Autor: P. LLucià Pou
Sabaté
Las consecuencias del aborto. Jornada mundial en favor de la vida | ||
"Veréis, son las siete menos cuarto de la mañana del 25 de diciembre del 2000, otra noche más en blanco. Hace cuatro días, a pesar de todo, dormía. Ahora el sueño es una utopía. Tengo 31 años y he matado deliberadamente a mi hijo"... | ||
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11. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza[20]: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. ( F.C.)
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martes, 6 de abril de 2010
Las consecuencias del aborto
Para las mujeres víctimas del aborto
La actitud ante la pena y el dolor
Tú, como otras muchas mujeres has descubierto que después de practicarte el aborto has quedado más o menos incapacitada psicológicamente. Sufres y a veces no sabes por qué. Te duele el alma. Te vienen pesadillas, o tu autoestima está por los suelos Te sientes deprimida, o con ira, o intranquila, o temerosa. Tal vez estás preocupada cuando llega el aniversario en que hubiese nacido el bebé; o anhelas tener otro bebé , un bebé de "expiación", y sufres porque ya no puedes. O bien, te dejas llevar por una conducta autodestructiva, abusando de las drogas o del alcohol. Te vienen ideas de suicidio o has perdido el apetito.
Cualquiera que sea el dolor que estés experimentando, no eres la única. Muchos hombres y mujeres están sufriendo como tú; algunos se han abierto paso a través de su dolor. Por ello, queremos ayudarte con nuestra experiencia y darte a conocer un tema sobre el que se ha escrito poco y del que se conoce poco, expecto por nosotras, las víctimas sobrevivientes del aborto.
No permitas que nadie trivialice o menosprecie tu pena
Tu pena es un signo saludable, una señal de que estás haciendo frente a una realidad, en vez de tratar inútilmente de olvidarla, o de intentar sepultarla dentro de ti misma. Las lágrimas purifican. El primer paso para ser curado de las heridas emocionales es admitir su existencia y reconocer su causa.
Tienes el derecho a sentir pena y dolor. Si perdieras un niño muy pequeño por enfermedad o accidente, la sociedad comprendería la razón de tu pena. El aborto espontáneo de un hijo deseado también es una razón legítima para afligirse. Sin embargo, muchas mujeres y hombres se sorprenden de encontrarse apenadas por la pérdida de su(s) hijo(s) porque el aborto era -más o menos- un acto voluntario. La voluntariedad del acto no elimina la pena, sino al contrario. A la pérdida se le añade la responsabilidad -o culpabilidad- de haber desechado el hijo que Dios había puesto en entrañas, lo la cual intensifica la pena.
Puedes ser inducida a creer, apoyada por cualquier persona -profesionales, asesores, otras mujeres, amigas, miembros de la familia, cónyuges o parejas- que tu pena es ilegítima, que no hay razón para tener la conciencia atormentada o para cargar con ese dolor. Esto frecuentemente lleva a las mujeres y a los hombres a sentirse ridículos o culpables por su propia pena, aumenta su confusión y les hace sentir como si estuvieran "perdiendo los estribos".
Tu pena no sólo es justificable, es normal, pues en el mismo momento de iniciar un embarazo comienzan todos los cambios hormonales del organismo, cuyo fin es transformar a la mujer en madre. La maquinaria del cuerpo se prepara para traer al mundo una criatura; y al mismo tiempo que el cuerpo se prepara para la maternidad se prepara también la mente. Cualquier impedimento a este proceso natural como el aborto, destruye la ecología del cuerpo y deja cicatrices en la psíquis de la que iba a ser madre. Por este motivo, después de un aborto, lo que anormal es la ausencia de la sensación de pérdida, de vacío, de pena o de aflicción. Reconoce que estás respondiendo normalmente a una trágica experiencia de la vida. El hecho de que cooperaste en causarte esa tragedia no niega tu pena, sino más bien la intensifica.
No seas demasiado dura contigo misma
Cierto doctor ha dicho que el fenómeno de las dudas que siente la mujer sobre la aceptación o rechazo de tener al hijo al principio del embarazo es tan universal, que en sí constituye un síntoma de embarazo. Se te pidió que tomaras una importante decisión cuando tu estado de ánimo no estaba equilibrado, influenciado en parte por los cambios hormonales que estaban ocurriendo en tu interior al principio del embarazo, cuando tu capacidad para tomar decisiones no estaba en su mejor momento.Por otro lado, es probable que no tomaste sola tu decisión.
Quizás el padre del bebé no quiso o no pudo apayarte para no aceptar la responsabilidad de tener un hijo. Puede que te haya sugerido el aborto -quizás incluso haya usado su influencia emocional y/o económica para persuadirte, presionarte o coaccionarte para que abortaras.
Frecuentemente los padres, en el deseo de evitarte pasar verguenza, dolor, o ver interrumpidos tus planes (de educación, de trabajo, etc.); incitan al aborto como una "solución" del "problema", del embarazo "problemático" o inoportuno.
Si una mujer o un hombre están solteros, pueden sentir que, porque su conducta sexual ha sido bastante irresponsable, han renunciado a su derecho a tomar una decisión de tener al niño, en contra de los deseos expresos de sus padres. Sienten que no tienen derecho a avergonzarlos aún más, ni a "turbar" o aplazar los planes que habían trazado para para su futuro. En un sincero deseo de ahorrarles el dolor, muchas mujeres y hombres consideran equivocadamente el aborto como una manera de resolver una situación que está haciendo sufrir a los que más aman.
Tus familiares, tu mejor amiga, todos ellos pueden haberte sugerido que el aborto es realmente la solución más viable para una situación difícil.
O puede ser que los consejeros del centro de planificación familiar no te dieron toda la información necesaria para ayudarte a tomar una decisión informada y libre. Negaron la humanidad a tu hijo aún no nacido. Le llamaron un "puñado de células", "un pedazo de tejido" o "el producto de la concepción". No te informaron de las secuelas físicas y psicológicas del aborto. Apenas te informaron del tipo de procedimiento "seguro y sencillo" con el que "matarían" al niño. Y no te dijeron nada del dolor que tú y tu hijo sufriríais. Es por ello probable que no tomaste tu decisión basándote en una información adecuada y completa.
Finalmente, quizás equiparaste lo que es legal con lo que es correcto. Después de todo, el Tribunal Supremo de los EE.UU. declaró que el aborto es un "derecho" y ¿van a estar equivocadas el millón y seiscientas mil mujeres que abortan cada año en este país? Normalmente confías en la ley como una pauta para dirigir tu vida. No es tu culpa que no te dieses cuenta de la tragedia que ha supuesto la aplicación errónea de la justicia. Es un fracaso de la sociedad, no sólo tuyo.
Las cuestión puede ser muy clara ahora, de vida o muerte. Eso no quiere decir que fuera tan clara entonces. Fue una decisión trágica, pero no fue totalmente "incomprensible".
Perdona a los personas que colaboraron en tu aborto
Es natural que te sientas enfadada con las personas cercanas a ti, las que debieran haberte apoyado en ese momento difícil de tu vida, pero que te fallaron tan miserablemente. Pero no permitas que la ira y la rabia sigan anidando en tu corazón, pues te destruirán, acabando en amargura y enfermedad.
Tienes que darte cuenta de que a lo mejor el padre de la criatura puede haberse sentido entre la "espada y la pared". Quizás renegó de todos los compromisos verbales o no que te hizo. Si has sido generosa contigo misma, ahora sé generosa con él. El aborto frecuentemente acaba con la relación que produjo el embarazo. Si esto te ha sucedido, que así sea. Pero perdónale. Perdona a tus padres, y amigos. Estaban equivocados, aunque buscaban lo mejor para ti. Sus juicios fueron errados pero solo Dios podrá juzgarlos.
Perdona a los profesionales sanitarios que te atendieron y quizás te mintieron, sin darte la información pertinente que podía haber cambiado tu decisión. Se dejaron llevar de una actitud paternalista, pensando que una decisión no informada es menos dolorosa. Aunque nosotras ahora ya sabemos que lo contrario es lo menos doloroso a la larga.
Busca la curación en Dios
Muchas mujeres y hombres nos han expresado que se sienten indignas del perdón de Dios: que, en efecto, están esperando, o sienten que están bajo el juicio de Dios. Pero lee lo que Dios dice: "Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3:16). "El que crea" incluye a cualquiera que haya pecado y Romanos 3:23 dice: "Porque todos han pecado". El aborto no sólo es un acto mal aconsejado, un llevar a cabo una decisión desgraciada, es un pecado. Confiésalo a Dios como pecado y sentirás que "Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y para purificarnos de toda iniquidad"(I Carta de San Juan 1:9). Esto puedes hacerlo, si eres católica, acudiendo al Sacramento de la Confesión o Reconciliación.
No permitas que el enemigo de tu alma te diga que tu pecado fue demasiado grande, o demasiado premeditado, o demasiado egoísta o demasiado destructivo para que Dios te pueda perdonar. ¡No hay ningún pecado demasiado grande, premeditado, egoísta o destructivo que Dios no esté deseoso de perdonar con tal que se lo pidan!
Nota: Tomado del folleto "Surviving abortión" de la organización WEBA (Women Exploited by abortion - Mujeres explotadas por el aborto). Dirección: WEBA; Route 1, Box 821; Venus, Texas 76084. Teléf.:(214) 366-3600
Tú, como otras muchas mujeres has descubierto que después de practicarte el aborto has quedado más o menos incapacitada psicológicamente. Sufres y a veces no sabes por qué. Te duele el alma. Te vienen pesadillas, o tu autoestima está por los suelos Te sientes deprimida, o con ira, o intranquila, o temerosa. Tal vez estás preocupada cuando llega el aniversario en que hubiese nacido el bebé; o anhelas tener otro bebé , un bebé de "expiación", y sufres porque ya no puedes. O bien, te dejas llevar por una conducta autodestructiva, abusando de las drogas o del alcohol. Te vienen ideas de suicidio o has perdido el apetito.
Cualquiera que sea el dolor que estés experimentando, no eres la única. Muchos hombres y mujeres están sufriendo como tú; algunos se han abierto paso a través de su dolor. Por ello, queremos ayudarte con nuestra experiencia y darte a conocer un tema sobre el que se ha escrito poco y del que se conoce poco, expecto por nosotras, las víctimas sobrevivientes del aborto.
No permitas que nadie trivialice o menosprecie tu pena
Tu pena es un signo saludable, una señal de que estás haciendo frente a una realidad, en vez de tratar inútilmente de olvidarla, o de intentar sepultarla dentro de ti misma. Las lágrimas purifican. El primer paso para ser curado de las heridas emocionales es admitir su existencia y reconocer su causa.
Tienes el derecho a sentir pena y dolor. Si perdieras un niño muy pequeño por enfermedad o accidente, la sociedad comprendería la razón de tu pena. El aborto espontáneo de un hijo deseado también es una razón legítima para afligirse. Sin embargo, muchas mujeres y hombres se sorprenden de encontrarse apenadas por la pérdida de su(s) hijo(s) porque el aborto era -más o menos- un acto voluntario. La voluntariedad del acto no elimina la pena, sino al contrario. A la pérdida se le añade la responsabilidad -o culpabilidad- de haber desechado el hijo que Dios había puesto en entrañas, lo la cual intensifica la pena.
Puedes ser inducida a creer, apoyada por cualquier persona -profesionales, asesores, otras mujeres, amigas, miembros de la familia, cónyuges o parejas- que tu pena es ilegítima, que no hay razón para tener la conciencia atormentada o para cargar con ese dolor. Esto frecuentemente lleva a las mujeres y a los hombres a sentirse ridículos o culpables por su propia pena, aumenta su confusión y les hace sentir como si estuvieran "perdiendo los estribos".
Tu pena no sólo es justificable, es normal, pues en el mismo momento de iniciar un embarazo comienzan todos los cambios hormonales del organismo, cuyo fin es transformar a la mujer en madre. La maquinaria del cuerpo se prepara para traer al mundo una criatura; y al mismo tiempo que el cuerpo se prepara para la maternidad se prepara también la mente. Cualquier impedimento a este proceso natural como el aborto, destruye la ecología del cuerpo y deja cicatrices en la psíquis de la que iba a ser madre. Por este motivo, después de un aborto, lo que anormal es la ausencia de la sensación de pérdida, de vacío, de pena o de aflicción. Reconoce que estás respondiendo normalmente a una trágica experiencia de la vida. El hecho de que cooperaste en causarte esa tragedia no niega tu pena, sino más bien la intensifica.
No seas demasiado dura contigo misma
Cierto doctor ha dicho que el fenómeno de las dudas que siente la mujer sobre la aceptación o rechazo de tener al hijo al principio del embarazo es tan universal, que en sí constituye un síntoma de embarazo. Se te pidió que tomaras una importante decisión cuando tu estado de ánimo no estaba equilibrado, influenciado en parte por los cambios hormonales que estaban ocurriendo en tu interior al principio del embarazo, cuando tu capacidad para tomar decisiones no estaba en su mejor momento.Por otro lado, es probable que no tomaste sola tu decisión.
Quizás el padre del bebé no quiso o no pudo apayarte para no aceptar la responsabilidad de tener un hijo. Puede que te haya sugerido el aborto -quizás incluso haya usado su influencia emocional y/o económica para persuadirte, presionarte o coaccionarte para que abortaras.
Frecuentemente los padres, en el deseo de evitarte pasar verguenza, dolor, o ver interrumpidos tus planes (de educación, de trabajo, etc.); incitan al aborto como una "solución" del "problema", del embarazo "problemático" o inoportuno.
Si una mujer o un hombre están solteros, pueden sentir que, porque su conducta sexual ha sido bastante irresponsable, han renunciado a su derecho a tomar una decisión de tener al niño, en contra de los deseos expresos de sus padres. Sienten que no tienen derecho a avergonzarlos aún más, ni a "turbar" o aplazar los planes que habían trazado para para su futuro. En un sincero deseo de ahorrarles el dolor, muchas mujeres y hombres consideran equivocadamente el aborto como una manera de resolver una situación que está haciendo sufrir a los que más aman.
Tus familiares, tu mejor amiga, todos ellos pueden haberte sugerido que el aborto es realmente la solución más viable para una situación difícil.
O puede ser que los consejeros del centro de planificación familiar no te dieron toda la información necesaria para ayudarte a tomar una decisión informada y libre. Negaron la humanidad a tu hijo aún no nacido. Le llamaron un "puñado de células", "un pedazo de tejido" o "el producto de la concepción". No te informaron de las secuelas físicas y psicológicas del aborto. Apenas te informaron del tipo de procedimiento "seguro y sencillo" con el que "matarían" al niño. Y no te dijeron nada del dolor que tú y tu hijo sufriríais. Es por ello probable que no tomaste tu decisión basándote en una información adecuada y completa.
Finalmente, quizás equiparaste lo que es legal con lo que es correcto. Después de todo, el Tribunal Supremo de los EE.UU. declaró que el aborto es un "derecho" y ¿van a estar equivocadas el millón y seiscientas mil mujeres que abortan cada año en este país? Normalmente confías en la ley como una pauta para dirigir tu vida. No es tu culpa que no te dieses cuenta de la tragedia que ha supuesto la aplicación errónea de la justicia. Es un fracaso de la sociedad, no sólo tuyo.
Las cuestión puede ser muy clara ahora, de vida o muerte. Eso no quiere decir que fuera tan clara entonces. Fue una decisión trágica, pero no fue totalmente "incomprensible".
Perdona a los personas que colaboraron en tu aborto
Es natural que te sientas enfadada con las personas cercanas a ti, las que debieran haberte apoyado en ese momento difícil de tu vida, pero que te fallaron tan miserablemente. Pero no permitas que la ira y la rabia sigan anidando en tu corazón, pues te destruirán, acabando en amargura y enfermedad.
Tienes que darte cuenta de que a lo mejor el padre de la criatura puede haberse sentido entre la "espada y la pared". Quizás renegó de todos los compromisos verbales o no que te hizo. Si has sido generosa contigo misma, ahora sé generosa con él. El aborto frecuentemente acaba con la relación que produjo el embarazo. Si esto te ha sucedido, que así sea. Pero perdónale. Perdona a tus padres, y amigos. Estaban equivocados, aunque buscaban lo mejor para ti. Sus juicios fueron errados pero solo Dios podrá juzgarlos.
Perdona a los profesionales sanitarios que te atendieron y quizás te mintieron, sin darte la información pertinente que podía haber cambiado tu decisión. Se dejaron llevar de una actitud paternalista, pensando que una decisión no informada es menos dolorosa. Aunque nosotras ahora ya sabemos que lo contrario es lo menos doloroso a la larga.
Busca la curación en Dios
Muchas mujeres y hombres nos han expresado que se sienten indignas del perdón de Dios: que, en efecto, están esperando, o sienten que están bajo el juicio de Dios. Pero lee lo que Dios dice: "Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3:16). "El que crea" incluye a cualquiera que haya pecado y Romanos 3:23 dice: "Porque todos han pecado". El aborto no sólo es un acto mal aconsejado, un llevar a cabo una decisión desgraciada, es un pecado. Confiésalo a Dios como pecado y sentirás que "Él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y para purificarnos de toda iniquidad"(I Carta de San Juan 1:9). Esto puedes hacerlo, si eres católica, acudiendo al Sacramento de la Confesión o Reconciliación.
No permitas que el enemigo de tu alma te diga que tu pecado fue demasiado grande, o demasiado premeditado, o demasiado egoísta o demasiado destructivo para que Dios te pueda perdonar. ¡No hay ningún pecado demasiado grande, premeditado, egoísta o destructivo que Dios no esté deseoso de perdonar con tal que se lo pidan!
Nota: Tomado del folleto "Surviving abortión" de la organización WEBA (Women Exploited by abortion - Mujeres explotadas por el aborto). Dirección: WEBA; Route 1, Box 821; Venus, Texas 76084. Teléf.:(214) 366-3600
jueves, 19 de noviembre de 2009
Impacto en el hombre de las leyes proabortistas de EE.UU.
Impacto en el hombre de las leyes proabortistas de EE.UU.
El debate sobre el aborto se ha enfocado casi exclusivamente desde la perspectiva de las mujeres, haciendo caso omiso de los hombres. En un momento en que los hombres se comprometen cada vez más en la crianza de sus hijos, la ley en los Estados Unidos les niega sistemáticamente el derecho a estar implicados en decisiones de vida o muerte que afectan a sus hijos aún no nacidos.
Esta impotencia tiene su efecto no sólo en la imagen que el varón tiene de sí mismo, sino que también puede causar conflictos de funciones, culpabilidad, depresión y, con frecuencia, el final de la relación con su cónyuge.
Se ha defendido el aborto como un sencillo procedimiento quirúrgico que produce poco o ningún impacto psicológico tanto en la mujer como en el hombre. En realidad, la mayoría de los hombres, lo mismo que las mujeres, niegan cualquier consecuencia emocional negativa del aborto. Sin embargo, cuando los hombres deciden reconocer sus sentimientos, describen con frecuencia la experiencia del aborto como desconcertante y dolorosa. Un estudio arrojó que tres de cada cuatro varones dijeron que pasaron por un momento difícil con la experiencia del aborto y una minoría relató sueños continuos de día y de noche sobre el niño que nunca nació, así como culpabilidad, remordimiento y tristeza considerables.
Lo mismo para los hombres que para las mujeres, la sensación de vacío puede durar toda una vida, puesto que los padres son padres para siempre, incluso del niño muerto. El problema emocional es casi imposible de resolver porque no es perceptible, sólo se trata de un recuerdo. Como al niño no nacido le fue negada la humanidad, le es negada también una sepultura o una señal.
En la decisión del aborto, con demasiada frecuencia el cometido del varón es marginal y pasivo. Puede que sea pasado por alto por su mujer, ignorado en la clínica abortista y desamparado en el acto y las secuelas del propio aborto. Este conflicto de funciones bien puede ser responsable parcialmente del aumento en la disfunción sexual masculina. La experiencia clínica demuestra que los hombres se vuelven hostiles cuando han sido excluídos de la toma de decisiones y cuando descubren que han sido engañados y manipulados.
Convertirse en padre es, por supuesto, mucho más complejo que el contacto sexual y la concepción. Es un proceso que incluye el desarrollo de ciertas cualidades, objetivos, actitudes, etc. Para los hombres lo mismo que para las mujeres, el aborto detiene bruscamente este proceso y crea un vacío en el que abundan la confusión, la ambivalencia, la culpabilidad y la hostilidad.
En ninguna parte se siente más dolorosamente la experiencia del aborto que en el campo de la expectativa del padre, responsable y protector de sus seres queridos. Los resultados de una encuesta nacional indican que tres de cada cuatro personas que respondieron creen aún que el hombre ideal es aquel que lucha para proteger a su familia. Sin embargo, ¿cómo podrá un hombre proteger a su hijo cuando la ley no le permite involucrarse en una decisión de vida o muerte?
Realmente, con el aborto se ha comprobado la doble escala de valores para los hombres y las mujeres. Mientras está garantizado el (falso) "derecho" a abdicar de la futura maternidad, no lo está el derecho del padre a proteger su futura paternidad. Cuando las mujeres escogen el aborto, aún por encima de los deseos del varón, se habla de la proclamación de los "derechos" de las mujeres, de la libertad, de la opresión masculina, etc. Pero cuando los hombres fomentan el aborto para sus parejas, está tipificado (y con toda razón) como coacción, falta de afecto, insensibilidad y egoísmo.
Por otra parte, el renunciar a la responsabilidad encaja bien en el pensamiento abortista. Para los hombres que no se interesan en las mujeres que dejan embarazadas, el aborto es un elegante sistema de abdicación de su responsabilidad.
Sin embargo, una vez que ha tenido lugar el aborto, los varones pueden requerir tanta ayuda emocional como las mujeres. Para cualquiera de los dos sexos, la pérdida de un hijo no es una pérdida como otra cualquiera. La culpa y la pena pueden ser persistentes, y no pueden quitarse a base de fuerza de voluntad.
Uno de los mejores remedios para disminuir la culpabilidad es la revelación de uno mismo. Hablar de los viejos asuntos inacabados ayuda a disipar la culpabilidad y con ello se consiguen pequeños milagros.
La reconciliación con la muerte del hijo aún no nacido implica finalmente el acto del perdón. El perdón por el aborto cometido surge tras estar dispuesto a reconocer su verdad y a expresarla.
En el problema del aborto, tanto investigadores, como consejeros y mujeres no han caído en la cuenta de las consecuencias trágicas que resultan para los padres. Los hombres también son víctimas del aborto junto con las mujeres y los niños aún no nacidos. Con frecuencia sufren en silencio, desconcertados y frustrados. La solución no vendrá hasta que impere el amor, se garantice una auténtica igualdad de los sexos y se reconozca que el aborto nunca es la solución.
FUENTE: Vincent Rue, Ph.D., Forgotten Fathers (Lewiston, Nueva York/Toronto, Canadá: Life Cycle Books, 1986. (Se han hecho correcciones de estilo.)
El debate sobre el aborto se ha enfocado casi exclusivamente desde la perspectiva de las mujeres, haciendo caso omiso de los hombres. En un momento en que los hombres se comprometen cada vez más en la crianza de sus hijos, la ley en los Estados Unidos les niega sistemáticamente el derecho a estar implicados en decisiones de vida o muerte que afectan a sus hijos aún no nacidos.
Esta impotencia tiene su efecto no sólo en la imagen que el varón tiene de sí mismo, sino que también puede causar conflictos de funciones, culpabilidad, depresión y, con frecuencia, el final de la relación con su cónyuge.
Se ha defendido el aborto como un sencillo procedimiento quirúrgico que produce poco o ningún impacto psicológico tanto en la mujer como en el hombre. En realidad, la mayoría de los hombres, lo mismo que las mujeres, niegan cualquier consecuencia emocional negativa del aborto. Sin embargo, cuando los hombres deciden reconocer sus sentimientos, describen con frecuencia la experiencia del aborto como desconcertante y dolorosa. Un estudio arrojó que tres de cada cuatro varones dijeron que pasaron por un momento difícil con la experiencia del aborto y una minoría relató sueños continuos de día y de noche sobre el niño que nunca nació, así como culpabilidad, remordimiento y tristeza considerables.
Lo mismo para los hombres que para las mujeres, la sensación de vacío puede durar toda una vida, puesto que los padres son padres para siempre, incluso del niño muerto. El problema emocional es casi imposible de resolver porque no es perceptible, sólo se trata de un recuerdo. Como al niño no nacido le fue negada la humanidad, le es negada también una sepultura o una señal.
En la decisión del aborto, con demasiada frecuencia el cometido del varón es marginal y pasivo. Puede que sea pasado por alto por su mujer, ignorado en la clínica abortista y desamparado en el acto y las secuelas del propio aborto. Este conflicto de funciones bien puede ser responsable parcialmente del aumento en la disfunción sexual masculina. La experiencia clínica demuestra que los hombres se vuelven hostiles cuando han sido excluídos de la toma de decisiones y cuando descubren que han sido engañados y manipulados.
Convertirse en padre es, por supuesto, mucho más complejo que el contacto sexual y la concepción. Es un proceso que incluye el desarrollo de ciertas cualidades, objetivos, actitudes, etc. Para los hombres lo mismo que para las mujeres, el aborto detiene bruscamente este proceso y crea un vacío en el que abundan la confusión, la ambivalencia, la culpabilidad y la hostilidad.
En ninguna parte se siente más dolorosamente la experiencia del aborto que en el campo de la expectativa del padre, responsable y protector de sus seres queridos. Los resultados de una encuesta nacional indican que tres de cada cuatro personas que respondieron creen aún que el hombre ideal es aquel que lucha para proteger a su familia. Sin embargo, ¿cómo podrá un hombre proteger a su hijo cuando la ley no le permite involucrarse en una decisión de vida o muerte?
Realmente, con el aborto se ha comprobado la doble escala de valores para los hombres y las mujeres. Mientras está garantizado el (falso) "derecho" a abdicar de la futura maternidad, no lo está el derecho del padre a proteger su futura paternidad. Cuando las mujeres escogen el aborto, aún por encima de los deseos del varón, se habla de la proclamación de los "derechos" de las mujeres, de la libertad, de la opresión masculina, etc. Pero cuando los hombres fomentan el aborto para sus parejas, está tipificado (y con toda razón) como coacción, falta de afecto, insensibilidad y egoísmo.
Por otra parte, el renunciar a la responsabilidad encaja bien en el pensamiento abortista. Para los hombres que no se interesan en las mujeres que dejan embarazadas, el aborto es un elegante sistema de abdicación de su responsabilidad.
Sin embargo, una vez que ha tenido lugar el aborto, los varones pueden requerir tanta ayuda emocional como las mujeres. Para cualquiera de los dos sexos, la pérdida de un hijo no es una pérdida como otra cualquiera. La culpa y la pena pueden ser persistentes, y no pueden quitarse a base de fuerza de voluntad.
Uno de los mejores remedios para disminuir la culpabilidad es la revelación de uno mismo. Hablar de los viejos asuntos inacabados ayuda a disipar la culpabilidad y con ello se consiguen pequeños milagros.
La reconciliación con la muerte del hijo aún no nacido implica finalmente el acto del perdón. El perdón por el aborto cometido surge tras estar dispuesto a reconocer su verdad y a expresarla.
En el problema del aborto, tanto investigadores, como consejeros y mujeres no han caído en la cuenta de las consecuencias trágicas que resultan para los padres. Los hombres también son víctimas del aborto junto con las mujeres y los niños aún no nacidos. Con frecuencia sufren en silencio, desconcertados y frustrados. La solución no vendrá hasta que impere el amor, se garantice una auténtica igualdad de los sexos y se reconozca que el aborto nunca es la solución.
FUENTE: Vincent Rue, Ph.D., Forgotten Fathers (Lewiston, Nueva York/Toronto, Canadá: Life Cycle Books, 1986. (Se han hecho correcciones de estilo.)
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