11. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza[20]: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. ( F.C.)
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lunes, 1 de febrero de 2016
lunes, 30 de noviembre de 2015
Una invitación especial para todos los niños del mundo que deseen participar
Niños, esta es vuestra página web. ”Queréis ayudarnos a colorearla?
Enviadnos vuestros dibujos: del Papa Francisco, de vuestra familia, de María y José, de Jesús con vosotros, de un momento bonito que hayáis vivido juntos.
Después de haber hecho vuestro dibujo pedid ayuda a un adulto para enviárnoslo por mail a pcf@family.va o por correo a la siguiente dirección:
Pontificio Consiglio per la Famiglia
redazione sito web
piazza di San Calisto 16
00153 Roma (Italia)
Dibujad en casa, en el catecismo, en la escuela y en la parroquia, solos, con amigos o con vuestros hermanos.
¡Vamos a mostrar al mundo que la familia es una explosión de colores!
Enviadnos vuestros dibujos: del Papa Francisco, de vuestra familia, de María y José, de Jesús con vosotros, de un momento bonito que hayáis vivido juntos.
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Pontificio Consiglio per la Famiglia
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jueves, 15 de octubre de 2015
Catequesis del Papa Francisco sobre las "promesas de amor" a los niños
VATICANO, 14 Oct. 15 / 04:49 am (ACI).- El Papa Francisco volvió a celebrar la Audiencia General en la Plaza de San Pedro y a dedicar su catequesis a lafamilia, en concreto sobre “las promesas que hacemos a los niños”. Se trata de una “promesa de amor” que ellos esperan sea cumplida desde el inicio de suvida y es protegida por Dios. Pero advirtió de que puede ser destruida si “los niños son heridos por un ‘escándalo’ insoportable”.
A continuación el texto completo de la catequesis gracias a Radio Vaticano:
martes, 13 de agosto de 2013
►PAPÁ, NO ME PEGUES
Aún cuando nos creemos con derecho a castigar a los niños, no debemos olvidar que nuestra primer responsabilidad es educar. No somos sus dueños, sino los encargados de saber guiar y encaminar a unas personitas en desarrollo, para la vida adulta. Con golpes demostramos que fracasamos como educadores, manifestamos nuestro egoísmo e inseguridad como papás. Un niño permanentemente castigado es muy probable que luego sea un adulto frustrado. Debemos ayudarles a crear su autoestima, a ser alegres y seguros de si mismos. El niño que recibe golpes pierde respeto por su golpeador. Por el momento es silenciado por el miedo, pero el día de mañana, no podrá exigir como padre que le cuide o le atienda como favor a la educación que le ha brindado, en cambio lo único que ha generado es desánimo, abatimiento, tristezas, cansancio y alejamiento.
No olvidamos los golpes, las marcas quedan gravadas a fuerza de fuego en el alma. Los golpes mas fuertes salen de la boca y solo cristianamente, aprendemos a perdonar y con mucha voluntad a olvidar... Los golpes nos formaron, y al igual que todo ser humano, necesitamos sabernos útiles y aceptados para insertarnos en la sociedad. Debemos fomentar la capacidad de tomar decisiones y responsabilidades poco a poco, que solo pueden lograrse en un ambiente sano, equilibrado y estimulador.
El trabajo de levantarse sobre toda la miseria que crecimos es permanente, requiere mucho esfuerzo, voluntad y la ayuda de Dios.
Los invito a rezar por cada niñito que sufre malos tratos en este mundo, para que siempre haya algún alma cerca que sea capáz de mostrarle otro rumbo que le aparte del odio y la amargura.
Dios los bendiga
Laura -estrellita-
martes, 14 de mayo de 2013
►CONSAGRACIÓN DE LOS NIÑOS A LA VIRGEN
Consagración de los niños a la Virgen
Padres:
Virgen María, Madre de Cristo y Madre de todos
nosotros,
en este feliz día, te encomendamos a estos niños,
redimidos por la Sangre de tu Hijo, y hechos hijos
de Dios por su Espíritu de Amor.
Tú has protegido a tu Hijo Jesús contra los peligros y
los has educado con amor.
Ayúdanos en nuestra misión de padres de estos niños,
para que, según tu ejemplo, en fe y amor, protejamos
a nuestros hijos contra todo mal y que los eduquemos
para Dios, a fin de que crezcan sanos
y sean agradables a los ojos de Dios.
Te pedimos esto para que cumplan la misión que Dios
les da: que principalmente es construir
el Reino de Dios entre los hombres.
(Dios te salve, María)
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viernes, 5 de abril de 2013
►Yo decido! La mujer y la libertad de elegir
►Rehúse elegir.
►Rehúse elegir entre mujeres y niños.
►Rehúse elegir entre sacrificar nuestra educación así como los planes para una carrera y sacrificar a nuestros hijos.
►El aborto lastima a la mujer.
►La mujer merece algo mejor.
►Ninguna mujer merece tener un aborto.
►Nuestros cuerpos. Nuestra elección. Nuestro problema.
►Ninguna persona empática desearía que una mujer tuviera que sufrir la tragedia personal del aborto.
►Los defensores del aborto ponen a las mujeres en contra de los niños.
►Los verdaderos enemigos son la falta de recursos y apoyo.
►El aborto es un último recurso y no una libre elección.
►Como mujeres, debemos posibilitarnos y amarnos unas a otras y a nosotras mismas.
►Rehusemos darnos por vencidas en cuanto a las mujeres.
►No hay que subestimar el poder del ingenio de la mujer.
►Debemos eliminar sistemáticamente las causas fundamentales del aborto: la falta de recursos prácticos y de apoyo emocional.
--------------------------------------------
Para más información vaya al sitio Web de FFL, www.feministsforlife.org. Allí encontrará: La historia feminista pro vida Números anteriores de la revista de FFL, The American Feminist, repletos de artículos acerca de una gran variedad de temas.
Discurso de Serrin Foster, presidenta de FFL: "El caso feminista en contra del aborto", que forma parte de una antología en inglés sobre los derechos de la mujer, editado por Jennifer Hurley, como parte de la serie de la casa editorial Greenhaven Press acerca de "Grandes discursos de la historia".
Saludos cariñosos querido lector
Dios te bendiga!
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sábado, 15 de diciembre de 2012
►Carta del Papa Juan Pablo II a los Niños Por Navidad
¡Queridos niños!
Nace Jesús
Dentro de pocos días celebraremos la Navidad, fiesta vivida intensamente por todos los niños en cada familia. Este año lo será aún más porque es el Año de la Familia. Antes de que éste termine, deseo dirigirme a vosotros, niños del mundo entero, para compartir juntos la alegría de esta entrañable conmemoración.
La Navidad es la fiesta de un Niño, de un recién nacido. ¡Por esto es vuestra fiesta! Vosostros la esperáis con impaciencia y la preparáis con alegría, contando los días y casi las horas que faltan para la Nochebuena de Belén.
Parece que os estoy viendo: preparando en casa, en la parroquia, en cada rincón del mundo el nacimiento, reconstruyendo el clima y el ambiente en que nació el Salvador. ¡Es cierto! En el período navideño el establo con el pesebre ocupa un lugar central en la Iglesia. Y todos se apresuran a acercarse en peregrinación espiritual, como los pastores la noche del nacimiento de Jesús. Más tarde los Magos vendrán desde el lejano Oriente, siguiendo la estrella, hasta el lugar donde estaba el Redentor del universo.
También vosotros, en los días de Navidad, visitáis los nacimientos y os paráis a mirar al Niño puesto entre pajas. Os fijáis en su Madre y en san José, el custodio del Redentor. Contemplando la Sagrada Familia, pensáis en vuestra familia, en la que habéis venido al mundo. Pensáis en vuestra madre, que os dio a luz, y en vuestro padre. Ellos se preocupan de mantener la familia y de vuestra educación. En efecto, la misión de los padres no consiste sólo en tener hijos, sino también en educarlos desde su nacimiento.
Queridos niños, os escribo acordándome de cuando, hace muchos años, yo era un niño como vosotros. Entonces yo vivía también la atmósfera serena de la Navidad, y al ver brillar la estrella de Belén corría al nacimiento con mis amigos para recordar lo que sucedió en Palestina hace 2000 años. Los niños manifestábamos nuestra alegría ante todo con cantos. ¡Qué bellos y emotivos son los villancicos, que en la tradición de cada pueblo se cantan en torno al nacimiento! ¡Qué profundos sentimientos contienen y, sobre todo, cuánta alegría y ternura expresan hacia el divino Niño venido al mundo en la Nochebuena! También los días que siguen al nacimiento de Jesús son días de fiesta: así, ocho días más tarde, se recuerda que, según la tradición del Antiguo Testamento, se dio un nombre al Niño: llamándole Jesús.
Después de cuarenta días, se conmemora su presentación en el Templo, como sucedía con todos los hijos primogénitos de Israel. En aquella ocasión tuvo lugar un encuentro extraordinario: el viejo Simeón se acercó a María, que había ido al Templo con el Niño, lo tomó en brazos y pronunció estas palabras proféticas: « Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel » (Lc2, 29-32). Después, dirigiéndose a María, su Madre, añadió: « Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones » (Lc 2, 34-35). Así pues, ya en los primeros días de la vida de Jesús resuena el anuncio de la Pasión, a la que un día se asociará también la Madre, María: el Viernes Santo ella estará en silencio junto a la Cruz del Hijo. Por otra parte, no pasarán muchos días después del nacimiento para que el pequeño Jesús se vea expuesto a un grave peligro: el cruel rey Herodes ordenará matar a los niños menores de dos años, y por esto se verá obligado a huir con sus padres a Egipto.
Seguro que vosotros conocéis muy bien estos acontecimientos relacionados con el nacimiento de Jesús. Os los cuentan vuestros padres, sacerdotes, profesores y catequistas, y cada año los revivís espiritualmente durante las fiestas de Navidad, junto con toda la Iglesia: por eso conocéis los aspectos trágicos de la infancia de Jesús.
¡Queridos amigos! En lo sucedido al Niño de Belén podéis reconocer la suerte de los niños de todo el mundo. Si es cierto que un niño es la alegría no sólo de sus padres, sino también de la Iglesia y de toda la sociedad, es cierto igualmente que en nuestros días muchos niños, por desgracia, sufren o son amenazados en varias partes del mundo: padecen hambre y miseria, mueren a causa de las enfermedades y de la desnutrición, perecen víctimas de la guerra, son abandonados por sus padres y condenados a vivir sin hogar, privados del calor de una familia propia, soportan muchas formas de violencia y de abuso por parte de los adultos. ¿Cómo es posible permanecer indiferente ante al sufrimiento de tantos niños, sobre todo cuando es causado de algún modo por los adultos?
Jesús da la Verdad
El Niño, que en Navidad contemplamos en el pesebre, con el paso del tiempo fue creciendo. A los doce años, como sabéis, subió por primera vez, junto con María y José, de Nazaret a Jerusalén con motivo de la fiesta de la Pascua. Allí, mezclado entre la multitud de peregrinos, se separó de sus padres y, con otros chicos, se puso a escuchar a los doctores del Templo, como en una « clase de catecismo ». En efecto, las fiestas eran ocasiones adecuadas para transmitir la fe a los muchachos de la edad, más o menos, de Jesús. Pero sucedió que, en esta reunión, el extraordinario Adolescente venido de Nazaret no sólo hizo preguntas muy inteligentes, sino que él mismo comenzó a dar respuestas profundas a quienes le estaban enseñando. Sus preguntas y sobre todo sus respuestas asombraron a los doctores del Templo. Era la misma admiración que, en lo sucesivo, suscitaría la predicación pública de Jesús: el episodio del Templo de Jerusalén no es otra cosa que el comienzo y casi el preanuncio de lo que sucedería algunos años más tarde.
Queridos chicos y chicas, coetáneos del Jesús de doce años, ¿no vienen a vuestra mente, en este momento, las clases de religión que se dan en la parroquia y en la escuela, clases a las que estáis invitados a participar? Quisiera, pues, haceros algunas preguntas: ¿cuál es vuestra actitud ante las clases de religión? ¿Os sentís comprometidos como Jesús en el Templo cuando tenía doce años? ¿Asistís a ellas con frecuencia en la escuela o en la parroquia? ¿Os ayudan en esto vuestros padres?
Jesús a los doce años quedó tan cautivado por aquella catequesis en el Templo de Jerusalén que, en cierto modo, se olvidó hasta de sus padres. María y José, regresando con otros peregrinos a Nazaret, se dieron cuenta muy pronto de su ausencia. La búsqueda fue larga. Volvieron sobre sus pasos y sólo al tercer día lograron encontrarlo en Jerusalén, en el Templo. « Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando » (Lc 2, 48). ¡Qué misteriosa es la respuesta de Jesús y cómo hace pensar! « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? » (Lc 2, 49). Era una respuesta difícil de aceptar. El evangelista Lucas añade simplemente que María « conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón » (2, 51). En efecto, era una respuesta que se comprendería sólo más tarde, cuando Jesús, ya adulto, comenzó a predicar, afirmando que por su Padre celestial estaba dispuesto a afrontar todo sufrimiento e incluso la muerte en cruz.
Jesús volvió de Jerusalén a Nazaret con María y José, donde vivió sujeto a ellos (cf. Lc 2, 51). Sobre este período, antes de iniciar la predicación pública, el Evangelio señala sólo que « progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres » (Lc 2, 52).
Queridos chivos, en el Niño que contempláis en el nacimiento podéis ver ya al muchacho de doce años que dialoga con los doctores en el Templo de Jerusalén. El es el mismo hombre adulto que más tarde, con treinta años, comenzará a anunciar la palabra de Dios, llamará a los doce Apóstoles, será seguido por multitudes sedientas de verdad. A cada paso confirmará su maravillosa enseñanza con signos de su potencia divina: devolverá la vista a los ciegos, curará a los enfermos e incluso resucitará a los muertos. Entre ellos estarán la joven hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naim, devuelto vivo a su apenada madre.
Es justamente así: este Niño, ahora recién nacido, cuando sea grande, como Maestro de la Verdad divina, mostrará un afecto extraordinario por los niños. Dirá a los Apóstoles: « Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis », y añadirá: « Porque de los que son como éstos es el Reino de Dios » (Mc10, 14). Otra vez, estando los Apóstoles discutiendo sobre quién era el más grande, pondrá en medio de ellos a un niño y dirá: « Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos » (Mt 18, 3). En aquella ocasión pronunciará también palabras severísimas de advertencia: « Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos, y le hundan en lo profundo del mar » (Mt 18, 6).
¡Qué importante es el niño para Jesús! Se podría afirmar desde luego que el Evangelio está profundamente impregnado de la verdad sobre el niño. Incluso podría ser leído en su conjunto como el « Evangelio del niño ».
En efecto, ¿qué quiere decir: « Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos »? ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios.
¿No es éste el mensaje principal de la Navidad? Leemos en san Juan: « Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros » (1, 14); y además: « A todos los que le recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios » (1, 12). ¡Hijos de Dios! Vosotros, queridos niños, sois hijos e hijas de vuestros padres. Ahora bien, Dios quiere que todos seamos hijos adoptivos suyos mediante la gracia. Aquí está la fuente verdadera de la alegría de la Navidad, de la que os escribo ya al término del Año de la Familia. Alegraos por este « Evangelio de la filiación divina ». Que, en este gozo, las próximas fiestas navideñas produzcan abundantes frutos, en el Año de la Familia.
Jesús se da a sí mismo
Queridos amigos, la Primera Comunión es sin duda alguna un encuentro inolvidable con Jesús, un día que se recuerda siempre como uno de los más hermosos de la vida. La Eucaristía, instituida por Cristo la víspera de su pasión durante la Ultima Cena, es un sacramento de la Nueva Alianza, más aún, el más importante de los sacramentos. En ella el Señor se hace alimento de las almas bajo las especies del pan y del vino. Los niños la reciben solemnemente la primera vez -en la Primera Comunión- y se les invita a recibirla después cuantas más veces mejor para seguir en amistad íntima con Jesús.
Para acercarse a la Sagrada Comunión, como sabéis, se debe haber recibido el Bautismo: este es el primer sacramento y el más necesario para la salvación. ¡Es un gran acontecimiento el Bautismo! En los primeros siglos de la Iglesia, cuando los que recibían el Bautismo eran sobre todo los adultos, el rito se concluía con la participación en la Eucaristía, y tenía la misma solemnidad que hoy acompaña a la Primera Comunión. Más adelante, al empezar a administrar el Bautismo principalmente a los recién nacidos -es también el caso de muchos de vosotros, queridos niños, que por tanto no podéis recordar el día de vuestro Bautismo- la fiesta más solemne se trasladó al momento de la Primera Comunión. Cada muchacho y cada muchacha de familia católica conoce bien esta costumbre: la Primera Comunión se vive como una gran fiesta familiar. En este día se acercan generalmente a la Eucaristía, junto con el festejado, los padres, los hermanos y hermanas, los demás familiares, los padrinos y, a veces también, los profesores y educadores.
El día de la Primera Comunión es además una gran fiesta en la parroquia. Recuerdo como si fuese hoy mismo cuando, junto con otros muchachos de mi edad, recibí por primera vez la Eucaristía en la Iglesia parroquial de mi pueblo. Es costumbre hacer fotos familiares de este acontecimiento para así no olvidarlo. Por lo general, las personas conservan estas fotografías durante toda su vida. Con el paso de los años, al hojearlas, se revive la atmósfera de aquellos momentos; se vuelve a la pureza y a la alegría experimentadas en el encuentro con Jesús, que se hizo por amor Redentor del hombre.
¡Cuántos niños en la historia de la Iglesia han encontrado en la Eucaristía una fuente de fuerza espiritual, a veces incluso heroica! ¿Cómo no recordar, por ejemplo, los niños y niñas santos, que vivieron en los primeros siglos y que aún hoy son conocidos y venerados en toda la Iglesia? Santa Inés, que vivió en Roma; santa Agueda, martirizada en Sicilia; san Tarsicio, un muchacho llamado con razón el mártir de la Eucaristía, porque prefirió morir antes que entregar a Jesús sacramentado, a quien llevaba consigo.
Y así, a lo largo de los siglos hasta nuestros días, no han faltado niños y muchachos entre los santos y beatos de la Iglesia. Al igual que Jesús muestra en el Evangelio una confianza particular en los niños, así María, la Madre de Jesús, ha dirigido siempre, en el curso de la historia, su atención maternal a los pequeños. Pensad en santa Bernardita de Lourdes, en los niños de La Salette y, ya en este siglo, en Lucía, Francisco y Jacinta de Fátima.
Os hablaba antes del « Evangelio del niño », ¿acaso no ha encontrado éste en nuestra época una expresión particular en la espiritualidad de santa Teresa del Niño Jesús? Es propiamente así: Jesús y su Madre eligen con frecuencia a los niños para confiarles tareas de gran importancia para la vida de la Iglesia y de la humanidad. He citado sólo a algunos universalmente conocidos, pero ¡cuántos otros hay menos célebres! Parece que el Redentor de la humanidad comparte con ellos la solicitud por los demás: por los padres, por los compañeros y compañeras. El siempre atiende su oración. ¡Qué enorme fuerza tiene la oración de un niño! Llega a ser un modelo para los mismos adultos: rezar con confianza sencilla y total quiere decir rezar como los niños saben hacerlo.
Llego ahora a un punto importante de esta Carta: al terminar el Año de la Familia, queridos amigos pequeños, deseo encomendar a vuestra oración los problemas de vuestra familia y de todas las familias del mundo. Y no sólo esto, tengo también otras intenciones que confiaros. El Papa espera mucho de vuestras oraciones. Debemos rezar juntos y mucho para que la humanidad, formada por varios miles de millones de seres humanos, sea cada vez más la familia de Dios, y pueda vivir en paz. He recordado al principio los terribles sufrimientos que tantos niños han padecido en este siglo, y los que continúan sufriendo muchos de ellos también en este momento. Cuántos mueren en estos días víctimas del odio que se extiende por varias partes de la tierra: por ejemplo en los Balcanes y en diversos países de Africa. Meditando precisamente sobre estos hechos, que llenan de dolor nuestros corazones, he decidido pediros a vosotros, queridos niños y muchachos, que os encarguéis de la oración por la paz. Lo sabéis bien: el amor y la concordia construyen la paz, el odio y la violencia la destruyen. Vosotros detestáis instintivamente el odio y tendéis hacia el amor: por esto el Papa está seguro de que no rechazaréis su petición, sino que os uniréis a su oración por la paz en el mundo con la misma fuerza con que rezáis por la paz y la concordia en vuestras familias.
¡Alabad el nombre del Señor!
Permitidme, queridos chicos y chicas, que al final de esta Carta recuerde unas palabras de un salmo que siempre me han emocionado: ¡Laudate pueri Dominum! ¡Alabad niños al Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre. De la salida del sol hasta su ocaso, sea loado el nombre del Señor! (cf. Sal 113112, 1-3). Mientras medito las palabras de este salmo, pasan delante de mi vista los rostros de los niños de todo el mundo: de oriente a occidente, de norte a sur. A vosotros, mis pequeños amigos, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad, os digo: ¡Alabad el nombre del Señor!
Puesto que el hombre debe alabar a Dios ante todo con su vida, no olvidéis lo que Jesús muchacho dijo a su Madre y a José en el Templo de Jerusalén: « ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? » (Lc 2, 49). El hombre alaba al Señor siguiendo la llamada de su propia vocación. Dios llama a cada hombre, y su voz se deja sentir ya en el alma del niño: llama a vivir en el matrimonio o a ser sacerdote; llama a la vida consagrada o tal vez al trabajo en las misiones... ¿Quién sabe? Rezad, queridos muchachos y muchachas, para descubrir cuál es vuestra vocación, para después seguirla generosamente.
¡Alabad el nombre del Señor! Los niños de todos los continentes, en la noche de Belén, miran con fe al Niño recién nacido y viven la gran alegría de la Navidad. Cantando en sus lenguas, alaban el nombre del Señor. De este modo se difunde por toda la tierra la sugestiva melodía de la Navidad. Son palabras tiernas y conmovedoras que resuenan en todas las lenguas humanas; es como un canto festivo que se eleva por toda la tierra y se une al de los Angeles, mensajeros de la gloria de Dios, sobre el portal de Belén: « Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes El se complace » (Lc 2, 14). El Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a El los niños de todas las Naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama. El hombre no puede vivir sin amor. Está llamado a amar a Dios y al prójimo, pero para amar verdaderamente debe tener la certeza de que Dios lo quiere.
¡Dios os ama, queridos muchachos! Quiero deciros esto al terminar el Año de la Familia y con ocasión de estas fiestas navideñas que son particularmente vuestras.
Os deseo unas fiestas gozosas y serenas; espero que en ellas viváis una experiencia más intensa del amor de vuestros padres, de los hermanos y hermanas, y de los demás miembros de vuestra familia. Que este amor se extienda después a toda vuestra comunidad, mejor aún, a todo el mundo, gracias a vosotros, queridos muchachos y niños. Así el amor llegará a quienes más lo necesitan, en especial a los que sufren y a los abandonados. ¿Qué alegría es mayor que el amor? ¿Qué alegría es más grande que la que tú, Jesús, pones en el corazón de los hombres, y particularmente de los niños, en Navidad?
¡Levanta tu mano, divino Niño,
y bendice a estos pequeños amigos tuyos,
bendice a los niños de toda la tierra!
Juan Pablo II
Vaticano, 13 de diciembre de 1994.
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lunes, 29 de octubre de 2012
►Jesús y los niños
Mateo 19, 13-15
Entonces le presentaron unos niños
para que les impusiera las manos y orase;
pero los discípulos les reñían. Ante esto, Jesús dijo:
-- Dejad a los niños y no les impidáis que vengan conmigo,
porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos.
Y después de imponerles las manos, se marchó de allí.
Marcos 10, 13-16
Le presentaban unos niños para que los
tomara en sus brazos; pero los discípulos les reñían.
Al verlo Jesús se enfadó y les dijo:
-- Dejad que los niños vengan conmigo,
y no se lo impidáis, porque de los que son
como ellos es el Reino de Dios. En verdad os digo:
quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.
Y abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos.
Lucas 18, 15-17
Le llevaban también niños para que los tomara en sus brazos.
Al verlo los discípulos les reñían. Pero Jesús llamó a los niños y dijo:
-- Dejad que los niños vengan conmigo y no se lo impidáis,
porque de los que son como ellos es el Reino de Dios.
En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.
jueves, 18 de octubre de 2012
miércoles, 10 de octubre de 2012
►ORACIÓN POR UN NIÑO ENFERMO
http://www.youtube.com/watch?v=yu82gExWqx8&feature=plcp
Señor, tú invitaste a los niños a venir hacia ti
Señor, tú invitaste a los niños a venir hacia ti
para poder poner tus manos sobre ellos y para bendecirlos.
Te suplicamos que extiendas ahora tu mano sobre este (a) niño (a)
para aliviar su dolor, para librarlo (a) de todas sus dolencias.
Que tu misericordia le devuelva la salud del cuerpo y del alma, a fin de que,
con corazón agradecido, pueda siempre amarte y servir siempre a su prójimo.
Te lo pedimos a ti, que nos amas y vives por los siglos de los siglos.
Amén.
lunes, 8 de octubre de 2012
►Bendición de la mesa (Para los niños)
por eso te quiero tanto y te doy mi corazón.
El Niño Jesús que nació en Belén,
bendiga nuestra mesa y a nosotros también.
jueves, 13 de septiembre de 2012
viernes, 22 de junio de 2012
martes, 19 de junio de 2012
► Informe demuestra que la crianza de niños por homosexuales no iguala a la del matrimonio heterosexual
Por Wendy Wright y Lisa Correnti
WASHINGTON D.C., 15 de junio (C-FAM) Un estudio revolucionario revela que los hijos adultos de padres homosexuales y madres lesbianas padecen muchas más consecuencias sociales, económicas y emocionales negativas que los hijos criados en el seno de familias biológicas intactas.
La calidad del estudio del profesor de la Universidad de Texas Mark Regnerus resalta las deficiencias de estudios previos de los que se valen los defensores de la homosexualidad para conceder a las parejas de personas del mismo sexo el derecho a casarse y a adoptar niños.
«La noción empírica de que no existen diferencias notables debe derrumbarse», dijo Regnerus en su estudio publicado en el Social Science Research.
El estudio exhaustivo de Regnerus analiza cerca de 3000 hijos ya adultos de ocho estructuras familiares diferentes y las evalúa dentro de 40 categorías sociales y emocionales. Revela que los hijos que permanecieron en el seno de familias biológicas intactas fueron mejor educados, fueron objeto de mayor salud psicofísica, menor experimentación con drogas, menor actividad delictiva y presentaron mayores niveles de felicidad en términos generales.
Las mayores consecuencias negativas se encontraron entre los hijos de madres lesbianas. Esto contradice informes deficientes popularizados por los medios que afirman categóricamente que a los hijos les va igual, o mejor, con madres lesbianas. El estudio de Regnerus puso de manifiesto resultados negativos para los hijos adultos de madres lesbianas en 25 de 40 categorías que incluían índices mucho mayores de agresión sexual (23% de ellos fueron toqueteados por un padre o adulto, en contraposición al 2% criado por padres casados), salud física más deficiente, aumento de casos de depresión, aumento en el consumo de marihuana, y más desempleo (69% de los hijos de familias lesbianas recibían asistencia social, comparados con el 17% correspondiente a quienes tenían padres casados).
El estudio de Regnerus desacredita un informe frecuentemente citado de la American Psychological Association (APA) que en 2005 llegó a la conclusión de que «[n]ingún estudio ha descubierto que los hijos de padres gais o lesbianas estén en desventaja en ningún aspecto significativo en relación con los hijos de padres heterosexuales».
En contraposición al de Regnerus, estudios previos comparaban a hijos de padres homosexuales con aquellos de familias con padrastros o monoparentales. Además, Regnerus se basa únicamente en información directa de hijos adultos en vez de las opiniones de sus padres.
Un segundo estudio reciente confirma que las investigaciones pregonadas por la APA no son fiables. Loren Marks, profesor asociado de la Universidad Estatal de Luisiana, descubrió que los estudios de la APA contenían información limitada y que se centraban en roles de género e identidades sexuales. Desatendían el análisis de los resultados educativos de los hijos, el empleo, el riesgo del abuso de sustancias nocivas, el comportamiento delictivo o el suicidio.
Los estudios avalados por la APA que fueron desacreditados se utilizaron en intentos de influir en decisiones jurídicas internacionales.
Los escritos de amicus curiae presentados en el caso E.B. vs. Francia ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos defendieron el derecho a la adopción para las parejas de personas del mismo sexo citando informes de la APA que afirman que no existen pruebas científicas objetivas para justificar el «tratamiento diferente de parejas del mismo sexo que desean adoptar porque (según la opinión de FIDH, ILGA-Europe, BAAF y APGL) todos los estudios científicos de renombre han demostrado que los hijos de padres gais y lesbianas no son más susceptibles de padecer problemas emocionales o de otra índole que los hijos de padres homosexuales».
En el caso de Karen Atala e Hijas vs. Chile ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), un escrito de amicus curiae que defendía a las madres lesbianas que habían perdido la custodia de sus hijas señalaba que la American Academy of Pediatrics «reconoce que un conjunto considerable de literatura profesional demuestra que los hijos de padres homosexuales pueden tener las mismas ventajas y las mismas expectativas de salud, adaptación y desarrollo que los hijos de padres heterosexuales».
Traducido por Luciana María Palazzo de Castellano
jueves, 14 de junio de 2012
miércoles, 28 de marzo de 2012
►Benedicto XVI a 3.000 niños mexicanos en Guanajuato: "Dios quiere que seamos felices"
25 de marzo de 2012.- En su segundo día de visita en México, Benedicto XVI se encontró con3.000 niños en Guanajuato. Estos entrañables momentos tuvieron lugar en la Plaza de la Paz. El Papa dijo a los niños que pueden contar con la ayuda de Cristo y de la Iglesia. Este es el texto completo de su intervención:
Queridos niños:
Estoy contento de poderlos encontrar y ver sus rostros alegres llenando esta bella plaza. Ustedes ocupan un lugar muy importante en el corazón del Papa. Y en estos momentos quisiera que esto lo supieran todos los niños de México, particularmente los que soportan el peso del sufrimiento, el abandono, la violencia o el hambre, que en estos meses, a causa de la sequía, se ha dejado sentir fuertemente en algunas regiones. Gracias por este encuentro de fe, por la presencia festiva y el regocijo que han expresado con los cantos. Hoy estamos llenos de júbilo, y eso es importante. Dios quiere que seamos siempre felices. Él nos conoce y nos ama. Si dejamos que el amor de Cristo cambie nuestro corazón, entonces nosotros podremos cambiar el mundo. Ese es el secreto de la auténtica felicidad.
Este lugar en el que nos hallamos tiene un nombre que expresa el anhelo presente en el corazón de todos los pueblos: «la paz», un don que proviene de lo alto. «La paz esté con ustedes» (Jn 20,21). Son las palabras del Señor resucitado. Las oímos en cada Misa, y hoy resuenan de nuevo aquí, con la esperanza de que cada uno se transforme en sembrador y mensajero de esa paz por la que Cristo entregó su vida.
El discípulo de Jesús no responde al mal con el mal, sino que es siempre instrumento del bien, heraldo del perdón, portador de la alegría, servidor de la unidad. Él quiere escribir en cada una de sus vidas una historia de amistad. Ténganlo, pues, como el mejor de sus amigos. Él no se cansará de decirles que amen siempre a todos y hagan el bien. Esto lo escucharán, si procuran en todo momento un trato frecuente con él, que les ayudará aun en las situaciones más difíciles.
He venido para que sientan mi afecto. Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones.
Por ello, deseo elevar mi voz invitando a todos a proteger y cuidar a los niños, para que nunca se apague su sonrisa, puedan vivir en paz y mirar al futuro con confianza.
Ustedes, mis pequeños amigos, no están solos. Cuentan con la ayuda de Cristo y de su Iglesia para llevar un estilo de vida cristiano. Participen en la Misa del domingo, en la catequesis, en algún grupo de apostolado, buscando lugares de oración, fraternidad y caridad. Eso mismo vivieron los beatos Cristóbal, Antonio y Juan, los niños mártires de Tlaxcala, que conociendo a Jesús, en tiempos de la primera evangelización de México, descubrieron que no había tesoro más grande que él. Eran niños como ustedes, y de ellos podemos aprender que no hay edad para amar y servir.
Quisiera quedarme más tiempo con ustedes, pero ya debo irme. En la oración seguiremos juntos. Los invito, pues, a rezar continuamente, también en casa; así experimentarán la alegría de hablar con Dios en familia. Recen por todos, también por mí. Yo rezaré por ustedes, para que México sea un hogar en el que todos sus hijos vivan con serenidad y armonía. Los bendigo de corazón y les pido que lleven el cariño y la bendición del Papa a sus padres y hermanos, así como a sus demás seres queridos. Que la Virgen les acompañe.
Muchas gracias, mis pequeños amigos.
Benedicto XVI
Cortesía: Caminocatolico.org
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