Por Timothy Herrmann
NUEVA YORK, 23 de marzo (C-FAM) Estados Unidos quemó todas las naves diplomáticas durante la sesión de este año de la Comisión de la ONU sobre la Condición de la Mujer al recurrir a la fuerza y al engaño para aprobar una resolución impopular que exige el acceso internacional a la anticoncepción.
Los países acusaron a Estados Unidos de manipular el proceso de negociación de principio a fin al proponer el texto inicial de la resolución sobre mortalidad materna, controlando íntegramente la negociación en curso y luego utilizando su prerrogativa como presidente de la conferencia para presentar un documento final que otros países, en realidad, no podían modificar.
La presión que ejerce Estados Unidos en pro de la anticoncepción se aleja radicalmente del lenguaje acordado en la Conferencia de la ONU sobre la Población y el Desarrollo realizada en El Cairo, en 1994, que utilizó la expresión «planificación familiar» en vez de la palabra «anticoncepción», sobre la que insistía Estados Unidos. El aborto se rechaza expresamente como método de planificación familiar en el documento de El Cairo. Muchos países temen que la revisión estadounidense, junto con su referencia a los derechos reproductivos dentro de la resolución, pueda promover una agenda de aborto más amplia, lo cual constituye una de las prioridades de la política exterior de la administración Obama.
La resolución, cuyo propósito era abordar la salud materna, no fue bien recibida por delegaciones como Chile, Irán, Malta y la Santa Sede, porque Estados Unidos hizo mayor hincapié en la anticoncepción que en la salud de la madre.
Aun antes del inicio de la conferencia sobre la mujer, Estados Unidos dominó las negociaciones convocando consultas informales a puertas cerradas. Al efectuar consultas por anticipado, este país mostró la importancia que concedía a la resolución y parecía querer garantizar que cualquier problema de importancia fuera abordado previo al inicio de la conferencia.
Aunque hubo concesiones, Estados Unidos no estaba dispuesto a ceder sobre los «métodos anticonceptivos modernos, seguros, efectivos, asequibles y aceptables» o acerca de cualquier clase de referencia a los derechos reproductivos. Abundan los rumores de por qué Estados Unidos no quiso transigir en este lenguaje, aunque las delegaciones pensaron que era probable que la política nacional de la administración Obama sobre anticoncepción se hubiera convertido ahora también en su política internacional.
Aunque los países expresaron profunda inquietud, Estados Unidos no llevó a cabo ninguna negociación formal sobre la resolución durante la primera semana de la conferencia. Luego, en una maniobra diplomática cuestionable, entabló negociaciones en la Misión de Estados Unidos en vez de hacerlo en la ONU, enviando así el claro mensaje a todas las partes de que el proceso pertenecía a ese país. El hecho de que hubiera negociaciones en la Misión estadounidense también imposibilitó que asistiera el gobierno de Irán, y este último era uno de los principales opositores de la agenda de derechos anticonceptivos y reproductivos.
La última negociación fue celebrada dentro de la ONU, pero Estados Unidos la concluyó abruptamente, antes de que se alcanzara un acuerdo. El último día de la conferencia, los delegados votaron a favor de la resolución entendiendo que Estados Unidos había atendido sus inquietudes. Fue después de la votación que los delegados cayeron en la cuenta de que Estados Unidos había presentado lo que se conoce como un «texto del presidente», el cual estaba cargado del reprobable lenguaje de la anticoncepción.
El uso de los textos del presidente es un nuevo avance, y para muchas delegaciones, preocupante. Implica que todas las negociaciones efectuadas por los gobiernos llegan a nada y la decisión final es tomada por un solo país.
John Klink, quien se desempeñó durante años como negociador principal de la Santa Sede y como representante en varias delegaciones estadounidenses ante la ONU, dijo a Friday Fax que «los presidentes a menudo prueban algunas cosas para salirse con la suya, como lo harían los países anfitriones de las negociaciones». Pero que, en catorce años de realizar esta tarea, no podía recordar « una sola instancia en la que el texto del presidente fuera impuesto a los negociadores».
Via:www.c-fam.org
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