11. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza[20]: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor.
Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. ( F.C.)
De la madre Teresa de Calcuta para la 4º Conferencia Mundial de la Mujer
Pekín, 4 de septiembre de 1995
Una entrega en video por tema, de la carta que fuera leída en dicha conferencia por Mercedes Arzu Wilson, Delegada Oficial de Guatemala, Presidente de la asociación Familia de las Américas.
Dios nos dijo: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Entonces primero debo amarme yo mismo correctamente y luego amar a mi vecino de igual manera. ¿Pero cómo puedo amarme a mí mismo a menos que me acepte como fui creado por Dios? Aquellos que niegan las bellas diferencias entre hombres y mujeres no se están aceptando a sí mismos como Dios los creó, y por lo tanto no pueden amar a su prójimo. Ellos solamente traerán división, tristeza y destrucción de la paz al mundo. Por ejemplo, como he dicho con frecuencia, el aborto es el mayor destructor de la paz en el mundo hoy, y aquellos que quieren borrar las diferencias entre mujeres y hombres están todos a favor del aborto.
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*La mujer esta hecha para la entrega y la redención: se entrega al niño, se entrega al hombre, y su amor esta presto a todos los sacrificios con tal de redimir y salvar a quien se pierde. Ella debe, en el mundo de la eficacia material y también en el de la injusticia y la crueldad, ser testimonio del poder de la ofrenda y del amor redentor.*
*La mujer esta hecha para "llevar" y dar vida. Ella lleva el don del hombre, el hijo y solo llega a su logro pleno en la maternidad. Ella debe en el mundo actual, reino de la materia todopoderosa, llevar y engendrar "lo humano".*
*La mujer es para el hombre orgulloso, recuerdo incesante de su imperfección. La mujer es para el hombre egoísta, invitación constante a superarse. La Misión de la mujer está en hacerse consciente de su responsabilidad en la construcción del Mundo.*
*La Misión de la mujer es aceptar estar presente en él y desempeñar su papel, acomodado a todos los planes, económicos, políticos, sociales, desde la célula mas insignificante a las más extensas agrupaciones...*
*De esta manera se perfeccionara el Mundo, cuyo cuidado Dios -desde el principio- hizo el honor de confiar "a la pareja humana".*
369 El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre y de mujer. "Ser hombre", "ser mujer" es una realidad buena y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene inmediatamente de Dios su creador. El hombre y la mujer son, con la misma dignidad, "imagen de Dios". En su "ser-hombre" y su "ser-mujer" reflejan la sabiduría y la bondad del Creador.
370 Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las "perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de Dios: las de una madre y las de un padre y esposo.
"El uno para el otro", "una unidad de dos"
371 Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos acentos del texto sagrado. "No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gn 2, 18). Ninguno de los animales es "ayuda adecuada" para el hombre. La mujer, que Dios "forma" de la costilla del hombre y presenta a éste, despierta en él un grito de admiración, una exclamación de amor y de comunión: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn 2, 23). El hombre descubre en la mujer como un otro "yo", de la misma humanidad.
372 El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne" (Gn 2, 24), puedan transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1, 28). Al transmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador.
373 En el plan de Dios, el hombre y la mujer están llamados a "someter" la tierra como "administradores" de Dios. Esta soberanía no debe ser un dominio arbitrario y destructor. A imagen del Creador, "que ama todo lo que existe" (Sb 11, 24), el hombre y la mujer son llamados a participar en la providencia divina respecto a las otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al mundo que Dios les ha confiado.
El hombre como la mujer tienen formas muy diferentes de reaccionar, de captar la verdad, y de vivir la fe
Vemos, como de repente, se producen problemas entre un matrimonio, que podían haberse evitado, sí estuviésemos conscientes de las diferencias que existen en la manera de pensar y actuar del hombre y la mujer. Estas diferencias no deben de asustarnos, sino, todo lo contrario, pues en ellas radica la manera de complementarnos el hombre y la mujer.
El hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios, lo cual nos da una misma dignidad. Es decir, somos personas con igual dignidad, ni uno, ni otro es superior como ser humano.
Dios nos creó diferentes, en cuanto a los rasgos propios, pero de tal manera que nos complementemos. En ello se encuentra la belleza de la relación entre el hombre y la mujer.
De hecho, el hombre como la mujer tienen formas muy diferentes de reaccionar, de captar la verdad, de vivir la fe ... y si analizamos esto, podremos entender reacciones de nuestra pareja que a simple vista no las podamos comprender.
Vamos a reflexionar sobre estas diferencias
Elementos generales:
Características masculinas
Actividad Deseo de dominar Exigir derechos Deseo de dirigir, de conducir Impaciencia, precaución Deseo de cambiar las cosas
Características femeninas Pasividad Sometimiento Bondad Perseverancia Precavida Deseo de conservar la tradición
Elementos fisiológicos Características masculinas El hombre está hecho para producir vida, Para crearla, recogerla y hacerla germinar Y perfeccionarla.
Características femeninas
La mujer está hecha para conservarla,para sembrarla.
Elementos sensitivos
Característica masculinas
Apasionamiento Deseo de amar y cortejar Espíritu de aventura Capta lo general, lo grande, lo lejano. El hombre prefiere lo razonable. El peligro lo excita.
Característica femeninas
Afectividad Deseo de ser amada y cortejada Castidad, fidelidad. Capta lo particular, los detalle, lo pequeño. La mujer prefiere lo verdadero, lo bello, lo bueno. El peligro la desconcierta.
Elementos Intelectuales Característica masculinas Piensa con lógica Mira al futuro Se interesa por las cosas Vive de ideas y planes
Características femeninas
Actúa con la lógica del corazón, del sentimiento. Mira, preferentemente al presente, al pasado. Se interesa por las personas, comprende y se compadece. Vive de experiencias.
Elementos volitivos (de la voluntad)
Características masculinas
La voluntad del hombre tiende a su objetivo El hombre se convence con razones. Obra más conforme a la realidad de los hechos. El hombre teme al sufrimiento.
Características femeninas
La voluntad de la mujer se influencia por lo personal. La mujer se convence llegándole al corazón. Obra más movida por compasión y misericordia. La mujer enfrenta con mayor resistencia el sufrimiento.
Elementos religiosos Características masculinas El hombre trata de conocer a Dios El hombre ora con la cabeza. Cuando se convence del ideal religioso y de su seguimiento, se entrega totalmente.
Características femeninas
La mujer trata de sentir a Dios La mujer ora con el corazón Vive en torno al ideal religioso,pero se fija más en las circunstancias que la rodean que en el mismo ideal. En resumen, el objetivo de comentar todas estas características que distinguen a los hombres de las mujeres, es darnos cuenta, que a pesar de ser diferentes, uno necesita del otro y viceversa, y el ser diferentes hacen que su relación se enriquezca. A pesar de las diferencias físicas y emocionales, no olvidemos que Dios creó al hombre y a la mujer con igualdad de dignidad como personas.
En la Biblia, en el antiguo testamento, el Génesis dice: "No es bueno que el hombre esté sólo, dijo Dios, hagámosle una compañera... y de su misma costilla formó a la mujer, la presentó al hombre, quién exclamó : ésta sí que es hueso de mis huesos, carne de mi carne".
Descubrirnos mutuamente como diferentes y complementarios es sabiduría humana y cristiana. Dios nos hizo compañeros del camino, para ayudarnos, acompañarnos y complementarnos.
Aplicaciones en la vida diaria:
Para vivir acertadamente nuestra diferencia y complementariedad entre hombre y mujer: Primero, hay que aceptar realmente que hemos sido creados diferentes por Dios; Segundo, respetar la dignidad de la otra persona y sus valores propios Tercero; descubrir y apreciar lo que nos une y nos complementa.
Distinta a la ley revelada, la ley natural es lo que los seres humanos podemos conocer, por medio de la razón. Es lo que está al alcance de la razón sin recurso a la fe. La ley natural es "La participación de la criatura racional en la ley eterna" -Sto. Tomás de Aquino; Summa Theologica, 1a, 2ae, quest. 91, art.2.
Es necesaria para la convivencia en una sociedad pluralista
La ley moral natural, según santo Tomás de Aquino, "no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios ha donado esta luz y esta ley en la creación" (Veritatis Splendor, n. 40; cf. también Catecismo de la Iglesia católica, nn. 1954-1955).
Se le llama ley natural porque todo ser humano está sujeto a ella ya que contiene sólo los deberes que son derivados de la misma naturaleza humana y porque su esencia puede ser captada por la luz de la razón sin ayuda sobrenatural.
Sabemos, por ejemplo, por la ley natural, que el adulterio, el aborto y el robo son males porque podemos razonar que violan derechos humanos fundamentales.
Marco Tulio (Cicerón) +46A.C., político y orador romano, en su libro La República, escribe respecto a la Ley Natural: “Ciertamente existe una ley verdadera, de acuerdo con la naturaleza, conocida por todos, constante y sempiterna... A esta ley no es lícito agregarle ni derogarle nada, ni tampoco eliminarla por completo. No podemos disolverla por medio del Senado o del pueblo. Tampoco hay que buscar otro comentador o intérprete de ella. No existe una ley en Roma y otra en Atenas, una ahora y otra en el porvenir; sino una misma ley, eterna e inmutable, sujeta a toda la humanidad en todo tiempo...”. (Cap. 3)
San Pablo reconoce la existencia de la ley natural cuando describe las responsabilidades morales de aquellos que no tenían el beneficio de conocer la ley mosáica (ley revelada).
"En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza... " Romanos 2,14
La ley civil del Occidente se ha fundamentado en gran parte en el principio de la ley natural. Lamentablemente, se ha ido apartando de ella en las últimas décadas, como se hace evidente, por ejemplo, en la legislación favorable al aborto.
Juan Pablo II sobre la ley natural:
Del discurso a la asamblea general de la academia pontificia para la vida, 27 de febrero de 2002.
4. Es importante ayudar a nuestros contemporáneos a comprender el valor positivo y humanizador de la ley moral natural, aclarando una serie de malentendidos e interpretaciones falaces.
El primer equívoco que conviene eliminar es "el presunto conflicto entre libertad y naturaleza", que "repercute también sobre la interpretación de algunos aspectos específicos de la ley natural, principalmente sobre su universalidad e inmutabilidad" (Veritatis splendor, 51). En efecto, también la libertad pertenece a la naturaleza racional del hombre, y puede y debe ser guiada por la razón: "Precisamente gracias a esta verdad, la ley natural implica la universalidad. En cuanto inscrita en la naturaleza racional de la persona, se impone a todo ser dotado de razón y que vive en la historia" (ib.).
5. Otro punto que hace falta aclarar es el presunto carácter estático y determinista atribuido a la noción de ley moral natural, sugerido quizá por una analogía errónea con el concepto de naturaleza propio de las realidades físicas. En verdad, el carácter de universalidad y obligatoriedad moral estimula y urge el crecimiento de la persona. "Para perfeccionarse en su orden específico, la persona debe realizar el bien y evitar el mal, preservar la transmisión y la conservación de la vida, mejorar y desarrollar las riquezas del mundo sensible, cultivar la vida social, buscar la verdad, practicar el bien y contemplar la belleza" (ib.; cf. santo Tomás, Suma teológica, I-II, q.94, a.2).
De hecho, el magisterio de la Iglesia se refiere a la universalidad y al carácter dinámico y perfectivo de la ley natural con relación a la transmisión de la vida, tanto para mantener en el acto procreador la plenitud de la unión esponsal como para conservar en el amor conyugal la apertura a la vida (cf. Humanae vitae, 10; Donum vitae, II, 1-8). Análoga referencia hace el Magisterio cuando se trata del respeto a la vida humana inocente: aquí el pensamiento va al aborto, a la eutanasia y a la supresión y experimentación que destruye los embriones y los fetos humanos (cf. Evangelium vitae, 52-67).
6. La ley natural, en cuanto regula las relaciones interhumanas, se califica como "derecho natural" y, como tal, exige el respeto integral de la dignidad de cada persona en la búsqueda del bien común. Una concepción auténtica del derecho natural, entendido como tutela de la eminente e inalienable dignidad de todo ser humano, es garantía de igualdad y da contenido verdadero a los "derechos del hombre", que constituyen el fundamento de las Declaraciones internacionales.
En efecto, los derechos del hombre deben referirse a lo que el hombre es por naturaleza y en virtud de su dignidad, y no a las expresiones de opciones subjetivas propias de los que gozan del poder de participar en la vida social o de los que obtienen el consenso de la mayoría. En la encíclica Evangelium vitae denuncié el grave peligro de que esta falsa interpretación de los derechos del hombre, como derechos de la subjetividad individual o colectiva, separada de la referencia a la verdad de la naturaleza humana, puede llevar también a los regímenes democráticos a transformarse en un totalitarismo sustancial (cf. nn. 19-20).
En particular, entre los derechos fundamentales del hombre, la Iglesia católica reivindica para todo ser humano el derecho a la vida como derecho primario. Lo hace en nombre de la verdad del hombre y en defensa de su libertad, que no puede subsistir sin el respeto a la vida. La Iglesia afirma el derecho a la vida de todo ser humano inocente y en todo momento de su existencia. La distinción que se sugiere a veces en algunos documentos internacionales entre "ser humano" y "persona humana", para reconocer luego el derecho a la vida y a la integridad física sólo a la persona ya nacida, es una distinción artificial sin fundamento científico ni filosófico: todo ser humano, desde su concepción y hasta su muerte natural, posee el derecho inviolable a la vida y merece todo el respeto debido a la persona humana (cf. Donum vitae, 1).
7. Queridos hermanos, como conclusión, deseo estimular vuestra reflexión sobre la ley moral natural y sobre el derecho natural, con el deseo de que brote de ella un nuevo y fuerte impulso de instauración del verdadero bien del hombre y de un orden social justo y pacífico. Volviendo siempre a las raíces profundas de la dignidad humana y de su verdadero bien, y basándose en lo que existe de imperecedero y esencial en el hombre, se puede entablar un diálogo fecundo con los hombres de cada cultura, con vistas a una sociedad inspirada en los valores de la justicia y la fraternidad.
Para más de uno, el tema de la maternidad debería quedar como algo exclusivo de las mujeres. Los hombres deberían callar, no decir ni palabra, porque no pueden quedar embarazados.
Si se lleva a su máximo extremo la postura anterior, media humanidad no podría emitir ningún juicio sobre el tema. Lo cual es caer en una doble injusticia.
La primera injusticia: se atentaría contra el derecho a la libertad de expresión. Excluir a todo un “colectivo”, el de los hombres, sobre un tema tan importante es una injusticia digna de ser condenada con firmeza.
La segunda injusticia: los hombres y las mujeres nacen gracias a la unión entre hombres y mujeres. No hay maternidad si no hay paternidad, no hay niños sin que cada uno nazca de un hombre y de una mujer. Es decir, la maternidad no es un asunto privado ni exclusivo de la mujer.
Los hombres tienen, por lo tanto, mucho que ver con la maternidad. Porque cada uno de ellos ha nacido gracias a mujeres que han dicho “sí” a su maternidad. Sin mujeres que acojan a sus hijos, no nacería ningún hombre. Ni ninguna mujer, también hay que decirlo.
Además, como ya dijimos, no hay mujer que sea madre si no es con la ayuda de un hombre que también llega a ser padre.
Los problemas surgen cuando los hombres se esconden, huyen de sus responsabilidades como padres. Algunos no quieren saben nada de un embarazo que inicia, de un hijo que también es de ellos. Es entonces cuando dejan sola a la mujer, como si la maternidad fuese un asunto privado, como si sus actos no tuviesen responsabilidades en la nueva vida que ha iniciado.
Hay que considerar, también, la vida del hijo. No es justo ver al hijo, durante los meses de embarazo, como un asunto privado de la mujer. Los que hoy disfrutamos de la vida un día estuvimos en el útero de nuestras madres. Si nacimos fue porque antes fuimos embriones y fetos. No éramos un objeto, ni algo que estaba allí a disposición de lo que decidiesen en total libertad los adultos.
Ciertos movimientos que se autodeclaran defensores de la mujer necesitan abrir los ojos ante esta realidad. La maternidad afecta a tres seres humanos: el padre, la madre, el hijo. Negar los derechos de uno de ellos en función de los gustos o caprichos sólo de la mujer (o del hombre y de la mujer cuando se “alían” para acabar con la vida de su hijo, o del hombre cuando obliga a la mujer a abortar) es promover una cultura del dominio y de la muerte. Lo contrario de lo que estaría llamado a buscar cualquier feminismo que se propusiese defender seriamente la dignidad de las mujeres.
El feminismo auténtico, verdadero, serio, será respetuoso de toda vida humana. Será justo y solidario. Estará dispuesto a tutelar y a asistir a cualquier mujer madre que viva en situaciones de pobreza, falta de higiene, desprecio o marginación. Será capaz de responsabilizar al hombre-padre en la vida de cada nuevo hijo. Protegerá y buscará el bien de los hijos. Que son los hombres y las mujeres del mañana. Lo cual es el fruto más maduro y más rico de cualquier movimiento que quiera defender, auténticamente, los derechos humanos.
CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM
CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM