CIUDAD DEL VATICANO
Benedicto XVI, en la reflexión anterior al rezo del Ángelus, comentó el pasaje del Libro de los Reyes en que Salomón, al subir al trono, pide a Dios un corazón dócil para servir con justicia a su pueblo y distinguir el bien del mal.
Ante los fieles reunidos en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo, el Papa explicó el significado de la súplica de Salomón:
"Sabemos que el corazón en la Biblia -dijo- no indica solamente una parte del cuerpo, sino el centro de la persona, la sede de sus intenciones y juicios, en resumen, la conciencia. Corazón dócil significa, por tanto, una conciencia que sabe escuchar, que es sensible a la voz de la verdad y por eso sabe distinguir el bien del mal. En el caso de Salomón, la petición está motivada por la responsabilidad de guiar una nación, Israel, el pueblo elegido por Dios para manifestar al mundo su plan de salvación. Por eso, el rey de Israel debe intentar estar siempre en sintonía con Dios, a la escucha de su palabra, para guiar al pueblo por los caminos del Señor, los caminos de la justicia y la paz".
Pero el ejemplo de Salomón, agregó el pontífice, "es valido para cada ser humano. Cada uno de nosotros tiene una conciencia para ser, de alguna manera, "rey", es decir para ejercer la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia obrando el bien y evitando el mal. La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad, de ser dócil a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de gobierno tienen naturalmente una responsabilidad ulterior y, como Salomón nos enseña, necesitan todavía más la ayuda de Dios".
Sin embargo, "todos tenemos un papel que desempeñar en las situaciones que nos toca vivir. Una mentalidad equivocada nos sugiere que pidamos a Dios cosas o condiciones de favor; en realidad, la verdadera calidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de cada uno y de todos, de reconocer el bien separándolo del mal y de intentar, con paciencia, ponerlo en práctica".
"Pidamos ayuda a la Virgen María -concluyó- (...) para formar, con la gracia de Dios, nuestra conciencia de modo que esté siempre abierta a la verdad y sea sensible a la justicia para servir al Reino de Dios".
Benedicto XVI, en la reflexión anterior al rezo del Ángelus, comentó el pasaje del Libro de los Reyes en que Salomón, al subir al trono, pide a Dios un corazón dócil para servir con justicia a su pueblo y distinguir el bien del mal.
Ante los fieles reunidos en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo, el Papa explicó el significado de la súplica de Salomón:
"Sabemos que el corazón en la Biblia -dijo- no indica solamente una parte del cuerpo, sino el centro de la persona, la sede de sus intenciones y juicios, en resumen, la conciencia. Corazón dócil significa, por tanto, una conciencia que sabe escuchar, que es sensible a la voz de la verdad y por eso sabe distinguir el bien del mal. En el caso de Salomón, la petición está motivada por la responsabilidad de guiar una nación, Israel, el pueblo elegido por Dios para manifestar al mundo su plan de salvación. Por eso, el rey de Israel debe intentar estar siempre en sintonía con Dios, a la escucha de su palabra, para guiar al pueblo por los caminos del Señor, los caminos de la justicia y la paz".
Pero el ejemplo de Salomón, agregó el pontífice, "es valido para cada ser humano. Cada uno de nosotros tiene una conciencia para ser, de alguna manera, "rey", es decir para ejercer la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia obrando el bien y evitando el mal. La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad, de ser dócil a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de gobierno tienen naturalmente una responsabilidad ulterior y, como Salomón nos enseña, necesitan todavía más la ayuda de Dios".
Sin embargo, "todos tenemos un papel que desempeñar en las situaciones que nos toca vivir. Una mentalidad equivocada nos sugiere que pidamos a Dios cosas o condiciones de favor; en realidad, la verdadera calidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de cada uno y de todos, de reconocer el bien separándolo del mal y de intentar, con paciencia, ponerlo en práctica".
"Pidamos ayuda a la Virgen María -concluyó- (...) para formar, con la gracia de Dios, nuestra conciencia de modo que esté siempre abierta a la verdad y sea sensible a la justicia para servir al Reino de Dios".
Fuente: Catholic.net
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