«Soy un buen empleado que pone la familia y el trabajo por encima de todo». Con esta frase se podría resumir una entrevista que concedió al periódico ABC Vicente del Bosque, ex entrenador del equipo de fútbol Real Madrid. Vicente es padre de tres hijos y llevó al Real a ser nombrado el “equipo del siglo”.
Alguien por allí podría pensar: «¡Qué raro!». Otro más podría exclamar: «¡Nada del otro mundo!». Y es verdad, el hecho no es nada del otro mundo.
Pero en nuestra sociedad en la que apremian los “testimonios” (entre comillas) de personas -empresarios, artistas, modelos, profesionistas- que “sacrifican” la propia familia por alcanzar sus “ideales”, el hecho de que alguien ponga la familia en primer lugar me parece una noticia digna de mención.
No hablamos aquí de los padres o madres virtuosos que trabajan día -y parte de la noche- para sacar adelante a sus familias. Ellos merecen toda nuestra admiración, porque han puesto en primer plano a su familia y se entregan por ella sin medida. Hablamos de aquellos otros que ponen en primer lugar su éxito profesional, su realización personal… y solo en segundo o tercer plano a la familia.
Los (anti)ejemplos están a la orden del día, basta hojear el periódico: «Yo no quiero atarme a la responsabilidad de tener un hijo»; una más dice: «¿Tener descendencia?, quizás más adelante, en estos momentos mi carrera copa toda mi atención» (la susodicha tiene ya 39 años). Otro argumenta: «Yo, he de confesarles que no tengo hijos, pero tengo un perro». ¡Menuda comparación!
No se dan cuenta que la auténtica realización, el verdadero triunfo pasa necesariamente por la familia, por el éxito como padre o madre. ¿Es que, acaso, no se puede ser un excelente profesional y un padre de familia igualmente exitoso? Claro que sí. Cada día, más famosos lo demuestran con su vida.
¿Ejemplos? Allí están las súper modelos de moda Elle MacPherson y Claudia Schiffer, que llevan muy bien su maternidad. Ellas son las primeras del pelotón de famosas que ha puesto de moda la maternidad en las pasarelas. Ambas no dudaron en mostrar su embarazo con orgullo y no ocultan la ilusión de lucir sus bebés. Hoy protagonizan la gran moda del babyboom del 2003.
No, la familia y el trabajo profesional -incluso el de las modelos y artistas- no están para nada en contradicción.
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