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Adolfo J. Castañeda, MA, STL
Director de Educación e Investigación para el Mundo Hispano
Vida Humana Internacional
Las economías centralizadas en el gobierno o en un libre mercado sin ética, y no en las personas y las familias no funcionan por cuatro razones fundamentales:
(1) Matan la iniciativa, la creatividad y la libertad personal de grupos e individuos, sobre todo de aquellos que tienen el don empresarial que Dios les ha dado y que tienen visión y habilidad, no sólo para inventar productos, sino también para poner a un montón de gente a trabajar eficiente y organizadamente. El que produce riqueza no es el Estado, sino la gente en condiciones adecuadas.
(2) Matan lo que yo llamaría "localidad". La economía no crece de verdad con grandes planes macroeconómicos dictados por el gobierno (menos aún un gobierno dictatorial), sino a base de iniciativas locales de individuos dotados con visión de las necesidades reales de la gente en su entorno, necesidades que ellos conocen mejor que burócratas expertos pero desmotivados económicamente (porque responden a un gobernante y no a sus propios intereses ni de los de sus familias). Luego, estos empresarios locales extienden sus compañías (dependiendo del nivel de éxito) a nivel regional, nacional, internacional, etc.
(3) Matan el incentivo, porque matan los elementos ya mencionados, así como la propiedad privada. Nadie trabaja con más ahínco que en lo que le pertenece y en lo que le va a pertenecer a él o ella y no a un ente abstracto llamado "el pueblo" o la "colectividad", que en realidad es el Estado. Eso no es egoísmo, sino simplemente la parte de "a tí mismo" del precepto "Ama al prójimo como a ti mismo". Luego, con una ética auténtica enseñada por las iglesias y otros grupos de libre iniciativa y no forzada por el Estado, estas personas se pueden volver generosas y compartir sus riquezas con los demás, ya sea de manera asistencial o creando empleos o las dos.
(4) Mata la libre y justa competencia, que es lo que, de forma natural, baja los precios, porque mientras más compañías haya produciendo un producto determinado, mejor para el consumidor, quien buscará quién produzca el mejor producto al mejor precio. Mientras que cuando el Estado es el único empresario o cuando las empresas se rigen solamente por el afán desmedido de ganar dinero, se produce el monopolio estatal o privado y la baja calidad, porque no hay competencia. Al empresario inteligente no le conviene que los que le rodean sean pobres ni tampoco explotarlos, sino al contrario, que tengan poder adquisitivo, por una razón extremadamente simple: ¡para que le compren sus productos!
En otras palabras, el gobierno no sirve como empresario, no es su papel. Su papel no es dirigir la economía, sino regularla. Y ojo: regular NO quiere decir controlar, sino dotar de un marco jurídico, es decir, de leyes justas que protejan los derechos y deberes de todos (empresarios y empleados), así como de la competencia desleal (las trampas, los contubernios con el gobierno, el robo de propiedades intelectuales, etc.) y que tenga claras reglas para las relaciones económicas. Lo que hace crecer económicamente a los países es un denso y orgánico tejido empresarial, la producción de productos con valor agregado (tecnología y no simplemente la producción de materias primas), un sistema educativo dirigido a la producción tecnológica, y no sólo a las artes y las humanidades, así como la inversión extranjera que trae riquezas al país y no el proteccionismo.
Por otro lado, los matrimonios, las familias y los hijos son los tesoros más grandes de una nación. Pero para que los habitantes de esa nación de verdad puedan producir de manera sostenida y creciente, tanto en cantidad como en calidad humana, es necesario el respeto incondicional a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, al matrimonio entre un hombre y una mujer y a la autoridad de los padres en cuanto a la formación de sus hijos, sobre todo en valores y principios éticos y religiosos. Esto último exige un profundo respeto, por parte de la sociedad y el Estado, a la libertad religiosa y no sólo de culto.
El habitualmente abortista New York Times de vez en cuando publica verdades. El 16 de octubre del 2011, publicó un artículo en el cual se afirmó una gran verdad: “La riqueza de la economía moderna depende en parte de la fortaleza y sostenibilidad de la familia, en lo que se refiere a la fecundidad y al número de matrimonios. Este principio tan básico —pero tan olvidado con frecuencia— está más vigente que nunca durante la actual crisis” [1].
Esta afirmación resume un informe titulado “Dividendo Demográfico Sostenible, que se presentó en EEUU en octubre de 2011 y en Europa el pasado noviembre. La investigación se centra en el papel fundamental que a largo plazo juegan el matrimonio y la fecundidad sobre el crecimiento económico, sobre la viabilidad del estado de bienestar, sobre la cantidad y la calidad de la mano de obra y sobre la productividad de grandes sectores de la economía moderna.
“Este documento forma parte de un proyecto internacional y es fruto de un trabajo conjunto impulsado por el Social Trends Institute, que ha contado con la participación de diversas instituciones como la Universidad de Virginia (EEUU); el Institute of Marriage and Family (Canadá); la Universidad de los Andes (Chile); la University of Asia and the Pacific (Filipinas); el Instituto de Estudios Superiores de la Familia de la Universitat Internacional de Catalunya (España); la Universidad de la Sabana (Colombia) y la Universidad de Piura (Perú).
“El documento comienza con un análisis y comparación sobre los datos demográficos de varios países del mundo. La crisis fiscal y económica que envuelve a muchas naciones ricas del mundo ha sacado a la luz los desafíos económicos derivados de los últimos cambios demográficos.
“En el caso de Europa, el rápido proceso del envejecimiento de la población y las bajas tasas de fecundidad están provocando el retraso en la edad de jubilación, el aumento en la carga de la deuda pública y un crecimiento económico lento” [1].
El estudio presenta las siguientes conclusiones:
“1. Los niños educados en familias, basadas en el matrimonio, son más propensos a adquirir el capital humano y social necesario para convertirse en trabajadores productivos y equilibrados.
“2. Los hombres que contraen matrimonio y permanecen en él trabajan más, mejor y ganan más dinero que los que no lo hacen.
“3. Las naciones que quieren disfrutar de un robusto crecimiento económico a largo plazo y de una viabilidad del estado de bienestar deben mantener tasas de fecundidad sostenibles, al menos de dos niños por mujer.
“4. Sectores clave de la economía moderna —como los de productos del hogar, los de diferentes tipos de seguros, las empresas de alimentación...— tienden a obtener más beneficios cuando los hombres y las mujeres se casan y tienen hijos”.
Por último, el estudio finaliza con las siguientes recomendaciones:
“1. Las compañías, empresas, etc. deberían usar mayor influencia cultural para respaldar los anuncios a favor de las familias y las campañas sobre educación familiar, si quieren ampliar sus negocios.
“2. Los países deberían facilitar el acceso a una sanidad y educación asequibles para fortalecer los fundamentos económicos de la vida familiar.
“3. Las políticas públicas deberían apoyar e incentivar el matrimonio y la paternidad responsable mediante, por ejemplo, créditos a los matrimonios con hijos en el hogar, etc.
“4. La política pública y la empresarial deberían apoyar a las familias trabajadoras proporcionando flexibilidad para conseguir sus propias preferencias a la hora de combinar su vida familiar y laboral.
“El mensaje de fondo de El Dividendo Demográfico Sostenible es que los negocios, los gobiernos, la sociedad civil y los ciudadanos se verían beneficiados si fortalecieran la institución familiar, ya que en gran medida la riqueza de las naciones y el comportamiento de grandes sectores de la economía moderna dependen altamente del destino de la familia” [1].
Nota:
[1]. Margarita Gonzalvo Cirac. Demógrafa, Institut d'Estudis Superiors de la Família (IESF), Universitat Internacional de Catalunya, “¿Qué tienen que ver el matrimonio y la fecundidad con la economía?”, 5 de diciembre del 2011,http://www.temesdavui.org/es/online/actualidad/que_tienen_que_ver_el_matrimonio_y_la_fecundidad_con_la_economia.
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