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domingo, 2 de agosto de 2015

Las mejores frases del Papa Francisco sobre la familia



Nunca antes en la historia, la familia se vio tan pisoteada, tan mal tratada y despreciada.
A pesar del empeño, de la mayoría, en querer mostrar otras maneras de convivencia como una alternativa a la familia natural, sepan que nunca, ninguna otra forma de unión, podrá suplantarla en ningún sentido.

En cuanto al divorcio

El matrimonio es indisoluble

El matrimonio es un sacramento y está, por su propia naturaleza, por encima de la ley humana. Fue instituido por Dios, está sujeto a la ley Divina, y por tal razón, no puede ser anulado por ninguna ley.

De hecho, los que contraen matrimonio lo hacen bajo su propia voluntad, pero deben asumir el contrato y sus obligaciones incondicionalmente. El matrimonio es natural en propósito, pero Divino en su origen. Es sagrado, concebido por el Autor de la vida para perpetuar su acto creativo, engendrar los hijos de Dios, la unión de la pareja en el amor.

La Ley humana, ciertamente reconoce el matrimonio, pero el matrimonio al no haber sido instituido por el hombre, tal ley, no puede anular sus propiedades indispensables.

El matrimonio es monógamo e indisoluble; sólo la muerte disuelve la unión una vez consumada. Cuando los hombres pretenden ser los árbitros definitivos del contrato matrimonial, éstos basan su reclamo en la suposición de que este contrato es meramente de institución humana y que no está sujeto a otras leyes que vayan más allá de las leyes humanas.

Pero la sociedad se originó por el matrimonio, no el matrimonio por la sociedad humana. El Matrimonio fue destinado por el Creador para la propagación de la raza humana y la mutua ayuda de esposo y esposa.

Lo que dice el Catecismo

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que "los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento.El Catecismo explica que "ser libre" quiere decir: no obrar por coacción; no estar impedido por una ley natural o eclesiástica".

La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio". Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.

En el número 1627 se sostiene que el consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente: "Yo te recibo como esposa" - "Yo te recibo como esposo". Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos "vienen a ser una sola carne".

Es por eso que el consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo. Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.

Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio, la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar "la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no ha existido.

El Catecismo dice que "en este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente".

Más adelante señala que "el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina (cf CIC, can. 1141)".



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