En una entrevista concedida al diario La Razón, el filósofo español Julián Marías, condenó el aborto y resaltó que “se ha extendido de manera aterradora” la aceptación social del “máximo desprecio de la vida humana en toda la historia conocida”. Al referirse al término “interrupción voluntaria del embarazo”, Marías señaló que es una “expresión de refinada hipocresía. Los partidarios de la pena de muerte tienen resueltas sus dificultades. ¿Para qué hablar de tal pena, de tal muerte? La horca o el garrote pueden llamarse 'interrupción de la respiración' (y con un par de minutos basta); ya no hay problema”.
“Cuando se provoca el aborto o se ahorca no se interrumpe el embarazo o la respiración; en ambos casos 'se mata a alguien'. Y, por supuesto, es una hipocresía más considerar que hay diferencia según en qué lugar del camino se encuentre el niño que viene, a qué distancia de semanas o meses de esa etapa de la vida que se llama nacimiento va a ser sorprendido por la muerte”, agregó.
Luego, refiriéndose a un planteamiento elemental para aproximarse al tema del aborto, el filósofo español explicó está “ligado a la mera condición humana, accesible a cualquiera, independiente de conocimientos científicos o teológicos, que pocos poseen. Esta visión no puede ser otra que la antropología, fundada en la mera realidad del hombre tal como se ve, se vive, se comprende a sí mismo”.
“Hay, pues –continuó–, que intentar retrotraerse a lo más elemental, que por serlo no tiene supuestos de ninguna ciencia o doctrina, que apela únicamente a la evidencia y no pide más que una cosa: abrir los ojos y no volverse de espaldas a la realidad”.
Más adelante, ante la posición feminista que defiende el aborto porque “el cuerpo es suyo”, Julián Marías, discípulo de José Ortega y Gasset, subrayó que eso “es falso, cuando se dice que el feto es 'parte' del cuerpo de la madre, se dice una insigne falsedad, porque no es parte: está 'alojado' en ella!, mejor aún, implantado en ella (en ella, y no meramente en su cuerpo). Una mujer dirá: 'Estoy embarazada', nunca 'mi cuerpo está embarazado'”.
Al ser preguntado sobre lo qué es el niño aún no nacido, Marías explicó que es “una realidad "viniente", que llegará si no lo paramos, si no lo matamos en el camino”.
Asimismo, respondiendo a aquellos que afirman la licitud del aborto cuando se cree que probablemente el que va a nacer sería anormal, física o psíquicamente, el connotado filósofo señaló que “esto implica que el que es anormal no debe vivir, ya que esa condición no es probable, sino segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser anormal, por accidente, enfermedad o vejez. Si se tiene esa convicción, hay que mantenerla con todas sus consecuencias”.
“Hay quienes –continuó– no se atreven a herir al niño más que cuando está oculto, protegido en el seno materno; lo cual añade gravedad al hecho”.
En su momento, el entonces Cardenal Ratzinger escribió: “Dondequiera que se erige en derecho el exterminio de una vida inocente, se hace derecho de la injusticia. Dondequiera que el derecho deja de proteger la vida humana, está puesto en tela de juicio como tal derecho. Decir esto no equivale a imponer la moral especial cristiana; se trata aquí de la humanidad, de la condición humana del hombre, que no puede erigir el atropello de la creación en liberación propia sin engañarse profundamente a sí mismo” (El Dios de Jesucristo, p. 45. Ed. Sígueme, 1979).
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