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miércoles, 25 de enero de 2012

►Beverly McMillan



Del negocio del aborto a la defensa de la vida

La historia de Beverly McMillan es la historia de una visión de la vida y la ciencia absolutamente agnósticas. Estudió Medicina y cuando se licenció, acudió a la Clínica Mayo para especializarse en Obstetricia y Ginecología: «No sólo me sentía útil», reconoce McMillan, «sino que me consideraba una persona buena».

Como médico residente, le enviaron seis semanas al ala de Obstetricia del Hospital de Cook County en Chicago. Sorprendida, Beverly se encontraba cada noche con más de veinte mujeres que acudían allí: eran «clientes» de los centros de abortos clandestinos de Chicago. «Llegaban sangrando, con fiebre alta y presentaban úteros ensanchados», recuerda. McMillan y el médico interno tenían que llevar a cabo otra operación de dilatación y curetaje para poder extraer los restos infectados del feto que la clínica ilegal había dejado en el interior del útero.

Después de cientos de casos similares, la ginecóloga, desde su agnosticismo ferviente, concluyó que la legalización del aborto era la solución: «Yo quería que la profesión médica empezara a ofrecer procedimientos seguros a las mujeres que los necesitaran». Así que, cuando en 1973 el Tribunal Supremo legalizó el aborto en EE UU, McMillan se hizo con una máquina de succión y se ofreció a practicar supresiones del embarazo en el primer trimestre. Dos años después, casada y con tres hijos, puso en marcha una clínica abortista en Jackson, la primera además en todo el estado de Mississippi.

Su vida privada iba bien, y el trabajo en la clínica era abundante. Pero, a pesar de sus éxitos, Beverly se vio sorprendida cuando se planteó el suicidio: «No sabía qué era lo que no funcionaba en mi vida. Tenía un buen coche, una gran casa, tres hijos saludables, toda la ropa que podía desear. Había conseguido todo lo que quería», explica Beverly. Pero una parte de sí misma le decía que algo no iba bien. Acudió a una librería «secular», donde compró un libro titulado «El poder del pensamiento positivo». Al final del primer capítulo, el autor presentaba un decálogo de diez puntos para conseguir una actitud positiva. El séptimo punto revolvió sus esquemas: «Yo lo puedo todo en Cristo porque Él me conforta». Fue entonces cuando Beverly cerró el libro: «No me gustaba esa “basura” religiosa», reconoce.

Pero días después, de camino al trabajo, se sorprendió recitando el séptimo punto. Repitió aquella frase cientos de veces aquel día. Y por fin, todo comenzó a cambiar. Su trabajo en la clínica, tiempo antes sencillo y gratificante, comenzó a ser difícil y doloroso. Se le hacía cada vez más duro tener que reconocer en los restos de abortos las extremidades, el cráneo o la columna vertebral. «Me decía a mí misma: “¿Qué estás haciendo? ¡Esto es un cuerpo humano!”».

Beverly abandonó la clínica abortista. En 1989, la ginecóloga fue invitada al II Encuentro de Ex Abortistas celebrado en el hotel Marriot O"Hare de Chicago, donde relató este testimonio. «Fue entonces cuando comencé a compartir mi historia, mi paso del negocio del aborto a la defensa de la vida».

La Razón 12/01/06


►Audrey Frank. Decana de las sobrevivientes del aborto

"Yo sobreviví a un aborto"






Los esposos Frank y Ana Kucharski, descendientes de inmigrantes polacos, vivían en Trenton, en el estado de Nueva Jersey -muy cerca de la costa Atlántica- en el marco de ese bienestar mesocrático -el "sueño americano"- que les permitía trabajar duro y vivir con las relativas comodidades que se puede permitir un padre "blue collar" -El término "cuello azul" que se utiliza para describir a los trabajadores manuales- que saca adelante una familia numerosa sin que la esposa tenga que dejar el hogar y los hijos.

Ana, a los 39 años, se consideraba una mujer realizada en su vida familiar: sus cinco hijos habían salido todos de la "edad difícil" y llevaban vidas bien encaminadas. Dora, la mayor, y Elliott, tenían 22 y 21 años respectivamente, y ya estaban trabajando o en el College siguiendo estudios superiores; mientras que Eugene, Lean y "Fred" -Alfred, el menor de todos- de 20, 19 y 18 años estaban ya encaminados respecto de sus intereses y se preparaban para salir de la escuela.

Ana consideraba que estaba cerca de concluir su ciclo de "madre", y que pronto podría dedicarse a disfrutar de aquellos años "en blanco" que transcurren entre el ser madre y ser abuela.

De pronto, sus planes se vieron interferidos por un suceso que Ana jamás hubiera esperado: estaba embarazada. ¡A punto de cumplir 40!

Tras los primeros momentos de desconcierto, siguieron el temor y la duda… y para resolverlos, decidió buscar a sus amigas más cercanas para decidir qué hacer.

Una de ellas la más influyente sobre su ánimo y ciertamente la más decidida, no se anduvo con rodeos: "Ana tienes que olvidarte de esto", le dijo, y le propuso enfáticamente, insistentemente, que debía procurarse un aborto -entonces ilegal en Estados Unidos- porque con cinco hijos ya mayores y a su edad, simplemente se vería "ridícula" con un nuevo bebé.

Era 1952, 22 años antes que la Corte Suprema norteamericana convirtiera el aborto en un derecho constitucional. Por eso, para evitarse los riesgos legales de exponerse a buscar un médico dispuesto a practicar abortos "por lo bajo" -de los que no faltaban-, la "amiga" le enseñó a Ana un método casero para que pudiera hacerlo en casa.

Ana estaba temerosa e insegura. Por un lado, sus convicciones le decían que abortar estaba mal. Además, como madre de cinco hijos, no se imaginaba a sí misma como una de "esas" que abortan. Sin embargo, por otro lado, un bebé no estaba para nada en sus planes, y psicológicamente consideraba que ya había concluido con la exigente etapa de acompañar el crecimiento de una criatura. El argumento del "ridículo" de una mujer mayor con un bebé no pesaba tanto, pero ciertamente se sumaba en la lista de argumentos a favor del aborto.

Por la inseguridad y la duda, Ana pospuso la decisión hasta que ya tenía tres meses de embarazo. Entonces, la balanza en su mente -presionada por las insistencias de su "amiga"- se inclinó contra la vida y a favor de la idea del aborto.

Así, un día de junio, Ana se encerró, con la parafernalia recetada por la amiga para acabar con su embarazo, en un baño de la casa que de pronto se le hizo enorme y frío. Paradójicamente, aquel día escogido por Ana para abortar, era el cumpleaños de su hijo Elliott. En el día en que celebraba un año más de vida de uno de sus hijos, Ana decidía acabar con otro.

Conociendo la verdad

A los 8 años, Audrey era una niña tranquila y relativamente normal, aunque con algunos miedos secretos. Poco después de cumplir tres años, en 1955, su hermano Elliott, entonces de 27 años, murió trágicamente. Pese al evidente dolor, la desaparición del querido hermano mayor no parecía haber dejado una secuela grave en la niña. Por el contrario, a esa edad, Audrey se mostraba contenta con su cambio de una escuela pública a una privada, donde había conocido a nuevos amigos, y donde el ambiente hacía todo más llevadero y gentil.

Sin embargo, pese al transcurso normal de su vida en la mayoría de aspectos, una sombra alteraba su vida infantil: la pesadilla recurrente de estar huyendo y no encontrar salida, excepto una, a través de una ventana. Pero en esa ventana había un enorme cuchillo esperándola y pese a que su madre estaba cerca, no hacía nada al respecto.

Además de la pesadilla, Ana había notado que Audrey se resistía a dormir de otra forma que no fuera en posición fetal, acurrucada hasta la tensión, y siempre en el extremo inferior de la cama, como si el lecho fuera un lugar peligroso, o aguardara un peligro inminente. No importaba cómo la acostaran ni cómo la dejaran durmiendo después de contarle los cuentos de noche, la pequeña Audrey siempre aparecía en la misma, tensa posición protectiva que tanto inquietaba a sus padres.

"Nací prematuramente, un 21 de diciembre, cuando estaba previsto que naciera un 21 de enero; pero vine al mundo sin ningún problema médico, físicamente fui siempre una persona sana y lo sigo siendo ahora", cuenta Audrey. "Creo que el daño fue más bien emocional, al ver a mi madre sufrir tanto desde pequeña".

En efecto, Audrey no había conocido a la mujer jovial y enérgica de la que hablaban sus hermanos mayores. Para ella, su madre era una mujer triste, que lloraba con frecuencia, sin ella saber por qué.

Y fue justamente a los ocho años cuando Audrey, regresando un día de la escuela -estaba en tercer grado- encontró en casa un clima serio, casi solemne. Papá y mamá estaban en la sala y le dijeron que tenían algo que contarle.

Así recuerda Audrey ese duro y revelador momento.

"Mis padres estaban allí sentados, me dijeron que tenían algo que contarme y que me explicarían la razón de mis pesadillas y mi forma de dormir. Todos los días, cuando mi madre iba a verme dormir, no importaba cuánto ella tratara de que me enderezara o me pusiera al centro de la cama, siempre me encontraba de esa manera en la mañana. Decidió entonces decirme lo que a ella le torturaba cada día, y especialmente cada vez que me veía en esa posición: que ella había intentado abortarme".

La niña apenas entendía lo que eso significaba. Comprendía claro, que el aborto era matar a alguien pequeñito; pero matar no era una idea asociada con lo que hace una mamá, y menos con sus hijos. Sin embargo, a pesar del desconcierto, la pequeña Audrey decidió seguir escuchando, sobre todo porque entendía que lo que le estaban tratando de comunicar era más importante para su madre que para ella misma.

"Luego, -sigue Audrey- mi madre comenzó a contarme la historia de su embarazo a los 40 años y lo que le dijo su amiga, luego que ella confesara su horror frente a la idea de no poder 'vivir la vida', hacer viajes, tener un coche...y todas esas cosas. Me contó luego que le habían enseñado una técnica 'vieja y segura' y que el día 24 de junio, en el día del cumpleaños de mi hermano mayor, ella abortó en un baño de la casa."

Hasta allí, Audrey difícilmente podía comprender qué tenía que ver ella con la historia y qué relación tenía todo esto con su curiosa forma de dormir y con las terribles pesadillas que la desvelaban con frecuencia. Pero decidió seguir escuchando el tenso relato que su madre describía ante su padre silencioso.
wwww.aceprensa.com

►Melissa Ohden





Sobreviviente del aborto: debemos modificar nuestra forma de hablar sobre el embarazo y la adopción

Nota: Melissa Ohden, una activista y vocera pro-vida, es una sobreviviente de un aborto fallido por infusión de solución salina en 1977. Usted puede encontrar más información sobre este relato aquí en su página por la red cibernéica.

14 de octubre de 2011 (Notifam) – “¡Oh, ese segundo en el que uno cambia TODO!”. Es gracioso ver cómo, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambia. Tu familia de tres es de repente una familia de cuatro, esperando la salida del niño # 2 del vientre materno hacia el mundo exterior. Tu enfoque externo sobre los tejemanejes del mundo se vuelve ahora más internamente a tu hijo en desarrollo y a tu familia que cambia, bien que felizmente. Y de repente, las mismas personas que se preguntaban en voz alta durante los últimos 3 ½ años, desde que tu primer hijo nació, cuándo ibas a darle un hermano, son las mismas personas que de repente se lamentan contigo respecto a las dificultades que ellas creen que tú experimentarás al tener un segundo hijo. 

Como oradora y defensora pro-vida, como sobreviviente del aborto, yo vivo de mi trabajo todos los días. Nunca me despertaré una mañana y de repente olvidaré el hecho que se suponía que mi vida iba a terminar en nombre de la elección de otra persona. Nunca seré capaz de mantener a mis hijos y no considerar que ellos nunca habrían existido si el aborto de mi madre biológica hubiera logrado acabar con mi vida. Nunca dejaré de sentir el llamado a salvar y transformar vidas. Nunca subestimaré el poder de las palabras, del lenguaje que utilizamos cuando hablamos de los niños, sobre el embarazo y la adopción, y cuán impactantes son en realidad esas palabras.

Durante mi embarazo con Olivia, yo estaba tan emocionada de estar embarazada que no pensé mucho sobre las palabras que utilicé para describir su llegada a este mundo. “¡Estamos esperando! ¡Vamos a tener un bebé!”. Ryan y yo anegábamos con palabras a cualquiera que nos escuchaba. Ahora que estamos embarazados de nuestro segundo hijo, estas palabras no sientan bien conmigo cuando hablo sobre nuestra familia. Tal vez lo hacen con algunas personas, y estoy de acuerdo con eso. No estoy juzgando, sino simplemente haciendo una observación sobre nuestra familia y el lenguaje de la cultura en la que vivimos hoy en día, que fracasa, por lo general, al no reconocer que la vida comienza y merece ser protegida desde el momento de la concepción. El lenguaje es poderoso e inclusive insidioso. No estamos “esperando”, tampoco vamos a tener, en sentido estricto, tenemos y somos. Somos los padres de un niño que sólo está creciendo en mi vientre precisamente en este momento, preparándose para entrar en el mundo más grande en mayo de 2012. 

Cuando Ryan y yo decidimos conseguir una remera camiseta para Olivia, que ella pudiera usar para anunciar con orgullo a nuestra familia y amigos que ella es una hermana mayor, me arrojé una y otra vez sobre las remeras disponibles. “¡Voy a ser una hermana grande!”, exclamaba la mayoría de las remeras. Las miré decepcionada. Me lamentaba pensando que Olivia no va a ser una hermana mayor, ella ya es una hermana mayor. No había un momento mágico durante mi embarazo o en el momento del nacimiento que de repente su hermano o hermana iba a convertirse en su hermano –ellos ya son hermanos. El hecho que uno de mis hijos esté creciendo dentro de mí ahora mismo, mientras que el otro viene a escondidas a nuestra cama todas las noches para acurrucarse no cambia el hecho: Ryan y yo somos los padres de dos niños. Olivia es una hermana mayor. Nuestro segundo hijo existe, y estamos esperando ansiosamente verlo o verla cara a cara por primera vez. Tuvimos la suerte de encontrar la camisa adecuada para nosotros que refleja nuestros sentimientos, como se puede ver arriba en la foto de Olivia arriba (la sonrisa radiante y girando la batuta son un lustre adicional de nuestra hija). 

¿Cuántas veces a lo largo de un día cualquiera, sin embargo, usamos palabras como “esperando” y “va a ser la hermana mayor” para describir circunstancias de nuestra vida? Ciertamente, entiendo que es en beneficio de la brevedad que se usan estas palabras (confía en mí, he pasado más tiempo durante este embarazo explicando por qué usamos las palabras que nos hacen individuos insospechables), pero para alguien como yo, que como niña abortada que vivió por milagro, estas palabras son una pendiente resbaladiza en una cultura de la muerte. No me extraña que todavía estamos luchando contra la descripción de los niños como yo como un “masa de tejidos”, “grupo de células” o “producto de la concepción”, cuando, al igual que como los pro-vida, las palabras que utilizamos y las descripciones que hacemos de los niños están en el límite cuestionable en términos de su respeto por la vida humana.

Únete aquí a una página en Facebook para acabar con el aborto. 

La primera vez que le conté entusiasmada a un colega pro-vida que estaba embarazada con nuestro segundo hijo, en vez de abrazarme en una forma cálida como me hubiera esperado, me dio una palmada en la espalda y se rió con ganas. “¡Oh, ese segundo hijo lo cambia TODO! ¡Voy a rezar por tu paciencia y energía!”. Ahora bien, es difícil poner en papel el tono de las palabras que esa persona utilizó, pero puedo decir que el tono era hiriente y la risa fue demasiado fuerte y larga para mi gusto. Tal vez si esas palabras hubieran sido moderadas en sus comentarios con un “pero en realidad, estamos muy felices por tu familia”, me sentiría diferente respecto a la situación. Y tal vez si yo no hubiera seguido recibiendo comentarios como ese de amigos y colegas que amo y respeto, yo no habría pensado nada de esto. Pero esos mismos individuos que han estado esperando ansiosamente que nosotros tuviéramos otro hijo son los mismos individuos que describieron de esa manera la llegada de un segundo hijo. Sí, yo estaba decepcionada por este comportamiento, pero más aún, me dejó pensando: Si la gente me hablaba de esa manera, conociendo mis experiencias y profesión, ¿cómo le hablarían a otras personas? Y más aún, a pesar que yo tenía una gran cantidad de conocimientos y experiencia cuando me embaracé, sobre los hijos, la adopción y el aborto, la mayoría de las personas no tiene esa clase de base para aprovechar. ¿Cómo las afectan las palabras que usamos? ¿Las palabras que usamos, aunque sea inocentemente, se suman a la cultura de la muerte y a la falta de respeto a la vida humana desde el momento de la concepción?

Cuando me presenté en la conferencia de Real Choices Australia, en Sydney, Australia, el pasado mes de mayo, yo había preparado un Powerpoint marcado en profundidad por estadísticas y experiencias de la tríada de la adopción al tratar este tema. Yo estaba preparada para dirigir una discusión sobre por qué tantas mujeres jóvenes me dicen que preferirían acabar con la vida de sus hijos mediante el aborto en lugar de hacer un plan de adopción para ellos debido a su percepción que ellas no podrían “renunciar” a sus hijos. Pero cuando los bien informados y profesionales pro-vida de las diferentes áreas de los centros de embarazo, de las organizaciones por el derecho a la vida, de las familias sustitutas, de las agencias de adopción y del campo de la educación se involucraron en conversaciones conmigo y entre sí a lo largo de los días de la conferencia, yo sabía que había algo mucho más importante que tenía que hacer. Yo debía centrar su atención en las palabras que ellos estaban usando para discutir el proceso de adopción, los adoptados y los padres biológicos. “Ellos renunciaron a ellos. Fueron abandonados”, fueron los temas predominantes, como en otros tantos lugares en la actualidad, incluso en nuestras propias organizaciones e incluso en nuestras propias casas. Solamente esta semana, en un banquete en un Centro de Embarazos en Nebraska y en una charla educativa en la Universidad de Ohio, he oído las palabras “entregado” más veces de las que podía contar, incluso después que traje a colación el tema.

Aunque como adoptada puedo entender el sentimiento que una fue “abandonada”, y sólo puedo asumir lo doloroso que debe ser hacer un plan de adopción para tu hijo y dejar que se vayan de tus brazos, de tu cuidado, en el gran esquema de cosas, como adoptados, se nos dio la vida, y como padres biológicos ellos nos dieron la vida. ¡Éste es un regalo hermoso! Y como orador y abogado que viaja y habla a las personas en todo el mundo en forma frecuente, puedo decir que nuestras palabras son tan increíblemente poderosas a la hora de hablar sobre la adopción. Nadie quiere ser percibida como una mala madre o un mal padre, como alguien que “abandonó” a su hijo. Lamentablemente, muchas mujeres comparten conmigo que abortaron a su hijo para evitar el juicio y la condena de quienes los rodean. Aunque en última instancia cada mujer tiene una opción, creo que tenemos la responsabilidad de utilizar un lenguaje que fortalezca y apoye a las personas, que ponga de relieve el amor y el desinterés que viene con la adopción.

Al igual que muchos, he leído hoy con gran tristeza sobre el fallecimiento de Steve Jobs, el fundador y ex CEO de Apple. Y al igual que muchos, yo no sabía antes de leer el artículo que Steve era un adoptado. He aquí una breve cita de la página web de ABC respecto a su vida y su muerte: “Pero esa vida personal – al nacer fue entregado en adopción, tuvo un hijo ilegítimo…”. ¡Qué lenguaje interesante se utilizó para describir su adopción y su paternidad de un hijo fuera del matrimonio! ¿Esas palabras están ensalzando a un hombre increíble cuyos dones a nuestro mundo son legendarios? ¿Esas palabras están ensalzando a la mujer que dio vida a un hombre extraordinariamente brillante e hizo un plan de adopción para él? ¿Esas palabras están ensalzando a su hijo que ahora está de luto por la pérdida de su padre?

El lenguaje es ciertamente poderoso. Una palabra puede comunicar tanto. El tono que uno imprime a sus palabras puede reflejar una connotación negativa o positiva que es hábilmente captada por los oídos de aquéllos que están en crisis o necesitados. Cada niño es una bendición. La adopción es un regalo para todos los miembros de la tríada de la adopción ¡Qué diferente suenan esas frases de sonido, luego de ‘Oh, ese segundo hijo’ y ‘abandonado’. Sí, a menudo se tarda algún tiempo en volver a entrenar la forma de hablar para reflejar nuestros verdaderos pensamientos y valores, pero creo que vale la pena. En sólo dos meses, mi segundo hijo me ha dado la capacidad no sólo de pensar, sino de hablar de su vida y el papel importante en nuestra familia, de una manera que refleja mejor mi creencia sobre la importancia de cada vida humana desde el momento de la concepción. 

Una simple palabra que pronuncias hoy puede marcar la diferencia entre elevar a alguien o derribarlo. Una simple palabra que pronuncias hoy puede marcar la diferencia entre la vida o la muerte de un niño. Rezo para que tus palabras irradien vida en todos aquéllos con los que te pongas en contacto.

Versión original en inglés en http://www.lifesitenews.com/news/abortion-survivor-we-need-to-change-the-way-we-speak-about-pregnancy-and-ad

Traducción por José Arturo Quarracino
Fuente: Notifam
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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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