La historia de Ángel, un ser humano increíble con ninguna dificultad para amar, sonreir, pasar obstáculos y superarse día a día... cuanto por aprender de Ángel ¿verdad?
Recuerdo los médicos decir durante las internaciones de mi hijita Maria Paz: -"Dejala ir, mamá..." -"Ella sufre mucho y solo serán gastos y sufrimientos toda la vida..." "Ella se pondrá cada vez peor".
El mundo se empeña en hacernos creer que lo fácil y cómodo convienen y que lo que conlleva sufrimiento no merece ser enfrentado, total... ¿para qué? Cuan grande es la soberbia del hombre, a Dios lo que es de Dios!
Promovamos una cultura de Amor y Vida donde habiendo aprendido a levantarnos ayudemos a otros a estar en pie frente a la vida sin temores, sin tristezas,sin remordimientos ni vacilaciones ante supuestos argumentos de conveniencias antiéticas y antimorales que responden a las políticas de la cultura de la muerte.
Que nuestro motor permanente sean la fe y el amor porque nada sabemos y en Dios están todas las respuestas y siendo que El sabe mas no podemos titubear en nuestro peregrinar, solo emprender camino que de Su mano se hace sencillo y sin tribulaciones.
Mucha paz y confianza en Dios para todos.
Tengan un bendito dia.
Laura
Una parálisis cerebral, operaciones difíciles y la sonrisa de un niño que está cambiando vidas.
Lleva la muñeca ceñida por distintos brazaletes. "¡Vas a la moda!", le saludo. Su padre interpreta los gestos de Ángel. "A él no le atraen las pulseras". Y me narra una historia refrendada por las sonrisas del chaval: le sometieron a una durísima intervención para rehacerle la espalda, pues sus vértebras se habían convertido en piezas de Lego que un golpe de mano hubiese derribado. En el hospital sus amigos le trenzaron el brazo, convencidos de que cuando mirara esos brazaletes rezaría por cada uno de ellos.
Ángel nació con parálisis cerebral. Los médicos dijeron que no había nada que hacer, pues ni siquiera podían asegurar los daños que guardaba su cabecita. Pero sus padres no se rindieron, a pesar de que no podía moverse ni emitir sonido, y con el paso de los años descubrieron que reconocía los signos de las letras y el significado de su unión en sílabas que forman palabras. Ángel ha sido capaz de superar los cursos escolares a pesar de su silencio, de su inmovilidad, de la dificultad de expresarse con un teclado.
Endereza lo que está torcido. Martín, su compañero de pupitre, lo refrenda. Él era un repetidor vocacional, un caso más del estudiante desmotivado, hasta que le sentaron junto a aquel chico que lo mira todo y sonríe, porque a pesar de los pesares siente la vida como un premio. La cercanía alimentó el interés de Martín por el mundo de Ángel. Comenzó a cuidarle, a ayudarle también en sus estudios, y se hizo posible el milagro de que vaya a comenzar, junto con su amigo paralizado, la carrera de Derecho.
Aunque le han abierto la espalda como a un pescado, para fileteársela con piezas de titanio y huesos modelados en quirófano, Ángel le saca al día hasta la última viruta. No le importan los veinticinco días de hospital. Ni siquiera esa semana que estuvo más cerca de la muerte que de la vida: en cuanto le irguieron en la cama, empezó a estudiar.
Quisiera sonreír como Ángel, pero no lo consigo, empapar mi alrededor con una alegría contagiosa como la suya, y me quedo en el intento. Por eso, qué bueno conocerte, héroe en silla de ruedas.
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