El 21 de julio de 1999, Juan Pablo II desató la sorpresa en una audiencia general afirmando que el cielo «no es un lugar físico entre las nubes», como el que presentaban cada día los anuncios televisivos de una marca de café o las escenas pintadas en las bóvedas de algunas iglesias.
• El Papa aconsejó «mantener siempre una cierta sobriedad al describir las «realidades últimas», ya que cualquier representación que se haga es siempre inadecuada». El desafío a teólogos y artistas estaba servido.
• No es fácil explicar el cielo, y ya San Pablo, en su primera carta a los cristianos de Corinto, escribía que «ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que preparó Dios para los que le aman».
•Aun así, refiriéndose a su propia escuela filosófica, Juan Pablo II comentó que «en nuestros días, el lenguaje personalista puede describir de modo menos impropio la situación de felicidad y de paz en la comunión definitiva con Dios». El cielo, igual que el amor, no puede expresarse en palabras.
• El cielo no es un paraje -al que llegan primero las almas y después los cuerpos-, sino una gozosa relación interpersonal, del mismo modo que un hogar no es tanto un espacio como el amor que lo llena.
• Según el Papa, «el cielo no es una abstracción, ni un lugar físico entre las nubes, sino una relación viva y personal con la Trinidad Santísima. Es un encuentro con el Padre que se realiza en Jesús Resucitado gracias a la comunión del Espíritu Santo».
• Según el Catecismo de la Iglesia Católica, «llamamos cielo a esa vida perfecta, a esa comunión de vida y amor con la Santísima Trinidad, con la Virgen María, los Ángeles y los santos».