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martes, 6 de octubre de 2015

La voz de los niños




Los pequeños de todo el mundo dan su eco a la catequesis del Papa Francisco


Fuente: Pontificium Consilium pro Familia

El Papa Francisco hablando sobre ellos dijo en la audiencia general del miércoles 18 de marzo que: "traen vida, alegría, esperanza y también problemas". Los niños, añadió, "también traen preocupaciones –continuó el Papa - y a veces muchos problemas; pero es mejor una sociedad con éstas preocupaciones y estos problemas, que una sociedad triste y gris, porque se ha quedado sin niños". Los niños, "riqueza para la humanidad y también para la Iglesia" respondieron al mensaje de afecto que el Papa Francisco les dirigió, con comentarios y dibujos realizados con su característica "mirada confiada y pura".

Testimonio de los niños:


sábado, 12 de septiembre de 2015

Especial oración del Papa por los niños del mundo


08/04/2015 11:44

Señor bendice a todos los niños y protégelos del maligno, rezó el Papa

(RV).- ¡Oremos por todos los niños que sufren! Invitó el Papa Francisco alentando a rezar en especial por las víctimas más pequeñas e indefensas en los problemas familiares, en las guerras y en las persecuciones.
«Queridos amigos, cuidar a los niños significa creer que cada uno de ellos es un don de Dios al mundo. No escatimemos esfuerzos con el fin de que puedan sentirse siempre acogidos y amados en nuestras familias y en nuestras comunidades», dijo el Obispo de Roma dirigiéndose a los miles de peregrinos de todo el mundo, y en particular a los de lengua árabe, provenientes de Irak y de Oriente Medio:
«Los niños son a menudo las primeras víctimas de los problemas familiares, de los conflictos, de las guerras y de las persecuciones. Oremos por todos los niños que sufren, rogando al Señor que los custodie de todo mal, que despierte las conciencias adormecidas y que convierta los corazones de piedra para que nunca falte a ningún niño amor y cuidados ¡Que el Señor bendiga a todos los niños y los proteja del maligno!»
En su audiencia general de la Octava de Pascua, renovando sus mejores deseos en este tiempo de alegría pascual, el Papa Francisco, agradeciendo los mensajes que le llegaron de todo el mundo, reiteró a los miles de peregrinos su exhortación a ser verdaderos testigos de Cristo Resucitado, en las familias y todos los ámbitos de la vida, deseando que el Señor Resucitado confirme a todos en la fe y los haga testimonios de su amor y de su misericordia:
«Queridos hermanos y hermanas, en este periodo pascual les deseo que la paz y la alegría de la resurrección de nuestro Señor esté siempre presente en cada uno de ustedes, en sus familias y en sus comunidades. Les agradezco por todas las felicitaciones y expresiones de cercanía espiritual que me han llegado en ocasión de la Santa Pascua. Me encomiendo a sus oraciones,  asegurando asimismo las mías por todos, y rogando al Señor que derrame con abundancia su gracia y bendición».
El Papa Bergoglio dirigió un saludo especial también a los peregrinos croatas. En particular a los jóvenes voluntarios de la Diócesis de Dubrovnik, acompañados por su Pastor, Mons. Mate Uzinic:
«Queridos amigos, ustedes son hijos de la Iglesia que es Madre y Maestra. Así como la Iglesia consuela a tantos que están en la necesidad, también ustedes con su celo fraterno edifiquen el mundo en el que viven. Sepan encontrar su lugar en la Iglesia y en la sociedad, asumiendo generosamente los compromisos que ahora les han sido encomendados en sus familias y en todos los ambientes. ¡Que su juventud se fortalezca y se alimente sólo en la fe! ¡Sólo así encontrarán en sus vidas a Cristo Resucitado, que nos ha liberado de la muerte! ¡Les agradezco su compromiso en la Iglesia y los bendigo! ¡Alabados sean Jesús y María!»
A los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados les deseó que «el anuncio pascual siga haciendo arder nuestro corazón, como a los discípulos de Emaús».
«Queridos jóvenes, sólo el Señor Jesús puede responder completamente a los anhelos de felicidad y de bien en sus vidas. Queridos enfermos, no hay consolación más bella ante el sufrimiento que la certeza de la Resurrección de Cristo. Queridos recién casados, vivan su matrimonio en concretaadhesión a Cristo y a las enseñanzas del Evangelio»
(CdM – RV) Fuente: Radio Vaticano

lunes, 29 de octubre de 2012

►Jesús y los niños




Mateo 19, 13-15
Entonces le presentaron unos niños
para que les impusiera las manos y orase;
pero los discípulos les reñían. Ante esto, Jesús dijo:
-- Dejad a los niños y no les impidáis que vengan conmigo,
porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos.
Y después de imponerles las manos, se marchó de allí.

Marcos 10, 13-16
Le presentaban unos niños para que los
tomara en sus brazos; pero los discípulos les reñían.
Al verlo Jesús se enfadó y les dijo:
-- Dejad que los niños vengan conmigo,
y no se lo impidáis, porque de los que son
como ellos es el Reino de Dios. En verdad os digo:
quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.
Y abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos.

Lucas 18, 15-17
Le llevaban también niños para que los tomara en sus brazos.
Al verlo los discípulos les reñían. Pero Jesús llamó a los niños y dijo:
-- Dejad que los niños vengan conmigo y no se lo impidáis,
porque de los que son como ellos es el Reino de Dios.
En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.


lunes, 27 de febrero de 2012

Oración a santo Domingo Savio por los niños y los jóvenes





Santo Domingo Savio, alma ejemplar que Dios llamó a temprana edad para que pudiese iluminar a tanta juventud descarriada y perdida del camino del Señor.

Domingo, que significa: "el que está consagrado al Señor", nació en Riva del Piamonte, Italia, en 1842. Murió por neumonía en 1857. Su canonización tuvo lugar en 1954.

Era hijo de un campesino y desde niño manifestó deseos de ser sacerdote. 

Domingo formó parte de la familia de don Bosco.

Estas fueron sus últimas palabras de agonizante: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla . . ." Súbitamente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus últimas palabras.

Les comparto la oración que realicé en video para que tanto padres como educadores y tutores, podamos invocarle para que conduzca por el camino del bien a la juventud.






ORACIÓN 

Amado Santo Domingo, tu entregaste tu corta vida 
totalmente por el amor a Jesús y su Madre. 
Ayuda hoy a la juventud para que se de cuenta 
de la importancia de Dios en su vida. 

Tu que llegaste a ser santo a través 
de la participación fervorosa de los sacramentos,
ilumina a padres y niños en la importancia 
de la frecuencia en la confesión y santa comunión. 

Tu que a una temprana edad meditaste 
en los sufrimientos de la Pasión de Nuestro Señor,
obten para nosotros la gracia de un ferviente 
deseo de sufrir por amor a El. 
Necesitamos desesperadamente tu intercesión
para proteger a los niños de hoy 
de los engaños de este mundo.
Vigila sobre ellos y condúceles
por el camino estrecho hacia el Cielo.
Pide a Dios que nos de la gracia 
para santificar nuestras obligaciones diarias
llevándolas a cabo de manera perfecta
por amor a El. 

Y recuérdanos la necesidad de practicar la virtud
sobre todo en los tiempos de prueba y tribulación.

Santo Domingo Savio, tu que supistes preservar
el corazón en la inocencia bautismal,
ruega por nosostros.


Gracias por tu visita.
El Señor te bendiga cada dia.
Laura




sábado, 4 de febrero de 2012

►Canción de cuna para padres ausentes...






Mi hijo nació hace pocos días... 
vino al mundo en la forma normal. 
Pero yo debía tomar aviones y pagar cuentas; 
aprendió a andar durante mi ausencia. 
Y ya hablaba sin que yo me hubiera dado cuenta 
y cuando iba creciendo decía: 
"yo voy a ser como tú, papá, 
¿sabes?, seré igual a ti".

¿Cuándo vuelves papá? 
No sé todavía... pero 
cuando vuelva estaremos juntos, 
juntos y felices ese bello día.

Cumplió los diez años hace pocos días; 
dijo: "gracias por esa pelota, papá, 
vamos a jugar, tú me enseñas". 
Contesté: Otro día, 
hoy tengo mil cosas que hacer. 
"Está bien" dijo el niño 
y se fue alejando con una sonrisa 
que claramente decía: 
"yo voy a ser como tú, papá, 
¿sabes?, seré igual a ti".

¿Cuándo vuelves papá? 
No sé todavía... pero 
cuando vuelva estaremos juntos, 
juntos y felices ese bello día.

Volvió del colegio hace pocos días 
hecho todo un hombre. 
Yo le dije entonces: 
Hijo estoy orgulloso de ti, 
siéntate un momento. 
Movió la cabeza 
y contestó sonriendo: 
"Préstame las llaves del auto, 
nos veremos luego...".

¿Cuándo vuelves hijo? 
No sé todavía... pero 
cuando vuelva estaremos juntos, 
juntos y felices ese bello día.

Ya me he jubilado, 
mi hijo se marchó. 
Le telefoneé hace pocos días: 
Me gustaría verte, si puedes venir... 
"Si tuviera tiempo, me encantaría. 
pero en el trabajo estoy ocupado, 
los niños son muy chicos, no los puedo dejar, 
me alegro de haber hablado contigo, papá" 
Cuando colgué el teléfono pensé: 
Ha crecido y actúa como yo. 
Sí, mi hijo es igualito a mí.

¿Cuándo vuelves hijo? 
No sé todavía... pero 
cuando vuelva estaremos juntos, 
juntos y felices ese bello día.


A/d


►Nosotros los niños










Los niños del mundo son inocentes, vulnerables y dependientes. También son curiosos, activos y están llenos de esperanza. Su infancia debe ser una época de alegría y juegos, aprendizajes y crecimiento. Su futuro deberá forjarse con espíritu de armonía y cooperación. Sin embargo, la infancia de muchos niños es muy diferente. Día a día innumerables niños de todo el mundo se ven expuestos a peligros que dificultan su crecimiento, desarrollo y padecen grandes sufrimientos.


Porque un niño es mi hijo, porque un niño es tu hijo, porque un niño es cada niño del mundo ... los niños tenemos derechos a:


Derecho a nacer y crecer


El niño es como un ovillo, va desarrollándose poco a poco, va tomando forma, creciendo, creando, pensando ... nunca lo aprietes, no lo sueltes, simplemente dejalo ser. El nacimiento de una vida es algo maravilloso y un privilegio único ... poder verlo crecer.


Derecho a la salud.


Necesitamos que nos cuiden, que nos quieran ... porque nos gusta, porque nos hace bien, porque queremos disfrutar cada momento de esta etapa llena de sueños y de inocencia. Porque queremos una infancia llena de sol, para ir subiendo cada día un escalón mas, dejando huellas de pisada pequeña ... porque la infancia es para explorar, para correr, y llegar ... y tocar ... y ver ... y oír ... y aprender .. pero sobre todo para crecer, por eso necesitamos estar fuertes y sanos. todos los niños tienen derecho a sonreír. Y solo lo pueden hacer sintiéndose sanos.


Derecho al amor.


Porque el amor es la clave de todo, porque nadie construye su ser sin amor, porque solo el amor, permite reconocer y dar fuerza para ayudar a crecer al niño de hoy ... por ello necesitamos que los adultos, que se involucran en el proceso de cambio de nuestros niños, tomen un verdadero compromiso con la infancia, para que cada una de ellos puede gozar ... del derecho al amor.


Derecho a jugar.


¡Qué lindo es jugar! ... y que importante es el juego para nuestros "pequeños bajitos". El juego es comunicación y expresión, combinación del pensamiento y acción.


Es un medio para aprender a vivir. Es instintivo, y espontaneo, natural y explorativo.
Es esencial para desarrollar el potencial de nuestros pequeños. Jugando encontraremos muchas rayuelas, que nos indiquen el rumbo de la fe y la esperanza. Todos tenemos derecho a jugar!!


Derecho a una buena alimentación.


En los primeros meses de vida la leche materna es el mejor alimento que recibimos en toda nuestra vida, poco a poco, vamos incorporando otros alimentos, ya que comer es una necesidad vital para lograr un buen desarrollo armónico y equilibrado.


El cuerpo humano es una especie de máquina que necesita combustible para realizar todas sus funciones, ese combustible, son los alimentos, que como ya sabemos, vienen en varios colores, pesos y formas diferentes.


Derecho a tener un amigo imaginario.


Todos, grandes y chicos, tenemos amigos. Amigos con quién conversar, compartir, jugar.


Cuando somos chicos, es más sencillo tener a alguien con quien dialogar ... hay en cada niño, un amigo que los entiende, le enseña, lo ayuda y juega con ellos tal como ellos mismos lo desean. Ése el amigo imaginario es el indicado para compartir todo lo que sienten, alegrías, tristezas, llantos, y risas ...
Todos tenemos un amigo imaginario, no importa si es grande o chiquito, fuerte o débil, gritón o callado, él siempre está. Todos los niños tienen derecho a crecer con él.


Derecho a la educación


Si un niño es educado con críticas
aprende a condenar. 
Si un niño es educado con hostilidad
aprende a pelear. 
Si un niño es educado con tolerancia
aprende a ser tolerante. 
Si un niño es educado con estimulo
aprende a confiar. 
Si un niño educado con equidad
aprende a ser justo.
Si un niño es educado con seguridad
aprende a tener fe. 
Si un niño es educado con aprobación
aprende a quererse. 
Si un niño es educado con aceptación y amistad
aprende a hallar, amor en el mundo.


Derecho a la fantasía


Reservemos un mágico lugar para los sueños ... Si!!! ... para volar, crear imaginar .... fantasear, porque este derecho en un niño, no puede faltar.


Animémonos junto a ellos a fantasear con un rayo de sol, un universo de papel, un camino de ilusión, construyendo entre todos un mundo mejor ... donde nunca falte el derecho a la fantasía.


Derecho a mostrar lo que sienten


Llorar, reír, cantar o bailar, todo es posible ... todo es real. Basta animarse a mostrar que lo que nos pasa adentro es de verdad ...
A no arrepentirse!! Respetemos el gran derecho a mostrar lo que sentimos.


Derecho a la paz


Un niño muy pequeño puede no tener ningún concepto de paz o de guerra, ni conocimiento alguno de la situación del mundo y sin embargo es capaz de expresar sus propios sentimientos de paz o guerra según las circunstancias de su vida familiar o aquellas que lo rodean. 
Tengamos presente que la paz, sólo se construye en la felicidad, en una caricia, en un mimo o en un reto con amor. La Paz no se enseña, la Paz se vive, se siente en la formación de actitudes ante la vida.


Porque creemos en un futuro con hombres libres, sanos, dignos luchadores ... necesitamos un Hoy de niños felices, alimentados, con acceso a la educación, a la salud y al afecto.


Es nuestro deseo que este momento que nos ofrecieron, ellos, nuestros niños, sea un encuentro de reflexión, un verdadero compromiso con la infancia, con la esperanza y fe.


Porque un niño es mi hijo, porque un niño es tu hijo, porque un niño es cada niño del mundo ... este es nuestro humilde homenaje a todos, para que se los respete y ame, por sobre todas las cosas.


A/d














miércoles, 1 de febrero de 2012

►Educar el corazón



Los sentimientos se forman de un modo especial durante la niñez. Aprender a amar se aprende desde niños, y los principales maestros son los padres, como se señala en este texto editorial sobre la familia.

La educación es un derecho y un deber de los padres que prolonga, de algún modo, la generación; se puede decir que el hijo, en cuanto persona, es el fin primario al que tiende el amor de los esposos en Dios. La educación aparece así como la continuación del amor que ha traído a la vida al hijo, donde los padres buscan darle los recursos para que pueda ser feliz, capaz de asumir su lugar en el mundo con garbo humano y sobrenatural.

Los padres cristianos ven en cada hijo una muestra de la confianza de Dios, y educarlos bien es –como decía San Josemaría– el mejor negocio; un negocio que comienza en la concepción y da sus primeros pasos en la educación de los sentimientos, de la afectividad. Si los padres se aman y ven en el hijo la culminación de su entrega, lo educarán en el amor y para amar; dicho de otro modo: corresponde a los padres primariamente educar la afectividad de los hijos, normalizar sus afectos, lograr que sean niños serenos. 

Los sentimientos se forman de un modo especial durante la niñez. Después, en la adolescencia, pueden producirse las crisis afectivas, y los padres han de colaborar para que los hijos las solucionen. Si de niños han sido criados apacibles, estables, superarán con más facilidad esos momentos difíciles. Además, el equilibrio emocional favorece el crecimiento de los hábitos de la inteligencia y la voluntad; sin armonía afectiva, es más difícil el desarrollo del espíritu.

Lógicamente, una condición imprescindible para edificar una buena base sentimental-afectiva es que los mismos padres traten de perfeccionar su propia estabilidad emocional. ¿Cómo? Mejorando la convivencia familiar, cuidando su unión, demostrando –con prudencia– su amor mutuo delante de los hijos. Sin embargo, a veces uno se inclina a pensar que los afectos o los sentimientos desbordan el ámbito educativo familiar; quizá porque parece que son algo que sucede, que escapan a nuestro control y no podemos cambiar. Incluso se llega a verlos desde una perspectiva negativa; pues el pecado ha desordenado las pasiones, y éstas dificultan el obrar racionalmente.



EN EL ORIGEN DE LA PERSONALIDAD



Esta actitud pasiva o hasta negativa, presente en muchas religiones y tradiciones morales, contrasta fuertemente con las palabras que Dios dirigió al profeta Ezequiel: les daré un corazón de carne, para que sigan mis preceptos, guarden mis leyes y las cumplan[1]. Tener un corazón de carne, un corazón capaz de amar, se presenta como una realidad creada para seguir la voluntad divina: las pasiones desordenadas no serían tanto un fruto del exceso de corazón como la consecuencia de poseer un mal corazón, que debe ser sanado. Así lo confirmó Jesucristo: el hombre bueno del buen tesoro de su corazón saca lo bueno, y el malo de su mal saca lo malo: porque de la abundancia del corazón habla su boca[2]. Del corazón salen las cosas que hacen impuro al hombre[3], pero también todas las buenas. 

El hombre necesita de los afectos, pues son un poderoso motor para la acción. Cada uno tiende hacia lo que le gusta, y la educación consiste en ayudar a que coincida con el bien de la persona. Cabe comportarse de modo noble y con pasión: ¿qué hay más natural que el amor de una madre por su hijo?, ¡y cómo empuja ese cariño a tantos actos de sacrificio, llevados con alegría!.Y, ante una realidad que resulta, por cualquier motivo, desagradable, ¡cuánto más fácil es rehuirla!: en un determinado momento, percibir la “fealdad” de una acción mala puede ser un motivo más fuerte para no cometerla que miles de razonamientos.

Evidentemente, esto no debe confundirse con una visión sentimentalista de la moralidad. No se trata de que la vida ética y el trato con Dios deban abandonarse a los sentimientos. Como siempre, el modelo es Cristo: en Él, perfecto Hombre, vemos cómo afectos y pasiones cooperan al recto obrar: Jesús se conmueve ante la realidad de la muerte, y obra milagros; en Getsemaní, encontramos la fuerza de una oración que da cauce a vivísimos sentimientos; incluso le invade la pasión de la ira –buena aquí–, cuando restituye al Templo su dignidad[4]. Cuando se desea de verdad algo, es normal que el hombre se apasione. Por el contrario, resulta poco agradable ver a alguien hacer las cosas por cumplir, con desgana, sin poner el corazón en ellas. Pero esto no significa dejarse arrastrar por los afectos: si bien lo primero es poner la cabeza en lo que se hace, el sentimiento da cordialidad a la razón, hace que lo bueno sea agradable; la razón –por su parte– proporciona luz, armonía y unidad a los sentimientos.



FACILITAR LA PURIFICACIÓN DEL CORAZÓN



En la constitución del hombre, las pasiones tienen como fin facilitar la acción voluntaria, más que difuminarla o dificultarla. «La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras del salmo: “Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo” (Sal 84,3)»[5]. Por eso, no es conveniente querer suprimir o “controlar” las pasiones, como si fueran algo malo o rechazable. Aunque el pecado original las haya desordenado, no las ha desnaturalizado, ni las ha corrompido de un modo absoluto e irreparable. Cabe orientar de modo positivo la emotividad, dirigiéndola hacia los bienes verdaderos: el amor a Dios y a los demás. De ahí que los educadores, en primer lugar los padres, deban buscar que el educando, en la medida de lo posible, disfrute haciendo el bien. 

Formar la afectividad requiere, en primer lugar, facilitar a los hijos que se conozcan, y que sientan, de un modo proporcionado a la realidad que ha despertado su sensibilidad. Se trata de ayudar a superar, a trascender, aquel afecto hasta ver en su justa medida la causa que lo ha provocado. Quizá el resultado de esa reflexión será el intento de influir positivamente para modificar tal causa; en otras ocasiones –la muerte de un ser querido, una enfermedad grave–, la realidad no se podrá cambiar y será el momento de enseñar a aceptar los acontecimientos como venidos de la mano de Dios, que nos quiere como un Padre a su hijo. Otras veces, a raíz de un enfado, de una reacción de miedo, o de una antipatía, el padre o la madre pueden hablar con los hijos, ayudándoles a que entiendan –en la medida de lo posible– el porqué de esa sensación, de modo que puedan superarla; así se conocerán mejor a sí mismos y serán más capaces de poner en su lugar el mundo de los afectos.

Además, los educadores pueden preparar al niño o al joven para que reconozca –en ellos mismos y en los demás– un determinado sentimiento. Cabe crear situaciones, como son las historias de la literatura o del cine, a través de las cuales es posible aprender a dar respuestas afectivas proporcionadas, que colaboran a modelar el mundo emocional del hombre. Un relato interpela a quien lo ve, lee o escucha, y mueve sus sentimientos en una determinada dirección, y le acostumbra a un determinado modo de mirar la realidad. Dependiendo de la edad –en este sentido, la influencia puede ser mayor cuanto más pequeño sea el niño–, una historia de aventuras, o de suspense, o bien un relato romántico, pueden contribuir a reforzar los sentimientos adecuados ante situaciones que objetivamente los merecen: indignación frente la injusticia, compasión por los desvalidos, admiración respecto al sacrificio, amor delante de la belleza. Contribuirá, además, a fomentar el deseo de poseer esos sentimientos, porque son hermosos, fuentes de perfección y nobleza.


martes, 24 de enero de 2012

► Nuevas –viejas– competencias para una educación integral





Mons. Héctor Aguer, arzobispo de la Plata y presidente de la Comisión Episcopal de Educación (San Juan, Argentina, 20 de julio de 2011)


Conferencia inaugural del Curso para educadores de niveles inicial y primario del Consudec pronunciada por Mons. Héctor Aguer, arzobispo de la Plata y presidente de la Comisión Episcopal de Educación (San Juan, 20 de julio de 2011)



Al retomar la serie de cursos para educadores de los niveles inicial y primario, interrumpida durante varios años, el Consejo Superior de Educación Católica convoca a estudiar, con rigor científico y con afecto de amor, a la luz de la fe cristiana, la formación de los niños en el complejo panorama social, cultural y religioso de la actualidad. Es una invitación a poner los ojos en la delicada realidad de la infancia.

Las determinaciones pedagógicas –y esto vale singularmente para las nuevas competencias, a las que se refiere el título del presente curso–dependen de una postura intelectual ante la realidad, de opciones metafísicas. Como en las ciencias sociales, también para la pedagogía y quizá con mayor razón para ella, la cuestión fundamental es de índole antropológica. La formación del hombre depende de la idea del hombre. En la visión general del proceso educativo, en sus bases teóricas y en la definición de cada una de sus etapas está implicada una concepción de la persona humana como unidad de estructura y funciones, autoconciencia, capacidad de conocimiento y donación de sentido, como unicidad insustituible, totalidad de significados y valores. Actualmente es oportuno señalar, de acuerdo a la definición clásica, que la persona se inscribe ontológicamente en una naturaleza; es necesario subrayar que hay una naturaleza de la persona y de sus actos, de la que se desprenden criterios objetivos de conducta y por tanto una orientación moral de la existencia (cf. Gaudium et spes, 51).

La identidad infantil

El horizonte teorético de la pedagogía comprende, además, elementos psicológicos y caracterológicos. Las etapas o edades de la vida son modos de una única identidad; cada una de ellas está en función de las otras y de la totalidad. Lo explicó con elocuencia Romano Guardini: el joven lleva dentro de sí una infancia vivida bien o mal; el adulto, el impulso del joven; el hombre maduro, la riqueza de las obras y de la experiencia del hombre adulto; el anciano, el patrimonio de la vida entera, la cual, a través de un largo camino, ha asumido la propia forma. Las etapas se suceden en el continuo flujo vital y en él la infancia determina el desarrollo sucesivo. Hoy sabemos, gracias a los hallazgos de la psicología profunda, que la vida infantil se inicia en el seno materno como existencia auténtica y que su desarrollo no es sólo fisiológico sino personal, aunque por entonces inconsciente. Allí comienza en realidad la educación como solicitud, cercanía afectiva, amor. Luego, desde el acto del nacimiento, todo se inscribe profundamente en la psiquis del niño, que debe habituarse a la existencia individual y mientras aprende a caminar, a comer solo, a hablar, por la mediación de sus padres va conociendo el mundo exterior y relacionándose con él. No hace falta insistir en la importancia decisiva de los roles respectivos, diversos y complementarios, del padre y de la madre, en la configuración de la personalidad del niño y en la afirmación de su identidad sexual. Quizá habría que aclarar: del padre varón y de la madre mujer, para distinguir así la realidad natural de la creación de la caricatura promovida por la pseudocultura progresista, e introducida en la funesta ley que alteró la esencia del matrimonio y la familia. También conocemos y lamentamos el influjo negativo de la pobreza extrema que afecta a tantas familias argentinas, con la consiguiente precariedad de la vivienda y el hacinamiento que empuja a los niños a enterarse prematuramente de la vida de los adultos, y otros males familiares y sociales que dañan la infancia imprimiendo en ella estigmas difíciles de superar.

Hasta hace algunos años el alumno llegaba a la escuela en gran medida modelado por la influencia de la familia. Con la obligatoriedad de anticipar cada vez más la escolarización –una medida discutible, cuyos frutos se podrán evaluar con el tiempo– la educación institucional debe armonizar su aporte con el papel de los padres y brindarles la ayuda necesaria para constituir con ellos una cierta comunidad educativa. La dimensión maternal que es constitutiva de la función del maestro según una tradicional analogía, cobra propiedad exacta cuando el niño inscrito en el nivel inicial es prácticamente un bebé. La competencia específica, la diligencia cuidadosa y el talante delicadamente espiritual deben ser entonces mayores. Pero más allá de estos primeros tramos, a lo largo de todo el proceso educativo, la escuela –muchas veces supliendo las carencias familiares– tiene que ayudar al niño para que llegue a ser lo que es en profundidad, para que logre dar lo mejor de sí. La tarea se carga de dificultades pero también se vuelve apasionante en el acompañamiento durante la crisis del crecimiento, característica de la adolescencia, y en esta edad toda ella en devenir, campo de múltiples contrastes. En la actualidad, el comprobado acortamiento de la infancia y el influjo prematuro de factores culturales y sociales perturbadores ponen a prueba la perspicacia, el aplomo y la paciencia del educador. Viene muy a propósito la advertencia, bien realista, de Gustave Thibon: El educador debe evitar un doble escollo: tratar al niño como si fuera ya un hombre y tratarlo como si nunca debiera llegar a serlo. Los resultados son semejantes en los dos casos: el fruto que tarda demasiado en madurar no vale más que el fruto agostado, y el adulto forzado, al igual que el niño que se demora indefinidamente siéndolo, no son jamás verdaderos hombres. No hay que forzar la evolución del niño, por cierto, pero hay que ayudarlo a desarrollarse. Y esta ayuda implica necesariamente un mínimo de imposición, de obligación (el original francés dice contrainte). La regla de oro es que la imposición corresponda, en cada fase de la evolución, al despertar de una necesidad real pero demasiado débil y oscura aún para traducirse espontáneamente en deseo. Este planteo, en el que resuena la sabiduría clásica, adquiere una nueva vigencia ante las discusiones contemporáneas sobre el valor de la autoridad y la necesidad de poner límites como recurso insoslayable de una verdadera educación.

Para conocer al alumno hace falta, como diría Giambattista Vico, un corazón que piense; se lo conoce, sobre todo, por connaturalidad y simpatía. Sin comunión afectiva no es posible adaptarse a la naturaleza concreta de cada chico para descubrir y cultivar las particularidades positivas que constituyen su carácter, para despertar lo mejor de su espontaneidad y acompañarlo en el desarrollo de su vida interior. Cito otra vez a Thibon: No olvidemos jamás que más allá de todas las palabras pronunciadas, de todas las recetas empleadas, se produce siempre entre nuestra alma y la del niño un “modus vivendi” espontáneo que es nuestra grande, nuestra única fuente de influencia. Una educación personalizada se acerca con respeto a la originalidad de cada uno para guiarlo en el discernimiento del ideal que se encuentra en germen entre sus sueños e ilusiones. Sin embargo, es preciso conservar una cierta distancia entre maestro y alumno; no pueden ser simplemente camaradas. Si la relación pudiera definirse como amistad, se trataría –según Aristóteles– de una amistad desigual; es preciso evitar una paridad que suprime todo misterio, descoloca la autoridad educativa y acaba neutralizándola.

El maestro ante el misterio de la infancia

El maestro cristiano encuentra en el Evangelio, en el ejemplo de Jesús, una fuente de inspiración para el ejercicio de su misión educativa. Los tres textos sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas recogen episodios de la vida del Señor y sentencias suyas que muestran una actitud nueva ante los niños. En la antigüedad no se los tenía en cuenta; sólo se consideraba su potencialidad de hacerse adultos mediante la enseñanza y la obediencia. No se reconocía el valor propio del niño, la peculiaridad de la conciencia infantil. Los mismos apóstoles participaban de la mentalidad generalizada en su época y no comprendían que Jesús viera con agrado y recibiera a quienes le acercaban sus hijos pequeños para ser bendecidos; él los corrigió, y su réplica vale como exhortación para los cristianos de todos los tiempos: Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos (Mc. 10, 14). Habrá resultado más chocante, probablemente, que Jesús propusiera la actitud de los niños pequeños, paidía en el griego original, como modelo de un cierto retorno al estado de disponibilidad y apertura, de humildad y confianza, necesario para entrar al Reino. En ese contexto añade: el que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí mismo (Mt. 18, 5). Este dicho encierra una profundidad admirable. El Señor descubre en el estado de infancia la emersión de una dimensión originaria, arquetípica, de lo humano: la orientación hacia la verdad, el bien, la belleza, la santidad, algo que a pesar de su fragilidad todavía no ha sido estropeado por la vida. Además, quien se preocupa por un niño está recibiendo al Niño por excelencia, al Hijo del Padre eterno que se hizo Hijo del hombre. Hay entonces algo grande y misterioso en la educación de los niños; desde la perspectiva evangélica se pone en juego en el acto pedagógico la relación del educador con Dios y la necesidad de hacerse él mismo como los niños para recibir el Reino y entrar en él. El aprecio y la custodia de esos bienes supraéticos revelados en la concepción evangélica de la infancia no impiden reconocer los defectos instintivos, las limitaciones del espíritu balbuciente, la inestabilidad de sentimientos, las borrosas fronteras entre el mundo real y el imaginario que asoman en esos años iniciales y que deben ser paulatinamente superados por el crecimiento y la educación.

Los tres evangelios antes citados registran la sentencia de Jesús sobre la gravedad del escándalo y la dura condena que destina a quien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí (Mt. 18, 6). Escándalo equivale a trampa, lazo, piedra de tropiezo, y se refiere a una seducción que arrebata la fe en Cristo y aparta de Dios. La tradición exegética ha interpretado incansablemente este pasaje que hasta inspiró tratados teológicos sobre el tema. En la cultura relativista y hedonista de nuestros días, potenciada por medios invasivos de propaganda y por las arbitrariedades del poder, la advertencia del Señor adquiere una tremenda actualidad. ¿Adónde podría llegar una sociedad, hacia qué abismo se precipitaría, si en ella la organización de la vida, las estructuras educativas y los centros de decisión –sin prejuzgar acerca de las intenciones de los protagonistas– se configurase objetivamente como una superagencia del escándalo, como una maquinaria para eliminar la fe del corazón de los niños?

Después de ofrecer estos trazos inevitablemente generales sobre la educación en los primeros años de escolaridad, quiero referirme a dos áreas temáticas precisas para las cuales se han de gestar nuevas competencias si se pretende desarrollarlas como corresponde: son la formación religiosa y la educación sexual.

La misión específica de la escuela católica reúne –según consta en un documento fundamental de la Santa Sede– dos vertientes de la evangelización: transmitir de modo sistemático y crítico la cultura a la luz de la fe y educar el dinamismo de las virtudes cristianas, promoviendo así la doble síntesis entre cultura y fe y fe y vida (La Escuela Católica, 49). En esta definición se vislumbra un esbozo de la distinción entre enseñanza religiosa escolar y catequesis. El lenguaje pastoral de las últimas décadas ha oscilado frecuentemente al designar con diversos nombres esas dos dimensiones de la formación religiosa. Asimismo, en ese período se entablaron discusiones teóricas y se aplicaron orientaciones prácticas opuestas en materia catequística, tanto en la pastoral parroquial como en el ámbito de la escuela. Se imponía el propósito de otorgar a la formación religiosa de los niños, y concretamente a la catequesis para completar la iniciación cristiana, un talante vivencial. Esta decisión condujo de hecho, en muchos casos, a un menoscabo –e incluso a un vaciamiento– de los contenidos doctrinales, al desprecio de la dimensión nocional, cognoscitiva, de la fe. De la memorización de una cartilla -nunca tuvo que reducirse a eso la catequesis– se pasó en muchos lugares al cultivo más o menos vago de algunas actitudes cristianas, del amor a Jesús y al prójimo, sin referencias precisas a los misterios de la fe. La difusión de un método riguroso de catequesis familiar llevó también, donde fue aplicado –incluso en escuelas–, a una mediatización de los niños en cuanto destinatarios directos y privilegiados de la catequesis. Estas situaciones se fueron clarificando, durante el pontificado de Juan Pablo II, hasta establecer que la enseñanza religiosa escolar y la catequesis son realidades distintas y complementarias; hay entre ellas un nexo indisoluble y una clara distinción.

El Directorio General para la Catequesis, publicado en 1997, define el carácter propio de la enseñanza religiosa escolar. Es ésta una forma original del ministerio de la Palabra, llamada a penetrar en el ámbito de la cultura y a relacionarse con los demás saberes (n. 73). La primera finalidad señalada aspira a que los alumnos, desde el inicio de su escolarización y progresivamente, reciban la verdad católica como un fermento dinamizador depositado en el terreno de su formación, a lo largo de esos años en que van interiorizando el universo cultural definido por los saberes y valores que ofrecen las demás disciplinas escolares. Para que pueda lograrse este propósito –según explica el Directorio– es necesario que la enseñanza religiosa escolar aparezca como disciplina escolar, con la misma exigencia de sistematicidad y rigor que las demás materias. Ha de presentar el mensaje y acontecimiento cristiano con la misma seriedad y profundidad con que las demás disciplinas presentan sus saberes. Esta descripción hace pensar en un estudio sistemático de la religión católica que deberá programarse a lo largo de todo el currículo, primario y secundario, asumiendo las determinaciones pedagógicas correspondientes a cada nivel y procurando una clara articulación entre los mismos. Se podría identificar entonces a la enseñanza religiosa escolar como teología; teología para la escuela, pero teología al fin, que intenta pensar la fe y dar razón de lo que se cree. Juan Pablo II afirmaba que los alumnos tienen el derecho de aprender, con verdad y certeza, la religión a la que pertenecen.

La transmisión escolar de la verdad religiosa ocupa entonces un lugar en el currículo, en diálogo interdisciplinar con las demás asignaturas, y con un dinamismo –como se dice ahora– transversal. Esta es la segunda finalidad de la teología escolar: la relación con los otros saberes. Dice el Directorio antes citado que este diálogo ha de establecerse, ante todo, en aquel nivel en que cada disciplina configura la personalidad del alumno. Desde la enseñanza religiosa escolar debe intentarse una síntesis entre fe y cultura, de tal manera que los alumnos vayan percibiendo progresivamente y a medida que avanzan en los estudios, la armonía y la belleza de la cosmovisión cristiana. Así, la presentación del mensaje cristiano incidirá en el modo de concebir, desde el Evangelio, el origen del mundo y el sentido de la historia, el fundamento de los valores éticos, la función de las religiones en la cultura, el destino del hombre, la relación con la naturaleza… (ib. 73).

Catequesis para la vida

La otra vertiente de la evangelización presente en la escuela católica, como forma del ministerio de la Palabra distinta y complementaria de la enseñanza religiosa escolar, es la catequesis. Su finalidad es procurar la síntesis entre fe y vida. Si se conciben correctamente la naturaleza y las tareas de la catequesis resulta una redundancia postular que debe ser vivencial. Lo es necesariamente en cuanto formación cristiana integral, abierta a todas las formas de la vida cristiana (Catechesi tradendae, 21). Debe conducir, desde los primeros años, cuando despunta en la conciencia la fe bautismal con las características propias de la lógica infantil, a una adhesión personal a Cristo, para celebrar, vivir y contemplar su misterio; hay que educar a los niños y adolescentes en la oración, la acción de gracias, la penitencia, la plegaria confiada, el sentido comunitario, la captación recta del significado de los símbolos  (DGC 85) para que puedan incorporarse a la acción litúrgica, ámbito en el cual se forma en profundidad la personalidad cristiana. En suma, la finalidad de la catequesis en la escuela es poner a los alumnos en íntima comunión  con Jesucristo, moverlos, asistirlos, acompañarlos espiritualmente de modo que asuman con creciente libertad su vocación de discípulos misioneros. Los momentos sacramentales del proceso son jalones que conducen a una vida eucarística.

La articulación entre la enseñanza religiosa escolar y la catequesis puede verificarse según diversas tipologías. Una es la situación de los colegios parroquiales, en los que se puede procurar una integración entre colegio y parroquia para facilitar la incorporación de los niños en la comunidad eclesial. Este aspecto resulta a menudo problemático en el caso de los colegios congregacionales, sobre todo si en la catequesis se incluyen los sacramentos que completan la iniciación cristiana; ¿cuál será la comunidad eclesial de pertenencia cuando concluyan el ciclo escolar?. Otra configuración especial asume la enseñanza religiosa en las instituciones de gestión estatal en las que se brinda ese servicio –ocurre en algunas provincias-; en este caso habrá que proveer al complemento catequístico y sacramental necesario en el ámbito más próximo. Aún podemos enumerar otro tipo de formación religiosa, la que se ofrece en aquellos colegios privados que no pertenecen al subsistema educativo eclesial pero que incorporan esa dimensión a su propuesta; es una exigencia de honor que la enseñanza del catolicismo se desarrolle siempre con la máxima seriedad.

La perspectiva señalada por el Directorio General para la Catequesis hace ya más de una década debe ser asumida sin retaceos como una oportunidad educativa providencial. Es preciso, para que la decisión se cumpla debidamente, gestar nuevas competencias, es decir, estudiar rigurosamente y disponer una renovación de los planteos hasta ahora vigentes en la formación religiosa, favorecer la adecuada preparación en la ciencia teológica de los profesores de religión y la renovación de su aptitud pedagógica, como así también sostener espiritualmente la tarea de los catequistas y proporcionarles los recursos necesarios para su perfeccionamiento doctrinal, metodológico y pastoral. Como es fácil de ver, en esta área está en juego la identidad misma de la escuela católica.

Intromisión del Estado

En diversas circunstancias me he ocupado de la educación sexual, que yo prefiero llamar, de acuerdo a la antropología cristiana, educación para el amor, la castidad, el matrimonio y la familia. Como es sabido, este aspecto decisivo en la formación de niños y adolescentes es propuesto como una disciplina transversal, presente en todos los niveles del plan de estudios y en las diversas áreas temáticas. Su introducción en el sistema escolar se planteó, por lo menos en Europa, en las primeras décadas del siglo XX. El psiquiatra Rudolf Allers, profesor de la Universidad de Viena, contemporáneo de Freud que hizo valiosos aportes sobre la naturaleza y educación del carácter, consideraba que es necesario al niño el conocimiento de las materias sexuales, y que debe ofrecérsele antes de que lo hagan de modo inconveniente quienes no están llamados a ello. Pero también puntualizaba: La instrucción sexual es cosa de los padres, no de la escuela, si los padres no alcanzan a tanto, o no poseen la confianza del niño, entonces será obligación de otras personas. Pero ha de efectuarse en una explicación individual, no en la clase. La enseñanza que se da en la clase puede, todo lo más, servir de preparación al explicar con cierta prudencia los temas afines de la biología. Ha de proceder también esa instrucción de modo gradual; el momento de su necesidad nos lo indican las oportunas preguntas del niño –supuesta siempre la ineludible relación de confianza- Tales preguntas se han de responder como todas las otras que el niño hace; menos que en parte alguna debe darse aquí la consabida respuesta “¡Tú no puedes entender eso!”.  Esta precaución y reserva puede parecernos hoy una ingenua antigualla ante el cambio radical de las costumbres y habida cuenta de que el Estado se ha atribuido el derecho y el deber de ocuparse de tan delicada función, sin preguntarle a los padres de familia si están de acuerdo en delegarle la tarea. Sin embargo, aquella cautela no debería descartarse del todo, y fácilmente. Tengo noticia de casos horrendos ocurridos en jardines de infantes, que causaron indignación en las familias y grave angustia en los pequeños. Glosando a Allers  me atrevo a decir que en la transmisión escolar del conocimiento de las materias sexuales las familias argentinas están corriendo el riesgo de que lo hagan de modo inconveniente ¡los que están llamados a ello!.

Retomaré enseguida las críticas que se han formulado a las orientaciones oficiales que se pretende imponer en estas materias. En los últimos años se ha ido perfilando una ideología oficial, que en el ámbito escolar resulta manifiesta no sólo en la temática sexual sino en casi todas las áreas; basta repasar las listas bibliográficas que suelen acompañar a los diseños curriculares. Antes señalo rápidamente una cuestión previa, de principio. El deber y el derecho de los padres a la educación de los hijos es original y primario, insustituible e inalienable; ellos y no el Estado son los primeros y principales educadores de sus hijos. Existe actualmente una tendencia del Estado a invadir el ámbito de la libertad familiar; esto ocurre, al parecer, como un fenómeno universal. Hans Urs von Balthasar observa que Hegel, en su filosofía del derecho, consideraba que la autoridad concreta ejercida por los padres respecto de sus hijos en el seno de la familia es una realidad provisional que deberá disolverse para dar paso, en sustitución, a la autoridad general y definitiva del Estado. En efecto, el gran pensador alemán únicamente reconocía a la familia un espíritu naturalmente ético del amor como emoción, que solo en la unidad mayor del Estado se desarrolla y evoluciona hasta convertirse en espíritu consciente y existente por y para sí. Este pensamiento inspiró la absorción estatal que caracterizó a los dos mayores totalitarismos del siglo XX, el comunista y el nacionalsocialista, pero influye también, en diversa medida, en los regímenes democráticos. Me permito, como dato curioso, una apostilla doméstica; lo hago sin animosidad, ya que es de público conocimiento. En el Segundo Congreso Internacional de Filosofía, realizado aquí en San Juan hace exactamente cuatro años, la presidenta de la Nación, que era entonces candidata al cargo que ahora desempeña, se definió a sí misma como hegeliana.

La ideología de género en la escuela

La Comisión Episcopal de Educación Católica, en 2008, planteó graves objeciones a los Lineamientos Curriculares para la Educación Sexual Integral: el reduccionismo antropológico y una insistencia en el modelo biológico-higienista que traspasa los límites de lo verdadero y razonable; el escamoteo de la dimensión ética de la sexualidad; la degradación de la identidad sexual a una mera construcción sociocultural; la promoción de métodos moralmente objetables de prevención, eludiendo toda referencia a valores y virtudes. Se indicó además, como negativo e injusto el carácter obligatorio de los lineamientos y la omisión de papel de la familia.

Por mi parte, he criticado reiteradamente los Cuadernos de Educación Sexual integral (ESI), el Material de formación de formadores en educación sexual y prevención del VIH/SIDA, el Prediseño Curricular de Construcción de Ciudadanía de la Provincia de Buenos Aires (que incluye un capítulo sobre Construcción de la Sexualidad) y la revista, publicada este año, de Educación Sexual Integral. Para charlar en familia, que está llegando a todos los colegios del país. El constructivismo y la perspectiva de género se han convertido en doctrina oficial. Según estos instrumentos conceptuales, los roles y responsabilidades de mujeres y varones serían determinados socialmente, “construidos” o impuestos por la cultura y no procederían de las diferencias biológicas, psicológicas, afectivas y espirituales de uno y otro sexo. Se practica una escisión entre sexo y género, de tal manera que el concepto de género es empleado para cubrir la afirmación de una sexualidad polimorfa; el deseo sexual podría dirigirse legítimamente a cualquier objeto, ya no se reconoce la heterosexualidad como la inclinación natural, sino que se le emparejan como equivalente la homosexualidad, el lesbianismo, la  bisexualidad, la transexualidad y el travestismo. La inclinación natural es reemplazada por la preferencia u orientación sexual, que se puede elegir y ejercer como un derecho.

Esto es lo que habría que enseñar en las escuelas, y desde la más tierna edad. En los Cuadernos de Educación Sexual Integral, presentados en mayo de 2010, se propone en el nivel inicial –de los cuarenta y cinco días a los cinco años- un juego pedagógico, por demás elocuente como muestra de la intención educativa, que consiste en ordenar los juguetes. Está formulado en estos términos: En caso de que un niño o niña quiera clasificar los juguetes siguiendo la lógica de la división por género (juguetes para varón, juguetes para mujer), el docente debe intervenir solicitándole una justificación para conocer qué ideas sustentan esa decisión… “¿Por qué te parece que esos juguetes son para varones? ¿Puede usarlos una nena?”, y deberá registrar finalmente las respuestas en un afiche que se dejará expuesto para volver sobre él en otra oportunidad. Los autores explican a continuación su propósito: La intención de estas actividades es cuestionar los papeles estereotipados tradicionalmente asignados a varones y mujeres a través de los juegos y juguetes. De acuerdo a estos hallazgos pedagógicos ya no se podrá más educar a  los niños como varones y a las niñas como mujeres, habrá que prepararlos para que elijan un día su orientación sexual.

En algunos documentos oficiales se plantea la educación sexual según un enfoque de derechos –así se lo llama. Se proclama para niños y adolescentes el derecho al sexo como un derecho humano, y concretamente: a decidir tener o no tener relaciones sexuales, libres de todo tipo de coerción y violencia y a no sufrir consecuencias no deseadas en esas relaciones. En la mencionada revista Para charlar en familia no se ofrece ninguna pauta moral: ninguna referencia explícita a la finalidad misma de la sexualidad, que debe estar vinculada como valor auténticamente humano con el amor, el matrimonio y la familia; no se habla de pudor, de virtudes, de continencia, de castidad. Se habla sí de los métodos anticonceptivos, y en especial del preservativo, que es considerado el único eficaz para prevenir el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual; se emplean varias páginas para recomendar su uso, con precisas instrucciones. Contradiciendo datos científicos fehacientes se oculta que ese medio no es absolutamente eficaz, sobre todo para impedir el contagio del virus que provoca el sida. Se sostiene, además, erróneamente, que la pastilla de anticoncepción hormonal de emergencia no afecta al embrión si la fecundación ya se ha producido, cuando es bien sabido que las sustancias químicas contenidas en esa píldora impiden la anidación, provocando de este modo un aborto ultratemprano. No parece ésta una educación sexual integral, sino más bien -lo diré con lenguaje políticamente incorrecto- la reivindicación del derecho a fornicar lo más temprano posible, y sin olvidar el condón.

Una consideración crítica como la que he esbozado tiene una destinación eminentemente positiva: sirve para desbrozar la ruta y aventar el peligro de descaminarnos por sendas perdidas. Nuestra tarea educativa es, y debe y quiere ser cada vez mejor un servicio a la sociedad argentina, un servicio de verdad y de caridad basado en la idea cristiana del hombre que nos fue revelada en Jesucristo. Como escribió Benedicto XVI, el cristianismo es aquella memoria de la mirada de amor del Señor sobre el hombre, en la cual son custodiadas su plena verdad y la garantía última de su dignidad.



Mons. Héctor Aguer, arzobispo de La Plata

San Juan, 20 de julio 2011
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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

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"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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