Ahora, niño amigo, ya habrás aprendido a manejarte. –Acompaña con gozo a José y a Santa María... y escucharás tradiciones de la Casa de David:
Oirás hablar de Isabel y de Zacarías, te enternecerás ante el amor purísimo de José, y latirá fuertemente tu corazón cada vez que nombren al Niño que nacerá en Belén...
Caminamos apresuradamente hacia las montañas, hasta un pueblo de la tribu de Judá. (Luc., I, 39.)
Llegamos. –Es la casa donde va a nacer Juan, el Bautista. –Isabel aclama, agradecida, a la Madre de su Redentor: ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! –¿De dónde a mí tanto bien, que venga la Madre de mi Señor a visitarme? (Luc., I, 42 y 43.)
El Bautista nonnato se estremece... (Luc., I, 41.) –La humildad de María se vierte en el Magníficat... –Y tú y yo, que somos –que éramos– unos soberbios, prometemos que seremos humildes. (Santo Rosario, 2º misterio gozoso)
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