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jueves, 26 de julio de 2012

►El derecho a la vida antes del nacimiento




El individuo humano es concebido sin contar con su voluntad. Su desarrollo depende de la madre hasta el momento del nacimiento; después, de la familia y de la sociedad.

Romano Guardini 


El problema y la norma

La cuestión que nos interesa, se suele formular del siguiente modo: ¿es lícito destruir la vida del niño que está madurando en las entrañas de la madre?

Esta pregunta surge, en primer lugar, del hecho de que se trata de un ser singular que, sin embargo, influye sobre otros seres igualmente singulares y sobre grupos enteros. Primero, sobre la misma madre; y después, más ampliamente, sobre la familia y sobre el pueblo. La existencia de este ser podría significar la amenaza de un peligro para la madre, la familia y la colectividad. ¿Es lícito matarlo para evitar este peligro?

Sin embargo, la cuestión es más amplia. El individuo humano es concebido sin contar con su voluntad. Su desarrollo depende de la madre hasta el momento del nacimiento; después, de la familia y de la sociedad. Así pues, todos los que cooperan a su desarrollo, sobre todo los padres y el Estado, son responsables de él. Siendo así, ¿no deben, quizá, en determinadas circunstancias, representar el interés de un ser que todavía no es independiente, incluso en lo que respecta a su presencia física en el mundo? Si están persuadidos de que la vida de este futuro hombre será desventurada, ¿no es acaso su deber preservarlo de la desventura?

Estos problemas han sido siempre actuales, pero durante mucho tiempo fueron resueltos con fe en la divina providencia. Se convirtieron en agobiantes cuando muchos perdieron la conciencia de esta guía celestial y llegaron a una concepción del hombre como dueño y único responsable de su existencia. A la vez, paralelamente a este desarrollo, la sociología y la medicina crearon las premisas que hicieron posible una acción metódica en este campo. Finalmente, en la sociedad de masas de la existencia moderna, se fue perdiendo cada vez más el sentido -antes muy vivo- de la intangibilidad fundamental de la vida humana. Después, he aquí que se agrava la situación externa: alimentación y vivienda, educación y carrera universitaria, asistencia y cuidados médicos, son puestos de tal manera en entredicho, como sucede hoy de hecho, que aquellos problemas aumentan de intensidad de un modo amenazador. Tanto más cuanto que, en los últimos tiempos, el gobierno del estado y la educación del pueblo niegan radicalmente la dignidad del hombre y se han aliado con todo lo que de violento hay en su naturaleza. Estos hechos han ejercido un influjo grande sobre el modo de sentir y de juzgar de la mayoría de las personas. Y conviene –mencionándolo ya desde el principio– no dar por supuesto con demasiada facilidad que, discutiendo problemas como el que ahora nos ocupa, seamos personalmente inmunes a semejantes influencias.

En la medida en que el hombre salía de la barbarie, se hacía a la luz cada vez con más nitidez el principio que dice: no es lícito tocar la vida del hombre mientras no ha cometido un delito para el cual, según el derecho vigente, está fijada la pena de muerte; o bien mientras no ataca a otra persona, que sólo puede salvarse matando al agresor. Un tercer caso es el de la guerra. Pero en el juicio acerca de ella, de una generación a esta parte se hace evidente una crisis cada vez más profunda: cada vez se aprecia con más claridad que la guerra, tal como viene organizada por la "técnica", es bien distinta de aquella otra en la que estaban presente los valores, del todo obvios, de la fidelidad a la Patria, el honor, el valor del coraje y del sacrificio. Así, parece que el derecho a matar que se deriva de ella, no es ya tan indiscutible como antes.

De cuanto hemos visto hasta ahora, podemos concluir que no es lícito destruir la vida del ser humano que madura en el seno materno, puesto que no ha cometido ningún delito ni ha puesto a otro hombre en situación de legítima defensa. Y a pesar de todo, la vida de la madre puede ser puesta en peligro por el niño de manera tal, que se pueda deducir, de este "índice médico", un derecho a sacrificar la vida del hijo. La justificación para intervenir ante semejante peligro no es, sin embargo, tan evidente como a menudo se afirma: requiere un examen más detenido. Pero no vamos a ocuparnos ahora de eso. Lo que nos interesa ahora no es el "índice médico", sino el "social".

Quien da por justificado este índice, afirma: el ser humano en desarrollo está en relación inmediata con la vida de la familia y de la sociedad, a través de las cuales recibe una influencia y sobre las que, a su vez, ejerce un influjo. Ahora bien, la relación puede llegar a ser en tal modo desfavorable, que sea lícito preservar de sus consecuencias tanto a la familia como al hijo en cuestión, matando –digámoslo así– a este último. No pretendemos hacer una descripción minuciosa de la situación actual, cuya gravedad supera todo cuanto la memoria de Europa puede recordar. Me atrevo a esperar que el lector querrá creer que el autor –sin necesidad de esta descripción– sabe algo sobre ella; y que reconozca la obligación de hacer lo posible por dejar de lado tanta calamidad.

Quien trata de conservar limpia su conciencia en la discusión de nuestro tema, debe insistir en este punto si no quiere parecer un monstruo. Es muy fácil estimular el sentimiento y la fantasía contra los que defienden la inviolabilidad de este norma: la propaganda recientísima a favor de la así llamada "eutanasia" y todos sus efectos, resuena con estridencia todavía en nuestra memoria. A nosotros, lo que nos importa es preguntarnos con objetividad y precisión sobre los que es justo.

Por tanto, ¿es lícito matar un ser humano que no ha cometido ningún delito ni ha usado la violencia, porque pone en peligro a los otros con su existencia; y no en un peligro cualquiera, sino precisamente en un peligro grande?

Si se comienza a considerar el daño como razón suficiente para violar la vida humana, no se puede ya mantener ningún límite de modo conveniente.

Esta experiencia ha sido siempre válida, y hoy más que nunca. En el curso de la edad moderna, sobre todo en la última generación, se ha ido debilitando cada vez más el freno inmediato y eficaz de la vida instintiva y sentimental, o de la sujeción religiosa; los principios éticos e incluso los sociales son, sin embargo, vacilantes y ceden con facilidad ante una presión vital más fuerte. Por eso, el hombre ha llegado a ser –no sólo con respecto a las cosas sino también con respecto a los demás hombres– muy "funcional"; es decir, inclinado a tratar a sus semejantes como cosas que caen bajo la categoría de la utilidad. De lo cual se deriva lo que ya hemos dicho antes: que nuestro tiempo va disolviendo cada vez más a la persona singular en la masa. La unicidad, en cuanto cualidad esencial de cada hombre es, para muchos, algo muerto. Más o menos claramente, con un consenso más o menos grande, en muchas personas está vivo el planteamiento de que los hombres son tan numerosos, que la persona singular no tiene ya importancia. Es preciso no olvidar dos hechos oscuros y peligrosos: una educación y una praxis que impregna el comportamientos en sus mismas raíces y seis años de un conflicto enorme, han desatado el espíritu de la muerte que, hasta el momento, no ha sido todavía dominado.

No nos queda pues otra cosa por hacer que atenernos clara y decididamente a la norma ética, por la cual no es lícito matar un ser humano si esa acción no está justificada por el código penal o por la legítima defensa.

Objeciones


Se podría objetar que existe una evolución también en el ámbito de las costumbres de la humanidad y, por esa razón, no se deberían poner principios absolutos, sino tratar de alcanzar las normas nuevas de las nuevas situaciones. Luego, con tiempo y buena voluntad, se encontrará el camino justo. Es preciso, pues, examinar con cuidado la sustancia de este hecho.

Antes de nada, afirmamos que la intervención es siempre una intervención. Las experiencias demuestran que no se trata de algo sin importancia, como tan a menudo se la considera, sino de algo que compromete verdaderamente la salud física. Compromiso que es tanto más grave cuanto menos propicios son el estado general de la madre, la posibilidad de nutrición, de tranquilidad y de cuidados. Las mismas condiciones que deberían probar el derecho del índice social, se convierten al mismo tiempo en una protesta en su contra.

Todavía menos que la lesión física, es valorada la espiritual. El ser humano que madura en el seno materno no es, de ninguna manera, un apéndice (escrecencia) del tipo que sea, cuya extracción tan sólo puede resultar beneficiosa: está profundamente unido a todo el ser de la mujer y al "ethos" de su existencia. La madre se orienta, en cuerpo y alma, hacia la criatura no nacida, preparándose a la inminente maternidad. Por tanto, la intervención interrumpe un desarrollo que conforma (impregna) toda la vida física, espiritual y caracterológica de la madre. Verdaderamente, da miedo ver cómo se toman a la ligera estas cosas por aquellas mujeres y, sobre todo, por aquellos hombres que, de ordinario, tienden a ignorar la relación que hay entre los distintos procesos de la vida femenina, tanto entre sí mismos como con toda su existencia como mujer. Para encontrar una situación semejante por parte del varón, sería necesario pensar en un golpe tal que destruyese una obra en la que el artífice hubiese puesto en juego todo su ser (a la que el artífice hubiese dedicado toda su existencia).

De otra parte, es preciso observar que no sólo existen efectos claramente perceptibles, sino también efectos que no se advierten: las heridas íntimas y profundas del ánimo, que tal vez no se muestran ni siquiera a quien las sufre, pero que amenazan toda su estructura interior; las turbaciones de la conciencia vital, que constituyen un inexorable autocastigo, a menudo en cuestiones y en ocasiones que parecen no tener nada que ver con aquel hecho que ha sucedido. Una melancolía imprevista, una interrupción inexplicable de la iniciativa vital, una inseguridad aparentemente infundada de las relaciones ambientales… Si se siguieran con cuidado los hilos hacia atrás, conducirían hacia aquel daño provocado en las raíces de la vida, aun cuando los motivos aducidos en su justificación aparecieran razonables y urgentes.

Ciertamente, a estas consideraciones se puede oponer que existen peligros físicos y espirituales también si la intervención no se realiza a propósito. Con los argumentos aducidos, la cuestión no queda resuelta aún.

Podría tener más peso la indicación de otro peligro. Según el punto de vista de sus defensores, el "índice social" establece el derecho a matar al hombre en desarrollo en la medida en que con su nacimiento se produzcan daños relevantes a su familia y a él mismo. Pero una vez admitido este principio, ¿se limitaría al "índice social"? ¿Acaso no se ha delineado otro índice en los pasados años: el "político"? ¿No ha sido declarado por la máxima autoridad que promulga y exige el cumplimiento de las leyes, o sea, por el Estado, que le corresponde decidir si uno de sus súbditos puede conservar la vida o perderla? Y perderla, no porque haya cometido un delito o porque su existencia cause daños a los otros, sino más bien por el simple hecho de que ese súbdito concreto le parece un indeseable al Estado a causa de una cualidad singular: por ejemplo, su pertenencia a un determinado pueblo. Parece una fantasía de novela de intriga, pero durante doce años fue la teoría y la praxis oficial. Pero de una concepción similar se puede aún deducir, sin duda, que el Estado tiene el derecho de determinar qué niños pueden llegar a nacer y cuales no. ¿Y quién puede decir qué posibilidades esconde el futuro si caminamos en esta dirección? ¿Qué pueblo resultará indeseable y a cual estado se lo parecerá?

En este tipo de cuestiones, apenas desaparece el principio absoluto y ocupa su lugar un juicio práctico de utilidad o nocividad, no hay forma de establecer un límite, y todo empieza a caminar de mal en peor. Puede ser proclamado un índice tras otro, con una gran cantidad de argumentos muy convincentes a disposición del público, por no hablar de las técnicas para llevarlos a la práctica. Y esto no significa sino que la razón moral, cuando esta se encarna en el Estado, a la hora de distinguir entre lo que es recto y lo que no lo es, capitula frente a la "vida misma" y sus fines.

Pero enumerar estas posibilidades, no resuelve todavía la cuestión de un modo definitivo.

El punto de vista decisivo

La respuesta definitiva la da el hecho de que la vida en desarrollo es un hombre. Y el hombre, a causa de la dignidad de su persona, no se puede matar sino en legítima defensa o con fundamento en el derecho.

Una persona humana es inviolable, no ya porque viva y tenga, por tanto, "derecho a la vida". Un derecho similar lo tendría también el animal, puesto que también él vive; y si se compara un hermoso animal en libertad a un hombre enfermo o maltratado por el destino, aquél parece tener bastante más valor que este. Pero la vida del hombre no puede ser violada porque el hombre es persona.

Persona significa capacidad para el autodominio y para la responsabilidad personal, para vivir en la verdad y en el orden moral. La persona no es un algo de naturaleza psicológica, sino existencial. No depende fundamentalmente de la edad, o de las condiciones físico-psíquicas, o de los dones naturales, sino de su alma espiritual singular. La personalidad puede estar desconectada, como sucede en la persona que duerme; sin embargo, ya existe una protección moral. En general, es también posible que no se actúe porque faltan los presupuestos fisiológicos y psicológicos, como sucede en el caso de los locos y de los idiotas. Pero el hombre civilizado se distingue del bárbaro precisamente porque respeta también a la persona cuando se encuentra en semejante situación. También puede estar escondida, como sucede en el embrión; pero ya existe y con derecho propio.

La personalidad da al hombre su dignidad: lo distingue de las cosas y hace de él un sujeto. Una cosa, tiene consistencia, pero no en sí misma; causa determinados efectos, pero no tiene responsabilidad; tiene valor, pero no dignidad. Se trata algo como una cosa en cuanto que se la posee, se la usa y, al final, se la destruye; referido a los seres vivos, cuando se la mata. La prohibición de matar al hombre representa el grado más alto de no tratarlo como cosa. Era, sin duda, lógico que el Estado, si niega en su "concepción del mundo" la dignidad espiritual de la persona y considera al hombre un mero ser genérico, es decir, un elemento más de la estructura social, se arrogase también el derecho de matarlo, si eso estaba conforme con sus objetivos.

El respeto del hombre en cuanto persona es una de las exigencias que no admiten discusión: depende de ello la dignidad, pero también el bienestar y, en definitiva, la duración de la humanidad. Si esta exigencia se pone en duda, se cae en la barbarie. Es imposible hacerse una idea de cuales son las amenazas que pueden surgir para la vida y el alma del hombre si, privado del baluarte de este respeto, acaba siendo puesto en manos del Estado moderno y de su técnica.

De aquí se deriva precisamente la respuesta a la afirmación, siempre recurrente, de que la mujer tiene el derecho de disponer de su propio cuerpo y puede, por tanto, pretender que esa situación de su cuerpo que se llama embarazo sea transformada mediante las medidas oportunas. Ahora bien, el hijo no es simplemente "cuerpo de la madre", no es una parte de ella en el mismo sentido en que es parte un órgano o una escrecencia, sino que es un hombre en desarrollo. En esta realidad de echo se expresa la esencia más íntima de la maternidad y, con respecto a ella, la esencia de la feminidad en general. Ser madre no significa "producir vida": también los animales hacen esto; sino "dar la vida a un hombre". Y un hombre es una persona, primero de todo como dormida y después, despertándose lentamente. De este modo, en inmediata relación con la madre, crece un ser que, formándose, se sustrae a ella siguiendo la propia determinación interior. En eso reside la grandeza y también el elemento trágico de la maternidad. El hijo está tan íntimamente unido con la madre, que forma con ella un único ámbito de vida. Sin embargo, no se disuelve en ella sino que está, simultáneamente y desde el primer momento de su vida, en inmediata relación con la existencia, con las normas absolutas, con Dios.

Sobre la maternidad ha caído un diluvio de sentimentalismo. Especialmente por parte de aquellos que, cuando estaban en juego sus intereses, se la saltaban a la torera sin la más mínima preocupación por la dignidad y el derecho de la madre. Debería resultar sospechoso el tono con el que se hablaba –y con el que todavía se habla– de estas cosas. Quien habla de tal guisa, no es sincero. El asentimiento y la exaltación que expresan las palabras son de naturaleza instintiva y sentimental, y pueden volverse de un momento a otro en su contrario: en irreverencia, abuso e incluso crueldad, porque falta en ellas la única cosa verdaderamente importante en este caso: la persona de la madre y la del hijo. Y precisamente aquí se resuelve el carácter de la maternidad y se resuelve, a priori, la relación con el propio cuerpo. No es verdad que la mujer tenga simplemente "el derecho a disponer del propio cuerpo": tiene tan poco derecho a ello como el varón. Hombre y mujer tienen este derecho frente al derecho de otro, frente al derecho del Estado; y no gozan de él en sentido absoluto, puesto que el cuerpo no es un cuerpo animal, sino un cuerpo humano sometido, también frente a la voluntad de quien lo posee, a la tutela de las normas que determinan la existencia personal. Sin embargo, no es este el aspecto del problema que debe ocuparnos. Lo que nos interesa es que el niño, en el seno de la madre, si bien por un lado le pertenece y vive de ella, por otro lado le es sustraído, puesto que está sometido a la ley de la propia personalidad, ciertamente todavía latente, pero ya poseída. La madre no es la dueña de la vida en desarrollo, sino que ésta le es confiada a su custodia. Así pues, sustancialmente, no tiene sobre ella mayores derechos de los que tenga -por la misma causa- cualquier ser humano sobre otro ser humano.

Otra comparación, sin duda más eficaz, permite ver el núcleo de la cuestión: la afirmación de que el hijo en el seno de la madre sea simplemente una parte del cuerpo de ella, equivale a firmar que la persona, en el Estado, no es más que una simple parte del todo estatal. La opinión que permite a la madre disponer del niño que vive en ella, debe también conceder al Estado el derecho de disponer de los hombres que forman parte de él. Y precisamente ante una perspectiva tal, se horroriza el ánimo del hombre contemporáneo: estar en las manos de una autoridad dominante que niega el derecho individual de la persona, su referencia a las normas supremas, su inmediatez con respecto a Dios; una autoridad que asegura que el hombre es una parte suya y que tiene una relación con la existencia en la medida de la función que desempeñe; una autoridad jerárquica que dispone de un poder cada vez mayor y de una técnica cada vez más segura para poner en práctica su pretensión de poder. Y esto, no sólo oponiéndose a la voluntad de la persona singular, sino también penetrando en su interior mediante la sugestión y la propaganda, de manera que el juicio del oprimido capitule frente al del opresor, y la teoría conduzca al delito.

Finalmente, no podemos olvidarnos de otra cosa: si con base en el "índice social", se le reconoce a los padres el derecho de hacer matar al hombre en formación, entonces, a este derecho le corresponde un deber concreto en otra sede: el deber de llevar a cabo la matanza. El Estado no puede dejar en manos de la iniciativa privada el cumplimiento de la intervención, pues de ello se derivaría un daño imprevisible. Así pues, si el Estado declara que, en determinadas condiciones desesperadas, los padres pueden solicitar la interrupción del embarazo, en consecuencia debe también poner los medios necesarios para que alguien la lleve a cabo. Cada médico puede negarse; sin embargo, si se diese el caso límite de que todos los médicos rehusaran realizar esa intervención, el Estado debería obligar a uno a que lo haga.

Mostrar la situación límite sirve para revelar lo que se oculta en la norma y que no se nota usualmente. Así pues, hemos llegado precisamente al punto en el cual –como en aquellos oscuros doce años– un hombre es puesto frente a un dilema: o hacer lo que para su conciencia es un asesinato, o bien perder su trabajo: una de las peores formas de desgarro social que pueda darse nunca.

Una nueva objeción

Pero aún se eleva una importante protesta contra todo lo que vamos exponiendo. Protesta a la que se debe responder, si no se quiere poner de nuevo todo en tela de juicio. Y puede enunciarse así: según las declaraciones de este escrito, matar al ser en desarrollo estaría sometido a una norma que vale para el ser humano, ¿pero es un ser humano el fruto que hay en el seno materno?

Que lo sea en los últimos meses de su desarrollo es incuestionable, porque afirmar que llega a serlo tan sólo en el momento en que se independiza del seno materno sería demasiado ingenuo. La psicología está en condiciones de avanzar en el camino del inconsciente hasta en la vida psíquica del nasciturus, y la pedagogía habla de una educación pre-natal. ¿Pero es un ser humano desde el primer momento de su desarrollo. O bien lo llega a ser en un momento cualquiera, que se determina con exactitud, entre la concepción y el nacimiento? Porque entonces, por lo que se refiere a nuestro problema, es verdaderamente importante determinar tal momento, donde poder efectuar la intervención sin escrúpulos morales.

Se dice que en la primera etapa, o sea, hasta que han pasado los cien días, el embrión no es todavía un verdadero y propio ser humano, sino más bien –y aquí retomamos desde un nuevo punto de vista un razonamiento iniciado más arriba– una formación totalmente dependiente del organismo materno. Apenas se examina, libre de prejuicios, esta afirmación, de ve de inmediato que no está dictada necesariamente por el mismo objeto, sino desde el exterior, por motivos que tienen que ver con determinados intereses vitales. Y se comprueba, por otra parte, que se fundamenta sobre una concepción materialista del ser viviente.

¿Qué se podría objetar si alguno asegurase que un determinado vegetal existe como tal sólo cuando se manifiesta claramente el carácter de árbol? ¿O si alguno asegurase que un animal, cuyo desarrollo tiene lugar fuera del organismo materno, por ejemplo, un pez, es este pez sólo cuando tiene escamas y espinas y todo cuanto pertenece a su forma característica? Se podría responder que se trata de un absurdo, puesto que el modo de existir del viviente proviene de un inicio simple: partiendo de la división de una célula o de la unión de dos, pasa por una serie de transformaciones hasta el pleno desarrollo morfológico, para después, a través de las distintas formas de estabilización y del decaimiento, alcanzar la muerte. Estos estadios singulares –y esto es esencial– no se siguen unos a otros yuxtapuestos exteriormente en serie, sino que forman un todo, una figura en el sentido estricto del término.

Lo que llamamos organismo, desde este punto de vista, presenta dos formas fenoménicas. Una, en la contemporaneidad, donde las distintas formaciones –desde las moléculas de albúmina hasta los órganos más complejos– se reúnen en una estructura unitaria y con consistencia propia; dicho de otra manera: cada momento singular se forma a priori de acuerdo con la estructura total, digamos, con la forma tectónica. Pero hay también otra forma: la que se da en la sucesión, donde los distintos estados a través de los cuales ha pasado o debe pasar todavía el individuo –desde la primera forma de las células originarias que se separan o desde las células de los padres que se unen, hasta alcanzar y dejar atrás la plena madurez y llegar al último decaimiento–, forman una estructura igualmente unitaria y consistente de por sí; expresándolo de otro modo: cada fase se coordina en la totalidad de la serie evolutiva, de –por decirlo así– la forma en desarrollo. Esta forma en devenir es tan necesaria y característica para el ser viviente en cuestión como la forma tectónica, y no es posible suprimir una fase de aquella ni un miembro de esta. Por su parte, ambas formas –tectónica y en desarrollo– se pertenecen mutuamente; podríamos decir precisamente que entre ambas representan el organismo: la primera, en el espacio; la otra, en el tiempo. En cualquier caso, se trata de una unidad indivisible, puesto que cada elemento viene determinado por el todo y al revés, el todo necesita de cada elemento. El "árbol" es aquella figura que está en la presencia del espacio dispuesta en raíz, tronco, ramas, hojas; pero es también aquella serie de fases que van haciéndose realidad en la sucesión temporal de simiente, embrión, arbusto, árbol adulto desarrollado. En cada fase, siempre idéntico a sí mismo; totalmente realizado en la serie completa, hasta el último morir de la raíz. Sostener que el ser considerado por nosotros comienza a ser él mismo sólo cuando ha recorrido ya un cierto número de formas evolutivas, sería mecanicismo puro y rudo, que considera una cantidad de partículas al margen de una totalidad viviente. Quien ha comprendido de algún modo qué es un "organismo", no puede por menos dejar de decir que el ser viviente en cuestión comienza por la división de la primera célula, o bien por la unión de las dos células de los progenitores.

Y esto vale también para el hombre. La curva de su forma en devenir se inicia con la unión de las células de los padres, culmina en la perfección morfológica y acaba con la muerte. Así pues, esa forma es ya un ser humano desde el omento de la concepción. Como lo es en el último momento: el de la muerte. No es posible, en buena lógica, pensar de otro modo.

Si, no obstante, se quiere objetar cómo cómo es posible que los primeros estadios de la evolución pueden llevar consigo la importancia espiritual de la dignidad humana, se debe responder de nuevo que es un planteamiento materialista poner un pensar según la cantidad en lugar de un pensar según la calidad. Puesto que las primeras células poseen, en efecto, toda la potencialidad estructural de la vida futura, contienen también en potencia todas las formas que se generan, no sólo mediante el desarrollo embrionario, sino también en el que seguirá al momento del nacimiento, a través de la infancia edad madura decaimiento. A fin de que de la cantidad 2 resulte la cantidad 5, es necesario añadirle la cantidad 3; de otro modo, permanece todavía 2. Pero a fin de que del primer estadio del organismo se formen los siguientes, no es necesario ningún añadido, sino tan sólo un desarrollo: existe ya en potencia todo lo que será.

Una concepción mecanicista no puede hacerse cargo del ser vivo, puesto que lo ve como yuxtaposición exterior, como una máquina. Además, lleva consigo un gran peligro respecto a la comprensión del valor: el de recibir la impronta de la cantidad, ya sea de la masa, ya sea del número de los elementos formados en acto. Quien piensa de esta manera, tanto menos verá a la persona humana en el embrión cuanto menor sea el tamaño y menos diferenciada sea la organización del estadio de evolución en que se encuentre; y, como consecuencia, siempre tendrá menos impedimentos para intervenir en la vida embrionaria.

Por otra parte, no debemos olvidar las demás consecuencias de semejante modo de ver las cosas que, en términos generales, sostiene que el ser humano no tiene un carácter esencial, sino que es algo que existe en grado superior o inferior : precisamente en la medida en que el estadio de desarrollo que se considera se acerca al "optimum", a la situación suprema de riqueza formal y de energía vital. De esta manera se va manifestando una graduación no sólo en la evolución embrionaria que hasta el momento estamos examinando, sino también en otros aspectos del complejo vital. La distancia del punto óptimo puede ser considerada marcha atrás, hacia el principio, con esta conclusión: cuanto más primitivo es el estadio de la evolución embrionaria, tanto menos humano es el producto. Pero también puede ser considerada según el momento más avanzado, para concluir: cuando el estadio de la evolución autónoma está más distante del culmen, o sea, cuanto más viejo es el individuo, es tanto menos persona. La distancia del "optimum" puede, por otra parte, manifestarse mediante todas aquellas minusvaloraciones que se llaman enfermedad, debilidad, desventura; y entonces se concluye: cuanto más enfermo débil desventurado es un individuo, tanto menos puede pretender el carácter verdadero de ser humano.

Pero entonces, todo depende de como se fije la escala explicativa del índice de eliminación de las formas minusválidas, ya sea embrionarias como después del nacimiento. Y se debe recordar de nuevo cómo la teoría y la praxis del más reciente pasado han llegado en realidad a esta conclusión, con plena conciencia, admitiendo el horrible concepto de una "vida privada de valor vital".

Las primeras víctimas fueron los locos y los idiotas; hubieran seguido por los enfermos incurables -los cuales ya, en realidad, no siguieron-, y los viejos y los incapaces para el trabajo hubieran cerrado la serie. Pero llegar a este punto significa que el ámbito de la existencia digna del hombre ha sido definitivamente abandonado, porque una mentalidad tal es barbarie desnuda y cruda.

Verdaderamente, concepción y muerte, ascenso y decadencia, infancia y madurez, salud y enfermedad, pertenecen a ese todo que llamamos "hombre". Son elementos de la totalidad de su existencia, que no es sólo naturaleza, sino también historia; que no tiene sólo un desarrollo, sino un destino; que no supone sólo enriquecimiento y daño, sino también conservación y alteración, victoria y derrota, superación y expiación. Y la enfermedad superada con coraje, la incapacidad de rendimiento de la que florecen bondad, sabiduría, madurez, son mucho más "valores vitales" que una salud que vuelve al hombre brutal y una bravura que desnaturaliza la existencia.

Quien piensa de manera coherente con lo anterior, no puede dejar de concluir que el ser humano es verdaderamente una persona desde el primer momento de su desarrollo, o sea, desde la unión de las células de los padres, de manera que todos los estadios de su desarrollo están sometidos a las normas que valen para el hombre.

Más aún: se puede decir con toda precisión que si alguno, empujado por el hecho de que la semejanza exterior del embrión con la persona humana disminuye cada vez más según se mira hacia atrás, se siente inducido a no considerarlo como hombre y ,sin embargo, protege la humanidad todavía latente en el embrión con vigilante conciencia, ha alcanzado verdadera y propiamente una madurez ética.

Porque el indefenso es confiado al fuerte, y en el hecho de que el hombre use su superioridad para proteger al otro radica la diferencia entre fuerza y prepotencia. Esta protección, allí donde se trata de la vida en desarrollo, asume un especial carácter decisivo para la vida humana. Por eso nos conmueve siempre el sacrificio que la verdadera madre lleva a cabo en pro de esta tarea. La misma tarea que lleva a cabo el padre cuando protege a la madre y al niño que se forma en ella. Y lo mismo el médico, que sabe ver al ser humano allí donde el ojo inexperto no lo reconoce todavía, y se hace casi su procurador y defensor contra las consideraciones utilitarias que lo solicitan.

Aquí se ha dicho algo que establece el más profundo "ethos" médico. El decano de la pedagogía, Hermann Nohl, definió una vez al educador como aquel hombre que representa el sentido de la juventud no sólo frente a la pretensión autoritaria de la sociedad, sino también frente a sus impulsos instintivos. Del médico se puede decir algo similar: él representa el derecho del hombre enfermo frente a la brutalidad de los sanos, y representa el derecho del hombre en desarrollo frente al egoísmo de los adultos, también del que proviene de la necesidad. Sucede aquí que la incorruptibilidad descansa sobre una clara visión de la esencia del hombre y de la obligación incondicionada de tutelar su dignidad. El médico conoce mejor que cualquier otro el dolor y la miseria de la vida; sabe también que el dolor y la miseria de los hombres es de una naturaleza distinta a los de las bestias, puesto que es una persona inalienable en su dignidad espiritual, insustituible en su responsabilidad eterna. A él le es confiada la situación de enfermedad y de imperfección de cada uno, no sólo como fenómeno físico-psíquico o como un elemento de la asistencia pública, sino en cuanto contenido de la persona, de su existir y de su conservación. Por eso no debe actuar nunca como si la persona no existiese, como si no fuese persona; todo lo contrario: está obligado a protegerla en el ámbito de su competencia, también contra las presiones de motivos en sí buenos, pero que deben permanecer subordinados a razones superiores, ante todo y sobre todo a la inviolabilidad de la persona.

El principio y la miseria

Pero, ¿acaso no hemos olvidado, en el curso de nuestras consideraciones, que la indigencia de muchos hombres, es tan grande, que no se sabe bien cómo puede prosperar la nueva vida?

Creo que no, porque existen dos maneras de salir al encuentro de las tribulaciones humanas. Una es evidente. Consiste en disminuir los dolores y eliminar las causas inmediatas de los daños. La otra no es tan evidente, pero es igualmente importante; más aún, es más importante. Consiste en ayudar al hombre a fin de que, en las tribulaciones, conserve la visión de la vida en su totalidad, el sentimiento de lo que en ella es esencial, el sentido de las distinciones absolutas; y supere, con tal ánimo, todo lo que le sucede.

Por muy importante que sea el primer modo, si contradice al segundo, se transforma en daño. Quien libra a una familia de una futura restricción de sus posibilidades de vida y alimento, matando la vida que se forma, a corto plazo ha solucionado el problema de modo providencial; pero a largo plazo y referido a la totalidad, ha acrecentado la calamidad. Sería como uno que, para poder encender el fuego, despedazase las vigas de la casa: de momento, se calentaría, pero la casa quedaría en ruinas.

En el problema del que nos estamos ocupando, se entrecruzan las cuestiones más variadas: jurídicas, económicas, sociales y psicológicas, sin olvidar las referentes a la más amarga miseria personal y general. Son tan urgentes, que la tentación de decir que sería necesario resolverlas inmediatamente, está siempre presente; después, ya veremos qué pasa. Este sentimiento es comprensible y digno de alabanza, pero no es justo.

A través de lo intrincado de todas las consideraciones, debe quedar definitivamente claro que sólo una pregunta es importante. Una pregunta que va más allá del problema particular del que hemos partido y conduce al punto fundamental: el hombre, ¿se pertenece a sí mismo, a la familia, al Estado, o bien está sometido a la majestad de una instancia absoluta cuya norma regula, ya sea los deseos personales, ya sea las pretensiones sociales?

Si es verdad lo primero, entonces el hombre está abandonado no sólo a sí mismo, a sus deseos, a sus necesidades y a sus concepciones de la vida, ideas, etc., sino también a la situación social y a su más poderosa expresión: el Estado. Tanto cada uno en particular como el Estado encontrarán siempre razones –a menudo óptimas y convincentes, pero nunca definitivas y, por tanto, falsas desde el punto de vista de la totalidad– para dar un carácter de justicia estricta a lo que quieran. Lo hemos experimentado.

Si es verdad el segundo planteamiento, entonces los deseos y las tribulaciones de cada uno, así como la fuerza sugestiva de la situación social y la violencia del Estado, están frente a un límite moral absoluto. Y este límite, no sólo inhibe, sino que también salva: salva al hombre y al Estado –lo que es propio del hombre y lo que es propio del Estado– de la confusión que nace de ellos mismos. Una tutela de este tipo deriva de una norma, y cada norma obliga. En determinadas circunstancias, quizá cueste sacrificio; un sacrificio particularmente grave para aquellos que no comprenden por qué deben realizarlo, o que tienen la impresión de que esa norma tutela sólo a ciertos grupos, o que es la expresión de una justicia de clase; y así tantas otras cosas. Pero verdaderamente, por encima de cualquier otra consideración significa, lisa y llanamente, la tutela y la defensa del ser humano.

Al igual que existe una lógica de la ciencia, existe también una lógica de la vida. La primera es evidente: por ejemplo, cuando dice que una piedra, atraída por la fuerza de la gravedad hacia el centro de la tierra, no puede moverse hacia lo alto. La otra lógica es más difícil de entender, pero es tan inexorable como la primera: afirma que las acciones normalmente equivocadas, aunque parezcan útiles, al final conducen a la ruina. Mentir puede tener ventajas una, diez, cien veces; pero finalmente, siega de raíz aquello sobre lo que se apoya la vida: en la propia interioridad, el respeto a sí mismo; y en la relación con los demás, la confianza. Un daño que no tiene remedio. Esta consecuencia es inexorable: al igual que lo es la ley de la gravedad. Una lógica de este tipo funciona también en nuestro caso. En el hombre existe algo que no puede ser tocado por su misma esencia: la sublimidad de la persona viviente. Pueden ser aducidas razones importantes para hacerlo, y pueden incluso hacerse tan urgentes que, quien se resista, puede parecer un doctrinario sin entrañas. Pero, ceder en esto, es la destrucción final, la destrucción, precisamente, de lo que debería ser salvado.

Se apela al derecho de intervención –el que nosotros estamos poniendo en tela de juicio– en nombre de la libertad y de la posibilidad de que el desarrollo de ser humano tenga una calidad de vida adecuada. Pero entonces, el resultado del balance final será que la vida está en las manos del egoísmo de cada uno y del punto de vista del Estado. Y ya va siendo hora de que aprendamos a ver cuales son las consecuencias. Hemos experimentado qué significa ceder primero en una cosa, después en otra y después en una tercera, asegurando cada vez que no se podía hacer otra cosa, que era inevitable actuar así; buscando cada vez el modo de convencernos a nosotros mismos que no sucedería lo peor. Hasta que nos encontramos de sopetón con lo peor a la vuelta de la esquina… Toda violación de la persona, especialmente cuando se efectúa bajo el amparo de la ley, prepara el camino al Estado totalitario. Rechazar esto y aprobar aquello, no denota precisamente claridad de pensamiento ni una conciencia despierta y recta.

De todas formas, en el principio claramente intuido se encuentra una ayuda práctica inmediata. Médicos de gran experiencia afirman que el médico que rechaza destruir la vida del ser humano en desarrollo por razones médicas, se vuelve más prudente e ingenioso, y es capaz de conducir a buen fin muchos casos que, a primera vista, parecían desesperados. Lo mismo vale decir también aquí.

Problemas como los que hemos considerando, deben ser discutidos partiendo de la totalidad y de la duración de la existencia de la familia y del pueblo, si no se quiere resolverlos a la ligera. No hay ninguna duda de que una mentalidad que aprueba el "índice social", hace enfermar las fuerzas del carácter y la iniciativa de la vida. Al contrario: si los padres están convencidos de que toda vida humana está sometida desde sus comienzos a la ley moral que prohíbe el asesinato, esta convicción los hará más delicados de conciencia, más prontos a la renuncia y más fuertes en la actuación coherente. En eso consiste, tanto en la totalidad como en la duración, la ayuda que verdaderamente importa.

Antes de concluir, una última cosa que no debemos omitir. Los partidarios del "índice social" sostienen y declaran que mucha gente dispone de tan pobre alimentación, vivienda y posibilidad de vida, que estarían obligados a matar a un ser humano todavía en desarrollo, si no quieren disminuir en el futuro la disponibilidad de esos bienes a los que ya existen. Ahora bien, eso significa que el ordenamiento económico-social está afectado desde sus mismo cimientos.

Antes de que el Estado recurra al medio de la matanza para disminuir la calamidad presente en este desorden, antes de que anime a las madres a desear o a permitir la muerte del hijo que está formándose en sus entrañas, debería comprobar con toda seriedad y a conciencia que se ha hecho todo lo posible –todo, verdaderamente– para restablecer el orden adecuado. Y entonces, sin duda, llegará a este resultado: si el Estado quiere –si quiere realmente–, no hay necesidad de matar para que se pueda vivir. Basta con tomar medidas y sacrificarse.

Sobre un tema como el que estamos tratando, se podrían decir muchas más cosas: si esta responsabilidad es o no efectivamente captada y asumida plenamente; si tiene todo su peso en el empleo del dinero público, en la administración de los víveres y de las viviendas, y tantas otras cosas. También esto sería una materia a tratar en particular. Aquí se toca lo esencial. Lo que está en el fundamento no es, como cree el sedicente "hombre práctico", superflua teoría, sino esclarecimiento y confirmación de la "razón" sobre lo que todo se apoya, también la praxis justa.

Por Romano Guardini


Teólogo católico italo-germano. Fue un eminente escritor, pensador y maestro que abrió a varias generaciones el análisis de grandes filósofos explorando amplios espacios de cultura.

miércoles, 25 de julio de 2012

►DECÁLOGO DE LOS ESPOSOS



El mantener una relación viva requiere de dos cosas elementales por parte de cada uno de los integrantes; esfuerzo y amor. Sin estos dos ingredientes sería bien difícil llevar adelante un matrimonio. El padre Eliécer Sálesman nos habla de 10 puntos importantes. Revisemos en pareja cuales puntos nos faltan en nuestra relación.

1. Dios ocupará siempre el primer lugar en nuestra vida.
2. Jesús será nuestro invitado permanente.
3. A María le confiaremos nuestro hogar.
4. Cuidaremos con amor a nuestros hijos.
5. Nos comunicaremos en el dialogo y en la ternura.
6. Sabremos reconciliarnos y pedir perdón.
7. Viviremos con fidelidad el sacramento del amor.
8. Celebraremos nuestras fiestas con sobriedad y sencillez.
9. Acogeremos con alegría a los que buscan bondad.
10. Nunca nos olvidaremos de los más pobres.

martes, 24 de julio de 2012

►ENGAÑADORA MUJER MELINDA GATES



NO TE DEJES ENGAÑAR
¡¡LEE!!
MIRA EL VIDEO

El 11 de Julio del 2012
En el aniversario de la primera conferencia de Eugenesia
Melinda Gates inició su campaña "No es Controversial"
En Londres
Para recaudar 4 mil millones de dólares para hacer que 120 millones de mujeres pobres
en los países en vías de desarrollo estén bajo un control de natalidad.

No es controversial?
Señora Gates, puede que tenga la mejor intención,
pero parece que no entiende lo que le hace falta a la mujer joven
Justicia
Justicia
Justicia, no drogas
que pueden tener serias consecuencias
¿Sabían que muchos tipos de anticonceptivos están clasificados como Grupo 1 cancerígenos?
por la Organización Mundial de la Salud
Eso es igual que cigarrillos y asbesto
¿cómo puede ser esto bueno para nuestra salud?
Depo-Provera (anticonceptivo vía venal) y la Pastilla anticonceptiva no logran detener el Sida.
Al contrario aumentan el problema.
¿Cómo puede ser esto bueno para la mujer?
Señora Gates, dice que quiere empoderar a la mujer,
¿Pero como empodera dando drogas?
Para que no nos embaracemos, y luego enviarnos de vuelta a los hombres que no nos estiman.
¿Cómo es este empoderamiento?
No es controversial?
No es controversial?
No es controversial?
Dice que está contra el aborto
Pero sus asociados incluyen a los proveedores abortistas más grandes del mundo.
¿Cómo puede ser esto bueno para la mujer?
¿IPPF?
¿Marie Stopes?
¿Realmente?
Necesitamos mejores colegios, mejores hospitales, mejores caminos.
Pero sobre todo necesitamos su ayuda
Por favor ayúdenos a obtener justicia de nuestros gobernantes
y ayúdenos a tener una cultura de respeto hacia la mujer.
Los anticonceptivos no nos ayudan a obtener lo que realmente necesitamos
Y no son buenos para nuestra salud.
Señora Gates podemos mejorar, ¿no es así?
Anticoncepción es controversial, a pesar de lo que Melinda Gates diga.

►Luigi y María Corsini Beltramé Quattrocchi



http://www.youtube.com/watch?v=LKARDXojfok&feature=plcp

Clic para ver el video


Un matrimonio beato



Sin duda hay millares de esposos santos pero los Beltrame son la primera pareja en ser beatificados. S.S. Juan Pablo II, conciente de la necesidad de modelos de santidad para los matrimonios, ha demostrado interés por canonizar a matrimonios.
María Corsini nació en Florencia el 24 de junio en 1881; Luigi Beltrame nació en Catania el 12 de enero de 1880. Ambos se conocieron en Roma cuando eran adolescentes y se casaron en la basílica Santa María la Mayor el 25 de noviembre de 1905. 


Ambos crecieron en familias católicas y desde pequeños practicaron fervientemente su fe, asistiendo todos los domingos a la Santa Misa y participando de los sacramentos. Criaron también a sus hijos en los principios y valores de la fe católica. 


En 1913, pasaron una dura prueba, el embarazo de María tuvo serias complicaciones y los médicos pronosticaban que ni la madre ni el niño sobrevivirían al parto. Los doctores manifestaron que un aborto podría salvar la vida de la madre. Ella, consultando con su esposo, decidió confiar en la protección divina de Dios. Después de un difícil embarazo, madre e hijo sobrevivieron milagrosamente. La prueba fortaleció aun mas la fe de la familia. 


María dio a luz a tres niños más; los dos varones fueron sacerdotes: Filippo, quien es ahora Mons. Tarcisio de la diócesis de Roma y Cesare, ahora el P. Paolino, monje trapense. 


La mayor de las hijas, Enrichetta, la que sobrevivió el difícil embarazo, constituyó un hogar santo; mientras que su hermana Stefania ingresó a la congregación de los benedictinos, conocida como la Madre Cecilia,  quien falleció en 1993. 


Los tres hermanos estuvieron presentes en la beatificación de sus padres. Los dos hijos sacerdotes concelebraron en la misa. 


La familia Beltrame Quattrochi fue conocida por participación en muchas organizaciones católicas. Luigi fue un respetado abogado, quien ocupó un cargo importante dentro de la política italiana. María trabajó como voluntaria asistiendo a los etíopes en dicho país durante la segunda guerra mundial. 


El beato Luigi murió en 1951, y María, su fiel esposa, en 1965. 


Beatificación


La Congregación para la Causa de los Santos trató este caso como algo especial, y con la aprobación del Papa Juan Pablo II. Asu intercesión ha sido atribuido un milagro que abrió la vía para su beatificación.
El Prefecto de esta Congregación, Cardenal José Saraiva Martins, señaló que era imposible beatificarlos por separado debido a que no se podía separar su experiencia de santidad, la cual fue vivida en pareja y tan íntimamente. "Su extraordinario testimonio no podía permanecer escondido"
El Papa dijo durante la Misa:


"Entre las alegrías y las preocupaciones de una familia normal supieron realizar una existencia extraordinariamente rica de espiritualidad. En el centro, la eucaristía diaria, a la que se añadía la devoción filial a la Virgen María, invocada con el Rosario recitado todas las noches, y la referencia a sabios consejos espirituales...
...vivieron a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana el amor conyugal y el servicio a la vida...
...Asumieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, dedicándose generosamente a los hijos para educarles, guiarles, orientales, en el descubrimiento de su designio de amor". 


"Una auténtica familia, fundada en el matrimonio, es en sí misma una "buena noticia" para el mundo"




Testimonio de uno de los hijos, el P. Tarcisio 


El P. Tarciso recuerda que "nuestra vida familiar no tuvo nada de extraordinaria, fue un hecho ordinario, con sus debilidades. Sin embargo, seguimos siempre enseñanzas importantes que las almas de buena voluntad pueden disponerse a imitar y a realizar también hoy".


Don Tarcisio considera por ello que "la beatificación de mis padres es una ocasión para relanzar los valores de la familia cristiana hoy". "En los años de la guerra, a menudo arriesgando muchísimo, acogimos y prestamos ayuda a todo el que la pidió".




Según la proclamación de sus virtudes heroicas realizada por el Cardenal José Saraiva Martins, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, los esposos Beltrame Quattrocchi "han hecho de su familia una verdadera iglesia doméstica abierta a la vida, a la oración, al testimonio del Evangelio, al apostolado social, a la solidaridad hacia los pobres, a la amistad".


www.corazones.org


►ABORTO CERO



¡¡NECESITAMOS TU FIRMA!!

Manifiesto 

Petición Aborto Cero

Excelentísimo Sr. Presidente del Gobierno:

Ante la preocupante situación del aborto en España, le ruego que considere los siguientes hechos:

  1. La ciencia demuestra que desde el momento de la fecundación la mujer se convierte en madre de un nuevo ser vivo humano, con código genético propio, único e irrepetible.
  2. El aborto supone  la muerte cruel y violenta de un ser humano.
  3. El aborto se cobra siempre dos víctimas: el hijo que muere y la madre que lo sufre.
  4. El aborto supone un negocio multimillonario que beneficia a unas pocas personas, que se lucran a costa de la muerte de otros, en la mayor parte de los casos con dinero público.
  5. En España se permite eliminar, entre otros, a aquellos seres humanos que no han alcanzado las 14 semanas de gestación o a los que no cumplen determinados criterios de “calidad”.
  6. La ley actual en España convierte el aborto en un derecho de la mujer
Ante todo lo anterior, le pido que:
  • Derogue la ley del aborto y promueva una legislación que proteja la vida desde el momento de su concepción
  • Promueva una ley integral de apoyo a la maternidad
  • Fomente la adopción y cree un plan de adopción nacional ágil y eficaz
  • Haga pedagogía pública contra el aborto, desarrollando para ello un plan integral en todos los ámbitos y muy especialmente en el de la sanidad y la educación
  • No destine fondos públicos a iniciativas que atenten contra la vida humana en cualquiera de sus fases.


Con la firma de esta petición me comprometo a trabajar para conseguir el objetivo de ABORTO CERO en España.

jueves, 19 de julio de 2012

►ME HA MATADO MI MADRE... REFLEXIÓN

¿CUANDO COMIENZA LA VIDA HUMANA?

LA RESPUESTA DE LA CIENCIA
La vida humana comienza en el momento de la concepción. 
No es la Iglesia la que decide esto. Ella solo reconoce la verdad que todos deben saber por medio de la razón. 

«El embrión es un ser humano. Esto es innegable. Cualquier intento de hacer comenzar la vida humana en un momento posterior es arbitrario y no sostenido por argumentación científica»  -Angelo Luigi Vescovi, Profesor de Biología Celular, (Se profesa agnóstico) -co-director del Instituto de Investigación de Células Estaminales del Hospital San Rafael de Milán

"Cada uno de nosotros tiene un momento preciso en que comenzamos. Es el momento en que toda la necesaria y suficiente información genética es recogida dentro de una célula, el huevo fertilizado y este momento es el momento de la fertilización. Sabemos que esta información esta escrita en un tipo de cinta a la que llamamos DNA... La vida esta escrita en un lenguaje fantásticamente miniaturizado. -Dr. Lejeune, pionero en genética y ciencia pre-natal, Univ. Paris.

Les comparto una reflexión hecha en video que espero toque el corazón y abra la mente.
Dios los bendiga





5 de octubre

Hoy comienza mi vida. Mis padres todavía lo ignoran. Soy tan pequeña como una semilla de manzana, pero ya tengo mi vida. Y yo voy a ser una niña. Tendré los cabellos rubios y los ojos azules. Todo está dispuesto por anticipado, incluso que me gustarán las flores.

19 de octubre

He crecido un poco, pero soy aún demasiado pequeña para poder hacer nada por mí misma. Mi madre lo hace todo por mí. Y (lo que es curioso), ella no sabe todavía que me lleva junto a su corazón y que me ayuda sion cesar y que me nutre con su sangre. Es muy buena. Algunos dicen que no soy una verdadera persona humana; que solamente existe mi madre. Pero, sin embargo, soy en realidad una persona, lo mismo que una miguita de pan. Mi madre vive realmente y yo también.

23 de octubre

Mi boca está a punto de abrirse. Pensadlo: dentro de un año más o menos yo sabré reír y un poco más tarde, hablar. Sé que mi primera palabra será: ¡Mamá!

28 de octubre

Mi corazón ha empezado a latir hoy para sí mismo. A partir de ahora continuará latiendo hasta el fin de mi vida. Sin jamás pararse a descansar. Y pasados muchos años,se fatigará, se parará y entonces, moriré.

2 de noviembre

Crezco un poco cada día. Mis brazos y piernas empiezan a conformarse. Pero tendré que esperar bastante hasta que mis piernecitas puedan llevarme a los brazos de mi madre y antes de que estos brazos tan pequeños, sean capaces de presentarle unas flores o de besar a mi padre.

12 de noviembre

Las florecillas de mis dedos empiezan a brotar de mis manos. Es maravilloso ver lo pequeñitos que son. Seré capaz de sujetar los cabellos de mi madre con ellos. Y llevaré sus cabellos a mi boca y ella seguramente me dirá: ¡oh picarilla!

20 de noviembre

Hasta hoy el médico no le había dicho a mi madre que yo vivía junto a su corazón. ¡Qué contenta debe estar! ¿Estás contenta, mamá?

25 de noviembre

Mi padre y mi madre seguramente están pensando qué nombre me van a poner. Pero no saben siquiera que soy niña.

10 de diciembre

Mis cabellos crecen, son suaves, claros y relucientes. Yo me pregunto: ¿cómo serán los de mamá?

24 de diciembre

Me pregunto si mamá escucha el ruido de mi corazón al latir. Mi corazón es fuerte y sano. Late con regularidad... ¡tendrás una hija muy fuerte, mamá!

28 de diciembre

¡Hoy, mi madre me ha matado!

Stefan, Cardenal Wyszynski (+ 1981)
Primado de Polonia
(Publicado en Milicia, revista de las Congregaciones Marianas, Núms. 325-326, enero-febrero, México, 1978, p.16)

lunes, 16 de julio de 2012

►El mundo musulmán enfrenta una devastadora disminución de la fertilidad

Aprovecho a pedir disculpas a quienes han escrito a la siguiente casilla: derechoaviviryseramado@gmail.com no he podido ponerme al día aún con las respuestas por razones particulares, agradezco la comprensión, saludos.
Laura

Comparto el siguiente informe elaborado por Austin Ruse

NUEVA YORK, 6 de julio (C-FAM) Las tasas de fertilidad de las poblaciones musulmanas en todo el mundo casi literalmente han caído a un precipicio, por lo pronunciado de su descenso. Los funcionarios que establecen políticas en la ONU y en otros sitios apenas lo han advertido.
«Persiste la idea generalizada (aún muy extendida en los círculos intelectuales, académicos y de políticas, en Occidente y en otras partes) de que las sociedades "musulmanas" son especialmente resistentes a emprender la senda del cambio demográfico y familiar que ha transformado los perfiles poblacionales en Europa, América del Norte y otras áreas "más desarrolladas"», escriben Nicholas Eberstadt y Apoorva Shah en la edición de Policy Review publicada el 1 de junio.

Por lo general, se piensa que las tasas de fertilidad musulmana crecen a pasos agigantados. Esto ha introducido el pánico acerca de la creciente influencia musulmana, especialmente en Europa. Aunque Eberstadt y Shah no tratan concretamente el tema de los musulmanes en ese continente, sí indican que las tasas de fecundidad han disminuido en todo el mundo musulmán y que los países con predominio de este grupo han sufrido una caída más pronunciada que cualquier otro en la historia.

Utilizando datos de la División de Población de la ONU, que proyecta tasas de fecundidad para 190 países, Eberstadt y Shah «evalúan la magnitud de la disminución de la fertilidad en 48 de los 49 países y territorios del mundo identificados con mayoría musulmana». La información demuestra que «48 países y territorios con mayoría musulmana fueron testigos de un descenso de la fecundidad durante las últimas tres décadas».

Cuando se examina el descenso absoluto de la fecundidad, los autores muestran «una caída estimada de 2,6 nacimientos por mujer entre 1975 y 1980, y 2005 y 2010 - disminución absoluta notablemente superior a la estimada ya sea para el mundo en su conjunto (-1,3) o para las regiones menos desarrolladas en su totalidad (-2,2) durante los mismos años». Señalan que «Dieciocho de estos lugares con mayoría musulmana vieron caer (las tasas de fecundidad total) en tres o más (nacimientos por mujer) durante esos 30 años –,  nueve de ellos, en cuatro nacimientos por mujer o más».

Eberstadt y Shah indican que, en términos de disminución relativa de la fertilidad, «el promedio poblacional ponderado para las áreas con mayoría musulmana en su conjunto fue de -41 % durante estas tres décadas». Ponen de relieve que «se estimó que 22 países y territorios con mayoría musulmana han sufrido disminuciones de la fecundidad del 50 % o más durante esas tres décadas (10 de ellos en un 60 % o más). Tanto para Irán como para las Maldivas, se calcula que las disminuciones en las tasas totales de fertilidad durante esos 30 años superaron el 70 %».

De los diez mayores descensos de las tasas totales de fecundidad en la era de la posguerra, «seis ocurrieron en países con mayoría musulmana», dicen los autores.

Eberstadt y Shah señalan varias consecuencias de este fenómeno en el mundo musulmán. Las proyecciones poblacionales de la ONU deberán hacer lo mismo. En 2000, la ONU proyectó que habría 102 millones de yemeníes para el año 2050. Este cálculo aproximado se redujo a 62 millones diez años después.

Los autores dicen que se avecina una «disminución de la población en edad de trabajar (15-64)». Dicen que el mundo musulmán enfrentará una creciente y abrumadora falta de mano de obra. Asimismo, proyectan poblaciones en rápido proceso de envejecimiento como la que padecen en los países europeos que son mucho más ricos.

Los autores están desconcertados por el hecho de que otros especialistas de la ONU o incluso de los propios países musulmanes no debaten este problema cada vez mayor.


Traducido por Luciana María Palazzo de Castellano

domingo, 15 de julio de 2012

►PREMIO: "Pasando el testigo"


Quiero compartir con mis queridos lectores el premio que mi amiga Maria Emma del blog "De la mano de la Virgen María" ha otorgado a mi blog "Derecho a vivir y ser amado".
Se me pide como requisito para aceptarlo que cuente lo que para mi significa ser evangelizador de Cristo en la blogosfera
Procedo a contarles que cuando me inicié en el medio entré buscando información respecto a la enfermedad de una hijita y mi única súplica era que El me ponga donde se pueda hacer bien, equivoqué caminos antes, pero la oración constante fue eficáz. Considero que ser "Evangelizador de Cristo en la blogosfera" no es mas ni menos que una gran y maravillosa tarea en la que depositamos gotitas de amor por donde el Santo Espíritu nos va guiando, al menos asi creo que debe ser. Vamos en una gran barca en la que El dirige el timón y debemos enfrentar tempestades, desafíos a veces desalentadores pero que al fin se vuelven fortalecedores en la fe porque comprendemos que al final siempre está Él con sus brazos abiertos, su presencia se siente maravillosamente. Asi lo he encontrado cada vez, queriendo bajarme a veces y encontrando que de un modo tierno El me trae de nuevo a seguir navegando... comprendo que "Ser evangelizador de Cristo en la blogosfera" es una tarea de responsabilidad de la que un dia debemos dar cuentas. Deseo que no se nos haga fácil transcribir pensamientos porque con ellos entramos a los corazones antes que a las mentes, teniendo cuidado en las expresiones y con trato siempre delicado podremos oir el clamor de los mas necesitados y eficazmente podremos seguir tirando redes para que cada vez puedan subir mas al barco y juntos navegar mar adentro, bien adentro al Corazón de Cristo. 
Culmino mi pensamiento con esta frase de San Marcelino: "Ver ofender a Dios, y ver que los hombres pierden su esperanza y su amor, son para mí dos cosas insoportables y que me parten el corazón." 
Gracias Maria por este premio que sin merecerlo me has dado y ahora comparto, considero que me falta mucho para ser "Evangelizadora", sin embargo anhelo llegar a donde Dios quiere y hacer las cosas como El quiere.
Te había comentado antes que no tengo con quien compartir el premio aún porque no conozco otros blog debido a mi escaso contacto personal con otros autores de blog, desconozco mayormente pero Dios seguirá tirando redes, confío.
Un abrazo con todo mi amor para vos querida Maria Emma.




miércoles, 11 de julio de 2012

►LA REINA DE MIS CUENTOS (CANCIÓN DE FELIPE GÓMEZ)


Así me arranques la vida y que prepares mi muerte
y me desgarres el alma no dejaré de amarte nunca yo
si destrozas mis sueños y olvidas que soy pequeño
si crees que aún no soy nada, igual por ti muero mamá de amor

Podrás borrar mi memoria, arrancarme de tus brazos
Hacer de cuenta que nada pasó, desbaratarme en pedazos
Pero si cambias de planes, te ofrezco mil y una sonrisas
Dormir tranquilo en las tardes, calmar mi llanto al escuchar tu voz

Sera lo más grande en mi vida y guardarás mi secretos
Tu la Reina de mis cuentos, mamá mi mejor amiga.

Hoy te digo estas palabras, pongo en tus manos mi suerte
Te habla tu hijo pequeño, sonrio desde tu vientre.

martes, 10 de julio de 2012

►Sobre el amor: a todos los jóvenes -Juan Pablo II




Jubileo de los Jóvenes, Abril de 1984 


El tercer tema de nuestra reflexión queridos amigos jóvenes, es la fascinante verdad del amor; el amor entre los hombres, el amor con que Dios nos ha amado primero, el amor que en todo momento debemos a Dios y a los otros.
Oid el testimonio del evangelista San Juan: "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn. 3, 16). Cristo es el amor del Padre hecho carne, "la bondad y el amor de Dios, nuestro salvador hacia los hombres" (Tit. 3, 4); Él incluso durante su gran humillación de la cruz pidió por sus verdugos y los perdonó. En su pasión y muerte. Cristo pasó también el oscuro abismo del amor; Él experimentó la entrega total de la propia persona a causa del amor; del que Él mismo dijo: "Nadie tiene amor mayor que este de dar uno la vida por sus amigos" (Jn. 15, 13)

¡Mirad sobre todo a este Jesús! ¡Mirad a su cruz! Él es en persona lo que la palabra amor significa. Él mismo quiere y debe ser también la medida de vuestro amor. Por eso, su nuevo y mayor mandamiento es: "Que os améis los unos a los otros; como yo os he amado, así, también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros" (Jn. 13, 34-35). Cuán hambriento de amor está el mundo enfermo, hambriento del amor salvífico de Jesucristo del Salvador, El viejo mundo exige un amor que sea joven y que regale energía juvenil. ¡Sed vosotros su mensajeros! ¡Llevad vosotros este amor a los hombres, como habéis llevado la luz de las antorchas por las calles este atardecer! Dejad que el fuego del Espíritu Santo brille en vosotros para llevar al mundo la luz y el calor del amor de Dios.

sábado, 7 de julio de 2012

►Sobre la LIBERTAD a los jóvenes



http://www.youtube.com/watch?v=5E5dnT6-M3Q&feature=plcp

La gracia y la paz de Nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros siempre.
Me siento feliz de recibiros hoy en el Vaticano que ha sido la meta de vuestra marcha. Habéis venido libremente a demostrar vuestro amor a Cristo y a su Iglesia, y reunirnos en su nombre.
La libertad es un gran don que habéis recibido de Dios. Quiere decir que tenéis el poder de decir sí a Cristo. Pero vuestro sí no significaría nada si no pudiérais decir también no. Diciendo sí a Cristo, os entregáis a El; le ofrecéis el corazón, reconocéis su puesto en vuestra vida, ya que por ser hijos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo, habéis sido creados para decir sí al amor de Dios. Fue Cristo quien os compró la libertad. Murió para hacernos libres. Sólo Jesús os hace libre. Nos dice Él mismo en el Evangelio de San Juan: "Si el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres" (Jn. 8, 36).
El mayor obstáculo de vuestra libertad es el pecado que significa decir no a Dios. Pero Jesucristo Hijo de Dios esta pronto a perdonar todo pecado, y esto es lo que hace en la confesión, en el sacramento de la penitencia. Es el mismo Jesús quien perdona vuestros pecados en la confesión y os devuelve la libertad que perdísteis cuando dijísteis no a Dios. Queridos jóvenes: Amad vuestra libertad y ejercedla diciendo sí a Dios; no la enajeneis.Recobradla cuando la hayáis perdido y reforzadla en la confesión cuando flaquea. Acordaos de las palabras de Jesús: "Si el Hijo os librare, seréis verdaderamente libres".
Jubileo de los Jóvenes, Abril de 1984

miércoles, 4 de julio de 2012

►Andrea Bocelli cuenta que propusieron el aborto a su madre

A continuación les comparto éste valioso testimonio, vidas como la de Andrea hacen que en este mundo se sienta bien vivir, sus vidas nos hablan de amor y esperanza... ¿Si su madre hubiera abortado? El 90% de los niños diagnosticados con enfermedades durante la gestación son asesinados, ABORTADOS VILMENTE y siempre pienso cuanto mas humano y divino sería el mundo si les dejáramos vivir... lo que nos falta son testimonios valientes de supervivencia ante las dificultades.

" ...la vida es un don de Dios que merece una “recepción agradecida”. Un don valioso y frágil que hay que cuidar cuando se ve amenazada. Un don que debe ser simultáneamente entrega. Un don que se “desarrolla en comunión”. Un don que hay que administrar formando a las futuras generaciones para la vida familiar. 

Como creyentes queremos sostener y promover el valor del derecho a la vida y de su dignidad. Lo hacemos apoyados en nuestra fe en diálogo con la ciencia, como personas que amamos la vida que Dios nos ha regalado; y en consonancia con iniciativas cristianas e interreligiosas a favor de la vida en nuestro continente.

Celebramos todas las medidas adoptadas acerca del cuidado de las mujeres embarazadas, en particular las que se encuentran en estado de marginalidad o dificultad grave para asumir su situación. Nos comprometemos a cuidar siempre la vida y a colaborar para que tanto el niño como la madre sean respetados.

Invocamos la protección de Dios, fuente de la vida, para que ilumine a los legisladores y a todos los que tenemos la responsabilidad de proteger cada vida humana."

Comisión de Ecumenismo de la Conferencia Episcopal Argentina 



lunes, 2 de julio de 2012

►Persona desde la concepción

El Doctor Carlos Fernández del Castillo Sánchez expone sus ideas sobre el respeto a la vida humana desde la concepción, que ya se es una persona.

►Una enfermera logra que sus compañeras se nieguen a participar en abortos





“Alguien que ha visto alguna vez un aborto aunque sea involuntario no ha de tener corazón para querer participar en esto. Es horrible”. Quien así se manifiesta es Mercedes Cruz Quesada, supervisora del área de quirófano en un hospital de Mallorca, una enfermera católica que ha convencido a todas sus compañeras para que se nieguen a participar en abortos.

En una entrevista publicada en Religión en Libertad, Cruz Quesada explica cómo consiguió a través de su fe convencer al personal a su cargo para que adoptaran una posición provida antes las instrucciones de las autoridades del hospital, que persistían en su intento de practicar abortos con la finalidad de obtener financiación del Gobierno Autonómico de Baleares.

Tras la propuesta que le hizo el gerente del hospital, de que preparara todo lo necesario para poder realizar abortos en su sección, la supervisora de quirófano se negó en redondo e incluso le dijo estar dispuesta a renunciar a su puesto de trabajo si insistían en realizar prácticas abortivas bajo su responsabilidad.

“Le contesté que con todos mis respetos no podía encargarme de esta tarea y además le informé de que sintiéndolo mucho, porque adoro mi trabajo y además soy muy feliz en este hospital, si se llegaba a materializar este tema yo presentaría mi dimisión y abandonaría el hospital”, afirma en la entrevista.

Mercedes Cruz Quesada recordó que, en esa ocasión, le indicó al administrativo que “entendiese que no era una decisión fácil con la crisis y la falta de trabajo que hay por todo, pero que mi decisión estaba bien meditada y no había vuelta atrás”.

Un “horrendo crimen”

Ante la pregunta de si su condición de católica había influido en la decisión de sus compañeras para oponerse a realizar abortos, Cruz Quesada contesta que “por supuesto”, pero que “además de por el hecho de ser católica, también me dolía mucho que mis enfermeras tuviesen que participar en tan horrendo crimen”.

De esta manera, la supervisora señala en la entrevista que no fue difícil plantear la objeción de conciencia ante la eventualidad de la realización de abortos en el hospital porque “cuando estás tan segura de algo, lo demás viene solo”.

La enfermera también indicó que no experimentó particulares dificultades en la adhesión de sus colegas a la objeción de conciencia, pues “algunas ya estaban seguras de que no querían participar en esto, y otras estaban dudosas; pero yo creo que conocer mi postura les hizo decantarse por el no”.

Cruz Quesada recordó que en cuanto la gerencia del centro médico tomó conciencia de que ninguna enfermera del área de quirófano estaba dispuesta a participar en los abortos, “se le presentó un gran problema: intentó que alguna enfermera de otro departamento pasase a quirófano esos días en concreto, pero había que formarla y eso llevaba tiempo. Además, ¿qué hacía con todas nosotras? Era un problema de difícil solución”.

La supervisora añade en la entrevista que, a pesar de todo, las autoridades hospitalarias respetaron su decisión en todo momento, “e intentaron buscar una solución para que yo no me fuera del hospital”.

Cruz Quesada concluye que “es importantísimo hacerte respetar en tu entorno, intentar siempre ayudar a los demás, no juzgar, no criticar, hacer bien tu trabajo; en fin, intentar siempre actuar como buen cristiano: así consigues el respeto y eso es fundamental a la hora de tomar una decisión así”.

Via: ForumLibertas.com

►Entre dos -cortometraje




14-05-2010. Dirigido por Viobelina, este corto analiza la reacción de Julia al descubrir que va a tener un bebé con su marido, Mario. Él está ilusionado. En cambio, ella se debate entre llegar a la cúspide de su carrera profesional como modelo o seguir adelante con el embarazo.

Recomendable para escuelas.

domingo, 1 de julio de 2012

►NUEVO BLOG


1. El conjunto de las catequesis que componen este volúmen y que concluyo con este capítulo, puede figurar bajo el título «El amor humano en el plan divino» o, con mayor precisión, «La redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio». Todas ellas se dividen en dos partes.
La primera parte está dedicada al análisis de las palabras de Cristo que resultan apropiadas para abrir el tema presente. Dichas palabras se han analizado ampliamente en la globalidad del texto evangélico; y, después de la reflexión de varios años, se han convenido en poner de relieve los tres textos que se estudian en dicha primera parte de la catequesis.
Ocupa el primer el texto en que Cristo se refiere «al principio» en la conversación con los fariseos sobre la unidad e indisolubilidad del matrimonio (cf. Mt 19, 8; Mc 10, 6-9). Luego, están las palabras pronunciadas por Cristo en el sermón de la montaña sobre la «concupiscencia» en cuanto «adulterio cometido con el corazón» (cf. Mt 5, 28). Y, en fin, vienen las palabras transmitidas por todos los sinópticos en las que Cristo hace referencia a la resurrección de los cuerpos en el «otro mundo» (cf. Mt 22, 30; Mc 12, 25; Lc 20, 35).
La segunda parte de la catequesis está dedicada al análisis del sacramento a partir de la Carta a los Efesios (Ef 22-23) que nos leva al «principio» bíblico del matrimonio expresado en estas palabras del libro del Génesis: «...dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer y vendrán a ser los dos una sola carne» (Gén 2, 24).
Las catequesis de la primera y segunda parte emplean repetidamente el término «teología del cuerpo». En cierto sentido éste es un término «de trabajo». La introducción del término y concepto de «teología del cuerpo» era necesaria para fundamentar el tema de «La redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio» sobre una base más amplia. En efecto, es menester hacer notar enseguida que el término «teología del cuerpo» rebasa ampliamente el contenido de las reflexiones que se han hecho. Estas reflexiones no abarcan muchos aspectos que por su objeto pertenecen a la teología del cuerpo (como, por ejemplo, el problema del sufrimiento y la muerte, tan acusado en el mensaje bíblico). Hay que decirlo claramente. Asímismo es necesario reconocer, de modo explícito, que las reflexiones sobre el tema de «La redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio» pueden hacerse correctamente partiendo del momento en que la luz de la Revelación afecta a la realidad del cuerpo humano (o sea, sobre la base de la «teología del cuerpo»). Esto se ve confirmado, por lo demás, en las palabras del libro del Génesis «vendrán a ser los dos una sola carne», palabras que originaria y semánticamente están en la base de nuestro tema.

2. La reflexiones sobre el sacramento del matrimonio se han desarrollado teniendo en cuenta las dos dimensiones esenciales en este sacramento (al igual que en todos los demás), es decir, la dimensión de la alianza y de la gracia, y la dimensión del signo.
A través de estas dos dimensiones nos hemos fijado continuamente en las reflexiones sobre la teología del cuerpo, unidas a través de las palabras-clave de Cristo. A estas reflexiones hemos llegado también emprendiendo, al final de este ciclo de catequesis, el estudio de la Encíclica «Humanæ vitæ».
La doctrina contenida en este documento de la enseñanza contemporánea de la Iglesia, está en relación orgánica con la sacramentalidad del matrimonio, asimismo, con toda la problemática bíblica de la teología del cuerpo, centrada en las «palabras-clave» de Cristo. En cierto sentido puede decirse que todas las reflexiones sobre la «redención del cuerpo y de la sacramentalidad del matrimonio» constituyen un amplio comentario a la doctrina contenida en la misma Encíclica Humanæ vitæ. 
Tal comentario parece bastante necesario. Efectivamente, al dar respuesta a algunos interrogantes de hoy, en el ámbito de la moral conyugal y familiar, la Encíclica ha suscitado, al mismo tiempo, otros interrogantes, como sabemos, de naturaleza bio-médica, pero también (o mejor, sobre todo) son interrogantes de naturaleza teológica, pertenecen al ámbito de la antropología y la teología que hemos denominado «teología del cuerpo».
Se han hecho las reflexiones afrontando los interrogantes surgidos en relación con la Encíclica «Humanæ vitæ». La reacción que ha producido la Encíclica confirma la importancia y dificultad de tales interrogantes. Los han puesto de relieve también aclaraciones posteriores del mismo Pablo VI, donde indicaba la posibilidad de profundizar en la exposición de la verdad cristiana en este sector.
Lo reafirmó también la Exhortación «Familiaris consortio», fruto, del Sínodo de los Obispos de 1980, «De muneribus familiæ christianæ». Este documento contiene un llamamiento dirigido en especial a los teólogos, a elaborar de modo más completo los aspectos bíblicos y personalistas de la doctrina contenida en la «Humanæ vitæ».
Asumir los interrogantes planeados por la Encíclica quiere decir formularlos y buscarles respuesta al mismo tiempo. La doctrina contenida en la «Familiaris consortio» pide que tanto la formulación de los interrogantes como la búsqueda de una respuesta adecuada, se concentren sobre los aspectos bíblicos y personalistas. Dicha doctrina indica asímismo, la dirección del desarrollo y, por tanto, también la dirección de su completamiento y profundización progresivos.

3. En el análisis de los aspectos bíblicos habla del modo de enraizar en la revelación la doctrina proclamada por la Iglesia contemporánea. Esto es importante para el desarrollo de la teología. El desarrollo, o sea, el progreso de la teología, se realiza de hecho acudiendo continuamente al estudio del depósito revelado.
El enraizamiento de la doctrina proclamada por la Iglesia en toda la Tradición y en la misma Revelación divina está abierto siempre a los interrogantes planteados por el hombre y sirve incluso de los instrumentos más conformes con la ciencia moderna y la cultura de hoy. Parece que en este sector el acentuado desarrollo de la antropología filosófica (especialmente de la antropología se halla en la base de la ética) se encuentra muy cerca con los interrogantes suscitados por la Encíclica «Humanæ vitæ» respecto de la teología, y sobre todo de la ética teológica.
El análisis de los aspectos personales de la doctrina de la Iglesia, contenida en la Encíclica de Pablo VI, pone en evidencia una llamada decidida a medir el progreso del hombre con el baremo de la «persona», o sea, de lo que es un bien del hombre en cuanto hombre y que corresponde a su dignidad esencial.
El examen de los aspectos personalistas lleva a la convicción de que la Encíclica presenta como problema fundamental el punto de vista del desarrollo auténtico del hombre; en efecto, en términos generales, dicho desarrollo se mide con el baremo de la ética y no sólo de la «técnica».

4. Las catequesis dedicadas a la Encíclica «Humanæ vitæ» constituye sólo una parte, la final, de las que han tratado de la redención del cuerpo y la sacramentalidad del matrimonio.
Si llamo más la atención concretamente sobre estas últimas catequesis, lo hago no sólo porque el tema tratado en ella está unido más íntimamente a nuestra contemporaneidad, sino sobre todo porque de él nacen los interrogantes que impregnan en cierto sentido el conjunto de nuestras reflexiones. Por consiguiente, esta parte final no ha sido añadida artificialmente al conjunto, sino que le está unida orgánica y homogéneamente. En cierto sentido, la parte colocada al final en la disposición global, se encuentra a la vez en el comienzo de este conjunto. Esto es importante desde el punto de vista de la estructura y del método.
Igualmente el momento histórico parece tener su significación; de hecho, estas catequesis se iniciaron en el tiempo de los preparativos del Sínodo de los Obispos de 1980 sobre el tema del matrimonio y la familia («De munieribus familiæ christianæ»), y se concluyen después de la publicación de la publicación de la Exhortación «Familiaris consortio» que es fruto del trabajo de este Sínodo. De todos es sabido que el Sínodo de 1980 hizo referencia también a la Encíclica «Humanæ vitæ», y reafirmó plenamente su doctrina.
De todos modos, el momento más importante parece ser el esencial que, en el conjunto de las reflexiones realizadas: puede precisarse de la manera siguiente: para afrontar los interrogantes que suscita la Encíclica «Humanæ vitæ» sobre todo en teología, para formular dichos interrogantes y buscarles respuesta, es necesario encontrar el ámbito bíblico teológico a que nos referimos cuando hablamos de «redención del cuerpo y sacramentalidad del matrimonio». En este ámbito se encuentran las respuestas a los interrogantes perennes de la conciencia de hombres y mujeres, y también a los difíciles interrogantes de nuestro mundo contemporáneo respecto del matrimonio y la procreación.



viernes, 29 de junio de 2012

►SOLO OCHO PREGUNTAS




En sólo 8 preguntas descubre tu capacidad intelectual y moral
El siguiente anónimo que circula por la Red es una buena ocasión para reflexionar:


1. SI TU MARIDO QUEDA EN LA BANCARROTA Y NO TIENEN NI PARA COMER...


¿MATAS A TU BEBÉ PARA ALIVIAR LA SITUACIÓN ECONÓMICA?


ESO ES EL ABORTO. (Causal de aborto: Difícil situación económica).


2. UNA MUJER ESTÁ EMBARAZADA DE 1 DÍA. ¿QUÉ TIENE DENTRO?


A) UN MANZANO


B) UN CHIMPANCÉ


C) UN TUMOR CANCERÍGENO


D) UN NIÑO INOCENTE, CON ADN ÚNICO, DISTINTO AL DE LA MADRE, QUE COMO TODOS LOS DEMÁS NIÑOS, SÓLO NECESITA TIEMPO PARA SER UN ADULTO


(El embrión o niño por nacer NO es parte del cuerpo de la madre)


3. UN AUTO ATROPELLA A TU HIJO Y LE TIENEN QUE AMPUTAR LAS PIERNAS EN CONSECUENCIA...


¿LO MATAS PORQUE NO QUIERES QUE VIVA DEFORME?


ESO ES EL ABORTO. (Causal de aborto: Malformaciones del bebé).


4. SI A TU NIÑA LA VIOLA UN DEPRAVADO...


¿LA MATAS PARA NO ACORDARTE DE QUE FUE VIOLADA?


ESO ES EL ABORTO. (Causal de aborto: Embarazo por violación).


5. TIENES ALZHEIMER, PARKINSON O POR UN ACCIDENTE AUTOMOVILÍSTICO TE GOLPEAS LA CABEZA Y QUEDAS CON PROBLEMAS MENTALES...


¿TIENEN DERECHO A MATAR A TUS HIJOS PARA QUE NO SEAN HIJOS DE UNA DEFICIENTE MENTAL?


ESO ES EL ABORTO. (Causal de aborto: Madre deficiente mental).


6. SI TU MARIDO TE ABANDONA Y TE ANGUSTIA VERTE SOLA CON TUS HIJOS...


¿MATAS A TUS NIÑOS PORQUE TE SIENTES TRASTORNADA SICOLÓGICAMENTE?


ESO ES EL ABORTO. (Causal de aborto: peligro psicológico para la madre).


7. SECUESTRAN A TU HIJO Y POR ERROR MUERE.


¿PIDES AL ESTADO EL SECUESTRO LEGAL, SEGURO Y GRATUITO?


ESO ES EL ABORTO. (Causal de aborto: legal, seguro y gratuito)


LEGALIZAR EL ABORTO ES LEGALIZAR EL ASESINATO.


8. TU BARCO SE ESTÁ HUNDIENDO. NO SABES NADAR. ESTÁS CON UN NIÑO. HAY UN SÓLO SALVAVIDAS.


¿SE LO DAS AL NIÑO O LO ABANDONAS EN EL BARCO?


ESO ES EL ABORTO. (Causal de aborto: Peligro para la vida de la madre).


NOTA: EL NIÑO SABÍA TAPAR EL AGUJERO DEL BARCO.


El aborto cuesta dos vidas: la del niño y la de la madre.


Matar al niño es matar a la madre.


¿Sabías que las estadísticas de los EE.UU. demostraron que mueren 10 veces más mujeres por complicaciones quirúrgicas del aborto legal, que por abortos clandestinos antes de legalizarlo?


¿Sabías que el 100% de las madres que han asesinado a su bebé no nacido, sin arrepentirse, tienen serios trastornos psicológicos que las llevan al alcoholismo, drogadicción, alta rotación de parejas, remordimiento de conciencia, fobias, insomnio, pesadillas, SUICIDIO?


Busca sobre el síndrome post-aborto.


SI REALMENTE ERES FEMINISTA, DEFIENDE A LAS MUJERES DE CAUSARSE DAÑO CON EL ABORTO Y DE MATAR A OTRAS MUJERES NO NACIDAS.


SIEMPRE ESTÁ LA ALTERNATIVA DE DAR EN ADOPCIÓN.


ADOPTAR, NO ABORTAR.


NADA JUSTIFICA EL ABORTO. NADA.


¿Quieres un mundo mejor para tus hijos?


No hay injusticia más grave que la del aborto.


Si no respetan la vida de un niño inocente, ¿acaso crees que respetarán tus derechos? No votes jamás por un político abortista (derecho a decidir... matar un niño)
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♥Consagración a la Virgen María

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CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA
"Oh, Corazón Inmaculado de María, refugio seguro de nosotros pecadores y ancla firme de salvación, a Ti queremos hoy consagrar nuestro matrimonio. En estos tiempos de gran batalla espiritual entre los valores familiares auténticos y la mentalidad permisiva del mundo, te pedimos que Tu, Madre y Maestra, nos muestres el camino verdadero del amor, del compromiso, de la fidelidad, del sacrificio y del servicio. Te pedimos que hoy, al consagrarnos a Ti, nos recibas en tu Corazón, nos refugies en tu manto virginal, nos protejas con tus brazos maternales y nos lleves por camino seguro hacia el Corazón de tu Hijo, Jesús. Tu que eres la Madre de Cristo, te pedimos nos formes y moldees, para que ambos seamos imágenes vivientes de Jesús en nuestra familia, en la Iglesia y en el mundo. Tu que eres Virgen y Madre, derrama sobre nosotros el espíritu de pureza de corazón, de mente y de cuerpo. Tu que eres nuestra Madre espiritual, ayúdanos a crecer en la vida de la gracia y de la santidad, y no permitas que caigamos en pecado mortal o que desperdiciemos las gracias ganadas por tu Hijo en la Cruz. Tu que eres Maestra de las almas, enséñanos a ser dóciles como Tu, para acoger con obediencia y agradecimiento toda la Verdad revelada por Cristo en su Palabra y en la Iglesia. Tu que eres Mediadora de las gracias, se el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de conversión, de amor, de paz, de comunicación, de unidad y comprensión. Tu que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén tu mirada misericordiosa sobre nosotros, y acércate siempre a tu Hijo, implorando como en Caná, por el milagro del vino que nos hace falta. Tu que eres Corredentora, enséñanos a ser fieles, el uno al otro, en los momentos de sufrimiento y de cruz. Que no busquemos cada uno nuestro propio bienestar, sino el bien del otro. Que nos mantengamos fieles al compromiso adquirido ante Dios, y que los sacrificios y luchas sepamos vivirlos en unión a tu Hijo Crucificado. En virtud de la unión del Inmaculado Corazón de María con el Sagrado Corazón de Jesús, pedimos que nuestro matrimonio sea fortalecido en la unidad, en el amor, en la responsabilidad a nuestros deberes, en la entrega generosa del uno al otro y a los hijos que el Señor nos envíe. Que nuestro hogar sea un santuario doméstico donde oremos juntos y nos comuniquemos con alegría y entusiasmo. Que siempre nuestra relación sea, ante todos, un signo visible del amor y la fidelidad. Te pedimos, Oh Madre, que en virtud de esta consagración, nuestro matrimonio sea protegido de todo mal espiritual, físico o material. Que tu Corazón Inmaculado reine en nuestro hogar para que así Jesucristo sea amado y obedecido en nuestra familia. Qué sostenidos por Su amor y Su gracia nos dispongamos a construir, día a día, la civilización del amor: el Reinado de los Dos Corazones. Amén. -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS

CONSAGRACIÓN DEL MATRIMONIO A LOS DOS CORAZONES EN SU RENOVACIÓN DE VOTOS
Oh Corazones de Jesús y María, cuya perfecta unidad y comunión ha sido definida como una alianza, término que es también característico del sacramento del matrimonio, por que conlleva una constante reciprocidad en el amor y en la dedicación total del uno al otro. Es la alianza de Sus Corazones la que nos revela la identidad y misión fundamental del matrimonio y la familia: ser una comunidad de amor y vida. Hoy queremos dar gracias a los Corazones de Jesús y María, ante todo, por que en ellos hemos encontrado la realización plena de nuestra vocación matrimonial y por que dentro de Sus Corazones, hemos aprendido las virtudes de la caridad ardiente, de la fidelidad y permanencia, de la abnegación y búsqueda del bien del otro. También damos gracias por que en los Corazones de Jesús y María hemos encontrado nuestro refugio seguro ante los peligros de estos tiempos en que las dos grandes culturas la del egoísmo y de la muerte, quieren ahogar como fuerte diluvio la vida matrimonial y familiar. Hoy deseamos renovar nuestros votos matrimoniales dentro de los Corazones de Jesús y María, para que dentro de sus Corazones permanezcamos siempre unidos en el amor que es mas fuerte que la muerte y en la fidelidad que es capaz de mantenerse firme en los momentos de prueba. Deseamos consagrar los años pasados, para que el Señor reciba como ofrenda de amor todo lo que en ellos ha sido manifestación de amor, de entrega, servicio y sacrificio incondicional. Queremos también ofrecer reparación por lo que no hayamos vivido como expresión sublime de nuestro sacramento. Consagramos el presente, para que sea una oportunidad de gracia y santificación de nuestras vidas personales, de nuestro matrimonio y de la vida de toda nuestra familia. Que sepamos hoy escuchar los designios de los Corazones de Jesús y María, y respondamos con generosidad y prontitud a todo lo que Ellos nos indiquen y deseen hacer con nosotros. Que hoy nos dispongamos, por el fruto de esta consagración a construir la civilización del amor y la vida. Consagramos los años venideros, para que atentos a Sus designios de amor y misericordia, nos dispongamos a vivir cada momento dentro de los Corazones de Jesús y María, manifestando entre nosotros y a los demás, sus virtudes, disposiciones internas y externas. Consagramos todas las alegrías y las tristezas, las pruebas y los gozos, todo ofrecido en reparación y consolación a Sus Corazones. Consagramos toda nuestra familia para que sea un santuario doméstico de los Dos Corazones, en donde se viva en oración, comunión, comunicación, generosidad y fidelidad en el sufrimiento. Que los Corazones de Jesús y María nos protejan de todo mal espiritual, físico o material. Que los Dos Corazones reinen en nuestro matrimonio y en nuestra familia, para que Ellos sean los que dirijan nuestros corazones y vivamos así, cada día, construyendo el reinado de sus Corazones: la civilización del amor y la vida. Amén! Nombre de esposos______________________________ Fecha________________________ -Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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