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jueves, 19 de noviembre de 2009

Impacto en el hombre de las leyes proabortistas de EE.UU.

Impacto en el hombre de las leyes proabortistas de EE.UU.



El debate sobre el aborto se ha enfocado casi exclusivamente desde la perspectiva de las mujeres, haciendo caso omiso de los hombres. En un momento en que los hombres se comprometen cada vez más en la crianza de sus hijos, la ley en los Estados Unidos les niega sistemáticamente el derecho a estar implicados en decisiones de vida o muerte que afectan a sus hijos aún no nacidos.
Esta impotencia tiene su efecto no sólo en la imagen que el varón tiene de sí mismo, sino que también puede causar conflictos de funciones, culpabilidad, depresión y, con frecuencia, el final de la relación con su cónyuge.
Se ha defendido el aborto como un sencillo procedimiento quirúrgico que produce poco o ningún impacto psicológico tanto en la mujer como en el hombre. En realidad, la mayoría de los hombres, lo mismo que las mujeres, niegan cualquier consecuencia emocional negativa del aborto. Sin embargo, cuando los hombres deciden reconocer sus sentimientos, describen con frecuencia la experiencia del aborto como desconcertante y dolorosa. Un estudio arrojó que tres de cada cuatro varones dijeron que pasaron por un momento difícil con la experiencia del aborto y una minoría relató sueños continuos de día y de noche sobre el niño que nunca nació, así como culpabilidad, remordimiento y tristeza considerables.
Lo mismo para los hombres que para las mujeres, la sensación de vacío puede durar toda una vida, puesto que los padres son padres para siempre, incluso del niño muerto. El problema emocional es casi imposible de resolver porque no es perceptible, sólo se trata de un recuerdo. Como al niño no nacido le fue negada la humanidad, le es negada también una sepultura o una señal.
En la decisión del aborto, con demasiada frecuencia el cometido del varón es marginal y pasivo. Puede que sea pasado por alto por su mujer, ignorado en la clínica abortista y desamparado en el acto y las secuelas del propio aborto. Este conflicto de funciones bien puede ser responsable parcialmente del aumento en la disfunción sexual masculina. La experiencia clínica demuestra que los hombres se vuelven hostiles cuando han sido excluídos de la toma de decisiones y cuando descubren que han sido engañados y manipulados.
Convertirse en padre es, por supuesto, mucho más complejo que el contacto sexual y la concepción. Es un proceso que incluye el desarrollo de ciertas cualidades, objetivos, actitudes, etc. Para los hombres lo mismo que para las mujeres, el aborto detiene bruscamente este proceso y crea un vacío en el que abundan la confusión, la ambivalencia, la culpabilidad y la hostilidad.
En ninguna parte se siente más dolorosamente la experiencia del aborto que en el campo de la expectativa del padre, responsable y protector de sus seres queridos. Los resultados de una encuesta nacional indican que tres de cada cuatro personas que respondieron creen aún que el hombre ideal es aquel que lucha para proteger a su familia. Sin embargo, ¿cómo podrá un hombre proteger a su hijo cuando la ley no le permite involucrarse en una decisión de vida o muerte?
Realmente, con el aborto se ha comprobado la doble escala de valores para los hombres y las mujeres. Mientras está garantizado el (falso) "derecho" a abdicar de la futura maternidad, no lo está el derecho del padre a proteger su futura paternidad. Cuando las mujeres escogen el aborto, aún por encima de los deseos del varón, se habla de la proclamación de los "derechos" de las mujeres, de la libertad, de la opresión masculina, etc. Pero cuando los hombres fomentan el aborto para sus parejas, está tipificado (y con toda razón) como coacción, falta de afecto, insensibilidad y egoísmo.
Por otra parte, el renunciar a la responsabilidad encaja bien en el pensamiento abortista. Para los hombres que no se interesan en las mujeres que dejan embarazadas, el aborto es un elegante sistema de abdicación de su responsabilidad.
Sin embargo, una vez que ha tenido lugar el aborto, los varones pueden requerir tanta ayuda emocional como las mujeres. Para cualquiera de los dos sexos, la pérdida de un hijo no es una pérdida como otra cualquiera. La culpa y la pena pueden ser persistentes, y no pueden quitarse a base de fuerza de voluntad.
Uno de los mejores remedios para disminuir la culpabilidad es la revelación de uno mismo. Hablar de los viejos asuntos inacabados ayuda a disipar la culpabilidad y con ello se consiguen pequeños milagros.
La reconciliación con la muerte del hijo aún no nacido implica finalmente el acto del perdón. El perdón por el aborto cometido surge tras estar dispuesto a reconocer su verdad y a expresarla.
En el problema del aborto, tanto investigadores, como consejeros y mujeres no han caído en la cuenta de las consecuencias trágicas que resultan para los padres. Los hombres también son víctimas del aborto junto con las mujeres y los niños aún no nacidos. Con frecuencia sufren en silencio, desconcertados y frustrados. La solución no vendrá hasta que impere el amor, se garantice una auténtica igualdad de los sexos y se reconozca que el aborto nunca es la solución.

FUENTE: Vincent Rue, Ph.D., Forgotten Fathers (Lewiston, Nueva York/Toronto, Canadá: Life Cycle Books, 1986. (Se han hecho correcciones de estilo.)

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