. En las pasadas épocas, las sociedades occidentales han logrado grandes mejoras para educar y dar poder a las mujeres (aunque algunas sociedades no-occidentales han sido lentas en seguir). Hoy, las mujeres tienen mayores oportunidades que antes. Pero la violencia dirigida a mujeres continúa siendo la mayor causa de injurias cometidas a mujeres. Como las sufragistas originales, los grupos dentro de los modernos movimientos de mujeres trabajan para erradicar este problema a través de la prevención, educación y activismo legislativo. Los esfuerzos legislativos culminaron en 1994 cuando el Congreso aprobó el histórico Acto de Violencia contra Mujeres. Esta es una extensa ley que demanda fuertes penalidades a los perpetuadores, lo que incluye fondos para mantener a las mujeres maltratadas, servicios de consejería, educación pública e investigación en cómo mejor asistir mujeres que son víctimas de violencia. La organización Feminists for Life of America (Feministas Provida de América - FFL) y la Organización Nacional de Mujeres (NOW), sin pensar en las diferencias, cooperan en gestionar en las cortes para lograr pasar esta ley. Sin embargo, NOW y otras organizaciones de derechos para mujeres, en una notable inconsistencia, rechazan extender su ayuda contra la violencia a los mismos niños que las mujeres llevan en su seno. Aunque FFL y NOW pueden trabajar juntos en muchos puntos en disputa con el fin de realizar nuestra meta común de mejorar la vida de las mujeres, existe este desacuerdo entre las dos organizaciones. Nuestras antepasadas comunes, el fuego feminista del siglo XIX, eran extremadamente opuestas al aborto porque lo reconocían como un odioso acto de violencia, no sólo contra los no-nacidos sino contra las madres. Demasiadas feministas modernas han olvidado esta profunda visión de nuestras antepasadas. No sólo apoyan el aborto, lo defienden -aún en su más extrema manifestación- con celoso fervor. * El FFL está desilusionado de oír feministas pro-aborto y pro-elegir justificar la violencia destructora de humanos no-nacidos con los mismos y antiguos argumentos usados por hombres que se disculpaban por su menosprecio, el rechazo, abuso y la violación perpetuada hacia mujeres a través de la historia humana. Daphne de Jong, una feminista moderna pro-vida escribe: «Las mujeres que no aceptan que los valores de la mujer sean medidos por cuanto un hombre desea su cuerpo o necesita sus servicios, ahora demandan que el no-nacido sea juzgado por los mismos estándares». Toda feminista desea un mundo en que la violencia contra las mujeres sea no sólo condenada legalmente sino también considerada impensable social y moralmente. Como trabajamos juntas con la misma visión, feministas pro vida esperan que nuestras hermanas promotoras del aborto, algún día se den cuenta de que los niños no-nacidos tampoco son propiedad y que la violencia contra éstos es igualmente inaceptable. Ojalá no tengamos que dejar pasar otros 150 años a fin de establecer que los niños que llevamos en nuestros senos también son personas. ¿QUIÉNES SOMOS? Establecida en 1972, Feministas Provida es una organización de origen popular, sin partido político, que apoya igualdad para todo ser humano, particularmente para las mujeres. Nos oponemos a toda forma de violencia, inclusive el aborto, la eutanasia y la pena de muerte porque no son consistentes con el fundamento feminista de justicia, no-violencia y no-discriminación. Nuestro deseo es enfocar la educación, alcanzar a toda mujer y defenderlas, así como también facilitar recursos prácticos para sus necesidades y para el mantenimiento de mujeres en necesidad. SOMOS hombres y mujeres que apoyan la justicia e igualdad CREEMOS EN LA IGUALDAD DE DERECHOS celebramos nuestras diferencias sin darle importancia al género especialmente a la capacidad de la mujer de dar vida DEFENDEMOS LOS DERECHOS DE LA MUJER estos derechos no vienen a ser una carga para otros especialmente aquellos derechos de nuestros propios hijos(as) sin nacer CADA MUJER TIENE SUS DERECHOS sobre el control de su cuerpo y ella merece este derecho donde sea que viva más aún si ella sigue viviendo en el vientre de su madre SUFRIMOS LA PERDIDA DE NUESTROS BEBES especialmente aquellas de nosotras que hemos sido afectadas personalmente por la tragedia del aborto SOMOS OFENDIDAS POR un sistema y un gobierno judicial que repetidamente se niega a asegurar una completa cobertura médica, y que son responsables por causar numerosas muertes las cuales están disfrazadas con el nombre de «emancipación de la mujer» NOS COMPROMETEMOS a un cambio social agresivo y marcado que reconozca el derecho de todos incluso de la mujer, los no nacidos, y otros miembros de la raza humana quienes están oprimidos NOS OPONEMOS a toda violencia y explotación a través del rapto, los golpes, discriminar, acechar, prostitución o pornografía. LUCHAMOS CONTRA la discriminación en base al género (masculino/femenino) en las leyes, el trabajo y en actitudes sociales ORGULLOSAMENTE CONTINUAMOS en la tradición pro-vida de nuestras antepasadas feministas que reconocían al aborto como un acto de violencia contra las madres y sus hijos(as), y miramos hacia un mundo mejor para toda la humanidad…..un mundo done el aborto dejará de existir. SOMOS UN CLAMOR CRITICO por estos temas tan importantes. La VOZ de NUESTRAS PRIMERAS FEMINISTAS Susan B. Anthony En su publicación, «La Revolución» escribe: «¿Culpable? Sí. No importa cual sea el motivo, amor sin cuidado, o un deseo para salvar del sufrimiento en los inocentes no nacidos, la mujer que comete tal acto es culpable. Será una carga de conciencia por vida, será una carga para su alma al morir; pero, oh, doblemente culpable es aquél quién…..la llevó a tal desesperación que le provocó tal crimen! .» El aborto se consideraba como «matar un bebé.» La Revolución 4(1):4 8 de julio de 1869. Elizabeth Cady Stanton Ella clasificó el aborto como una forma de «infanticidio». La Revolución 1(5):1 5 de febrero de 1868. «Cuando consideramos que las mujeres son tratadas como propiedad, es degradante para las mujeres que tratemos los hijos como una propiedad que se puede desechar como queramos.» Carta a Julia Ward Howe, 16 de octubre de 1873, grabado en el diario de Howe en la Libreria de la Universidad de Harvard Stanton y el periódico de Anthony, La Revolución, y la mayoría de las publicaciones feministas del siglo XIX rehusaron unirse a la costumbre de entonces de imprimir avisos ligeramente disfrazados en los patrones de abortivos medicinales. Victoria Woodhull La primera candidata presidencial era gran oponente del aborto. «Los derechos de los hijos como individuos comienzan en el feto». Semanal de Woodhull y Claffin 2(6):4 24 de diciembre de 1870 «Cada mujer sabe que si fuera libre ella nunca cargaría un hijo(a) sin desearlo(a), ni pensar de matarlo(a) antes de nacer». Nocturno El Estandard Wheeling West Virginia 17 de noviembre de 1875 Emma Goldman «Las costumbres de lograr abortos ha llegado a tales proporciones aterradoras en América como fuera de la credulidad… Tan grande es la miseria de las clases trabajadoras que diez y siete abortos se cometen en cada cien embarazos». Madre Tierra, 1911 Sarah Norton «Los asesinos de bebés practican su profesión sin impedimento alguno, es una carnicería abierta sin restricción… ¿No hay remedio alguno para todo este crimen anti-natal de bebés?… Tal vez llegue el día cuando…una madre no casada no sea odiada por su maternidad… y cuando el derecho de los no-nacidos a ser nacidos no sea rechazado o interferido». Semanal de Woodhull y Claffin, 19 de noviembre de 1870 Mary Wollstonecraft A principios de 1792, Mary Wollstonecraft escribió: «Una vindicación de los Derechos de la Mujer», el cual Susan B. Anthony admiró lo suficiente como para realizarlo en La Revolución. Después que la explotación sexual de la mujer lo desacreditó, en términos severísimos del siglo XVIII, ella escribió: «Las mujeres se están transformando, consecuentemente, más débiles…de lo que deben ser…no teniendo suficiente fortaleza se desembarazan de la primera función de una madre; lo que es sacrificio lo convierten en un lascivo de afección maternal…destruyen el embrión en el vientre o lo botan cuando nace. Ante todo la naturaleza demanda respeto, y aquellas que violan sus leyes raramente las violan con impunidad (sin castigo)». Matilde Gage «[Este] asunto yace mas profundamente en los errores de mujeres más que ninguna otra causa…Dudo no asertar que la mayoría de [la responsabilidad de] este crimen yace en la puerta del sexo masculino». La Revolución 1(14):215-6 9 de abril de 1868 Alice Paul Autora de la original Reforma de los Derechos Humanos (1923) se opuso al nuevo concepto que mas tarde vinculara el E.R.A. con el aborto. Una colaboradora recuerda lo que ella decía: «El aborto es lo último para abusar ilegítimamente a la mujer»


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lunes, 4 de febrero de 2013

►Muertes maternas por aborto -Argentina



MUERTES MATERNAS POR ABORTO -ARGENTINA

El Ministerio de Salud de la Nación dio a conocer las cifras del 2011.

Por Mónica del Río

Durante el 2011 se produjeron 153.922 defunciones femeninas. Las primeras causas fueron: Enfermedades del sistema circulatorio (49.347), Tumores malignos (27.318),Enfermedades del sistema respiratorio (25.487), Enfermedades infecciosas y parasitarias (6.927). Antes de cumplir un año fallecieron 8.878 niños nacidos vivos, 4.000 eran mujeres.

Murieron por deficiencias nutricionales 535 mujeres, en su mayoría ancianas ¿cuántos proyectos legislativos han generado esas mujeres abandonadas a su suerte?

En el 2011 se produjeron 73 muertes maternas vinculadas al aborto. La cifra no varió demasiado en los últimos años: 2010 (68), 2009 (87), 2008 (62), 2007 (64). Se mantuvo por debajo de 100 en los últimos 10 años, número recurrentemente superado por las muertes producidas por otras causas evitables, que, no obstante, no lograron atraer la atención de los medios.

La mayoría de las mujeres que se suicidaron en el 2011 eran menores de 35 años (310 de 595). Por septicemias murieron 300 mujeres más que en el año anterior, la infección afecta particularmente a mujeres pobres que contraen la infección en un hospital.

De las 320 muertes maternas -vinculadas al embarazo, parto o puerperio- casi la mitad fueron por causas obstétricas directas ¿cuántas se evitarían mejorando la infraestructura hospitalaria? ¿y erradicando las cesáreas innecesarias?

Termina de ver el informe en el video.

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lunes, 28 de enero de 2013

►6 razones por las cuales los hombres SI pueden hablar de ABORTO



►Los hombres también son abortados
►Sufren el trauma post aborto
►Son padres de un hijo vivo o muerto
►Los hombres presionan a las mujeres para que aborten
y sólo se reducirá este abuso si escuchan a otros hombres decir que está mal

La injusticia de que los hombres no pueden entrar en el debate del aborto (que según la lógica abortista es solo cuestión de mujeres) no se sostiene a la luz de la razón.

REDACCIÓN HO.- Un artículo publicado en LifeNews explica las razones por las que los hombres sí pueden defender la vida frente a la crueldad del aborto, aunque para los abortistas solo los hombres que defienden el aborto pueden hablar, excluyendo al resto porque entonces argumentan que el aborto es solo cuestión de la mujer.




Aquí van una serie de razones por las que el hombre sí puede y debe entrar en el debate del aborto:
1.- Los hombres también son abortados.
Los hombres pueden hablar del aborto porque ellos también son abortados. ¿Está mal que Josiah que sobrevivió al aborto -que le dejó solo el brazo izquierdo deformadohable del aborto que es la causa de su sufrimiento?. Vea el vídeo de esta noticia y escuche usted mismo a Josiah que mucho tiene que decir sobre el aborto.

2.- Los hombres abortistas presionan a las mujeres para que aborten.
Según el estudio "El aborto inducido y el estrés traumático: Una comparación preliminar de las mujeres americanas y rusas", publicado en Medical Science Monitor, encontró que el 64 por ciento de las mujeres estadounidenses "se sintió presionada por los demás" para abortar a su hijo. Suponemos que muchas de estas personas que presionan son hombres.
Solo se reducirá el número de hombres que presionan a las mujeres para abortar si ellos escuchan a otros hombres que defienden la vida de sus mujeres y de sus hijos. Si estos hombres escuchan a sus hermanos condenar que aborto está mal y muchopeor presionar a las mujeres para abortar y abocarlas así al sufrimiento.

3.- Es responsabilidad del hombre cuidar y mantener a su hijo también en la gestación.
Si la lógica abortista quiere hacernos creer que la responsabilidad del hijo es exclusiva de la mujer durante los nueve meses que dura el embarazo, ¿qué buena razón encontrará la sociedad para que el padre cuide y mantenga al hijo una vez nacido?
¿Si se le quita al padre toda responsabilidad de cuidar y mantener al hijo aún no nacido desde el principio, cómo se va a razonar para que deba mantenerlo y cuidarlo después? El hombre es padre desde el principio igual que la mujer es madre desde el primer momento de la gestación y lo serán para siempre de un hijo vivo o muerto.

4.- Los hombres abortistas tampoco van a experimentar en su propio cuerpo el aborto.
Si los hombres no pueden hablar del aborto, ¿por qué los hombres abortistas sí pueden presionar a las mujeres para que aborten si ellos tampoco van a sufrir físicamente el drama del aborto en su propio cuerpo?

5.- Los hombres también son víctimas del aborto y los padres de hijos abortados también sufren el trauma post aborto.

6.- El aborto es malo para todos.
El ser humano experimenta el bien y el mal como universal. El asesinato no es malo solo para algunos. El hecho de que violar sea una libre elección no niega nuestra capacidad de protestar, incluso si nunca se ha experimentado la violación.
Si se llega a la conclusión de que es injusto que una vida humana sea intencionalmente asesinada en el útero, es imposible no aplicar esta comprensión de la realidad para la totalidad de las vidas humanas aún no nacidas.
Por lo tanto, hombres y mujeres sufrimos las horribles consecuencias del aborto y no descansaremos hasta que se haya abolido igual que fue abolida la esclavitud: Aborto Cero.

Fuente: Aquí


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sábado, 28 de enero de 2012

►CARTA DEL PAPA JUAN PABLO II A LAS MUJERES





A vosotras, mujeres del mundo entero,
os doy mi más cordial saludo:

20 Junio 1995

1. A cada una de vosotras dirijo esta carta con objeto de compartir y manifestar gratitud, en la proximidad de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, que tendrá lugar en Pekín el próximo mes de septiembre.

Ante todo deseo expresar mi vivo reconocimiento a la Organización de las Naciones Unidas, que ha promovido tan importante iniciativa. La Iglesia quiere ofrecer también su contribución en defensa de la dignidad, papel y derechos de las mujeres, no sólo a través de la aportación específica de la Delegación oficial de la Santa Sede a los trabajos de Pekín, sino también hablando directamente al corazón y a la mente de todas las mujeres. Recientemente, con ocasión de la visita que la Señora Gertrudis Mongella, Secretaria General de la Conferencia, me ha hecho precisamente con vistas a este importante encuentro, le he entregado un Mensaje en el que se recogen algunos puntos fundamentales de la enseñanza de la Iglesia al respecto. Es un mensaje que, más allá de la circunstancia específica que lo ha inspirado, se abre a la perspectiva más general de la realidad y de los problemas de las mujeres en su conjunto, poniéndose al servicio de su causa en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Por lo cual he dispuesto que se enviara a todas las Conferencias Episcopales, para asegurar su máxima difusión.

Refiriéndome a lo expuesto en dicho documento, quiero ahora dirigirme directamente a cada mujer, para reflexionar con ella sobre sus problemas y las perspectivas de la condición femenina en nuestro tiempo, deteniéndome en particular sobre el tema esencial de la dignidad y de los derechos de las mujeres, considerados a la luz de la Palabra de Dios.

El punto de partida de este diálogo ideal no es otro que dar gracias. « La Iglesia —escribía en la Carta apostólica Mulieris dignitatem— desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el "misterio de la mujer" y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las "maravillas de Dio", que en la historia de la humanidad se han realizado en ella y por ella » (n. 31).

2. Dar gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo se convierte en un agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer, por lo que representan en la vida de la humanidad.

Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.

Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.

Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.

Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.

Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta « esponsal », que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas.

3. Pero dar gracias no basta, lo sé. Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales. No sería ciertamente fácil señalar responsabilidades precisas, considerando la fuerza de las sedimentaciones culturales que, a lo largo de los siglos, han plasmado mentalidades e instituciones. Pero si en esto no han faltado, especialmente en determinados contextos históricos, responsabilidades objetivas incluso en no pocos hijos de la Iglesia, lo siento sinceramente. Que este sentimiento se convierta para toda la Iglesia en un compromiso de renovada fidelidad a la inspiración evangélica, que precisamente sobre el tema de la liberación de la mujer de toda forma de abuso y de dominio tiene un mensaje de perenne actualidad, el cual brota de la actitud misma de Cristo. El, superando las normas vigentes en la cultura de su tiempo, tuvo en relación con las mujeres una actitud de apertura, de respeto, de acogida y de ternura. De este modo honraba en la mujer la dignidad que tiene desde siempre, en el proyecto y en el amor de Dios. Mirando hacia El, al final de este segundo milenio, resulta espontáneo preguntarse: ?qué parte de su mensaje ha sido comprendido y llevado a término?

Ciertamente, es la hora de mirar con la valentía de la memoria, y reconociendo sinceramente las responsabilidades, la larga historia de la humanidad, a la que las mujeres han contribuido no menos que los hombres, y la mayor parte de las veces en condiciones bastante más adversas. Pienso, en particular, en las mujeres que han amado la cultura y el arte, y se han dedicado a ello partiendo con desventaja, excluidas a menudo de una educación igual, expuestas a la infravaloración, al desconocimiento e incluso al despojo de su aportación intelectual. Por desgracia, de la múltiple actividad de las mujeres en la historia ha quedado muy poco que se pueda recuperar con los instrumentos de la historiografía científica. Por suerte, aunque el tiempo haya enterrado sus huellas documentales, sin embargo se percibe su influjo benéfico en la linfa vital que conforma el ser de las generaciones que se han sucedido hasta nosotros. Respecto a esta grande e inmensa « tradición » femenina, la humanidad tiene una deuda incalculable. ¡Cuántas mujeres han sido y son todavía más tenidas en cuenta por su aspecto físico que por su competencia, profesionalidad, capacidad intelectual, riqueza de su sensibilidad y en definitiva por la dignidad misma de su ser!

4. Y qué decir también de los obstáculos que, en tantas partes del mundo, impiden aún a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica? Baste pensar en cómo a menudo es penalizado, más que gratificado, el don de la maternidad, al que la humanidad debe también su misma supervivencia. Ciertamente, aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un régimen democrático.

Se trata de un acto de justicia, pero también de una necesidad. Los graves problemas sobre la mesa, en la política del futuro, verán a la mujer comprometida cada vez más: tiempo libre, calidad de la vida, migraciones, servicios sociales, eutanasia, droga, sanidad y asistencia, ecología, etc. Para todos estos campos será preciosa una mayor presencia social de la mujer, porque contribuirá a manifestar las contradicciones de una sociedad organizada sobre puros criterios de eficiencia y productividad, y obligará a replantear los sistemas en favor de los procesos de humanización que configuran la « civilización del amor ».

5. Mirando también uno de los aspectos más delicados de la situación femenina en el mundo, cómo no recordar la larga y humillante historia —a menudo « subterránea »— de abusos cometidos contra las mujeres en el campo de la sexualidad? A las puertas del tercer milenio no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia sexual que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres. En nombre del respeto de la persona no podemos además no denunciar la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad, induciendo a chicas incluso de muy joven edad a caer en los ambientes de la corrupción y hacer un uso mercenario de su cuerpo.

Ante estas perversiones, cuánto reconocimiento merecen en cambio las mujeres que, con amor heroico por su criatura, llevan a término un embarazo derivado de la injusticia de relaciones sexuales impuestas con la fuerza; y esto no sólo en el conjunto de las atrocidades que por desgracia tienen lugar en contextos de guerra todavía tan frecuentes en el mundo, sino también en situaciones de bienestar y de paz, viciadas a menudo por una cultura de permisivismo hedonístico, en que prosperan también más fácilmente tendencias de machismo agresivo. En semejantes condiciones, la opción del aborto, que es siempre un pecado grave, antes de ser una responsabilidad de las mujeres, es un crimen imputable al hombre y a la complicidad del ambiente que lo rodea.

6. Mi « gratitud » a las mujeres se convierte pues en una llamada apremiante, a fin de que por parte de todos, y en particular por parte de los Estados y de las instituciones internacionales, se haga lo necesario para devolver a las mujeres el pleno respeto de su dignidad y de su papel. A este propósito expreso mi admiración hacia las mujeres de buena voluntad que se han dedicado a defender la dignidad de su condición femenina mediante la conquista de fundamentales derechos sociales, económicos y políticos, y han tomado esta valiente iniciativa en tiempos en que este compromiso suyo era considerado un acto de transgresión, un signo de falta de femineidad, una manifestación de exhibicionismo, y tal vez un pecado.

Como expuse en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, mirando este gran proceso de liberación de la mujer, se puede decir que « ha sido un camino difícil y complicado y, alguna vez, no exento de errores, aunque sustancialmente positivo, incluso estando todavía incompleto por tantos obstáculos que, en varias partes del mundo, se interponen a que la mujer sea reconocida, respetada y valorada en su peculiar dignidad » (n. 4).

¡Es necesario continuar en este camino! Sin embargo estoy convencido de que el secreto para recorrer libremente el camino del pleno respeto de la identidad femenina no está solamente en la denuncia, aunque necesaria, de las discriminaciones y de las injusticias, sino también y sobre todo en un eficaz e ilustrado proyecto de promoción, que contemple todos los ámbitos de la vida femenina, a partir de una renovada y universal toma de conciencia de la dignidad de la mujer. A su reconocimiento, no obstante los múltiples condicionamientos históricos, nos lleva la razón misma, que siente la Ley de Dios inscrita en el corazón de cada hombre. Pero es sobre todo la Palabra de Dios la que nos permite descubrir con claridad el radical fundamento antropológico de la dignidad de la mujer, indicándonoslo en el designio de Dios sobre la humanidad.

7. Permitidme pues, queridas hermanas, que medite de nuevo con vosotras sobre la maravillosa página bíblica que presenta la creación del ser humano, y que dice tanto sobre vuestra dignidad y misión en el mundo.

El Libro del Génesis habla de la creación de modo sintético y con lenguaje poético y simbólico, pero profundamente verdadero: « Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó: varón y mujer los creó » (Gn 1, 27). La acción creadora de Dios se desarrolla según un proyecto preciso. Ante todo, se dice que el ser humano es creado « a imagen y semejanza de Dios » (cf. Gn 1, 26), expresión que aclara en seguida el carácter peculiar del ser humano en el conjunto de la obra de la creación.

Se dice además que el ser humano, desde el principio, es creado como « varón y mujer » (Gn 1, 27). La Escritura misma da la interpretación de este dato: el hombre, aun encontrándose rodeado de las innumerables criaturas del mundo visible, ve que está solo (cf. Gn 2, 20). Dios interviene para hacerlo salir de tal situación de soledad: « No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada » (Gn 2, 18). En la creación de la mujer está inscrito, pues, desde el inicio el principio de la ayuda: ayuda —mírese bien— no unilateral, sino recíproca. La mujer es el complemento del hombre, como el hombre es el complemento de la mujer: mujer y hombre son entre sí complementarios. La femineidad realiza lo « humano » tanto como la masculinidad, pero con una modulación diversa y complementaria.

Cuando el Génesis habla de « ayuda », no se refiere solamente al ámbito del obrar, sino también al del ser. Femineidad y masculinidad son entre sí complementarias no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino ontológico. Sólo gracias a la dualidad de lo « masculino » y de lo « femenino » lo « humano » se realiza plenamente.

8. Después de crear al ser humano varón y mujer, Dios dice a ambos: « Llenad la tierra y sometedla » (Gn 1, 28). No les da sólo el poder de procrear para perpetuar en el tiempo el género humano, sino que les entrega también la tierra como tarea, comprometiéndolos a administrar sus recursos con responsabilidad. El ser humano, ser racional y libre, está llamado a transformar la faz de la tierra. En este encargo, que esencialmente es obra de cultura, tanto el hombre como la mujer tienen desde el principio igual responsabilidad. En su reciprocidad esponsal y fecunda, en su común tarea de dominar y someter la tierra, la mujer y el hombre no reflejan una igualdad estática y uniforme, y ni siquiera una diferencia abismal e inexorablemente conflictiva: su relación más natural, de acuerdo con el designio de Dios, es la « unidad de los dos », o sea una « unidualidad » relacional, que permite a cada uno sentir la relación interpersonal y recíproca como un don enriquecedor y responsabilizante.

A esta « unidad de los dos » confía Dios no sólo la obra de la procreación y la vida de la familia, sino la construcción misma de la historia. Si durante el Año internacional de la Familia, celebrado en 1994, se puso la atención sobre la mujer como madre, la Conferencia de Pekín es la ocasión propicia para una nueva toma de conciencia de la múltiple aportación que la mujer ofrece a la vida de todas las sociedades y naciones. Es una aportación, ante todo, de naturaleza espiritual y cultural, pero también socio-política y económica. ¡Es mucho verdaderamente lo que deben a la aportación de la mujer los diversos sectores de la sociedad, los Estados, las culturas nacionales y, en definitiva, el progreso de todo el genero humano!

9. Normalmente el progreso se valora según categorías científicas y técnicas, y también desde este punto de vista no falta la aportación de la mujer. Sin embargo, no es ésta la única dimensión del progreso, es más, ni siquiera es la principal. Más importante es la dimensión ética y social, que afecta a las relaciones humanas y a los valores del espíritu: en esta dimensión, desarrollada a menudo sin clamor, a partir de las relaciones cotidianas entre las personas, especialmente dentro de la familia, la sociedad es en gran parte deudora precisamente al « genio de la mujer ».

A este respecto, quiero manifestar una particular gratitud a las mujeres comprometidas en los más diversos sectores de la actividad educativa, fuera de la familia: asilos, escuelas, universidades, instituciones asistenciales, parroquias, asociaciones y movimientos. Donde se da la exigencia de un trabajo formativo se puede constatar la inmensa disponibilidad de las mujeres a dedicarse a las relaciones humanas, especialmente en favor de los más débiles e indefensos. En este cometido manifiestan una forma de maternidad afectiva, cultural y espiritual, de un valor verdaderamente inestimable, por la influencia que tiene en el desarrollo de la persona y en el futuro de la sociedad. ?Cómo no recordar aquí el testimonio de tantas mujeres católicas y de tantas Congregaciones religiosas femeninas que, en los diversos continentes, han hecho de la educación, especialmente de los niños y de las niñas, su principal servicio? Cómo no mirar con gratitud a todas las mujeres que han trabajado y siguen trabajando en el campo de la salud, no sólo en el ámbito de las instituciones sanitarias mejor organizadas, sino a menudo en circunstancias muy precarias, en los Países más pobres del mundo, dando un testimonio de disponibilidad que a veces roza el martirio?

10. Deseo pues, queridas hermanas, que se reflexione con mucha atención sobre el tema del « genio de la mujer », no sólo para reconocer los caracteres que en el mismo hay de un preciso proyecto de Dios que ha de ser acogido y respetado, sino también para darle un mayor espacio en el conjunto de la vida social así como en la eclesial. Precisamente sobre este tema, ya tratado con ocasión del Año Mariano, tuve oportunidad de ocuparme ampliamente en la citada Carta apostólica Mulieris dignitatem, publicada en 1988. Este año, además, con ocasión del Jueves Santo, a la tradicional Carta que envío a los sacerdotes he querido agregar idealmente la Mulieris dignitatem, invitándoles a reflexionar sobre el significativo papel que la mujer tiene en sus vidas como madre, como hermana y como colaboradora en las obras apostólicas. Es ésta otra dimensión, —diversa de la conyugal, pero asimismo importante— de aquella « ayuda » que la mujer, según el Génesis, está llamada a ofrecer al hombre.

La Iglesia ve en María la máxima expresión del « genio femenino » y encuentra en Ella una fuente de continua inspiración. María se ha autodefinido « esclava del Señor » (Lc 1, 38). Por su obediencia a la Palabra de Dios Ella ha acogido su vocación privilegiada, nada fácil, de esposa y de madre en la familia de Nazaret. Poniéndose al servicio de Dios, ha estado también al servicio de los hombres: un servicio de amor. Precisamente este servicio le ha permitido realizar en su vida la experiencia de un misterioso, pero auténtico « reinar ». No es por casualidad que se la invoca como « Reina del cielo y de la tierra ». Con este título la invoca toda la comunidad de los creyentes, la invocan como « Reina » muchos pueblos y naciones. ¡Su « reinar » es servir! ¡Su servir es « reinar »!

De este modo debería entenderse la autoridad, tanto en la familia como en la sociedad y en la Iglesia. El « reinar » es la revelación de la vocación fundamental del ser humano, creado a « imagen » de Aquel que es el Señor del cielo y de la tierra, llamado a ser en Cristo su hijo adoptivo. El hombre es la única criatura sobre la tierra que « Dios ha amado por sí misma », como enseña el Concilio Vaticano II, el cual añade significativamente que el hombre « no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo » (Gaudium et spes, 24).

En esto consiste el « reinar » materno de María. Siendo, con todo su ser, un don para el Hijo, es un don también para los hijos e hijas de todo el género humano, suscitando profunda confianza en quien se dirige a Ella para ser guiado por los difíciles caminos de la vida al propio y definitivo destino trascendente. A esta meta final llega cada uno a través de las etapas de la propia vocación, una meta que orienta el compromiso en el tiempo tanto del hombre como de la mujer.

11. En este horizonte de « servicio » —que, si se realiza con libertad, reciprocidad y amor, expresa la verdadera « realeza » del ser humano— es posible acoger también, sin desventajas para la mujer, una cierta diversidad de papeles, en la medida en que tal diversidad no es fruto de imposición arbitraria, sino que mana del carácter peculiar del ser masculino y femenino. Es un tema que tiene su aplicación específica incluso dentro de la Iglesia. Si Cristo —con una elección libre y soberana, atestiguada por el Evangelio y la constante tradición eclesial— ha confiado solamente a los varones la tarea de ser «icono » de su rostro de « pastor » y de « esposo » de la Iglesia a través del ejercicio del sacerdocio ministerial, esto no quita nada al papel de la mujer, así como al de los demás miembros de la Iglesia que no han recibido el orden sagrado, siendo por lo demás todos igualmente dotados de la dignidad propia del « sacerdocio común », fundamentado en el Bautismo. En efecto, estas distinciones de papel no deben interpretarse a la luz de los cánones de funcionamiento propios de las sociedades humanas, sino con los criterios específicos de la economía sacramental, o sea, la economía de « signos » elegidos libremente por Dios para hacerse presente en medio de los hombres.

Por otra parte, precisamente en la línea de esta economía de signos, incluso fuera del ámbito sacramental, hay que tener en cuenta la « femineidad » vivida según el modelo sublime de María. En efecto, en la « femineidad » de la mujer creyente, y particularmente en el de la « consagrada », se da una especie de « profecía » inmanente (cf. Mulieris dignitatem, 29), un simbolismo muy evocador, podría decirse un fecundo « carácter de icono », que se realiza plenamente en María y expresa muy bien el ser mismo de la Iglesia como comunidad consagrada totalmente con corazón « virgen », para ser « esposa » de Cristo y « madre » de los creyentes. En esta perspectiva de complementariedad « icónica » de los papeles masculino y femenino se ponen mejor de relieve las dos dimensiones imprescindibles de la Iglesia: el principio « mariano » y el « apostólico-petrino » (cf. ibid., 27).

Por otra parte —lo recordaba a los sacerdotes en la citada Carta del Jueves Santo de este año— el sacerdocio ministerial, en el plan de Cristo « no es expresión de dominio, sino de servicio » (n. 7). Es deber urgente de la Iglesia, en su renovación diaria a la luz de la Palabra de Dios, evidenciar esto cada vez más, tanto en el desarrollo del espíritu de comunión y en la atenta promoción de todos los medios típicamente eclesiales de participación, como a través del respeto y valoración de los innumerables carismas personales y comunitarios que el Espíritu de Dios suscita para la edificación de la comunidad cristiana y el servicio a los hombres.

En este amplio ámbito de servicio, la historia de la Iglesia en estos dos milenios, a pesar de tantos condicionamientos, ha conocido verdaderamente el « genio de la mujer », habiendo visto surgir en su seno mujeres de gran talla que han dejado amplia y beneficiosa huella de sí mismas en el tiempo. Pienso en la larga serie de mártires, de santas, de místicas insignes. Pienso de modo especial en santa Catalina de Siena y en santa Teresa de Jesús, a las que el Papa Pablo VI concedió el título de Doctoras de la Iglesia. Y ?cómo no recordar además a tantas mujeres que, movidas por la fe, han emprendido iniciativas de extraordinaria importancia social especialmente al servicio de los más pobres? En el futuro de la Iglesia en el tercer milenio no dejarán de darse ciertamente nuevas y admirables manifestaciones del « genio femenino ».

12. Vosotras veis, pues, queridas hermanas, cuántos motivos tiene la Iglesia para desear que, en la próxima Conferencia, promovida por las Naciones Unidas en Pekín, se clarifique la plena verdad sobre la mujer. Que se dé verdaderamente su debido relieve al « genio de la mujer », teniendo en cuenta no sólo a las mujeres importantes y famosas del pasado o las contemporáneas, sino también a las sencillas, que expresan su talento femenino en el servicio de los demás en lo ordinario de cada día. En efecto, es dándose a los otros en la vida diaria como la mujer descubre la vocación profunda de su vida; ella que quizá más aún que el hombre ve al hombre, porque lo ve con el corazón. Lo ve independientemente de los diversos sistemas ideológicos y políticos. Lo ve en su grandeza y en sus límites, y trata de acercarse a él y serle de ayuda. De este modo, se realiza en la historia de la humanidad el plan fundamental del Creador e incesantemente viene a la luz, en la variedad de vocaciones, la belleza —no solamente física, sino sobre todo espiritual— con que Dios ha dotado desde el principio a la criatura humana y especialmente a la mujer.

Mientras confío al Señor en la oración el buen resultado de la importante reunión de Pekín, invito a las comunidades eclesiales a hacer del presente año una ocasión para una sentida acción de gracias al Creador y al Redentor del mundo precisamente por el don de un bien tan grande como es el de la femineidad: ésta, en sus múltiples expresiones, pertenece al patrimonio constitutivo de la humanidad y de la misma Iglesia.

Que María, Reina del amor, vele sobre las mujeres y sobre su misión al servicio de la humanidad, de la paz y de la extensión del Reino de Dios.

Con mi Bendición.

Vaticano, 29 de junio, solemnidad de los santos Pedro y Pablo, del año 1995.


Ver también: Mulleris Dignitatis (la dignidad de la mujer), JPII

martes, 10 de agosto de 2010

El aborto, el derecho canónico, la organización católicas por el derecho a decidir



Autor: Felipe Arizmendi Esquivel | Fuente: Conferencia del Episcopado Mexicano


Una organización que se declara católica, sin serlo, está desarrollando una 
campaña para animar a las mujeres a abortar
Derechos Canónico: Cánones 1323 y 1398

Ver

Una organización que se declara católica, sin serlo, y que tiene mucho apoyo económico de la ONU y de otros organismos, está desarrollando una campaña en algunos Estados, incluso con anuncios espectaculares, que cuestan mucho dinero, para animar a las mujeres a abortar sin temor a incurrir en la pena de excomunión, decretada por la Iglesia Católica en su Código de Derecho Canónico. Perversamente aduce una ley canónica, sólo para apoyar sin escrúpulos el aborto. Ya nuestro episcopado ha declarado en un Comunicado 


que esta organización no es católica, pero siguen usurpando el calificativo, desconcertando a los ignorantes y poco formados en su fe. 

Pregonan:“ La Iglesia no condena el aborto en muchos casos”. Y para ello citan el canon 1323, con una interpretación tendenciosa. El demonio es el padre de la mentira, y su extirpe se prolonga en quienes tergiversan la verdad. ¡Qué cinismo y desvergüenza aducir una ley de la Iglesia Católica para apoyar sus campañas abortistas!

Juzgar

El Código de Derecho Canónico en una concretización de las normas que encontramos en la Biblia, aplicadas a nuestro tiempo. Su fundamento es la Revelación Divina, que en parte está escrita en la Sagrada Escritura y en parte se ha transmitido por tradición de generaciones. No es un código arbitrario, sino avalado por la experiencia de siglos, con la gracia del Espíritu Santo, para ordenar la vida interna de la comunidad eclesial, en la justicia y la fraternidad.

El canon 1398 determina: “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae” (automática, sin juicio eclesiástico). Esta pena se aplica a quien provoca un aborto, lo pide, lo aconseja, lo ejecuta, y a quien colabora; no cuando es espontáneo, involuntario. La excomunión consiste en que no se pueden recibir los sacramentos ni otros servicios religiosos, sobre todo la confesión y comunión eucarística, si antes no reciben la absolución del pecado y la liberación de la pena, cosa que sólo puede hacer el obispo y algunos sacerdotes a quienes él faculta.

El aborto explícita y directamente provocado y realizado, es un pecado, condenado desde siempre en el quinto mandamiento de la Ley de Dios. La Iglesia, por una pedagogía secular, le ha impuesto la pena de excomunión, para hacer comprender la gravedad del pecado. El canon 1323 contiene una serie de atenuantes, que exoneran no del pecado, sino de la pena impuesta por la legislación eclesiástica. Aquí está el núcleo de la interpretación tendenciosa.


¿En qué casos se puede no sufrir de pena de excomunión? 


Dice el canon 1323: “No queda sujeto a ninguna pena quien, cuando infringió una ley o un precepto, aún no había cumplido dieciséis años; ignoraba sin culpa que estaba infringiendo una ley o precepto; y a la ignorancia se equiparan la inadvertencia y el error; obró por violencia, o por caso fortuito que no pudo preverse o que, una vez previsto, no pudo evitar; actuó coaccionado por miedo grave, aunque lo fuera sólo relativamente, o por necesidad o para evitar un grave perjuicio, a no ser que el acto fuera intrínsecamente malo o redundase en daño de las almas; actuó en legítima defensa contra un injusto agresor de sí mismo o de otro, guardando la debida moderación; carecía de uso de razón; juzgó sin culpa que concurría alguna de las circunstancias indicadas en los números 4 ó 5 de este canon”.

¿Este canon exime del pecado del aborto? 


No. Cuando es libre y conscientemente provocado, el aborto es un acto intrínsecamente malo; es malo en sí mismo, pues es privar de la vida a un ser humano, inocente e indefenso, que no es un injusto agresor.Puede haber exención de la pena de excomunión, pero no del pecado.

Actuar 

No se deje impresionar por una publicidad mañosa. Si desea ser en verdad católico, tome en cuenta lo que dice la Iglesia, no los falsos católicos. Si quiere ejercer su derecho a decidir, sus decisiones deben ser acordes con la Palabra de Dios, que prohíbe matar a un ser humano, por pequeño que sea. Si decide ser miembro de nuestra Iglesia, debe acatar nuestra interpretación de nuestras leyes; de lo contrario, sus decisiones serán muy suyas, pero no serán católicas.


+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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