Nos invaden de publicidades donde nos muestran modelos de "familia" como mamá y papá con gato y/o perro adoptados como hijos!! o mamá y papá con trabajos los dos y cero hijos!! O= o con un hijo y ya no más, es suficiente!! =O_O= Somos una sociedad de consumo a la que le interesa trabajar para si mismo, pensando en los beneficios propios, las marcas que podamos llegar a lucir, el mejor auto, la casa mas vistosa, y vemos a los hijos como gasto, cuando son nuestra mejor inversión a corto y largo plazo. ¿Pero porqué no difundir el auténtico modelo de AMOR que se ve reflejado a través de la generosa donación que realizamos y es a través de los hijos...? El amor se aprende muy bien en familia, aprendemos a compartir, a ser solidarios, a entender que lo mas importante no pasa por el "Dios dinero", sino por el valor que se le asigna a la persona humana. Manifestamos de ese modo la expresión mas sublime de Amor y redención hacia nuestro Creador.
A continuación les comparto un hermoso y a la vez valioso testimonio de amor. Que nos sea de ejemplo, que nos ayude a reflexionar, a querer revalorizar la FAMILIA y el papel que en la sociedad desempeña, o mejor dicho... debiera desempeñar.
Nuestra vida sea de continuo aprendizaje y crecimiento espiritual.
Dios los bendiga a todos.
Con amor y con esperanza, es posible que una mujer tenga 16 hijos
Sí, puede parecer una locura. Pero con amor y con esperanza, es posible que una mujer tenga 16 hijos.
Así es como María José Durán (de Cataluña, España) vive su amor de esposa y de madre. Así responde a quienes preguntan: “¿cuántos hijos tener?”.
--María José: “Ama y no te preocupes por nada. Tendrás problemas, como todo el mundo, incluso los ricos. Pero, ¿qué son los problemas cuándo hay amor en el santo matrimonio?
El acto conyugal en el matrimonio no es «para tener hijos», sino que es para demostrarse el amor entre los esposos. Lo que ocurre es que de este maravilloso acto de amor salen los hijos. Y bienvenidos sean siempre”.
Pero vivir así, ¿no sería algo irresponsable? ¿No nacerían “demasiados” hijos?
--María José: “A ver cómo lo cuento. Es muy bueno amarse, amarse hasta la misma locura, con el cónyuge. Y este amor hace que la vida sea feliz, porque ¿qué es de una persona sin amor? Y en el amor verdadero está la entrega.
Los esposos nos entregamos también físicamente, y cuando nos damos nos damos con el alma.
Pienso yo, y es lo que hemos vivido mi amado esposo y una servidora, que aunque tienen mucho que ver los hijos en el matrimonio, nosotros pensábamos en el amor de los esposos. Y aceptábamos el fruto, los frutos de nuestro maravilloso amor: los hijos.
En cada acto de amor conyugal, si no estaba ya en estado, nos mirábamos y sonreíamos, siempre. Y uno de los dos comentaba, o los dos a la vez: ‘Quizás Dios nos va a dar un hijo. Quizás ahora lo vamos a engendrar’.
Y nos llenábamos de más amor, el amor de pensar que con nuestro amor Dios, por amor, nos podría dar un nuevo hijo. Un alma de amor, para vivir, tener la oportunidad de ser santo e ir al Cielo eterno. Y todo gracias a nuestro gran y maravilloso amor unido al amor de Dios”.
Pero tener así, casi uno detrás de otro, 16 hijos, ¿no es demasiado? ¿No se vivirá en la casa como un cuartel, como una masa, donde es imposible dar amor a cada uno?
--María José: “Bueno, cada hijo es muy amado, cada hijo es distinto. ¡Y no vienen todos de golpe! Uno a uno, va llegando a la familia, tarda nueve meses, en los que te vas haciendo a la idea de que es único. Lo amas tanto, tanto, porque es fruto del amor, ¡del amor verdadero!”
Muchos le dirán, María José, que así no somos realistas, que las casas hoy son muy pequeñas y muy caras, que la vida está muy difícil...
--María José: “Nosotros también hemos vivido en un piso pequeño cuando ya teníamos siete hijos. Luego llegó la casa; eso sí, siempre de alquiler, pero sin dejar nunca de disfrutar de nuestro amor de esposos, de nuestra compañía, comunicación y respeto en la libertad.
No podéis saber lo felices que somos, lo felices que son todos nuestros hijos. ¡Son felices de verdad! Personas sanas: porque han sido engendrados por amor, deseados con amor, y siempre amados, ¡siempre!
Dios sabe cuánto amamos a nuestros hijos. Uno a uno, y todos juntos. Ellos, con su presencia, nos hablan de nuestro amor unido al amor de Dios.
Los aceptamos. Nos aceptan. Nos queremos tanto... En ellos está el Amor de Dios, que se unió al nuestro amor, porque son hijos del amor y no de una casualidad, o de mala programación, o del sexo por el sexo, o de la pasión. No. Viven, tienen alma y cuerpo, por amor, sólo por amor”.
Un modo revolucionario de vivir el amor entre los esposos, María José. Con la alegría de sus hijos, con la confianza puesta en Dios, con la frescura de unos novios que llevan ya muchos años de casados…
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