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viernes, 9 de septiembre de 2011

Pedido solidario

PEDIMOS POR FAVOR A LOS EMPLEADOS,DOCENTES,PERIODISTAS,PERSONAS QUE ESTAN EN INSTITUCIONES,A "TODOS" LOS QUE TENGAN VINCULACION CON DISTINTAS PÈRSONAS,POR FAVOR,NO SE LIMITEN A ENVIAR EL MAIL,SINO QUE LO DIFUNDAN EN LOS DISTINTOS AMBITOS QUE ACTUAN DIARIAMENTE. CRACIAS !!!!!!!



Voluntarios Solidarios:

 Me dijo a Uds., con el objeto de solicitarles, apelando a su solidaridad, dadores de sangre cualquier grupo y factor, destinado para la Sra. Silvana Gimenez, DNI 25.325.373, tiene treinta y cuatro años de edad, oriunda de la ciudad de Paraná, empleada de comercio, es cajera en FARMACIA WAL MART, mamá de Olivia de dos años, es mamá soltera. Ella padece de LEUCEMIA,  está siendo asistida, internada en Hemoterapia en el Hospital San Martín de la ciudad de Paraná. Se le están colocando ocho transfusiones diarias, debido al tratamiento de quimioterapia que está recibiendo.
                                       Silvana, necesita tener una oportunidad que le permita cuidar, educar y darle mucho amor a su hijita, si dentro de sus posibilidades está ayudarnos, sería por una causa que realmente vale la pena.
                                       Desde ya, muchas gracias por su atención, que Dios siempre ilumine sus Vidas y mantenga en Uds., la virtud de la  generosidad al servicio de la comunidad.
                                       En caso de que su respuesta sea favorable a nuestro pedido, le solicitamos que los voluntarios se dirijan a Hemoterapia del Hospital San Martín en ayunas, a partir de las 7:30 hs.
                                       Sin otro particular, me despido de Uds., atentamente.
Humbert, Clarisa Evangelina (amiga de Silvana).
DNI nº 29.447.068.
Celular: 343-154501587.




miércoles, 7 de septiembre de 2011

Pensamientos sobre "La Vida" Beata Teresa de Calcuta


LA VIDA

Toda vida es la vida de Dios que se hace presente entre nosotros, aún en un niño que todavía no ha nacido. Nadie tiene derecho a levantar su mano para segarla.

Yo imagino que el grito de esos pobrecitos que son asesinados antes de nacer debe llegar hasta Dios.

Toda vida pertenece a Dios, y si Jesús nos dijo que éramos más importantes a los ojos de su Padre que todo lo creado, y Él cuida eso, cuánto más cuidará de nosotros! El aborto va en contra del mandamiento del amor.

El aborto mata la paz del mundo...Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte? ¿Qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento.

A todos los jóvenes les digo: Ustedes son el futuro de la vida familiar; son el futuro de la alegría de amar. Mantengan la pureza, mantengan ese corazón, ese amor, virgen y puro, para que el día en que se casen puedan entregarse el uno al otro, algo realmente bello: la alegría de un amor puro.

Pero, si llegaran a cometer un error, les pido que no destruyan al niño, ayúdense mutuamente a querer y a aceptar a ese niño que aún no ha nacido. No lo maten, porque un error no se borra con un crimen. La vida del fruto de ese amor pertenece a Dios, y ustedes tienen que protegerla, amarla y cuidarla. Porque ese niño ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y es un regalo de Dios.

La vida de cada ser humano, como que ha sido creación de Dios, es sagrada y de infinito valor, porque El nos ha creado a todos nosotros, incluso al niño recién concebido. La imagen de Dios está en ese niño que aún no ha nacido.

Por eso, pienso que aquellas naciones que destruyen la vida legalizando el aborto son las más pobres, porque temen alimentar a un niño más y, por eso, agregan un cruel asesinato más a este mundo.

En Calcuta tratamos de combatir el aborto mediante la adopción. Me gustaría abrir muchos de estos centros para niños en los países que han aceptado el aborto. En los que tenemos por toda la India nunca tuvimos que rechazar a ningún niño, y todos están felices en sus nuevos hogares.

Es maravilloso pensar que Dios ha creado a cada niño. Leemos en las Escrituras que Dios nos dice: "Aún si una madre llegara a olvidar a su hijo, yo no te olvidaré. Te llevo grabado en la palma de mi mano. Eres valioso para mí. Y te he llamado por tu nombre."

Estoy convencida de que los gritos de los niños cuyas vidas han sido truncadas antes de su nacimiento, hieren los oídos de Dios.

Muchos se manifiestan preocupadísimos por los niños de la India o por los de África, donde tantos mueren, sea por desnutrición, hambre o lo que fuera. Pero hay millones deliberadamente eliminados por el aborto.

Por eso elevo mi voz en la India y en todas partes; hagamos que todo niño, nacido o no, sea un niño deseado. El aborto va en contra del mandamiento del amor.

Creo que si los países ricos permiten el aborto, son los más pobres y necesitan que recemos por ellos porque han legalizado el homicidio.

Jesús entregó su vida por amor a nosotros. Así, una madre que está pensando en abortar debería ser ayudada a amar; es decir, a poner en segundo lugar sus proyectos y su tiempo libre, y a respetar la vida de su hijo. También el padre del niño, quien quiera que sea, debe mostrarse disponible.

Todo país que acepta el aborto es porque su gente no ha aprendido a amar, sino que recurre a la violencia para obtener lo que quiere.

Jesús dijo: "El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe." Al adoptar un niño, esas parejas reciben a Jesús; por el contrario, al abortar, rechazan a Jesús.

Por favor no matéis a los niños, yo los quiero. Con mucho gusto acepto todos los niños que morirían a causa del aborto.

El aborto empobrece a la gente desde el punto de vista espiritual; es la peor pobreza y la más difícil de superar.

Cuando le dicen a la Madre Teresa que hay demasiadas criaturas en la India, ella responde: ¿Piensa usted que hay demasiadas flores en el campo? ¿Demasiadas estrellas en el cielo? Mire a esta niña, es portadora de la vida; ¿no es una maravilla? ¿Cómo no quererla?

El aborto es un homicidio en el vientre de la madre. Una criatura es un regalo de Dios. Si no quieren a los niños, dénmelos a mí.


martes, 23 de agosto de 2011

Madre de la Vida: ¡¡ruega por nosotros !!


María, Madre nuestra,
tú que recibiste a Jesucristo,
Luz y Vida para el mundo,
guía por el camino de la vida
a la madres que han concebido un hijo;
enséñanos a querer a los ancianos,
y a cuidar con amor a los enfermos.
Madre de la Vida y del Amor Hermoso,
ruega por nosotros. 





jueves, 4 de agosto de 2011

El Papa recuerda la responsabilidad moral de los gobernantes



CIUDAD DEL VATICANO

Benedicto XVI, en la reflexión anterior al rezo del Ángelus, comentó el pasaje del Libro de los Reyes en que Salomón, al subir al trono, pide a Dios un corazón dócil para servir con justicia a su pueblo y distinguir el bien del mal.

Ante los fieles reunidos en el patio del palacio apostólico de Castel Gandolfo, el Papa explicó el significado de la súplica de Salomón: 

"Sabemos que el corazón en la Biblia -dijo- no indica solamente una parte del cuerpo, sino el centro de la persona, la sede de sus intenciones y juicios, en resumen, la conciencia. Corazón dócil significa, por tanto, una conciencia que sabe escuchar, que es sensible a la voz de la verdad y por eso sabe distinguir el bien del mal. En el caso de Salomón, la petición está motivada por la responsabilidad de guiar una nación, Israel, el pueblo elegido por Dios para manifestar al mundo su plan de salvación. Por eso, el rey de Israel debe intentar estar siempre en sintonía con Dios, a la escucha de su palabra, para guiar al pueblo por los caminos del Señor, los caminos de la justicia y la paz".

Pero el ejemplo de Salomón, agregó el pontífice, "es valido para cada ser humano. Cada uno de nosotros tiene una conciencia para ser, de alguna manera, "rey", es decir para ejercer la gran dignidad humana de actuar según la recta conciencia obrando el bien y evitando el mal. La conciencia moral presupone la capacidad de escuchar la voz de la verdad, de ser dócil a sus indicaciones. Las personas llamadas a tareas de gobierno tienen naturalmente una responsabilidad ulterior y, como Salomón nos enseña, necesitan todavía más la ayuda de Dios".

Sin embargo, "todos tenemos un papel que desempeñar en las situaciones que nos toca vivir. Una mentalidad equivocada nos sugiere que pidamos a Dios cosas o condiciones de favor; en realidad, la verdadera calidad de nuestra vida y de la vida social depende de la recta conciencia de cada uno, de la capacidad de cada uno y de todos, de reconocer el bien separándolo del mal y de intentar, con paciencia, ponerlo en práctica".

"Pidamos ayuda a la Virgen María -concluyó- (...) para formar, con la gracia de Dios, nuestra conciencia de modo que esté siempre abierta a la verdad y sea sensible a la justicia para servir al Reino de Dios".

 Fuente: Catholic.net

Testimonio de Julie


SRA. JULIE MAKIMAA


"Mi nombre es Julie Makimaa y si el aborto hubiera sido legal en 1964 yo no estaría aquí hablando. Fui adoptada cuando era una bebita en California y criada allí hasta 1979, año en que mis padres se mudaron al norte de Michigan. Poco tiempo después me casé y comencé a buscar los papeles de adopción para encontrar la identidad de mi madre biológica. Tres años y medio más tarde nos reunimos y desde entonces tenemos una relación muy especial. Mi esposo y yo éramos pro-vida antes de que yo conociera a mi madre, pero por primera vez pensamos acerca de los embarazos por incesto o violación y si el aborto se debía permitir en estos casos. ¿Pero cómo podría yo apoyar el aborto? Verdaderamente estaría negando mi propia vida, mi propia existencia. Opino que todo niño tiene un propósito especial en la vida y el derecho a vivir, ¿qué importa cómo comenzó nuestra vida?
Verdaderamente hay dos víctimas. Como sociedad hemos tratado a estas mujeres y a sus hijos como si fueran los criminales, ¡y esto tiene que terminar! Opino que debemos ofrecerle nuestra compasión y ayuda a las mujeres y a sus hijos, y nunca debemos siquiera pensar en el aborto como una ayuda ... muchas mujeres que han abortado un embarazo producto de una violación, se han encontrado con que los efectos posteriores del aborto, los cuales son mucho más devastadores que los del ataque sexual".

miércoles, 27 de julio de 2011

Un llamado URGENTE !

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Si deseas puedes guardarlas en tu pc y subirlas a un servidor




El Valor Sagrado de la vida humana

La vida humana encierra un valor inconmensurable, prácticamente divino, desde su comienzo hasta su natural término. 


NOTA: 
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Homo sacra res homini, el hombre es cosa sagrada para el hombre, escribió Séneca. «El embrión humano es algo divino, en tanto que es un hombre en potencia», escribió Aristóteles. Ambos pensadores son ajenos a la cultura judeo-cristiana; con todo, intuyeron que, aun con las limitaciones y miserias que acompañan la existencia en este mundo, la vida humana encierra un valor inconmensurable, prácticamente divino, desde su comienzo hasta su natural término. Sin embargo, será necesaria la revelación cristiana para hallar el fundamento claro y sólido de tal aserto. La sacralidad de la vida humana hace acto de presencia al menos por tres razones: la razón del origen, de la naturaleza y del destino.


SAGRADA POR SU ORIGEN
En la primera página del Génesis, bajo un ropaje en apariencia ingenuo y mítico, se narran acontecimientos históricos: la creación del universo y del hombre. Dios modela una porción de arcilla -semejando en su quehacer al alfarero-, sopla y le infunde un aliento de vida, el espíritu inmortal. La materia se anima de un modo nuevo, superior: nace la primera criatura humana, a imagen y semejanza del Creador. El hombre no es cabalmente un producto de la materia, aunque la materia sea uno de sus componentes; goza de alma espiritual, irreductible a lo corpóreo. Las almas son creadas directamente por Dios, sin intermediarios. Por esto cabe decir con todo rigor que cada vida humana es sagrada, pues desde su comienzo compromete la acción del Creador.
Dios es origen primero de cuanto existe. Pero ha otorgado también a sus criaturas capacidad y poder de hacer y propagar el bien, siendo origen causal unas de otras, por generación o composición. Con todo, el origen de cada persona humana es muy singular, pues aunque en su génesis intervienen los padres, poniendo la base material, biológica, a la vez Dios interviene produciendo de la nada el alma espiritual y la infunde en el minúsculo cuerpo engendrado por los padres. La espiritualidad del alma distingue esencialmente al hombre de las demás criaturas de este mundo, hace que el cuerpo humano no sea como los demás cuerpos, sino un cuerpo personal, con características específicas muy netas, apto para ser convertido por la gracia santificante en templo del Espíritu Santo. Pero ya desde el momento de la concepción, el alma rige todo el desarrollo del embrión y, salvo accidentes o atentados, lo llevará a la relativa perfección que cabe alcanzar en la tierra.
El hombre engendra y, simultáneamente, Dios crea; de tal modo que, en la generación, es muchísimo mayor la obra de Dios que la obra del hombre. Dice San Agustín que Dios es quien da vigor a la semilla y fecundidad a la madre, y sólo Él pone -creándola- el alma. Por eso, otro padre de la Iglesia nos hace esta sugerencia bellísima: Cuando alguno de vosotros besa a un niño, en virtud de la religión debe descubrir las manos de Dios que lo acaban de formar, pues es una obra aún reciente (de Dios), al cual, de algún modo, besamos, ya que lo hacemos con lo que Él ha hecho. Así pues, la vida humana, desde su concepción posee valor divino, sagrado.
Y la vida del cristiano en gracia de Dios, todavía más: El historiador Eusebio de Cesarea narra que el mártir de Alejandría de Egipto, Leónidas, padre de Orígenes, al primero de sus siete hijos, uno de los más insignes talentos que tuvo la humanidad, gozoso por la admirable precocidad de semejante hijo, y dando gracias a Dios por habérselo concedido, mientras el niño dormía, se inclinaba sobre él y le besaba el pecho, pensando que en él habitaba el Espíritu Santo (Eusebio de C., Historia Eccl., 1, VI, c. II, 11). Este es el secreto de la vida sobrenatural del cristiano: el ser vitalizado por la gracia, es decir, por la acción del Espíritu Santo.



SAGRADA POR NATURALEZA


¿Qué resulta de la acción creadora de Dios con la participación de los padres, en la generación? Una imagen de Dios. Esta es la gran revelación sobre la naturaleza humana: Dios creó al hombre a su imagen (... ), varón y mujer los creó (Gen 1, 27). Esto -explica Juan Pablo II- es lo que se quiere recordar cuando se afirma que la vida humana es sagrada. Explica también que el Concilio Vaticano II afirme que el hombre es la única criatura que Dios ha querido por sí misma. Para Dios, todos y cada uno de los seres humanos poseen un valor excepcional, único, irrepetible, insustituible.

¿Desde cuándo? Desde el momento en que es concebido en el seno de la madre (Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, nº. 13). Nuestra vida -enseña el Papa- es un don que brota del amor de un Padre, que reserva a todo ser humano, desde su concepción, un lugar especial en su corazón, llamándolo a la comunión gozosa de su casa. En toda vida, aún la recién concebida, como también incluso en la débil y sufriente, el cristiano sabe reconocer el sí que Dios le ha dirigido de una vez para siempre, y sabe comprometerse para hacer de este sí la norma de la propia actitud hacia cada uno de sus prójimos, en cualquier situación en que se encuentre.
Hoy, tras importantes hallazgos de la genética experimental y de la investigación filosófica y teológica, podemos y debemos mejorar aquella sentencia de Aristóteles -que hizo suya Santo Tomás- del siguiente modo: el embrión humano es algo divino en tanto que es ya un hombre en acto. Por minúsculo que resulte a nuestra mirada, encierra una estructura grandiosa, admirable, completísima, animada por un alma inmortal, que constituye un macrocosmos sagrado.
Estamos en peligro de perder la sensibilidad ante lo grandioso de la maternidad/paternidad. Cooperar con Dios en la procreación es intervenir activamente en un portentoso milagro, porque, en cierto sentido, es más milagro -dice Tomás de Aquino en Los cuatro opuestos- el crear almas, aunque esto maraville menos, que iluminar a un ciego; sin embargo, como esto es más raro, se tiene por más admirable. San Agustín queda incluso más admirado ante la formación de un nuevo ser humano que ante la resurrección de un muerto. Cuando Dios resucita a un muerto, recompone huesos y cenizas; sin embargo -explica ese grande del saber teológico- tú, antes de llegar a ser hombre, no eras ni ceniza ni huesos; y has sido hecho, no siendo antes absolutamente nada.
Si dependiera de nosotros que Dios resucitase a un muerto (pariente, amigo o desconocido), seguramente haríamos todo cuanto estuviera en nuestro poder, por costoso que resultase. Si Dios nos dijera: haz esto, y este hombre volverá a la vida; sentiríamos una emoción profunda y nos hallaríamos felices de ser cooperadores de un hecho portentoso, divino. Pues aún de mayor relieve es la concepción de un nuevo ser humano. De donde no había nada, surge una imagen de Dios.


SAGRADA POR SU FIN Y SENTIDO DIVINOS

Toda vida humana es fruto del amor de la Trinidad que llama a cada hombre (varón o mujer) a la eterna comunión gozosa con las tres Personas divinas (Cfr. Mt 25, 21.23). Toda persona ha sido ordenada a un fin sobrenatural, es decir, a participar de los bienes divinos que superan la comprensión de la mente humana (DS 3005).
Todos los seres humanos -dice Juan Pablo II- deberían valorar la individualidad de cada una de las personas como criatura de Dios, llamada a ser hermano de Cristo en virtud de la encarnación y redención universal. Para nosotros la sacralidad de la persona se funda en estas premisas. Y sobre estas premisas se funda nuestra celebración de la vida, de toda vida humana. En rigor, las actitudes hostiles a la natalidad no sólo son deficitarias en conocimientos de matemáticas (porque no advierten el tremendo problema que se avecina con el envejecimiento de la población) sino que también son in-humanas, y, por supuesto, absolutamente extrañas al cristianismo. Se requiere haber perdido de vista lo que el hombre es y el sentido de la vida, para caer en esa suerte de nihilismo que prefiere la nada al ser; o suscribir el paradójico hedonismo que desprecia los bienes eternos por mantener, a toda costa, algunas comodidades provisionales. Es preciso recordar que el problema de la natalidad, como cualquier otro referente a la vida humana, hay que considerarlo, por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o sociológico, a la luz de una visión integral del hombre y de su vocación, no sólo natural y terrena, sino también sobrenatural y eterna (Pablo VI, Humanae vitae)


UN CRIMEN ABOMINABLE

La vida humana es, pues, tanto por su origen, como por su naturaleza, como por su fin o sentido, una criatura muy de Dios, muy especialmente suya. Atentar contra esa vida es atentar contra Dios, como desafiarle cara a cara. En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Cfr. Mt 25, 40). Estas palabras de Jesucristo nos hablan del punto inaudito al que llega su amorosa solidaridad con cada uno de nosotros. Respeta infinitamente nuestra libertad, pero quien la use contra su imagen -varón o mujer-, quiérase o no, la usa contra Dios mismo. Y ante Él, más que ante tribunales e historias humanas, habrá que responder.
Se comprende bien así que, por encima de intereses más bien inconfesables, la Iglesia de Cristo haya enseñado siempre -también hoy porque es verdad perenne-, que el aborto procurado es un crimen abominable: Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes nefandos (Vat II, GS 51,3). La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. "Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae" (CIC, can. 1398) es decir, "de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito" (CIC, can 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cfr. CIC, can. 1323-24). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.
El infanticidio (cfr. GS 51,3), el fratricidio, el parricidio, el homicidio del cónyuge son crímenes especialmente graves a causa de los vínculos naturales que rompen. Preocupaciones de eugenismo o de salud pública no pueden justificar ningún homicidio, aunque fuera ordenado por las propias autoridades (CEC 2268).
Se comprende que hay situaciones límite en las cuales surge la fuerte tentación de claudicar y matar o matarse. Ni el aborto procurado ni la eutanasia suicida son caprichos de sólo gente enajenada. Pero la comprensión y la compasión no pueden convertirse en cómplices de un asesinato. A la persona humana, su conciencia moral puede pedirle un acto de heroísmo al servicio de la dignidad de la persona y de la sociedad. Y las leyes civiles han de hacerse eco de ello. El Estado no puede eximirse de defender absoluta y positivamente la vida de sus súbditos en particular y de todos en general. Es una cuestión de bien común, fin esencial del Estado. Y esto se puede entender desde la mera razón jurídica, como muestra la Encíclica Evangelium vitae.


NO HAY VIDA HUMANA INÚTIL


Para el cristiano no hay vida humana inútil, por más que las apariencias sugieran lo contrario. Toda persona, cualquiera que sea su estado físico o psíquico, está eternamente llamada a ser eternamente feliz en el cielo. Aunque a veces cueste entenderlo, también el dolor entra en los planes de Dios y lo encamina al bien de los que le aman.


Una tribulación pasajera y liviana -dice el apóstol Pablo-, produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria (2 Cor 4, 13-15). ¿Qué decir, pues, de una tribulación grave y duradera, como puede ser una vida con graves deficiencias físicas o psíquicas, tanto para quien la sufre como para quienes han de protejerla y mimarla? Somos pobres en palabras que expresen su grandeza y el honor eterno que alcanzarán. Considero, hermanos -insiste San Pablo-, que no se pueden comparar los sufrimientos de esta vida presente con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros (Rom 21, 8-18). El Apóstol se gozaba en sus sufrimientos, porque así cumplía en su carne una porción de lo que Cristo ha querido sufrir en su Cuerpo, que es la Iglesia, para el bien de sus miembros y de toda la humanidad (Cfr. 1 Cor 12, 27).
Por eso, la Iglesia -afirma el Papa- cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida.


►EL QUINTO MANDAMIENTO


Catecismo de la Iglesia Católica





















No matarás (Ex 20,13)




I EL RESPETO DE LA VIDA HUMANA

El testimonio de la historia santa

2259 La Escritura, en el relato de la muerte de Abel a manos de su hermano Caín (cf Gn 4,8-12), revela, desde los comienzos de la historia humana, la presencia en el hombre de la ira y la codicia, consecuencias del pecado original. El hombre se convirtió en el enemigo de sus semejantes. Dios manifiesta la maldad de este fratricidio: "¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano" (Gn 4,10-11).

2260 La alianza de Dios y de la humanidad está tejida de llamamientos a reconocer la vida humana como don divino y de la existencia de una violencia fratricida en el corazón del hombre:

Y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre...Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo él al hombre (Gn 9,5-6).

El Antiguo Testamento consideró siempre la sangre como un signo sagrado de la vida (cf Lv 17,14). La necesidad de esta enseñanza es de todos los tiempos.

2261 La Escritura precisa lo que el quinto mandamiento prohíbe: "No quites la vida del inocente y justo" (Ex 23,7). El homicidio voluntario de un inocente es gravemente contrario a la dignidad del ser humano, a la regla de oro y a la santidad del Creador. La ley que lo proscribe posee una validez universal: Obliga a todos y a cada uno, siempre y en todas partes.

2262 En el Sermón de la Montaña, el Señor recuerda el precepto: "No matarás" (Mt 5,21), y añade el rechazo absoluto de la ira, del odio y de la venganza. Más aún, Cristo exige a sus discípulos presentar la otra mejilla (cf Mt 5,22-39), amar a los enemigos (cf Mt 5,44). El mismo no se defendió y dijo a Pedro que guardase la espada en la vaina (cf Mt 26,52).


La legítima defensa

2263 La legítima defensa de las personas y las sociedades no es una excepción a la prohibición de la muerte del inocente que constituye el homicidio voluntario. "La acción de defenderse puede entrañar un doble efecto: el uno es la conservación de la propia vida; el otro, la muerte del agresor...solamente es querido el uno; el otro, no" (S. Tomás de Aquino, s.th. 2-2, 64,7).

2264 El amor a sí mismo constituye un principio fundamental de la moralidad. Es, por tanto, legítimo hacer respetar el propio derecho a la vida. El que defiende su vida no es culpable de homicidio, incluso cuando se ve obligado a asestar a su agresor un golpe mortal:

Si para defenderse se ejerce una violencia mayor que la necesaria, se trataría de una acción ilícita. Pero si se rechaza la violencia de forma mesurada, la acción sería lícita...y no es necesario para la salvación que se omita este acto de protección mesurada para evitar matar al otro, pues es mayor la obligación que se tiene de velar por la propia vida que por la de otro (S. Tomás de Aquino, s.th. 2-2, 64,7).

2265 La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro. La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar perjuicio. Por este motivo, los que tienen autoridad legítima tienen también el derecho de rechazar, incluso con el uso de las armas, a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad.

2266 A la exigencia de tutela del bien común corresponde el esfuerzo del Estado para contener la difusión de comportamientos lesivos de los derechos humanos y de las normas fundamentales de la convivencia civil. La legítima autoridad pública tiene el derecho y el deber de aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito. La pena tiene, ante todo, la finalidad de reparar el desorden introducido por la culpa. Cuando la pena es aceptada voluntariamente por el culpable, adquiere un valor de expiación. La pena finalmente, además de la defensa del orden público y la tutela de la seguridad de las personas, tiene una finalidad medicinal: en la medida de lo posible debe contribuir a la enmienda del culpable (cf Lc 23, 40-43).

2267 La enseñanza tradicional de la Iglesia no excluye, supuesta la plena comprobación de la identidad y de la responsabilidad del culpable, el recurso a la pena de muerte, si ésta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas.

Pero si los medios incruentos bastan para proteger y defender del agresor la seguridad de las personas, la autoridad se limitará a esos medios, porque ellos corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común y son más conformes con la dignidad de la persona humana.

Hoy, en efecto, como consecuencia de las posibilidades que tiene el Estado para reprimir eficazmente el crimen, haciendo inofensivo a aquél que lo ha cometido sin quitarle definitivamente la posibilidad de redimirse, los casos en los que sea absolutamente necesario suprimir al reo "suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos" (Evangelium vitae, 56).


domingo, 24 de julio de 2011

La vida: Don de Dios

¿Realmente sabemos respetar y defender la vida? ¿Conocemos qué significa el “no matarás” del quinto mandamiento?












                                              
 


          

    


 



Johnathan Swift, el conocido autor de “Los viajes de Gulliver”, se ponía de luto y ayunaba el día de su cumpleaños. Haber nacido le parecía una auténtica desgracia. Pero como millones y millones de personas celebran su cumpleaños, no parece que hayamos de darle la razón el señor Swift. Haber nacido es una cosa buena y positiva; aún más, la vida no sólo es un bien, sino que es el bien más alto en el orden natural. El sentimiento contrario es pasajero, debido quizá a la enfermedad física o mental, o a las injusticias que los demás nos han causado.

Además, la vida no sólo es un bien, sino que además es un don, un regalo. Ese don nos ha sido dado (a través de nuestros padres) por Dios: sólo Dios es dueño de la vida. Cada alma es individual y personalmente creada por Dios y sólo Dios tiene derecho a decidir cuándo la infunde a un cuerpo y cuándo su tiempo de estancia en la tierra ha terminado.Que la vida humana pertenece a Dios es tan evidente que la gravedad del homicidio -quitar injustamente la vida a otro- es aceptada universalmente por la sola ley de la razón entre los hombres de buena voluntad. La gravedad del pecado de suicidio -quitarse la vida de modo voluntario- es igualmente evidente.Aunque la vida sea un bien tan grande, no es un bien absoluto. Por gravísimas razones, es lícito matar a otro, quitarle justamente su vida. Por ejemplo, si un agresor injusto amenaza mi vida o la de un tercero, y matarlo es el único modo de detenerlo, no peco si lo hago. De hecho, es permisible matar también cuando el criminal amenaza con tomar o destruir bienes de gran valor y no hay otra forma de pararlo. De ahí se sigue que los policías no atentan contra este mandamiento cuando, no pudiendo disuadir al delincuente de otra manera, lo privan de la existencia.Está claro que el principio de defensa propia sólo se aplica cuando se es víctima de una agresión injusta. Nunca es lícito quitar la vida a un inocente para salvar la propia. Si estoy perdido con otro en el desierto y sólo hay agua para una persona, no puedo matarlo para conseguir así llegar hasta el oasis. Tampoco puede matarse directamente al niño en gestación para salvar la vida de su madre. El niño aún no nacido no es agresor injusto de la madre, y tiene derecho a vivir todo el tiempo que Dios le conceda. Destruir directa y deliberadamente su vida es un pecado de suma gravedad; es un asesinato y tiene, además, la malicia añadida del envío a la eternidad de un alma sin oportunidad de bautismo. Éste es otro de los pecados que la Iglesia trata de contener imponiendo la excomunión a todos los que sin su ayuda no se hubiera cometido el delito: no sólo a la madre, también a los médicos o enfermeras que lo realicen, a quien convenza a la madre o le facilite el dinero para ese fin.Una extensión del principio de defensa personal se aplica a las naciones. Por ello, el soldado que combate por su país en una guerra justa no peca si mata. Una guerra es justa: a) si es una guerra defensiva, es decir, si la nación ve sus derechos o su territorio injustamente violados; b) si se recurre a ella en último extremo, una vez agotados todos los demás medios de dirimir la disputa; c) si se lleva a cabo según los dictados de la ley natural y la leyes internacionales, y d) si se suspende tan pronto como la nación agresora ofrece la satisfacción debida.En la práctica resulta a veces muy difícil para el ciudadano medio decidir si la guerra en que su nación se embarca es justa o no. El ciudadano común suele no conocer todos los intríngulis de una situación internacional. De ahí que muchas veces deba esperar el juicio de la autoridad competente (los obispos o el Papa), para saber cómo actuar. No ha de olvidar, en todo caso, que incluso en una guerra justa se puede pecar por el uso injusto de los medios bélicos, como en caso de emplear armas biológicas que causen estragos al margen de objetivos de valor militar.Ya que la vida no es nuestra, hemos de poner todos los medios razonables para preservar tanto la propia como la del prójimo. Es a todas luces evidente que pecamos si causamos deliberado daño físico a otros; y el pecado se hace mortal si el daño fuera grave. Por ello, las disputas en que se llega a las manos -a no ser que se trate de una agresión injusta-, son una falta contra el quinto mandamiento de la ley de Dios.Lo que directa o indirectamente se relacione con la vida cae en el ámbito del quinto mandamiento. Podemos ir deduciendo de ello muchas consecuencias prácticas. Por ejemplo, es evidente que quien conduce un vehículo de modo imprudente, comete pecado grave, pues expone su vida y la de otros a un riesgo innecesario. Esto también se aplica al conductor que se encuentra atarantado por el alcohol. El conductor ebrio es criminal además de borracho. Ambos son pecados contra el quinto mandamiento, pues beber en exceso, igual que comer excesivamente, contraviene este precepto porque perjudica la salud, y porque la destemplanza causa fácilmente otros efectos nocivos. El pecado de embriaguez se hace mortal cuando de tal modo afecta al bebedor que ya no sabe lo que hace. Pero beber sin llegar a ese extremo también puede ser un pecado mortal por sus consecuencias malas: perjudicar la salud, revelar secretos o descuidar los deberes profesionales o familiares. Quien habitualmente toma bebidas alcohólicas en exceso y se considera libre de pecado porque conservó la noción de lo que hizo, normalmente se engaña a sí mismo; raras veces las bebidas alcohólicas no producen daño grave en el prójimo o en uno mismo.El drogadicto peca gravemente contra este precepto de la ley de Dios. Ingiere la droga con el fin de recibir sensaciones o experiencias sin otro objeto que la satisfacción personal. Implica un arbitrario y arriesgado peligro, que priva al individuo de la función rectora de la razón y le produce perjuicios fisiológicos y psicológicos casi siempre graves e irreversibles. Es, sin ninguna justificación, un atentado contra la vida.Al ser responsables ante Dios por la vida que nos ha dado, tenemos obligación de cuidar la salud dentro de límites razonables. Exponernos a peligros deliberados o innecesarios (como el alpinismo sin precauciones debidas), descuidar la atención médica (cuando sospechamos tener una enfermedad seria), descuidar el necesario descanso (no dormir o no comer lo debido), es faltar a nuestros deberes como administradores de algo que es de Dios.Un principio básico sobre este precepto es que la vida de todo el cuerpo es más importante que la de cualquiera de sus partes. En consecuencia, es lícito extirpar un órgano para conservar la vida. La amputación de un brazo gangrenado o de una matriz cancerosa está justificada moralmente. Sin embargo, mutilar el cuerpo innecesariamente es pecado, y pecado mortal si la mutilación es seria en sí o en sus efectos. Aquella persona que voluntariamente se somete a una intervención quirúrgica con el único fin de quedar estéril, incurre en un pecado mortal, igual que el cirujano que la realiza, sean cuales fueren las circunstancias del caso concreto. También se incluye dentro de este precepto la “eutanasia” (matar a un enfermo incurable para acabar con sus sufrimientos). La eutanasia es pecado grave, aunque el mismo paciente la pida. Si una enfermedad incurable es parte de la providencia de Dios para mí, ni yo ni nadie tiene derecho a impugnarla. La vida es de Dios, y sólo Él determina cuando llega a su fin.

Ricardo Sada Fernández

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♥Consagración a la Virgen María

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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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