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domingo, 24 de julio de 2011

La vida: Don de Dios

¿Realmente sabemos respetar y defender la vida? ¿Conocemos qué significa el “no matarás” del quinto mandamiento?












                                              
 


          

    


 



Johnathan Swift, el conocido autor de “Los viajes de Gulliver”, se ponía de luto y ayunaba el día de su cumpleaños. Haber nacido le parecía una auténtica desgracia. Pero como millones y millones de personas celebran su cumpleaños, no parece que hayamos de darle la razón el señor Swift. Haber nacido es una cosa buena y positiva; aún más, la vida no sólo es un bien, sino que es el bien más alto en el orden natural. El sentimiento contrario es pasajero, debido quizá a la enfermedad física o mental, o a las injusticias que los demás nos han causado.

Además, la vida no sólo es un bien, sino que además es un don, un regalo. Ese don nos ha sido dado (a través de nuestros padres) por Dios: sólo Dios es dueño de la vida. Cada alma es individual y personalmente creada por Dios y sólo Dios tiene derecho a decidir cuándo la infunde a un cuerpo y cuándo su tiempo de estancia en la tierra ha terminado.Que la vida humana pertenece a Dios es tan evidente que la gravedad del homicidio -quitar injustamente la vida a otro- es aceptada universalmente por la sola ley de la razón entre los hombres de buena voluntad. La gravedad del pecado de suicidio -quitarse la vida de modo voluntario- es igualmente evidente.Aunque la vida sea un bien tan grande, no es un bien absoluto. Por gravísimas razones, es lícito matar a otro, quitarle justamente su vida. Por ejemplo, si un agresor injusto amenaza mi vida o la de un tercero, y matarlo es el único modo de detenerlo, no peco si lo hago. De hecho, es permisible matar también cuando el criminal amenaza con tomar o destruir bienes de gran valor y no hay otra forma de pararlo. De ahí se sigue que los policías no atentan contra este mandamiento cuando, no pudiendo disuadir al delincuente de otra manera, lo privan de la existencia.Está claro que el principio de defensa propia sólo se aplica cuando se es víctima de una agresión injusta. Nunca es lícito quitar la vida a un inocente para salvar la propia. Si estoy perdido con otro en el desierto y sólo hay agua para una persona, no puedo matarlo para conseguir así llegar hasta el oasis. Tampoco puede matarse directamente al niño en gestación para salvar la vida de su madre. El niño aún no nacido no es agresor injusto de la madre, y tiene derecho a vivir todo el tiempo que Dios le conceda. Destruir directa y deliberadamente su vida es un pecado de suma gravedad; es un asesinato y tiene, además, la malicia añadida del envío a la eternidad de un alma sin oportunidad de bautismo. Éste es otro de los pecados que la Iglesia trata de contener imponiendo la excomunión a todos los que sin su ayuda no se hubiera cometido el delito: no sólo a la madre, también a los médicos o enfermeras que lo realicen, a quien convenza a la madre o le facilite el dinero para ese fin.Una extensión del principio de defensa personal se aplica a las naciones. Por ello, el soldado que combate por su país en una guerra justa no peca si mata. Una guerra es justa: a) si es una guerra defensiva, es decir, si la nación ve sus derechos o su territorio injustamente violados; b) si se recurre a ella en último extremo, una vez agotados todos los demás medios de dirimir la disputa; c) si se lleva a cabo según los dictados de la ley natural y la leyes internacionales, y d) si se suspende tan pronto como la nación agresora ofrece la satisfacción debida.En la práctica resulta a veces muy difícil para el ciudadano medio decidir si la guerra en que su nación se embarca es justa o no. El ciudadano común suele no conocer todos los intríngulis de una situación internacional. De ahí que muchas veces deba esperar el juicio de la autoridad competente (los obispos o el Papa), para saber cómo actuar. No ha de olvidar, en todo caso, que incluso en una guerra justa se puede pecar por el uso injusto de los medios bélicos, como en caso de emplear armas biológicas que causen estragos al margen de objetivos de valor militar.Ya que la vida no es nuestra, hemos de poner todos los medios razonables para preservar tanto la propia como la del prójimo. Es a todas luces evidente que pecamos si causamos deliberado daño físico a otros; y el pecado se hace mortal si el daño fuera grave. Por ello, las disputas en que se llega a las manos -a no ser que se trate de una agresión injusta-, son una falta contra el quinto mandamiento de la ley de Dios.Lo que directa o indirectamente se relacione con la vida cae en el ámbito del quinto mandamiento. Podemos ir deduciendo de ello muchas consecuencias prácticas. Por ejemplo, es evidente que quien conduce un vehículo de modo imprudente, comete pecado grave, pues expone su vida y la de otros a un riesgo innecesario. Esto también se aplica al conductor que se encuentra atarantado por el alcohol. El conductor ebrio es criminal además de borracho. Ambos son pecados contra el quinto mandamiento, pues beber en exceso, igual que comer excesivamente, contraviene este precepto porque perjudica la salud, y porque la destemplanza causa fácilmente otros efectos nocivos. El pecado de embriaguez se hace mortal cuando de tal modo afecta al bebedor que ya no sabe lo que hace. Pero beber sin llegar a ese extremo también puede ser un pecado mortal por sus consecuencias malas: perjudicar la salud, revelar secretos o descuidar los deberes profesionales o familiares. Quien habitualmente toma bebidas alcohólicas en exceso y se considera libre de pecado porque conservó la noción de lo que hizo, normalmente se engaña a sí mismo; raras veces las bebidas alcohólicas no producen daño grave en el prójimo o en uno mismo.El drogadicto peca gravemente contra este precepto de la ley de Dios. Ingiere la droga con el fin de recibir sensaciones o experiencias sin otro objeto que la satisfacción personal. Implica un arbitrario y arriesgado peligro, que priva al individuo de la función rectora de la razón y le produce perjuicios fisiológicos y psicológicos casi siempre graves e irreversibles. Es, sin ninguna justificación, un atentado contra la vida.Al ser responsables ante Dios por la vida que nos ha dado, tenemos obligación de cuidar la salud dentro de límites razonables. Exponernos a peligros deliberados o innecesarios (como el alpinismo sin precauciones debidas), descuidar la atención médica (cuando sospechamos tener una enfermedad seria), descuidar el necesario descanso (no dormir o no comer lo debido), es faltar a nuestros deberes como administradores de algo que es de Dios.Un principio básico sobre este precepto es que la vida de todo el cuerpo es más importante que la de cualquiera de sus partes. En consecuencia, es lícito extirpar un órgano para conservar la vida. La amputación de un brazo gangrenado o de una matriz cancerosa está justificada moralmente. Sin embargo, mutilar el cuerpo innecesariamente es pecado, y pecado mortal si la mutilación es seria en sí o en sus efectos. Aquella persona que voluntariamente se somete a una intervención quirúrgica con el único fin de quedar estéril, incurre en un pecado mortal, igual que el cirujano que la realiza, sean cuales fueren las circunstancias del caso concreto. También se incluye dentro de este precepto la “eutanasia” (matar a un enfermo incurable para acabar con sus sufrimientos). La eutanasia es pecado grave, aunque el mismo paciente la pida. Si una enfermedad incurable es parte de la providencia de Dios para mí, ni yo ni nadie tiene derecho a impugnarla. La vida es de Dios, y sólo Él determina cuando llega a su fin.

Ricardo Sada Fernández

viernes, 24 de junio de 2011

La Opción de la Adopción


Historia de una Madre
Por Leasadel Estado de Minnesota, EE.UU. 

Era el comienzo de mi primer año de escuela secundaria. Estaba muy emocionada proyectando otro año de bucear, gimnasia y carreras. Pero esta alegría terminó muy pronto cuando me di cuenta de que estaba embarazada.

Cuando se confirmó el embarazo, mi mente se aceleró. No es suficiente decir sólo que estaba asustada, ¡estaba aterrada! Nunca consideré la idea de un aborto; yo no podría vivir sabiendo que fui responsable de quitarle la vida a mi bebé, una muerte causada por mis actos.

Mi primer instinto me dijo que yo necesitaba educar a mi hijo por mí sola. Sabía que podía amarlo y cuidarlo, pero cuando dejé de pensar en mí, y pensé en qué sería lo mejor para mi hijo, supe que la adopción era la decisión correcta. Tenía yo entonces 16 años.

El procedimiento de adopción por el cual yo opté no es el plan ordinario. Yo escogí hacer una adopción independiente y abierta. Por medio de este proceso yo pude seleccionar, en los prospectos, a los padres adoptivos. Tuve la oportunidad de establecer una relación con ellos, como también, de desarrollar una amistad duradera. Mientras más los conocía, más emocionada estaba de entregar mi bebé a esta pareja. Ellos tenían mucho amor y seguridad para ofrecer a mi hijo. Estuvieron conmigo en el hospital cuando mi hijo nació. Su cámara de películas de video filmó sin parar.

Siempre atesoraré los tres días que pasé en el hospital con mi hijo.

Entregar al niño a sus nuevos padres no es nada fácil, pero yo sabía en mi corazón, que ésta era la decisión correcta para los dos.

Derramé muchas lágrimas durante los nueve meses y en el hospital. Pero no fueron todas lágrimas de tristeza. Echo mucho de menos a mi hijo, pienso en él todos los días y sonrío. Le doy gracias al Señor porque Él me condujo a personas tan especiales para que fueran los padres adoptivos de mi hijo.

Han pasado varios años desde que mi hijo nació. Él tiene ahora una hermana adoptiva. Yo mantengo contacto con la familia por medio de cartas y fotografías. No puedo explicar los sentimientos de orgullo y alegría que experimento cuando veo la sonrisa en su cara.

Renunciar a mi hijo fue la decisión más dura que jamás tendré que hacer, pero tengo más confianza que nunca, en que fue la correcta. Cuando estuve en el hospital recibí una tarjeta que decía: "Algunas personas llegan a nuestras vidas, dejan huellas en nuestros corazones y ya nunca somos los mismos." ?¡Esto es tan cierto!) 


Un Millón de Matrimonios 
Quieren Adoptar un Bebé


Tim y Amy dijeron: "Nosotros queremos adoptar un infante porque amamos mucho a los niños y no podemos tener un niño propio. Hemos estado casados felizmente por más de cinco años y queremos darle un ambiente de inmenso amor y apoyo." 

Larry y Andrea dijeron: "Hemos estado casados felizmente desde 1986 y por ocho años hemos tratado de tener niños por medios naturales, pero no hemos tenido éxito. Después de un tiempo adoptamos a Lan. Él es un sueño hecho realidad. Ahora deseamos adoptar otro niño y le daremos un hogar, donde Dios y la familia son muy importantes." 

Steve y Tina dijeron: "Nosotros creemos que lo más importante en nuestra vida es tener niños, para compartir con ellos nuestro amor. ¡Nosotros fuimos bendecidos en 1994 al ser escogidos para adoptar a Emily, y no queremos tener que esperar para adoptar otra vez!"

Cada año más de un millón de esposos quieren adoptar un bebé. Sin embargo, solamente hay 50.000 bebés para adoptar anualmente. (Fuente: National Council for Adoption.)

Esto significa que cada año 950.000 esposos no podrán adoptar un bebé para compartir con él su amor y sus vidas. Es muy triste para estos esposos el descubrir que cada año unas 400.0000 niñas adolescentes escogen abortar a sus bebés. Si estás embarazada y no deseas estarlo, por favor considera el dar a tu hijo en adopción. Dar tu bebé a uno de esos matrimonios será uno de los dones más generosos y preciosos que puedas darle a alguien.



Puedes encontrar a matrimonios que quieren adoptar un bebé en:




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♥Consagración a la Virgen María

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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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