La responsabilidad, el amor y la sencillez de corazón, son virtudes aprendidas con el ejemplo que das cada día como mujer que desempeña los más diversos roles, entre ellos, el de madre.
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“¿Qué recordaran tus hijas de ti cuando les llegue el momento de convertirse en formadoras de sus propios hijos? Además del cuidado que puse en enseñarles amar a Dios, -me dirás- recordarán como aprendieron a amarlo con actos… sí, mis hijas recordaran que les enseñe a ser virtuosas”.
Enseñarles a ser mujeres de una pieza, íntegras, maduras, con una fe intensa y con un corazón limpio que pueda amar generosamente a los demás, es lo que como madres deberíamos de anhelar transmitir a nuestras hijas. La humildad, el amor y la sencillez de corazón no pueden ser mejor aprendidas que del ejemplo que tu das cada día como mujer que desempeña los más diversos roles, entre ellos el de madre. Ser laboriosas, sin actitudes maliciosas y justas en el trato, son cualidades que estoy segura quieres heredar a tus hijas. La disciplina, el orden, la perseverancia y responsabilidad son grandes surcos que tienes que formar en la educación de las mismas.
Debes pensar que esas niñas que hoy están creciendo, necesitan llegar a la vida adulta aprendiendo a vivir las virtudes humanas. ¿Qué clase de amiga serán si no les enseñas tu lo que es la sinceridad? ¿Quieres amiga, formar mujeres llenas de entereza, sólidas, firmes, alegres y sin miedo al esfuerzo e incompatibles con la frivolidad? ¿O prefieres tener hijas que no saben tomar decisiones, que se asustan ante el esfuerzo y van por la vida como tantos mediocres?
Amiga, es el momento de reflexionar seriamente sobre la manera en la que estas enseñando a tus pequeñas a ser virtuosas, buenas, nobles, humanas y responsables para la gran tarea de su vocación humana.
Virtudes, ¡virtudes! Como necesitamos mujeres valientes en nuestros días. Que pongan por alto en actos concretos la fuerza que proviene del amor. Pero, ¿Qué son las virtudes humanas? Y ¿cómo sacan de ti lo mejor que tienes para dar a los otros?
Santo Tomás de Aquino define la palabra virtud como un “acto operativo bueno”, es decir, que persona-mujer virtuosa, es aquella que siempre busca orientarse al bien y en todo lo que hace busca hacerse el bien para los demás.
El acto de repetir una y otra vez algo, como por ejemplo, poner los zapatos en su lugar cada vez que te los quitas, o poner en su lugar el cepillo de dientes en el mismo sitio que estaba antes de usarlo, le llamamos hábitos. La palabra hábito es la palabra moderna que se utiliza para definir lo que es la virtud. Y ¿como hacemos que nuestras hijas adquieran estas virtudes-hábitos en la medida en que van creciendo? Muy sencillo, repitiendo una y otra vez aquel “bien” que deseamos desarrollar en el carácter de nuestra hija. ¿Le costará? Por supuesto que sí, ya que estás desarrollando ejercicios de fuerza en la inteligencia y la voluntad.
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Exigencia y Comprensión
“La caridad es paciente……y prudente”.
Pero para poder repetir actos tan sencillos como son:
- arreglar la cama al levantarse
- poner la toalla en su lugar después de bañarse
- recoger los juguetes después de jugar
- colocar el abrigo donde debe de estar
- colocar los platos en la lavadora después de comer
- hacer la tarea a la misma hora siempre...
Hace falta que haya alguien que exija, hasta convertir las rutinarias repeticiones en virtudes humanas, que le darán reciedumbre al carácter de tus hijas y harán su personalidad resplandeciente como lo son los colores del arcoiris en el cielo.
Tú das el ejemplo
“La virtud es un valor que se ha echo vida en nosotros”. ¿La vives tú?
¿Es posible llegar a tener hijos responsables, sinceros, ordenados y justos si no ven en nosotros el esfuerzo por alcanzar la virtud humana? Es buen momento amiga mía para que examines con sinceridad y valentía, como estas viviendo las virtudes en tu vida. ¿Qué tan ordenada eres?, ¿terminas siempre aquellas cosas que comienzas?, ¿se puede decir que tus hijas ven en ti un constante ejemplo de superación personal? ¿Luchas cada jornada por mejorar en aquellas áreas donde necesitas hacerlo? De tal palo tal astilla, sabemos que dice el dicho. Pues tu mejor que yo sabes, que tus hijas no podrán nunca dar aquello que no han recibido, aquello que no tienen.
Imagina por un momento a la madre del Redentor María. Trata de visualizarla en el cuidado y educación de su hijo Jesús. Mira e imagina en tiempo presente su casa, la manera en la que estaría ayudando a Jesús a crecer. También puedes ver como le enseño a ordenar sus juguetes, a tratar al prójimo y a poner la mesa. Trata de ver a María con su vestimenta habitual en casa, su arreglo personal, la expresión de su cara por el cansancio... ¿Cómo le trasmite todo esto a Jesús? ¿Por qué El la admira tanto? ¿Cómo serían las virtudes humanas de María?¿Cuánto has aprendido tu de ella?
La vida de la Santísima Virgen María estaba llena de un esfuerzo humano perseverante, se sabía amada y elegida por Dios, y como mujer de carne y hueso, tengo la seguridad que luchaba como cualquier otra mujer por enseñar las virtudes humanas a su amadísimo hijo Jesucristo. Claro esta, que el suyo era un esfuerzo humano elevado a la categoría de lo sobrenatural por la filiación divina que impregnaba todo su día.
María era la dulce y obediente esclava del amor. En ella encontrarás las enseñanzas que necesitas para enseñar a tus hijas a vivir el amor. El amor que siempre estará ordenado al bien tuyo, de ellas y de todos los hombres de la tierra.
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