Carta abierta de una madre que abortó
Podréis ser con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida
A Su Santidad Juan Pablo II
Ciudad del Vaticano
Santo Padre:
Doy gracias a Dios y al «Movimiento por la vida» por haberme dado la oportunidad de hacerle llegar esta carta. Para mí es una alegría enorme. Santo Padre, quien le escribe es una madre que ha descubierto el valor de la vida y que desea darle las gracias por haber pensado, en la encíclica «Evangelium vitae», en aquellas mujeres que, por desgracia, hemos recurrido al aborto. A la edad de 18 años (ahora tengo 33 y soy madre de dos niñas y un niño) rechacé el niño que el Señor me había regalado. No existe ninguna justificación para un gesto tan terrible pero, por desgracia, cuando no se está cerca de la Verdad, del Amor de Dios, que es el único que te puede hacer comprender, superar y aceptar incluso las situaciones más difíciles, se cometen muchos errores, y este es el peor de todos: matar al propio hijo.
Doy gracias a Dios que ha derramado su misericordia sobre mí al permitirme abrir mi corazón a su amor infinito: he podido experimentar profundamente su perdón, y he podido reencontrar a mi niño que ahora vive en mi corazón. Cada vez que pienso en cuánto amor me ha dado el Padre me conmuevo. Es un llanto de amor, que me impulsa a llevar la verdad a las mujeres que viven engañadas por una falsa libertad, la del aborto.
Ahora soy miembro de un Centro de ayuda a la vida en la provincia de Milán, y en octubre de 1996 pude participar en el Convenio mundial de los movimientos por la vida y de los Centros de ayuda a la vida, y escuchar lo que Ud., Santo Padre, afirmó en favor de una más decidida movilización en favor de la vida.
Precisamente leyendo y meditando la encíclica «Evangelium vitae», he llegado a comprender lo que el Señor me pide, gracias a Ud. La frase que más me ha llegado es esta: "Una reflexión especial quisiera tener para vosotras, mujeres que habéis recurrido al aborto (...). Podréis ser con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida" («Evangelium vitae» n. 99). Dentro de mi corazón siento que debo transmitir la gran obra que el Señor ha realizado en mí al hacerme comprender que el aborto no es una solución, sino todo lo contrario... Que, quien como yo ha pasado por la experiencia del aborto, puede salir de la oscuridad, de las angustias y sentido de culpa solamente abandonándose al amor de Dios, porque Él es el único que puede sanar y dar la paz.
También en la vida cotidiana, dentro de mi familia, vivimos este amor. Y cuando anochece, cuando rezamos, no nos olvidamos nunca de nuestro niño porque precisamente es él quien vela por nosotros.
Cuando ofrezco mi testimonio sufro mucho, pero es aún más grande lo que me empuja a hacerlo: es el amor hacia el Padre, hacia mi hijo y hacia todas aquellas mujeres que han perdido el sentido de la vida después del aborto.
Marina Dainese Milán, Italia
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