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miércoles, 18 de mayo de 2011

ONU-Argentina: Exigen liberalizar el aborto




Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; Distr. Reservada, 28 de abril de 2011. Por Juan C. Sanahuja
 Otra reinterpretación perversa de los tratados de derechos humanos. Se quiere avanzar contra la objeción de conciencia y la acción de “grupos católicos”.
El Comité de Derechos Humanos de la ONU condenó a Argentina por no haber garantizado el acceso a un aborto legal a una adolescente con discapacidad mental, embarazada supuestamente por una violación. El Comité ordenó al Estado argentino proporcionar “medidas de reparación que incluyan una indemnización adecuada” y “tomar medidas para evitar que se cometan violaciones similares en el futuro”, y le dio 180 días para cumplir con el dictamen.
El Código Penal
El art. 86 del Código Penal argentino considera no punible el aborto en dos casos: “1) Si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios; y 2) Si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente”.
El caso
Se trata de un caso sucedido en 2006, en la provincia de Buenos Aires. La familia de la menor, embarazada de 14 semanas y media, acudió al hospital de la localidad de Guernica en el que se negaron a practicar el aborto. La menor fue derivada a un hospital de la ciudad de La Plata en el que se comenzaron los procedimientos para perpetrar la muerte del niño no nacido. El hospital recibió una orden judicial de una jueza de menores frenando el procedimiento. La jueza de menores falló prohibiendo el mismo, por considerar que no era para ella admisible reparar una agresión injusta (el abuso sexual) “con otra agresión injusta contra una nueva víctima inocente como es el bebé”, la sentencia fue confirmada por la Cámara Civil, pero la Corte Suprema de la Provincia de Buenos Aires, dejó sin efecto las sentencias y determinó que el aborto podía realizarse.
Pese a la sentencia, el Hospital San Martín de La Plata se negó a practicar el aborto, porque el embarazo estaba ya demasiado avanzado (entre 20 y 22 semanas).
Las organizaciones feministas que apadrinaron el caso acudieron a un médico abortero, lo cual declararon en su momento y siguen manifestando con total impunidad (vid. NG 789).
Los dichos del Comité de la ONU
Dejamos para otro momento el análisis del documento emanado del Comité de Derechos Humanos (CDH). Ahora destacamos que, además de la perversa reinterpretación principalmente del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que nada dice sobre el aborto, la resolución del CDH, entre otras cosas, revela la intención de los grupos lesbo-feministas que llevaron adelante la denuncia, de avanzar sobre la objeción de conciencia y de obtener una condena de los llamados “grupos católicos”.
A la vez, la decisión del CDH, con fecha del 28 de abril pasado, llega en un momento en que existe una gran presión tanto en el Congreso Nacional como en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, para liberalizar el crimen del aborto.
Las denunciantes
La demanda contra el Estado argentino fue promovida en mayo de 2007 por el Instituto de Género, Derecho y Desarrollo de Rosario (Insgenar), el Comité de América latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem) y la Asociación Católicas por el Derecho a Decidir, de Córdoba (Argentina). Al Instituto de Género, Derecho y Desarrollo de Rosario lo preside Susana Chiarotti, coordinadora regional del CLADEM; la cual fue nombrada por el presidente Néstor Kirchner miembro del Comité de seguimiento de la Convención Interamericana de Belem do Pará.
Recordemos que CLADEM, el 30 de noviembre de 2001, acudió al Comité de seguimiento de la Convención de Eliminación de Toda Forma de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), denunciando a la Conferencia Episcopal Argentina por aceptar la propuesta de algunos senadores de ratificar el Protocolo Opcional de esa Convención añadiéndole una declaración interpretativa para preservar el derecho a la vida. FIN, 15-05-11
Fuente: Notivida

domingo, 15 de mayo de 2011

Abby Johnson "La ecografía que cambió mi vida"


Cuenta en primera persona su conversión pro-vida: "La ecografía que cambió mi vida"

Explica el  testimonio de transformación de su vida  en «UnPlanned» (No planificado) un libro publicado el pasado 11 de enero y del cual reproducimos el primer capítulo. En él narra como abrazó la fe católica siendo directora de una clínica abortista después de presenciar  en un monitor de ultrasonido cómo abortaron a un no nacido de 13 semanas


27 de enero de 2011.-

 «UnPlanned» (No planificado) es el libro en el que la activista Abby Johnson detalla cómo dejó su trabajo de directora de una clínica de abortos de la cadena Planned Parenthood para convertirse en defensora de la vida y abrazar la fe católica. En 2009 un juez desechó una demanda de la cadena que pretendía silenciarla, la prensa estadounidense divulgó su caso y ahora se publica el libro con su testimonio.  Johnson comenzó como voluntaria en PP y llegó a dirigir la clínica de abortos Bryan/College Station, en Texas, de la cadena Planned Parenthood (PP). Ella misma se sometió a dos abortos y sufría en silencio mientras sus empleadores le exigían alcanzar cuotas de abortos en la clínica y aceptaba sin cuestionársela la ideología de PP sobre el falso “derecho al aborto”.

Lo que suscitó su conversión fue la experiencia de ver en un monitor de ultrasonido cómo abortaron a un no nacido de 13 semanas. Le pidieron que asistiera un aborto debido a escasez de personal en septiembre de 2009. Esos minutos cambiaron su vida para siempre. Ella pensaba que el bebé era incapaz de sentir algo con tan pocas semanas de concebido pero vio cómo se retorcía y huía del tubo que lo aspiraba. Reproducimos el primer capítulo del libro en el que cuenta la experiencia que cambió su vida para siempre.

(Abby Johnson / «UnPlanned») Cheryl asomó la cabeza en mi oficina. “Abby, necesitan que vaya una persona extra a la sala de examen. ¿Estás libre?”.
Sorprendida, levanté la vista de mis papeles. “Claro”.

A pesar que había estado con Planned Parenthood durante ocho años, nunca había sido asignada a la sala de examen para ayudar al equipo médico durante un aborto, y no tenía idea por qué me necesitaban ahora. Las enfermeras de profesión eran las únicas que ayudaban en los abortos, no otro personal de la clínica. Como directora de esta clínica en Bryan, Texas, en un apuro yo podía reemplazar a alguien en cualquier puesto, excepto, por supuesto, a los médicos o enfermeras que realizan procedimientos médicos. En unas pocas ocasiones estuve de acuerdo con el pedido de una paciente para permanecer con ella y sostener su mano durante el procedimiento, pero sólo cuando yo había sido la consejera que había trabajado con ella durante la ingesta y el asesoramiento. Ese no era el caso hoy. Por eso me pregunté: ¿por qué me necesitan?

El abortista que estaba hoy de visita había estado aquí en la clínica Bryan sólo dos o tres veces antes. Él tenía un consultorio privado para abortos a unos 250 kilómetros de distancia. Cuando yo hablé con él sobre el trabajo varias semanas antes, él me había explicado que en su propio establecimiento sólo se hacían abortos guiados por ecografías, que es el procedimiento de aborto con el menor riesgo de complicaciones para la mujer. Dado que este método permite al médico ver exactamente lo que está pasando en el interior del útero, hay menos posibilidades de perforar la pared uterina, que es uno de los riesgos del aborto. Yo respetaba eso de él. Esto es lo máximo que se podía hacer para mantener a las mujeres seguras y saludables, lo mejor en lo que a mí respecta. Sin embargo, yo le expliqué que esta práctica no era el protocolo en nuestra clínica. Él entendió y dijo que respetaría nuestro procedimiento típico, aunque se había acordado que él tendría la libertad de utilizar la ecografía si se encontraba en una situación particular que lo justificara.


Que yo sepa, nosotros nunca habíamos hecho abortos guiados por ecografías en nuestras instalaciones. Hacíamos abortos sólo cada dos sábados, y la meta asignada en esos días por nuestra afiliada Planned Parenthood era realizar 25 a 35 procedimientos. Nos gustaba concluir en torno a las 2 p.m. Nuestro procedimiento típico tardaba casi 10 minutos, pero una ecografía agregaba unos cinco minutos, y cuando estás tratando de programar hasta 35 abortos en un día, esos minutos adicionales se suman.

Por un momento sentí repugnancia fuera de la sala de examen. Nunca me gustó entrar en esta habitación durante un procedimiento de aborto, ya que nunca acepté lo que sucedía detrás de esa puerta. Pero ya que todos teníamos que estar listos en cualquier momento para arrimar el hombro y hacer el trabajo, abrí la puerta y entré.

La paciente ya estaba sedada, aún consciente pero aturdida, la luz brillante del médico cayendo sobre ella. Ella estaba en posición, los instrumentos estaban prolijamente dispuestos en la bandeja, al lado del médico, y una enfermera profesional estaba colocando la máquina de ecografías al lado de la mesa de operaciones.

“Voy a realizar un aborto guiado por ecografía en esta paciente. Te necesito para mantener la sonda del aparato”, me explicó el médico.

Cuando tuve la sonda del ultrasonido en la mano y ajusté la configuración de la máquina, yo discutía conmigo misma: no quiero estar aquí. No quiero participar en un aborto. A decir verdad, era una actitud equivocada, ya que yo necesitaba mentalizarme para esta tarea. Respiré hondo y traté de sintonizar la música de la radio, que sonaba suavemente en el fondo. Es una buena experiencia de aprendizaje – Nunca antes he visto un aborto guiado por ecografía, me dije. Tal vez esto me ayude cuando aconseje a las mujeres. Voy a aprender de primera mano acerca de este procedimiento más seguro. Además, estaré afuera en tan sólo unos minutos.

Yo no había imaginado cómo los siguientes 10 minutos sacudirían los cimientos de mis valores y cambiarían el curso de mi vida.

Ocasionalmente, yo había efectuado antes diagnósticos con ecografías para las clientes. Éste era uno de los servicios que ofrecíamos para confirmar el embarazo y estimar qué tan avanzado estaba. La familiaridad de preparar para una ecografía calmó mi inquietud por estar en esta sala. Apliqué el aceite en el vientre de la paciente, y luego maniobré la sonda del aparato hasta que se vio en la pantalla el útero y ajusté la posición de la sonda para captar la imagen del feto.

Yo estaba esperando para ver lo que había visto en ecografías anteriores. Por lo general, dependiendo de lo avanzado que estuviera el embarazo y de la forma en que el feto se movía, primero se veía una pierna, la cabeza o alguna imagen parcial del torso, por eso tuve que maniobrar un poco para obtener la mejor imagen posible. Pero esta vez la imagen era completa, es decir, pude ver el perfil completo y perfecto de un bebé.

Se ve como Grace a las 12 semanas, pensé sorprendida, recordando la primera visión que tuve de mi hija, tres años antes, acurrucada y protegida dentro de mi vientre. La imagen que tenía ahora frente a mí parecía la misma, sólo que más clara y más nítida. El detalle me sorprendió. Pude ver claramente el perfil de la cabeza, ambos brazos, las piernas e incluso los pequeñísimos dedos de las manos y los pies. Era una imagen perfecta.

Pero rápidamente el aleteo de la cálida memoria de Grace fue sustituida por una oleada de ansiedad. ¿Qué voy a ver? Mi estómago se puso rígido. No quiero ver lo que está a punto de suceder.

Supongo que suena extraño, viniendo de una profesional que había administrado una clínica de Planned Parenthood durante dos años, aconsejando a las mujeres en crisis, programando abortos, revisando los informes mensuales del presupuesto de la clínica, contratando y capacitando personal. Pero extraño o no, el simple hecho es que yo nunca había estado interesada en la promoción del aborto. Yo había llegado a Planned Parenthood ocho años antes, creyendo que su propósito era principalmente prevenir embarazos no deseados y, en consecuencia, reducir el número de abortos. Esta había sido sin duda mi meta. Y yo creía que Planned Parenthood salvaba vidas, las vidas de las mujeres que, sin los servicios proporcionados por esta organización, podrían recurrir a algún carnicero de la calle. Todo esto se aceleró a través de mi mente, mientras yo sostenía con cuidado la sonda en posición.

“Trece semanas”, oí decir a la enfermera después de hacer mediciones para determinar la edad del feto.

“De acuerdo”, dijo el doctor mirándome, “simplemente mantén la sonda en posición durante el procedimiento, así puedo ver lo que estoy haciendo”.

El aire fresco de la sala de examen me dejó fría. Mis ojos estaban todavía pegados a la imagen de este bebé perfectamente formado, cuando vi como se hacía presente una nueva imagen en la pantalla. La cánula – un instrumento unido al extremo del tubo de succión – había sido insertado en el útero y se acercaba hasta situarse al lado del bebé. Se veía como un invasor en la pantalla, fuera de lugar. Mal, esto simplemente se veía mal.

Mi corazón se aceleró. El tiempo se volvió más lento. Yo no quería mirar, pero no quería dejar de mirar bien. Yo no podía no observar. Yo estaba horrorizada, pero fascinada al mismo tiempo, como un papamoscas que reduce la marcha cuando pasa al lado de algunos restos horribles de un automóvil: no queriendo ver un cuerpo destrozado, pero mirándolo lo mismo.

Mis ojos volaron hacia el rostro de la paciente, las lágrimas corrían por las comisuras de sus ojos. Pude ver que estaba dolorida. La enfermera secó el rostro de la mujer con un pañuelo de papel.

“Simplemente respire”, la enfermera la alentó gentilmente. “Respire”.

“Está casi terminado”, susurré. Quería mantenerme concentrada en ella, pero mis ojos se zambulleron de nuevo en la imagen en la pantalla.

Al principio, el bebé no parecía consciente de la cánula. Se situó suavemente al lado del bebé, y por un instante sentí un rápido alivio. Por supuesto, pensé. El feto no siente dolor. Yo había tranquilizado a un sinnúmero de mujeres sobre esto, tal como me habían enseñado en Planned Parenthood. El tejido del feto no siente nada cuando se lo elimina. Entiéndelo, Abby. Éste es un procedimiento médico rápido y simple. Mi cabeza estaba trabajando a pleno para controlar mis respuestas, pero yo no podía eliminar una inquietud interior que rápidamente estaba llegando a la cima del horror en el momento que observé la pantalla. 

El siguiente movimiento fue la sacudida repentina de un pie pequeño, en el momento que el bebé comenzó a patear, como si estuviera tratando de alejarse de la sonda invasora. A medida que la cánula lo apretaba al costado, el bebé empezó a luchar para girar y girar de inmediato. Me pareció claro que podía sentir la cánula, y que no le gustaba lo que estaba sintiendo. Y luego la voz del médico se abrió paso, provocándome un susto.

“Sonríe, Scotty”, le dijo despreocupadamente a la enfermera. Él le estaba diciendo que volviera a la succión. En un aborto, la succión no está activada hasta que el médico siente que la cánula está en el lugar exacto.

Tuve un repentino deseo de gritar “¡Alto!”. Quería sacudir a la mujer y decirle: “¡Mira lo que le está sucediendo a tu bebé! ¡Despierta! ¡Date prisa! Haz que se detengan!”.

Pero aun cuando pensaba estas palabras, vi que mi propia mano sostenía la sonda. Yo era uno de “ellos” al llevar a cabo este acto. Mis ojos se sumergieron de nuevo en la pantalla. La cánula ya estaba siendo girada por el médico, y ahora pude ver el pequeño cuerpo retorciéndose violentamente con ello. En el brevísimo momento en que el bebé se veía como si estuviera siendo exprimido como un trapo de cocina, giró y se encogió. Y luego se desplomó y comenzó a desaparecer dentro de la cánula ante mis ojos. Lo último que vi fue la espina dorsal pequeña, perfectamente formada, succionada por el tubo, y luego se fue. El útero quedó vacío, totalmente vacío.

Quedé helada, no lo podía creer. Sin darme cuenta, me desprendí de la sonda. Ésta se desplazó fuera de la panza de la paciente y se deslizó sobre su pierna. Yo podía sentir mi corazón golpeando, latiendo tan fuerte que mi cuello vibraba. Traté de hacer una respiración profunda, pero sin poder respirar hacia adentro o hacia afuera. Yo seguía mirando a la pantalla, a pesar que estaba negra, porque yo había perdido la imagen. Pero no estaba registrando nada para mí. Me sentí demasiado aturdida y sacudida para moverme. Yo escuché al médico y a la enfermera conversando en forma casual mientras trabajaban, pero sonaban distantes, como un ruido vago en el fondo, difícil de oír en los latidos de mi propia sangre en mis oídos.

La imagen del pequeño cuerpo, mutilado y aspirado, se estaba repitiendo en mi mente, y con ello la imagen de la primera ecografía de Grace, que había sido aproximadamente del mismo tamaño. Y pude recordar y oir una de las tantas discusiones que había mantenido con mi esposo, Doug, sobre el aborto.

“Cuando estuviste embarazada de Grace, ella no era un feto, sino un bebé”, dijo Doug. Y ahora esto me golpea como un rayo: ¡Tenía razón! Lo que estaba en el vientre de esta mujer hace un momento era algo vivo. No era solamente tejidos o  células. Era un bebé humano. ¡Y estaba luchando por su vida! Una batalla que perdió en un abrir y cerrar de ojos. Lo que he dicho a la gente durante años, lo que he creído y enseñado y defendido, es una mentira.

De pronto sentí los ojos del médico y la enfermera sobre mí. Esto me sacó de mis pensamientos. Me di cuenta que la sonda estaba extendida en las piernas de la mujer y a duras penas pude volver a ponerla en su lugar. Pero ahora mis manos estaban temblando.

“Abby, ¿estás bien?”, preguntó el médico. Los ojos de la enfermera buscaban mi cara, porque estaba preocupada.

“Sí, estoy bien”. Todavía no había ubicado la sonda en la posición correcta, y ahora estaba preocupada porque el médico no podía ver el interior del útero. Mi mano derecha sostenía la sonda, y mi mano izquierda estaba cautelosamente puesta en el vientre cálido de la mujer. La miré a la cara, en la que había más lágrimas y una mueca de dolor. Corrí la sonda hasta que recuperé la imagen del útero ahora vacío. Mis ojos viajaron de nuevo a mis manos. Las observé como si ellas no fueran las mías.

¿Cuánto daño han hecho estas manos en los últimos ocho años? ¿Cuántas vidas  han sido tomadas a causa de ellas? No sólo de mis manos, sino a causa de mis palabras. ¿Y si yo hubiera sabido la verdad, y lo que le dije a todas esas mujeres?

¿Qué pasa si? 

¡Yo había creído en una mentira! Yo había promovido ciegamente la “línea de la compañía” durante tanto tiempo. ¿Por qué? ¿Por qué no había buscado la verdad por mí misma? ¿Por qué yo había cerrado los oídos a los argumentos que había escuchado? ¡Oh, Dios mío, ¿qué he hecho?

Mi mano estaba todavía en el vientre de la paciente, y tuve la sensación que acababa de tomar algo de ella con esa mano. Yo le había robado. Y mi mano comenzó a doler. Sentí un dolor físico real. Y allí, de pie junto a la mesa, mi mano en el vientre de la mujer que llora, este pensamiento vino desde lo más profundo de mí: ¡Nunca más! Nunca más.

Entré en piloto automático. Cuando la enfermera limpió a la mujer, dejé la máquina de ecografías, luego desperté suavemente a la paciente, que estaba débil y atontada. La ayudé a sentarse, la senté en una silla de ruedas y la llevé a la sala de recuperación. La envolví con una manta liviana. Al igual que tantos pacientes que había visto antes, ella continuó llorando, envuelta en un obvio dolor emocional y físico. Hice mi mejor esfuerzo para hacerla sentir más cómoda.

Diez minutos, tal vez 15 a lo sumo, habían pasado desde que Cheryl me había pedido que fuera a ayudar en la sala de examen. Y en esos pocos minutos todo había cambiado. Drásticamente. La imagen de ese pequeño bebé retorciéndose y luchando se mantuvo repetidas veces en mi mente. Y la paciente: me sentía tan culpable. Yo había tomado algo precioso de ella, y ella ni siquiera lo sabía.

¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que pasara esto? Yo me había comprometido a fondo, mi corazón y mi carrera en Planificación Familiar porque me preocupaba por las mujeres en crisis. Y ahora me enfrenté a una crisis que era totalmente mía.

Mirando ahora hacia atrás, en ese día de finales de septiembre de 2009, me doy cuenta de cuán sabio es Dios por no revelar nuestro futuro para nosotros. Si yo hubiera sabido entonces que estaba a punto de estar en medio de una tormenta de fuego, yo no podría haber tenido el coraje de seguir adelante. Por eso, dado que no sabía, todavía no estaba buscando ser valiente. Sin embargo, yo estaba buscando entender cómo me encontré en este lugar viviendo una mentira, difundiendo una mentira y perjudicando a las propias mujeres a las que yo quería ayudar.

Y yo necesitaba desesperadamente saber qué hacer a continuación.

Abby Johnson: “Yo daría mi vida” para reparar el mal que causé

Abby Johnson: “Yo daría mi vida” para reparar el mal que causé con los abortos en Planned Parenthood


"Por las vidas que eliminé, decir “pido perdón” parece hueco ¿Cómo pides perdón por matar a miles de niños y herir a miles de familias? No estoy segura de tener una respuesta. Pero yo pido perdón. Pido perdón a las mujeres que obligué a abortar. Pido perdón a toda mujer que haya tenido un aborto, es posible que nunca escuches esas palabras de la persona que llevó a cabo tu aborto, pero quiero que lo escuches de mí en nombre de ese médico o de quien trabaja en la clínica. Lamento que te hayan traicionado. Pido perdón porque ellos quebrantaron tu espíritu y tu confianza. Pido perdón porque te hicieron daño. Pido perdón porque no tuvieron el coraje de defenderte y darte lo que realmente merecías… la oportunidad de ser una madre para tu hijo. Hemos abusado de ti y te hemos faltado el respeto de la peor manera posible”

* “Yo sólo soy capaz de soportar el dolor de mi pasado con la ayuda de Cristo. No podría hacer nada de esto sin su gracia y su mano firme guiándome todos los días. Él nunca me ha dado más de lo que puedo soportar. Nunca me he sentido abrumada. Veo su amor y compasión por mí todos los días. Es la sensación más increíble de paz y plenitud. No tengo que preguntar si Él está conmigo… Yo sé que Él está guiando cada uno de mis pasos”
14 de mayo de 2011.- (Abby Johnson / AbbyJohnson.org) Nunca tuve el honor de hablar con el Dr. Bernard Nathanson. Pero alguien me dijo una vez que él le preguntó al Dr. Nathanson sobre su remordimiento después de realizar miles de abortos. Muchos de nosotros que hemos estado alguna vez en la industria del aborto somos frecuentemente criticados por nuestra “falta de remordimiento” pública. El Dr. Nathanson le explicó a este hombre que si él en realidad se permitiera sentir la profundidad de su arrepentimiento, él no sería capaz de vivir con ese dolor. Yo diría que es bastante exacto para la mayoría de nosotros que alguna vez vivimos y transitamos por los pasillos del mal. No estoy segura que mi corazón soportaría el dolor si realmente yo me permitiera sentir lo que he hecho.

¿Has visto alguna vez uno de esos shows del crimen donde se entrevista a un presidiario que asesinó a alguien? Hace poco vi uno de un hombre que había matado a una mujer joven. Se había convertido al cristianismo mientras estaba en prisión y el remordimiento por la vida que había eliminado era muy evidente. Casi ni podía hablar sobre esa mujer. Fue difícil para él mantener la compostura. Bueno, imagina ese tipo de remordimiento aumentado miles y miles de veces.
Éramos asesinos seriales de la peor especie…matábamos niños.
Luego un día, después de años de vivir en la necedad y el mal, hacemos un giro. Nos tragamos nuestro orgullo y admitimos que estábamos equivocados. Perdemos a nuestros amigos, somos llamados por nuestro nombre, empezamos de nuevo… pero sabemos que vale la pena. No es fácil, pero es lo correcto: nos arrepentimos de nuestro pecado y experimentamos una sensación de paz y alegría que nunca antes ha estado en nuestro corazón… pero hay ruptura también… y un penetrante sentimiento de remordimiento que nunca se irá. Recuerdo haberme preguntado si la ruptura y el arrepentimiento disminuirían alguna vez ¿Podría irse alguna vez? No es así. Es un recordatorio constante de que lo eras y de lo que has hecho. Pero ahora, estoy agradecida por el recordatorio… me mantiene concentrada, apasionada, y, sobre todo, rezando.

Algunos de nosotros continuamos teniendo un trabajo normal, de 9 de la mañana a 5 de la tarde, vivimos nuestras vidas en la intimidad de la familia y de los amigos. Algunos de nosotros vivimos nuestras vidas en público. Sé que estoy llamada a trabajar a tiempo completo en la lucha. Yo no sabía eso en un primer momento, pero Dios me reveló eso a mí en una forma bastante grande… gracias a la aparición en los medios de comunicación de Planned Parenthood. Para aquéllos de nosotros cuyas conversiones son públicas, muchos nos miran como héroes. Pero no lo somos… yo no lo soy ¿Cómo podríamos serlo? Miramos a nuestro alrededor y vemos a personas que han estado luchando en este movimiento desde hace años, ellos son héroes. Nosotros somos criminales. Nos merecemos el castigo, no premios. Nos merecemos ser echados, no ser aceptados. No merecemos el perdón, pero parece que lo conseguimos de cualquier manera.
Todos los días de mi vida, pienso en las mujeres que atendí. Les quité su maternidad, las devalué, rompí su confianza, las traicioné. Cómo me gustaría poder mirar cada uno de sus rostros y decirles cuánto lo siento. Si pudiera restaurar algo de lo tomé de ellas, yo daría mi vida para que esto ocurra. Quiero poder estar allí para secar sus lágrimas cuando lloran por su hijo perdido. Saber que has cometido un terrible error que no puedes corregir es uno de los sentimientos más desesperados en el mundo. Y tan desesperada como me siento, no puedo hacer que esos deseos se hagan realidad. Pero hago lo mejor cada día para compensar a esas mujeres y a sus hijos. Les fallé una vez, pero no voy a hacerlo de nuevo. Sé que ellas no han olvidado a sus hijos, y yo tampoco.
Por las vidas que eliminé, decir “pido perdón” parece hueco 

¿Cómo pides perdón por matar a miles de niños y herir a miles de familias? No estoy segura de tener una respuesta. Pero yo pido perdón. Pido perdón a las mujeres que obligué a abortar. Pido perdón a toda mujer que haya tenido un aborto, es posible que nunca escuches esas palabras de la persona que llevó a cabo tu aborto, pero quiero que lo escuches de mí en nombre de ese médico o de quien trabaja en la clínica. Lamento que te hayan traicionado. Pido perdón porque ellos quebrantaron tu espíritu y tu confianza. Pido perdón porque te hicieron daño. Pido perdón porque no tuvieron el coraje de defenderte y darte lo que realmente merecías… la oportunidad de ser una madre para tu hijo. Hemos abusado de ti y te hemos faltado el respeto de la peor manera posible. Pido perdón. Así muchas personas probablemente te decepcionaron… tus amigos, tu familia, tu comunidad de iglesia, tus compañeros de trabajo, tal vez otros. Pido disculpas en nombre de ellos también. Soy culpable de vender el aborto a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo e inclusive a personas con las que compartía el culto. Tendríamos que haberte defendido a ti y tu hijo. Lamento tanto que te hayamos abandonado de la peor forma posible. Merecías algo mejor que lo que te dimos.
La medida de mi remordimiento, tristeza y dolor es muy profunda. Ni siquiera podría empezar a compartir todo esto contigo en un blog. Ni siquiera estoy segura de ser consciente de la experiencia profunda que estoy atravesando ahora. Pero está ahí… recordándome la vida que una vez tuve y lo duro que debo trabajar ahora.

Yo sólo soy capaz de soportar el dolor de mi pasado con la ayuda de Cristo. No podría hacer nada de esto sin su gracia y su mano firme guiándome todos los días. Él nunca me ha dado más de lo que puedo soportar. Nunca me he sentido abrumada. Veo su amor y compasión por mí todos los días. Es la sensación más increíble de paz y plenitud. No tengo que preguntar si Él está conmigo… Yo sé que Él está guiando cada uno de mis pasos.
Yo soy una gran pecadora. Estoy lejos de ser una perfecta pro-vida. Yo diría que soy una cristiana mediocre. Yo definitivamente no soy la mejor esposa y nadie me ha nominado para “Madre del Año”. Yo siempre fracaso en mi deseo de tener un día perfecto, pero sigo intentando. Supongo que quiero que sepas que estoy trabajando muy duro para hacer las cosas bien. No puedo eliminar el dolor que he causado, pero puedo prometer dedicar mi vida y mi corazón a este movimiento. Yo nunca abandonaré a estos niños. Mi corazón está aquí y está sanando.

Fuente: CaminoCatólico.org


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♥Consagración a la Virgen María

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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

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"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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