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viernes, 12 de abril de 2013

►La adopción del niño abortado



La adopción del niño abortado

La imposición de un nombre representa una auténtica "adopción espiritual". El vacío causado por el aborto se va a llenar con una presencia amada, amorosa, que establecerá una nueva relación. El bebé ya no es un recuerdo, es alguien, un viviente a quien se puede llamar, rezar y a quien se puede pedir perdón.

El alma del pequeño ser perdona siempre; esa alma podía hacer poco por sus padres mientras éstos no le hubieran reconocido, pero una vez que la madre le da un nombre, se establece un auténtico vínculo afectivo y espiritual entre ellos. Sus padres pueden hablar con él, abrirle el corazón y pedirle apoyo, confiando a él a sus demás hermanos, si los hubiera. Se convierte, pues, en un poderoso intercesor para los suyos.

El hombre común puede ejercer también la adopción espiritual de un bebé adoptado. El proceso es fácil ya que consiste en ponerles nombre a los bebés abortados y rezar por ellos. En China se llevan a cabo catorce millones de abortos al año, podemos adoptar un bebé al día o a la semana y pedir por ellos durante la Misa.

Curación de los hermanos sobrevivientes

Mientras la madre, que se ha dado cuenta de la gravedad de su acto, no se haya reconciliado con Dios, con el niño y consigo misma, ella sigue estando extremadamente vulnerable, y lo más prudente es que no abra su corazón más que a un confesor y, si es posible, a su pareja. Una vez curada, la madre comienza una maternidad espiritual de otro orden. Puede asumir sus errores y quitar lo que envenenaba a la familia como un absceso que requiere ser vaciado de su pus. Una vez curada, la madre puede pedir perdón a sus hijos sobrevivientes, por las secuelas que ellos hayan sufrido.

Todos los hermanos y hermanas nacidos de una madre que ha provocado un aborto antes o después de su nacimiento, también son víctimas y sufren secuelas como la angustia y un malestar difícil de explicar.

Sanación de nuestro árbol genealógico

Todos podemos ofrecer oraciones, trabajo, la Santa Misa y pequeños sacrificios para la sanación de nuestro árbol genealógico; podemos rezar por nuestros antepasados y nuestros difuntos y veremos grandes cambios en nuestra heredad y en nuestras vidas. Con oración, ayuno y santas misas podemos ayudar a las personas más necesitadas de la misericordia de Dios; no sólo a las que ya están en la eternidad, sino también a las que andan en el mundo sin Dios y sin ley. Lo más recomendable es entrar a una Iglesia y rezar ante el Sagrario que contiene el Santísimo Sacramento. Allí encontraremos ciencia, luz y fuerza para seguir adelante.

Otros pasos

Si los padres y los hermanos son católicos, conviene que recen un Avemaría cada día, ofrecida al niño, que vayan a Misa en cada aniversario de la muerte de su hermanito. La madre no se debe obsesiona por este (o estos) niño ausente (s), ya que las obsesiones no son sanas. Deben orientar su vida hacia el Niño Jesús, Hijo eterno del Padre, nacido de la Virgen María para ser nuestro único Salvador.

Una peregrinación a un santuario mariano, como la Villa de Guadalupe o un templo dedicado a la Virgen María, puede suponer un gran alivio para las personas involucradas. Nuestra Madre del Cielo sabe consolar y fortalecer mejor que nadie.

Para los que no tienen la fe cristiana, pueden recuperarse al reencontrar el sentido de Dios para recobrar el respeto por la vida humana.

Por una muerte deseada, a Dios Padre se le priva de una alegría y se atenta contra su plan para ese niño, con lo que se compromete toda la historia humana y el porvenir de la humanidad, pues cada niño tiene una misión y una vocación que nadie más que él puede cumplir.

En un libro de la Biblia, el Deuteronomio, dice:
"Mira, yo pongo ante ti vida y felicidad, muerte y desgracia... Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición.
Escoge la vida, para que vidas, tú y tu descendencia, amando a Yavé tu Dios" (30, 15-20).



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