El aborto no es sólo matar el fruto inmaduro del vientre, sino toda acción que de cualquier modo y en cualquier momento conduzca a su muerte. El aborto es un crimen porque consiste en quitar la vida a una criatura que no ha cometido ningún delito. Esta injusticia se agrava porque se trata de una víctima inocente, sin posibilidad alguna de defenderse, que es destruida por quienes lo han llamado a la existencia y que debían cuidar y defender su vida: sus padres.
El aborto es tema de controversia en la historia de la humanidad. Ya en el siglo XXI va tomando un carácter cada vez más cruel y antihumano. Según los conocimientos biológicos actuales, resulta evidente que nuestro cuerpo ha comenzado a existir desde la fecundación. Ya no es una hipótesis metafísica, sino una evidencia experimental apoyada por las características del cigoto que desde lo biológico presenta coordinación en su desarrollo, continuidad en su ciclo vital, lleno de potencialidades que irá desarrollando.
Reivindicar el derecho al aborto y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo, el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás. Ésta es la muerte de la verdadera libertad.