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jueves, 19 de agosto de 2010

Cecilia Perrín de Buide, madre Argentina ¿santa pro vida?



“Tus caminos son una locura,
rompen mi humanidad;
pero son los únicos que
quiero recorrer”


María Cecilia Perrín nace en Punta Alta, (Buenos Aires – Argentina) el 22 de febrero de 1957, hija de Angelita y Manolo Perrín, es bautizada en la parroquia de María Auxiliadora, el 27 de febrero de 1957, es la tercera de cinco hermanos: María Inés y Jorge, los mayores; Eduardo y Teresa, los menores. Realiza sus primeros pasos en los Sacramentos de Iniciación Cristiana en la parroquia de María Auxiliadora, recibiendo su primera comunión el 25 de Octubre de 1964 y su confirmación el 19 de noviembre de 1964.

El ámbito familiar en el cual se desenvuelve la vida de la joven Cecilia es de profundas raíces católicas. Familia abierta al Espíritu Santo, caló muy profundo en el seno de ésta, la espiritualidad de Chiara Lubich y el movimiento fundado por ella: “Los Focolares”. Fueron una de las primeras familias que adhirieron a este movimiento en Punta Alta.

El 20 de mayo de 1983, luego de dos años de noviazgo, Cecilia contrajo matrimonio en la parroquia de María Auxiliadora con Luis Buide. En febrero de 1984, estando embarazada, se le diagnosticó cáncer.  Toma la firme energía de aceptar la voluntad de Dios y se apoyó en cuatro pilares: Su profunda Fe, su amor a “Jesús Abandonado”,el afecto de su esposo, familiares y amigos y la fuerza de la unidad con quienes compartía su cristiano y católico ideal de vida.

El diagnóstico era irreversible. No obstante, había una gran alegría por la ilusión de la nueva vida que llegaría. Los médicos consideran realizar un “Aborto Terapéutico” para poder salvar la vida de Cecilia. Ella, se niega rotundamente a ello por su férrea convicción cristiana y sabiendo que era imposible su supervivencia luego de dar a luz; pronuncia su “Fiat” con serenidad y claridad al Señor. Ella escribe: “... Hoy le pude decir a Jesús que sí. Que creo en su amor más allá de todo y que todo es Amor de Él. Que me entrego a Él”. El 1 de marzo de 1985, alrededor de las 21:00 hs., María Cecilia Perrín de Buide falleció a la edad de 28 años.
Sus restos mortales descansan en la Mariápolis Andrea en O´Higgins, (Buenos Aires), por expreso pedido de ella, para que aquellos que la fueran a ver, encontraran un lugar de alegría y esperanza y no de muerte y desolación.
Su fama de santidad, su heroicidad en la entrega, su ejemplo de vida cristiana (que asombra aún fuera de la Iglesia Católica) y muchas gracias que fueron escuchadas y concedidas, han hecho que se comience su causa de beatificación.

Inicio de la causa


El 30 de noviembre del 2005, Cecilia fue declarada Sierva de Dios, abriéndose así el proceso de beatificación.
El día martes 10 de abril se realizó la jura del tribunal de fama, formado por el presbítero Marino Giampetruzzi, como juez; el presbítero Elio Ricca, como promotor de justicia; la Señora Alejandra Belfiore como Notaria y la señora Marta Alonso como notaria actuaria.
Luego se celebró la Santa Misa, y familiares y personas allegadas a Cecilia compartieron sus experiencias.

De sus escritos



Luego del nacimiento de Agustina le hicieron una intervención, pero el mal estaba tan avanzado que los médicos no pudieron hacer lo que tenían pensado. Quienes vieron a Cecilia luego de ese momento se asombraron porque a pesar de que esta operación había resultado un fracaso y ella lo sabía, estaba feliz, con mucha paz. Y ella se lo cuenta de este modo en una carta a Monseñor Mayer (Arzobispo de Bahía Blanca en ese entonces):
“Hace días atrás sentía de darle todo a Jesús pero con la voluntad y el pensamiento, no con el sentimiento, no podía de esta forma decirle SI, porque me invadía un gran temor que me lo impedía. El otro día en el quirófano estando sola antes de que me durmieran pude decirle sintiéndolo: Sí Jesús, te doy todo. Cuando desperté sentía una gran tranquilidad pese a que lo que me dijeron era bastante desalentador”.
“Señor quiero ser como Vos quieras que sea; tener la personalidad que desees, ser ante el que está a mi lado como Vos quieras que sea. Tener la belleza que Vos quieras que tenga.”
En una carta que escribe a sus alumnos de 5º año resalta como descubre en la experiencia que vive, detrás del dolor, el Amor de Dios.
“Ahora que se van quiero darles algo de lo que estoy viviendo. Muchas veces hemos hablado de que Dios es Amor. Ahora les puedo decir que es la experiencia más profunda que vivo. La situación es difícil, pero no saben lo que es abandonarse a El y decirle Vos actuá. Esta es tu voluntad, manifestate como Tú lo quieras. El cubre todo, todo. Su amor se hace sentir, pero sentir de veras. Es como que el corazón estalla.
Parece una locura porque no se puede entender: sufrir el dolor físico y experimentar que más allá de ese gran dolor te invade una felicidad que no se te va.
Yo siento que en el dolor uno se desprende de todo y se queda con lo íntimo de uno mismo y en esta intimidad está Dios y El es Amor.
Entonces, si lo descubres y lo aceptas, El te invade, te toma.
Saben que el cáncer es una enfermedad mortal, Yo les puedo asegurar que para mí es algo que me da la vida, que me hizo ver, cómo es espléndido vivirla como Dios la va mostrando. Vieron cómo es Jesús, se sirve de caminos tan raros para llegar a uno…”
Algunos pensamientos que escribió y entregó a su hermano pidiéndole que componga una canción:

Estuviste en mí desde siempre.
No te busqué. Tu viniste a mi encuentro
Estuviste pero eras desapercibido en mi vida.
Te creía importante pero vivía como si no lo fueras y Tú que eres Amor te quedabas.
No te importó mi indiferencia, no te importó que te cubriera; no te importó que te cambiara el rostro y Vos que sos el Amor Eterno, quisiste que te amara para compartirte.
Irrumpiste en mí para que despertara… qué fuerte despertar, te fuiste abriendo paso.
Ahora solamente tengo existencia en Tu ser.
Quiero vivir para darte gloria
Que mi presencia sea un canto a Ti.
He demorado mucho en desprenderme del mundo pero Tú me has acogido, me has permitido amarte, en el dolor has penetrado en lo más hondo de mi alma.
Y ahora que he experimentado tenerte dentro mío, todo mi ser te reclama.
Cada momento, cada dolor, cada alegría son tuyos.
Hay momentos en donde el pensamiento pareciera se volviera absurdo, pareciera que la alegría sobrepasa la realidad.
La luz se hace grande y mi corazón rebosa de cantarte Gloria.