Ahora muchos se afanan en hacer ver la maternidad como una carga
Todavía existen quienes minusvaloran el papel y el genio de la mujer en la sociedad. Sí, desgraciadamente los hay; aun entre creyentes se dan casos. Pero no es exclusivo de varones, incluso entre las mismas mujeres se desestiman unas con otras. Y sin embargo el ser humano más perfecto, pleno de gracia y lleno de vida; la criatura más libre y liberada, la más valiente y generosa, la más noble, obediente, sencilla, serena, entera, amorosa, incansable… es precisamente una mujer.
Ahora que muchos se afanan en hacer ver la maternidad como una carga; hoy que tantos denigran la belleza del ejercer como ama de casa; en un presente en que se afrenta y minusvalora por aquí y por allá el derecho a una vida dedicada a los hijos, a la fidelidad matrimonial y a la donación magnánima en la vida consagrada; en una actualidad en que voces se desfogan contra la Iglesia, cómo no elevar la mirada a esa mujer perfecta digna de la más noble alabanza; cómo no rendirle un himno de gratitud por ser quien es…
Hace unos días –justo a inicios del mes dedicado a ella– un muy buen amigo me mostró una poesía hecha oración del Padre José Luís Martín Descalzo. Por su belleza la trascribo para que me digáis si no expresa lo que todo buen hijo debe agradecer a la Santísima Virgen:
“Te doy gracias, María, por ser una mujer.
Gracias por haber sido mujer como mi madre
y por haberlo sido en un tiempo en el que
ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban
una mujer de nada
tú fuiste todo,
todo lo que un ser humano puede ser y mucho más,
la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada,
la mujer más libre y liberada de la historia,
la única mujer liberada y libre de la historia,
porque tú fuiste la única no atada al pecado,
la única no uncida a la vulgaridad,
la única que nunca fue mediocre,
la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Te doy gracias porque estuviste llena de gracia
porque estabas precisamente llena de vida;
porque estuviste llena de vida
porque te habían verdaderamente llenado de gracia.
Te doy gracias porque supiste encontrar la libertad
siendo esclava,
aceptando la única esclavitud que libera,
la esclavitud de Dios,
y nunca te enzarzaste en todas las otras esclavitudes
que a nosotros nos atan.
Te doy gracias porque te atreviste a tomar
la vida con las dos manos.
Porque al llegar el ángel,
te atreviste a preferir tu misión a tu comodidad,
porque aceptaste tu misión sabiendo que era cuesta arriba,
en una cuesta arriba que acababa en un Calvario.
Gracias porque fuiste valiente,
gracias por no tener miedo,
gracias por fiarte del Dios que te estaba llenando,
del Dios que venía, no a quitarte nada,
sino a hacerte más mujer.
Gracias por tu libertad de palabra cuando hablaste a Isabel.
Gracias por atreverte a decir que Dios
derribaría a los poderosos,
sin preocuparte por lo que pensaría Herodes.
Gracias por haber sabido que eras pobre
y que Dios te había elegido precisamente por ser pobre.
Gracias porque supiste hablar de los ricos
sin rencor, pero poniéndolos en su sitio.
Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes,
la más virginal de las madres.
Gracias porque entendiste la maternidad
como un servicio a la vida ¡y que Vida!
Gracias porque entendiste la virginidad
como una entrega ¡y qué entrega!
Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes,
por ser valiente en un tiempo de cobardes.
Gracias por atreverte a ir embaraza hasta Belén,
gracias por dar a luz donde cualquier otra mujer
se hubiera avergonzado.
Gracias por haber ser luego una mujer de pueblo,
por no haber necesitado ni ángeles, ni criadas
que te amasaran el pan y te hicieran la comida,
gracias por haber sabido vivir sin milagros ni prodigios
gracias por haber sabido que estar llena
no era de estarlo de títulos y honores, sino de amor.
Gracias por haber aceptado el exilio,
por asumir serena la muerte del esposo querido.
gracias por haber respetado la vocación de tu Hijo
cuando se fue hacia su locura,
por no haberle dado consejitos prudentes,
gracias por haberle dejado crecer y por
sentirte orgullosa de que Él te superase.
gracias por haber sabido quedarte en silencio
y en la sombra durante su misión,
pero sosteniendo de lejos
el grupo de mujeres que seguían a tu Hijo.
gracias por haber subido al Calvario
cuando pudiste quedarte alejada del llanto,
por aguantar al lado del sufriente.
Gracias por aceptar la soledad de los años vacíos.
Gracias por haber sido la mujer más entera
que ha existido nunca
y gracias, sobre todo, por haber sido
la única mujer de toda la historia que
volvió entera a los brazos de Dios.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo,
por no cansarte de amamantar a tus hijos de ahora.
gracias por no haber reclamado nunca con palabras vacías
tu derecho de mujer en la Iglesia,
pero al mismo tiempo haber sido de hecho
el miembro más eminente de la Iglesia,
la primera redimida,
por ser entre los hombres y mujeres todos de la tierra
la que más se ha parecido a tu Hijo,
la que más cerca ha estado y está aún de Dios”.
En María hallamos un programa de vida que podemos, que debemos imitar, revalorar y agradecer; en ella vemos la grandeza del ser mujer, del ser madre, del ser amiga, compañera, maestra, esposa, creyente… Sólo los que han llegado a hacer la experiencia de María son capaces de ver de otro modo a las todas demás mujeres y pronunciar un: “Doy gracias a Dios porque he podido experimentar en profundidad lo que significa la bondad materna, siempre abierta a quien busca refugio y precisamente así capaz de darme la libertad”, como el que dijo el Papa ahora que cumplió sus 80 años.0
Ahora que muchos se afanan en hacer ver la maternidad como una carga; hoy que tantos denigran la belleza del ejercer como ama de casa; en un presente en que se afrenta y minusvalora por aquí y por allá el derecho a una vida dedicada a los hijos, a la fidelidad matrimonial y a la donación magnánima en la vida consagrada; en una actualidad en que voces se desfogan contra la Iglesia, cómo no elevar la mirada a esa mujer perfecta digna de la más noble alabanza; cómo no rendirle un himno de gratitud por ser quien es…
Hace unos días –justo a inicios del mes dedicado a ella– un muy buen amigo me mostró una poesía hecha oración del Padre José Luís Martín Descalzo. Por su belleza la trascribo para que me digáis si no expresa lo que todo buen hijo debe agradecer a la Santísima Virgen:
“Te doy gracias, María, por ser una mujer.
Gracias por haber sido mujer como mi madre
y por haberlo sido en un tiempo en el que
ser mujer era como no ser nada.
Gracias porque cuando todos te consideraban
una mujer de nada
tú fuiste todo,
todo lo que un ser humano puede ser y mucho más,
la plenitud del hombre, una vida completa.
Gracias por haber sido una mujer libre y liberada,
la mujer más libre y liberada de la historia,
la única mujer liberada y libre de la historia,
porque tú fuiste la única no atada al pecado,
la única no uncida a la vulgaridad,
la única que nunca fue mediocre,
la única verdaderamente llena de gracia y de vida.
Te doy gracias porque estuviste llena de gracia
porque estabas precisamente llena de vida;
porque estuviste llena de vida
porque te habían verdaderamente llenado de gracia.
Te doy gracias porque supiste encontrar la libertad
siendo esclava,
aceptando la única esclavitud que libera,
la esclavitud de Dios,
y nunca te enzarzaste en todas las otras esclavitudes
que a nosotros nos atan.
Te doy gracias porque te atreviste a tomar
la vida con las dos manos.
Porque al llegar el ángel,
te atreviste a preferir tu misión a tu comodidad,
porque aceptaste tu misión sabiendo que era cuesta arriba,
en una cuesta arriba que acababa en un Calvario.
Gracias porque fuiste valiente,
gracias por no tener miedo,
gracias por fiarte del Dios que te estaba llenando,
del Dios que venía, no a quitarte nada,
sino a hacerte más mujer.
Gracias por tu libertad de palabra cuando hablaste a Isabel.
Gracias por atreverte a decir que Dios
derribaría a los poderosos,
sin preocuparte por lo que pensaría Herodes.
Gracias por haber sabido que eras pobre
y que Dios te había elegido precisamente por ser pobre.
Gracias porque supiste hablar de los ricos
sin rencor, pero poniéndolos en su sitio.
Gracias porque supiste ser la más maternal de las vírgenes,
la más virginal de las madres.
Gracias porque entendiste la maternidad
como un servicio a la vida ¡y que Vida!
Gracias porque entendiste la virginidad
como una entrega ¡y qué entrega!
Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes,
por ser valiente en un tiempo de cobardes.
Gracias por atreverte a ir embaraza hasta Belén,
gracias por dar a luz donde cualquier otra mujer
se hubiera avergonzado.
Gracias por haber ser luego una mujer de pueblo,
por no haber necesitado ni ángeles, ni criadas
que te amasaran el pan y te hicieran la comida,
gracias por haber sabido vivir sin milagros ni prodigios
gracias por haber sabido que estar llena
no era de estarlo de títulos y honores, sino de amor.
Gracias por haber aceptado el exilio,
por asumir serena la muerte del esposo querido.
gracias por haber respetado la vocación de tu Hijo
cuando se fue hacia su locura,
por no haberle dado consejitos prudentes,
gracias por haberle dejado crecer y por
sentirte orgullosa de que Él te superase.
gracias por haber sabido quedarte en silencio
y en la sombra durante su misión,
pero sosteniendo de lejos
el grupo de mujeres que seguían a tu Hijo.
gracias por haber subido al Calvario
cuando pudiste quedarte alejada del llanto,
por aguantar al lado del sufriente.
Gracias por aceptar la soledad de los años vacíos.
Gracias por haber sido la mujer más entera
que ha existido nunca
y gracias, sobre todo, por haber sido
la única mujer de toda la historia que
volvió entera a los brazos de Dios.
Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo,
por no cansarte de amamantar a tus hijos de ahora.
gracias por no haber reclamado nunca con palabras vacías
tu derecho de mujer en la Iglesia,
pero al mismo tiempo haber sido de hecho
el miembro más eminente de la Iglesia,
la primera redimida,
por ser entre los hombres y mujeres todos de la tierra
la que más se ha parecido a tu Hijo,
la que más cerca ha estado y está aún de Dios”.
En María hallamos un programa de vida que podemos, que debemos imitar, revalorar y agradecer; en ella vemos la grandeza del ser mujer, del ser madre, del ser amiga, compañera, maestra, esposa, creyente… Sólo los que han llegado a hacer la experiencia de María son capaces de ver de otro modo a las todas demás mujeres y pronunciar un: “Doy gracias a Dios porque he podido experimentar en profundidad lo que significa la bondad materna, siempre abierta a quien busca refugio y precisamente así capaz de darme la libertad”, como el que dijo el Papa ahora que cumplió sus 80 años.0
| Fuente: Catholic.net