11. Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza[20]: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. ( F.C.)
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lunes, 1 de octubre de 2012
lunes, 24 de septiembre de 2012
►Jérôme Lejeune, un apasionado de la Vida
Nunca le concedieron el premio Nobel de medicina.
El papa Juan Pablo II escribió al cardenal Lustiger de París, a propósito de Lejeune en estos términos: “En su condición de científico y biólogo era un apasionado de la vida. Llegó a ser el más apasionado defensor de la vida, especialmente de la vida de los por nacer, tan amenazada en la sociedad contemporánea, de modo que se puede pensar en que es una amenaza programada. Lejeune asumió plenamente la particular responsabilidad del científico, dispuesto a ser signo de contradicción, sin hacer caso a las presiones de la sociedad permisiva y al ostracismo del que era víctima”.
“Cada uno de nosotros tiene un momento preciso en que comenzamos. Es el momento en que toda la necesaria y suficiente información genética es recogida dentro de una célula, el huevo fertilizado y este momento es el momento de la concepción. Sabemos que esta información está escrita en un tipo de cinta a la que llamamos ADN… la vida está escrita en un lenguaje fantásticamente miniaturizado.”
Jérôme Lejeune
Se los comparto esperando quieran difundir.
Bendiciones a mis queridos lectores.
Jérôme Lejeune nació en París en 1926. Estudió medicina y a los 32 años de edad, en 1958, publicó su descubrimiento sobre la causa del síndrome de Down, la trisomía 21. Este descubrimiento le valió ser galardonado con el prestigioso premio Kennedy en 1962.
En ese mismo año, fue designado como experto en genética humana en la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en 1964 fue nombrado Director del Centro nacional de Investigaciones Científicas de Francia y en el mismo año se crea para él, en la Facultad de Medicina de la Sorbona, la primera cátedra de Genética fundamental.
El Dr. Jérôme Lejeune era reconocido por todos, tanto por su fidelidad a la Iglesia como por su excelencia como científico. Se esperaba que recibiera el Premio Nobel. Pero en 1970 se opuso firmemente al proyecto de ley de aborto terapéutico de Francia. Esto causó que cayese en desgracia ante el mundo progresista. Prefirió mantenerse en gracia ante la verdad y ante Dios: matar a un niño por estar enfermo es un asesinato. Siempre utilizó argumentos racionales fundamentados en la ciencia.
Llevó la causa pro vida a las Naciones Unidas. Se refirió a la Organización Mundial de la Salud diciendo: “he aquí una institución para la salud que se ha transformado en una institución para la muerte”. Esa misma tarde escribe a su mujer y a su hija diciendo: “Hoy me he jugado mi Premio Nobel”. Tenía razón, ya que nunca se lo dieron. No querían a un científico que se opusiera a la agenda abortista.
Lejeune también rechazó los conceptos ideológicos que se utilizan para justificar el aborto, como el de "pre-embrión".
Juan Pablo II reconoció la excelencia del Dr. Lejeune nombrándolo Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, el 26 de febrero de 1994. Murió el 3 de abril del mismo año, un Domingo de Pascua.
Con motivo de su muerte, Juan Pablo II escribió al Cardenal Lustinger de Paris diciendo: “En su condición de científico y biólogo era una apasionado de la vida. Llegó a ser el más grande defensor de la vida, especialmente de la vida de los por nacer, tan amenazada en la sociedad contemporánea, de modo que se puede pensar en que es una amenaza programada. Lejeune asumió plenamente la particular responsabilidad del científico, dispuesto a ser signo de contradicción, sin hacer caso a las presiones de la sociedad permisiva y al ostracismo del que era víctima”.
El 22 de agosto de 1997, el Papa Juan Pablo II quiso acercarse al cementerio de Chalo-Saint-Mars, para orar ante el sepulcro del Dr. Lejeune. Cuando su esposa agradeció a Juan Pablo II ese gran gesto, el Papa le respondió: “Señora Lejeune: doy gracias a Dios por todo el bien que hizo su esposo, y por haber podido realizar hoy aquí, mi deseo de rendirle homenaje”. La sintonía con el Papa Juan Pablo II era bien conocida. El día en que Juan Pablo II sufrió un atentado, el 13 de mayo de 1981, habían almorzado juntos el Papa y el matrimonio Lejeune. Cuando la pareja regresó en avión a su país, se enteraron del atentado y el Dr. Lejeune cayó enfermo. Curiosamente, fue dado de alta el mismo día en que el Pontífice dejó el hospital.
El doctor Jérôme Lejeune fue invitado por el Senado de Francia tres años antes de su muerte, para que ofreciese su documentada opinión sobre el tema del aborto. Una de las opiniones fuertemente arraigada en dicha cámara, era la que sostenía que hay embarazos que deben ser interrumpidos, cuando los antecedentes o el pronóstico parecen ser irreversiblemente malos. Cuando se le otorgó la palabra al Dr. Lejeune, planteó un caso: "Tenemos un matrimonio en el que el marido es sifilítico terciario incurable, y además decididamente alcohólico. La mujer está desnutrida y sufre tuberculosis avanzada. El primer hijo de esa pareja muere al nacer; el segundo sobrevive, pero con serios defectos congénitos. Al tercer hijo le ocurre lo mismo y se le suma el hecho de ser infradotado mentalmente. La mujer queda embarazada por cuarta vez. ¿Qué aconsejan ustedes hacer en un caso así?". Un senador del bloque socialista manifestó categóricamente que la única solución para evitar males mayores, era practicar un "aborto terapéutico" inmediato. Lejeune hizo un largo y notorio silencio; bajó la cabeza por unos segundos en medio de su expectante mutismo; volvió a alzarla y dijo: "Señores Senadores, pónganse de pie, porque este caballero acaba de matar a Ludwig van Beethoven".
En la XIII Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, el 25 de Febrero de 2007, se anunció la apertura de la causa de beatificación del Profesor Jerome LeJeune.
El 11 de abril de 2012, en la catedral de Notre-Dame, la diócesis de París celebrará el final de la encuesta diocesana de la causa de beatificación y canonización de Jérôme Lejeune.
ENTREVISTA
En 2011, Clara Lejeune-Gaymard, hija del doctor Lejeune, concedió una entrevista a Carrie Gress, de Zenit, con motivo de de la publicación del libro "Life is a blessing: Biografía de Jérôme Lejeune", cuya autora es Clara. "Mi padre siempre dijo que un niño con Síndrome de Down es más niño que otros", dice la hija de quien fue íntimo amigo y colaborador de Juan Pablo II. Y asegura que "se gasta mucho dinero en realizar el diagnóstico y en matarlos, hasta tal punto que si pudiéramos tener sólo un 10% de este dinero para investigación,podríamos haber conseguido ya lacura". Jérôme Lejeune había comido y departido con Juan Pablo II los trazos de la Evangelium vitae el 13 de mayo de 1981, el fatídico día del atentado. A continuación, podrán leer el artículo.
- Su padre fue el renombrado científico de genética de Francia, quien viajó por el mundo dando a conocer sus numerosos descubrimientos científicos, incluyendo el origen genético del Síndrome de Down. ¿Por qué su nombre no es muy conocido por su importante trabajo?
Clare Lejeune: Es una buena pregunta.
Cuando él hizo el descubrimiento de la trisomía 21 lo podría haber llamado “Lejeune” como hacen muchos científicos cuando realizan descubrimientos. Pero él no era ese tipo de hombre y pretendía realizar dos cosas.
La primera tenía que ver con todas las cosas humillantes que se decían sobre los niños con síndrome de Down, como que la madre había tenido un mal comportamiento sexual o que su herencia familiar era mala.
Estos niños eran escondidos, especialmente en Francia o el resto de Europa. Él quiso devolver su dignidad a estos niños y a sus padres diciéndoles que estaba en su código genético y que no venía de familia ni de un mal comportamiento.
También fue la primera vez que se descubrió que una enfermedad podía venir del código genético, de manera que se abría la puerta a la medicina genética y a la comprensión de que un cromosoma podía ser la causa de una enfermedad.
Sólo seis meses antes del descubrimiento, se decía que era imposible que el código genético pudiera causar una enfermedad. Así que él consiguió la prueba de lo contrario.
Y la segunda cosa que quería era proteger a los no nacidos.
Era muy conocido en Francia y muy conocido también en la comunidad científica porque ayudó a construir la primera cátedra conocida en genética en Israel y en España y trabajó con científicos en Estados Unidos. En Francia participó siempre como columnista en la prensa sobre cuestiones genéticas.
En 1969, comenzó la campaña del aborto en Europa, Francia y Estados Unidos. Y desde que él se declaró en contra, se le cerraron todas las puertas. Ya no formó parte de la actualidad. Nadie lo quiso entrevistar cuando realizó su descubrimiento.
Creo que en 1971fue a Estados Unidos y realizó un discurso en el National Institute for Health y después de esto mandó un mensaje a mi madre diciendo: “Hoy he perdido mi Premio Nobel”. En el discurso él habló sobre el aborto, diciendo, “ustedes están transformando su instituto de salud en un instituto de muerte”. Y esto no fue bien acogido.
- El libro sobre la vida de su padre es una serie de instantáneas de la vida de su familia que ilumina no sólo el trabajo científico de su padre, también su profunda fe. ¿Qué le hizo decidir escribir sobre él con este estilo?
Clare Lejeune: Yo estaba embarazada cuando él estaba enfermo, esperando a mi sexto hijo, y durante este tiempo esperaba que él pudiese vivir los suficiente para poder conocer a mi hija. Él murió el 3 de abril y ella nació el 13 de abril, así que nunca llegó a conocer a su abuelo.
Antes de morir le pregunté si me daba permiso para escribir un libro sobre él. Aunque temía que dijese que no ya que era un hombre muy humilde, sin embargo él contestó: “Haz lo que quieras. Si quieres dar testimonio de la vida del niño con síndrome de Down, haz lo que quieras”.
Tenía claro que quería escribir algo para mi pequeña. Al principio escribí treinta hojas y cuando fuimos de vacaciones con un periodista le conté que estaba escribiendo un libro para que mi hija pudiese conocer a su abuelo. Él las leyó y me dijo que debería escribir un libro.
El modo en que quería escribirlo no era el de la biografía cronológica, sino como retratos diferentes de una persona. Hay un capítulo sobre nuestra vida en Dinamarca, uno sobre él como médico, otro como cristiano.
Cada capítulo es una pieza diferente del puzzle y al final te encuentras con el retrato de la persona entera.
- Su padre sufrió mucho en su carrera por su postura pro-vida.
¿Se basaban sus convicciones sólo en su fe o también se apoyaba en su investigación científica?
Clare Lejeune: Principalmente en que era médico, no en su fe. Cuando eres médico has jurado el Juramento Hipocrático de no hacer daño. Y él siempre decía que el respeto a la vida no tenía nada que ver con la fe, aunque, por supuesto, está en la fe el respetar la vida.
Por eso fue tan odiado por los partidarios del aborto. Era difícil luchar contra él porque sus argumentos eran de base científica.
Quiso explicar que la vida comenzaba en la concepción, él quiso contar una historia que fuese inteligible para todos, como Pulgarcito. Esta es una historia para niños o una leyenda, pero es una realidad.
Es muy raro que la humanidad haya sido capaz de contar una historia así sin saber si era verdad, porque cuando se escribió no había fotos de bebés en el útero.
La vida comienza en el mismo instante de la concepción cuando los genes de la madre y los del padre se unen para formar un nuevo ser humano que es absolutamente único.
Todo el patrimonio genético está ya allí. Es como la música de Mozart en la partitura. La vida entera está ya ahí.
A los dos meses, el embrión lo tiene todo, las manos, los ojos, el cuerpo. Es un cuerpo muy pequeño, pero después de dos meses lo único que hace es crecer. Si se pudiese coger el mismo dedo pequeño, se podría observar su huella dactilar.
Muchos investigadores mantienen distancias con aquellos cuya vida afecta a su trabajo. Su padre parecía tener un enfoque distinto. ¿Cómo era su relación con los pacientes y sus familias?
Clare Lejeune: Cuando él se convirtió en doctor, su primer trabajo fue en un hospital donde él vio a un niño con síndrome Down.
Entonces fue cuando decidió que quería saber por qué tenían una cara especial y todo lo demás. Se podría decir que esta fue realmente su vocación. Realmente quería encontrara una manera de tratarlos y a esto dedicó su investigación.
El hizo este descubrimiento porque amaba a estos niños y a sus familias y quería ayudarles.
No fue consecuencia de este descubrimiento el querer cuidar a los niños de síndrome Down, sino que fue al revé, porque él quería cuidar a estos niños, realizó este descubrimiento. Y esto explica su relación con ellos.
Después de su muerte, su familia creó una fundación para continuar su trabajo, especialmente el de encontrar una cura para el síndrome Down. ¿Qué hace esta fundación y cómo trabaja?
Clare Lejeune: Mi padre quiso crear esta fundación cuando todavía estaba vivo, porque él sabía que tendría que retirarse y quería que su investigación continuase. Al principio fue su proyecto.
El día antes de morir, fui a verlo y me dijo que estaba muy triste por sus pacientes, porque ellos no entenderían que los había tenido que dejar. Dijo: “los estoy abandonando y ellos no van a entender porque ya no estaré con ellos nunca más”.
Yo le contesté: “Ellos lo entenderán. Lo entenderán mejor que nosotros”.
Y me dijo: “No, ellos no lo entenderán mejor, pero si más profundamente”. Y después de esto, cuando él murió, nosotros pensamos que podríamos hacer algo más por ellos.
Después de año y medio pusimos en marcha una fundación dedicada al la investigación y tratamiento no sólo del síndrome Down sino también de otros síndromes de enfermedades mentales de origen genético.
Creamos un centro en Francia de investigación genética y tenemos un comité que distribuye las ayudas a los diferentes grupos que están en todo el mundo.
Hemos fundado 60 proyectos con 32 equipos en los Estados Unidos, y estamos en proceso de comenzar una fundación en los Estados Unidos que se encargará de más investigación y tratamiento.
El tratamiento real no existe en la actualidad, ya que los investigadores están trabajando en solucionar este problema genético. El patrimonio genético de los niños es correcto, simplemente se repite como un disco rallado. Mi padre siempre decía que un niño con síndrome Down es más niño que otros; es cómo si no estuviese acabado del todo. Así que si ese gen pudiese ser silenciado el niño podría ser normal.
Y este es realmente el futuro de la medicina, reparar el código genético. Por tanto no es descabellado que podamos tratarlos algún día.
La dificultad estriba en que se gasta mucho dinero en realizar el diagnóstico y en matarlos, hasta tal punto que si pudiéramos tener sólo un 10% de este dinero para investigación, podríamos ya haber conseguido la cura.
Su padre fue amigo de Juan Pablo II, sirviendo muchos años como miembro de la Academia Pontificia de Ciencias y como el primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida.
¿Cómo era su relación con Juan Pablo II ?
Lejeune-Gaymard: Él no diría que fue un amigo cercano del Papa. Pero así fue en verdad.
La historia comenzó cuando fue elegido para la Academia Pontificia de Ciencias por Pablo VI, no Juan Pablo II. Pero cuando este llegó a Papa, le pidió a mi padre que acudiese allí porque quería saber todo sobre la clonación, investigación en embriones, etc...
Así que desayunaron juntos y desde entonces él le llamaba cada vez que necesitaba explicaciones particulares. Comían juntos cada seis meses.
En 1981, el 13 de mayo, mi padre comió con mi madre y con el Papa. Después cogieron un taxi para ir al aeropuerto, volaron a casa y cuando aterrizaron, se enteraron de que el Papa estaba entre la vida y la muerte porque le habían disparado. Ellos fueron los últimos con los que estuvo antes de ir a la plaza.
Mi padre, aquella tarde, sufrió unos dolores inexplicables, tanto que fue hospitalizado durante tres días. Experimentó sufrimientos similares a los del Papa y una fiebre que desembocó en piedras en el riñón.
Nunca le gustó hablar de la conexión entre su enfermedad y la del Papa, pero ésta realmente existió.
Antes de que mi padre muriese, recibió un telegrama del Papa que decía que esperaba que se encontrase mejor. Cuando él murió, el domingo de Pascua, llamamos para decirle al Papa que mi padre había muerto.
Teníamos un buen amigo, el ex ministro de justicia de Francia, que nos llamó aquel día porque al ver en la televisión, la bendición del Papa, notó que el Papa parecía muy triste. Dijo, “creo que Jerome ha muerto”.
Cuando Juan Pablo II vino a Francia en 1997, quiso visitar y rezar ante la tumba de mi padre.
En ese momento, flanqueados por muchos guardias y miembros de seguridad, nos dejaron estar presentes a nuestra familia.
Tuve que negociar para que se permitiese estar presente a personas discapacitadas, ya que mi padre no entendería que el Papa viniese sin dar permiso a sus otros niños, los discapacitados, de estar allí también.
miércoles, 23 de mayo de 2012
►¿TIENEN ALMA LOS EMBRIONES?
Queridos amigos, sabemos que el cuerpo, nuestro cuerpo, comienza a formarse a partir de un par de células, y que ha sido llamado a la VIDA por nuestro buen Dios, no me había planteado sino hasta hace poco sobre el momento en que el alma se infunde en el cuerpo. Los que desean matar necesitan menoscabar donde ni la razón, ni la ciencia aún, pueden explicar porque simplemente hay cosas que son naturales, independientemente de una religión, de una idea, de cierta política.
¿La política de la cultura de muerte? El ODIO, solo en corazones amargados y frustrados entra la posibilidad de aniquilar vida destinada a nacer mas allá del cuadro en el que haya sido gestada.
Un tema de debate y hasta donde he podido leer ni la bioética ni la filosofía han podido responder... solo El tendrá la respuesta: porque a Dios lo que es de Dios, a nosotros no cabe el respeto hacia toda obra Suya.
Les comparto el siguiente escrito y de aquí en mas todo cuanto vaya leyendo porque me parece bueno seguir avanzando y nutriéndonos de conocimientos y opiniones e investigaciones de expertos y estudiosos para continuar nuestra defensa de la vida.
Aprendemos juntos, gracias por algunos testimonios que sigo recibiendo, y que cuando Dios permita veré el modo de compartir.
Gracias por leer
Dios los bendiga
Laura
La gente se sorprende a veces cuando se entera de que lo incorrecto de destruir un embrión humano no depende en última instancia del momento en que ese embrión pueda convertirse en persona o recibir de Dios el alma. Muchas personas suponen, frecuentemente, que la Iglesia Católica enseña que destruir los embriones humanos es inaceptable porque son personas (o tienen alma). Aunque es cierto que la Iglesia nos enseña que la destrucción intencional y directa de embriones humanos es siempre inmoral, sería incorrecto deducir por ello que también enseña que los cigotos (embriones de una sola célula, es decir, el óvulo fertilizado), o cualesquiera otros embriones en fases tempranas, son personas, o que ya tienen almas racionales inmortales. El magisterio de la Iglesia nunca ha declarado de manera definitiva cuándo se crea el alma en el embrión humano. Esto sigue siendo una cuestión abierta. La Declaración sobre el Aborto Provocado emitido por la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1974 lo expone de manera muy precisa:
“Esta declaración deja expresamente a un lado la cuestión del momento de la infusión del alma espiritual. No hay sobre este punto una tradición unánime, y los autores están todavía divididos. Para unos, esto sucedería en el primer instante; para otros, podría ser anterior a la anidación. No corresponde a la ciencia dilucidarlas, pues la existencia de un alma inmortal no entra dentro de su campo. Se trata de una discusión filosófica de la que nuestra razón moral es independiente…”
A partir de lo anterior, la enseñanza moral de la Iglesia es que el embrión humano debe ser tratado como si ya tuviera alma, aun y cuando pudiera no ser así. Debe ser tratado como si ya fuera una persona desde el momento de la concepción, aun y cuando exista la posibilidad teórica de que no sea así. ¿Por qué esta postura sutil, débil, y no una declaración firme de que los cigotos tienen alma y por lo tanto son personas? Primero, porque nunca ha habido unanimidad en la tradición sobre este tema; segundo, porque el preciso momento de la creación del alma/la persona en el embrión humano es irrelevante para la pregunta de si podemos o no destruir dichos embriones con propósitos de investigación o cualesquiera otros propósitos.
Es interesante saber que el tema de la creación del alma se ha estado analizando desde hace siglos y que la animación tardía fue probablemente la norma en la mayor parte de la historia cristiana. La animación inmediata empezó a ganar fuerza a comienzos del siglo XVII (y en la actualidad es la postura más ampliamente aceptada). San Agustín, al parecer, estuvo cambiando de una posición a la otra durante toda su vida. Santo Tomás, en el siglo XIII, sostenía que la animación humana no sucedía en el primer instante sino en un momento independiente del inicio mismo. El argumentaba que esto posibilitaba el desarrollo material del embrión y lo hacía “apto” para recibir de Dios el alma inmortal (pasando por estadios iniciales más simples como almas “vegetales” y “animales”). Las discusiones continúan todavía el día de hoy en diversos ámbitos, con nuevos conocimientos en embriología incorporándose al debate como lo son la gemelización y la quimerización, y con nuevas preguntas conceptuales surgidas a partir de la complicada biología que rodea la totipotencialidad y la pluripotencialidad.
Hay que reconocer que el momento preciso en que el alma es creada en el embrión es asunto de Dios. No necesitamos una respuesta a esta fascinante pregunta teológica especulativa, como aquella antigua discusión sobre cuántos ángeles caben en la punta de una aguja, para comprender la verdad fundamental de que los embriones humanos son inviolables y merecen un respeto incondicional en cada etapa de su existencia. Esta declaración moral se apega, más bien, a los datos científicos que se tienen sobre el desarrollo humano inicial y que afirman que cada una de las personas sobre la faz de la tierra es, por decirlo así, “un embrión que ha crecido mucho”. No es necesario, por lo tanto, saber cuándo Dios crea el alma en el embrión, pues como en alguna ocasión lo he comentado a manera de broma, aun y cuando fuera cierto que el embrión no recibe su alma sino hasta que se gradúa de la escuela de leyes, eso no significa que antes de su graduación se le pueden extirpar forzadamente órganos y tejidos y provocarle la muerte.
Los embriones humanos son ya seres que son humanos (no cebras ni plantas) y, de hecho, son los más nuevos y más recientes integrantes de la familia humana. Son seres completos estructurados para madurar a lo largo de su propia línea de tiempo. Cualquier acción destructiva contra ellos durante su desplazamiento hacia el desarrollo total, interrumpe en sí toda la línea de tiempo de esa persona en particular. En otras palabras, el embrión existe como un integrante completo y viviente de la especie humana, y cuando se destruye, ese individuo específico ha perecido. Todo embrión humano, por lo tanto, es único y sagrado, y no debe ser canibalizado para extraerle sus células madre.
Lo que el embrión humano es, aún en su más temprana fase de desarrollo, lo convierte ya en el único ser apto para recibir el don de un alma inmortal de manos de Dios. Ningún otro embrión animal o vegetal puede recibir este don; de hecho, ningún otro ente en el universo puede recibirlo. Es por ello que el embrión humano desde sus inicios nunca será meramente un tejido biológico, como lo es un grupo de células hepáticas en una caja de petri; mínimamente, ese embrión, con todas sus estructuras internas y con la dirección que sigue, representa el santuario privilegiado de alguien que ha sido creado para desarrollarse como una persona humana.
Algunos científicos y filósofos intentarán argumentar que si el embrión en fase inicial no ha recibido aún un alma inmortal de Dios, entonces está bien destruirlo con propósitos de investigación puesto que todavía no es una persona. Pero en realidad sería lo contrario; es decir, sería más inmoral destruir un embrión que todavía no ha recibido un alma inmortal que destruir uno que ya la tiene. ¿Por qué? Porque el alma inmortal es el principio por el cual esa persona puede llegar a su destino eterno con Dios en el cielo, de tal manera que cuando alguien destruye un embrión, si ese fuera el escenario, impediría de manera absoluta que ese ser humano logre tener un alma inmortal (o ser una persona) y pueda llegar a Dios. Esta sería la peor de las maldades pues ese investigador de células madre embrionarias estropearía, con una acción que en cierto sentido sería peor que el asesinato, todo el diseño que Dios tenía para esa persona única e irrepetible.
La persona humana, por lo tanto, aun en su forma más incipiente como un ser humano embrionario, debe ser siempre protegida de manera absoluta e incondicional, y la especulación respecto al momento en que se convierte en persona no debe alterar esta verdad fundamental.
El Padre Tadeusz Pacholczyk hizo su doctorado en neurociencias en la Universidad de Yale y su trabajo post-doctoral en la Universidad de Harvard. Es Sacerdote para la Diócesis de Fall River, Massachusetts, y se desempeña como Director de Educación en el Centro Nacional Católico de Bioética en Philadelphia. The National Catholic Bioethics Center: www.ncbcenter.org Traducción: María Elena Rodríguez
miércoles, 17 de agosto de 2011
Los 14 días del ´preembrión´ sólo son una mera conjetura
¿Cuál es su solidez científica? ¿Es dato probado, demostrado, que el embrión humano puede dividirse y originar gemelos a lo largo de sus dos primeras semanas de desarrollo?
Autor: Dr. Gonzalo Herranz, de la Universidad de Navarra
Fuente: Universidad de Navarra
Herranz defiende que entre biólogos y bioéticos debe darse una relación vital. De ello depende, por ejemplo, que el embrión de menos de 14 días esté provisto de dignidad. El catedrático de Anatomía Patológica revela en este sentido que la cronología del modelo de Corner sigue siendo una hipótesis.
Me invitaron a dar la lección de clausura de la V edición del Máster en Bioética de la Universidad de Navarra. Y elegí para ella un tema básico: la seriedad con que, en bioética, se ha de tomar la biología. Es muy estrecha la relación que se anuda entre biología y bioética. Eso quiere decir que biólogos y bioéticos no pueden trabajar dándose la espalda. Se necesita un vivo intercambio entre ciencia natural y filosofía moral, entre logos y ethos. En mi lección a los nuevos másteres les instaba a que dedicaran horas a leer ciencia biológica, y a hacerlo intensa, críticamente. Lo exige mantener alto el listón. A veces pienso que la bioética académica está perdiendo aliento. Y parte de la culpa de ese aflojamiento puede radicar en que cada año son más numerosos los trabajos de bioética debilitados por su biología mal entendida o falseada. No ocurre eso siempre por culpa de los bioéticos: no faltan biólogos que, por intereses ideológicos, dan por buenas interpretaciones dudosas, y por definitivos datos provisionales. Para mostrar a los másteres una aplicación de esas ideas y consejos, les puse varios ejemplos. Elijo para esta Tribuna, uno que, a mi parecer, puede interesar -y hacer pensar- a muchos.
Supuesta cronología de la gemelación
En embriología, obstetricia y genética humanas, se tiene por dato firme que los gemelos monocigóticos se originan por división del embrión durante los 14 días que siguen a la fecundación. En eso coinciden los libros de texto y los artículos de investigación avanzada. En ese concepto se apoyan, en donde las haya, las leyes de reproducción asistida y experimentación en embriones humanos. Es, a fin de cuentas, biología "oficial".
* He llegado a la conclusión de que la correlación tiempo de desarrollo posfecundación/tipos de gemelos que presentan manuales y artículos de investigación es una mera hipótesis.
Que en esas dos semanas el embrión humano puede dividirse y originar dos seres humanos es idea que fascina a muchos bioéticos, juristas y teólogos. Les permite afirmar que, mientras es posible esa división, no estamos ante un individuo humano, sino ante un ser pre-personal, ante un pre-embrión, el cual, obviamente, no puede ser persona humana ni titular pleno de los derechos humanos. La coherencia filosófica de este argumento ha sido debatida hasta la náusea.
Pero, ¿cuál es su solidez científica? ¿Es dato probado, demostrado, que el embrión humano puede dividirse y originar gemelos a lo largo de sus dos primeras semanas de desarrollo? He dedicado tres años a rastrear, con deseo de ser exhaustivo, las publicaciones biomédicas sobre el asunto. Y he llegado a la conclusión de que la correlación tiempo de desarrollo posfecundación/tipos de gemelos (DCDA, MCDA, MCMA, gemelos unidos) que monótonamente presentan manuales y artículos de investigación es una mera hipótesis. La lanzó G. W. Corner en 1922. Fue completada por O. v. Verschuer en 1932. La divulgó de nuevo Corner en 1955. Y, poco a poco, ha sido sumisamente aceptada por todos, a pesar de lo que el propio Corner afirmaba.
* Curiosamente, la ´historia´ de los 14 días ha dado a los bioéticos un argumento muy astuto que les autoriza a mantener a los embriones en un limbo de inferioridad ética y así manipularlos impunemente
Decía en 1922: "Voy a permitirme un breve ejercicio de imaginación sobre la morfogénesis de los gemelos monocoriónicos humanos". Y, en ese ejercicio de imaginación, no sólo fundía en un modelo hipotético sus ideas sobre la gemelación diamniótica del cerdo con las de Paterson sobre la monoamniótica del armadillo, sino que tradujo a coordenadas temporales de la embriología humana lo que suponía que podía ocurrir en la geminogénesis monocoriónica humana.
Más de 30 años más tarde, cuando su ingeniosa y brillante teoría se estaba ya convirtiendo en paradigma indiscutido, en dogma que no había generado herejes, el propio Corner, al reproponerla y completarla, seguía declarando que era cosa artificial, especulativa. Decía, en 1954, en su Baer Lecture: "Los embriólogos y obstetras hemos construido con lápiz y papel la teoría morfológica de la gemelación uniovular, trazando los diferentes modos que podría seguir el cigoto para desarrollar al final dos embriones. Todo eso está en los manuales. Se ha elaborado, sin embargo, mediante meras conjeturas a partir de la estructura de la placenta y las envolturas fetales...".
Un necesario cambio de paradigma
Ha pasado más de medio siglo y nadie ha modificado el modelo de Corner. Pero nadie le ha dado fundamento empírico. En los laboratorios de reproducción asistida se han examinado millones de embriones humanos: pero de esas observaciones no ha venido luz, aunque sí alguna confusión. Llevamos noventa años parados, fascinados por una teoría perfecta, lógica y racional, que ha apagado la curiosidad y anestesiado la rebeldía.
Curiosamente, la "historia" de los 14 días ha dado a los bioéticos un argumento muy astuto que les autoriza a mantener a los embriones en un limbo de inferioridad ética y así manipularlos impunemente.Pero ese no parece un comportamiento serio, responsable. Cuando de sus reflexiones un bioético saca conclusiones de gran calado (por ejemplo, negar dignidad plenamente humana al embrión humano), ese bioético está obligado a proceder sin prejuicios éticos y biológicos. No puede aceptar a ciegas un dato biológico, por popular que sea, sin cerciorarse de su origen, historia y validez, pues no le vale creer en la biología con la fe de carbonero. Ni le es lícito privar de derechos humanos a ciertos seres humanos aplicando teorías biológicas hechas sólo con "lápiz y papel". Han de exigir de los biólogos no que les halaguen los oídos con suposiciones, sino hechos bien comprobados, de garantía, oro científico puro, no oropel.
Cabe preguntarse: ¿Por qué no se ha investigado la posibilidad de que la gemelación se dé en el primer momento, en la primera división del zigoto? Eso resolvería muchos problemas ontológicos. Sobre todo, recuperaría para los gemelos monocigóticos una morfogénesis sencilla. La gemelación sería resultado del mismo proceso de la fecundación, que, iniciado con la penetración del embrión, se completa con la primera división del zigoto. De ordinario, esa división origina los dos primeros blastómeros. Pero en la gemelación monozigótica, esa división produciría dos zigotos. Cada gemelo proseguiría autónomamente su desarrollo: cada uno decide su propio desarrollo.
Esta teoría arrumbaría el modelo teórico de la escisión en diferentes etapas (dos blastómeros, mórula, blastocisto inicial y tardío, disco embrionario), y colocaría en su lugar un modelo teórico de fusión de membranas. La nueva idea causará escándalo, chocará con prejuicios de piedra berroqueña. Pero confío en que, en un futuro no lejano, sepamos suficiente para ver cómo nacen dos zigotos. La cronología del modelo diseñado por Corner sigue siendo una mera hipótesis, nunca demostrada. No es lícito convertirla en un relato factual. Es abusivo esgrimirla en el debate bioético en apoyo de la tremenda afirmación de que el embrión de menos de 14 días está desnudo de dignidad. Esa es una inferencia despótica.
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Experimentación fetal, transplantes, cosmética y su relación con el aborto provocado.
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