Si el problema es el dinero, de eso se ocupará la parroquia. Ustedes tráiganlo al mundo, denle su amor. Del resto nos ocupamos nosotros.
Cuando se ordenó sacerdote, sabía que desde ese momento le llamarían Padre. Muchas veces habría sopesado en su intimidad lo que esto significaría para él y para tantas almas que se acercarían a él. Así estaba bien. Se vislumbraba una vida llena de obras buenas por los demás, acompañada de alegrías más grandes que su misma alma y, seguramente, de dolores hondos, amargos pero fecundos que dieran a luz a muchos Hijos de Dios.
Aunque todo esto seguro le pasó por la mente, el Padre Maurizio De Sanctis, hoy párroco de La Rosa en Livorno, Italia, no podía sospechar lo que le sucedería en la Navidad de 2011. Dos feligreses suyos, con tres hijos y los dineros justitos, se enteraron de que el cuarto niño venía en camino. No queriendo quitarle el pan a sus otros hijos, decidieron tomar lo que por desgracia se ha convertido hoy en “la vía de salida”: el aborto.
«Traté de explicarles que una vida es algo que va más allá del dinero: es un don, una alegría, algo que no tiene precio», dice el Padre Maurizio comentando una reunión que tuvo con los padres poco antes de que se presentaran en la clínica abortista. Al ver que estas razones solas no podrían salvar al niño, tuvo una idea: «Si el problema es el dinero, de eso se ocupará la parroquia. Ustedes tráiganlo al mundo, denle su amor. Del resto nos ocupamos nosotros».
Y así como lo dijo, lo anunció a sus feligreses: ese año en Navidad les nacería un niño. ¿Estupor? ¿Alegría? ¿Confusión? Quizá haya habido un poco de todo pero, al fin, el resto de la comunidad quedó muy contenta de festejar una doble navidad.
Como era de esperar, hay quienes no están contentos porque pocos son hombres de valor que no son sometidos a los ataques de los menos valerosos. Dicen ellos que al Padre no le tiene que importar lo que sucede con sus hijos y que no tiene por qué entremeterse en la decisión de abortar o no. Según una psicóloga del hospital «ese diálogo debía ser laico, y no estar motivado por razones filosóficas o religiosas». Quizá el recién nacido no estaría del todo de acuerdo.
¿Y el Padre qué opina? «Que critiquen si quieren», dice. Él tiene la conciencia tranquila. Más aún, él tiene en el alma el enorme gozo de haber salvado una hermosa vida con una ocurrencia muy oportuna.
La identidad de los padres no se ha divulgado. Mejor así. Ellos también han sido víctimas de los aires que corren y que presentan al aborto como una opción. Ellos también se han beneficiado de la grandeza de corazón de este sacerdote. Ellos han recibido de su párroco un ejemplo luminoso de lo que significa ser padre. Sin duda, sabrán amar y educar a su hijo con una perspectiva diversa: la de Dios que ve en cada uno de nosotros no el cuarto hijo, sino el primero.
No era esto, quizá, lo que tenía en mente el Padre De Sanctis cuando se ordenaba, pero Dios sí. En algunos años, cuando el “hijo” del Padre Mauricio se entere de su historia, estará muy agradecido porque existen los sacerdotes como él. Y mucho gusto le dará cuando, el domingo en la mañana, antes de misa lo salude y le diga con un guiño de ojo cómplice: «¡Buenos días, Padre!».
Autor: Alejandro Páez, LC | Fuente:buenas-noticias.org
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