"Papás, en muchas ocasiones los he visto llorar a solas. Si yo estuviera con ustedes, me bebería sus lágrimas a besos. Yo no los dejaría llorar. Podrían mirarse en mis ojos mientras yo les hago un cariño. Ustedes besarían mis ojos cerrados por el sueño y me los volverían a besar cuando despertara.
No me priven, padres, de hacerles pucheros.
No me quiten la ilusión de poder llamarles: ¡madre mía, padre mío!
Ustedes tendrían el ensueño de llamarme: ¡su cielo! ¡su tesoro! ¡su rey! y ¡su sol! ¡Como nos reiríamos entre besos los tres!
Pero, ¿porqué me dicen eso? ¿porqué no quieren tener un hijo más? Y me lo dicen así, nada más. Sí ya sé que son nueve meses de angustias, pero… una vez que haya nacido habrá mucha alegría y besos y risas…
-¿No los convenzo, verdad?
Que lo caro de la vida… que mis hermanos, que las escuelas, que sus trabajos, sus juntas, sus diversiones…
-No, no entiendo bien…
Que los cálculos; que dos si, pero tres no, porque ya son muchos…
-No, definitivamente no entiendo…
A ver ¿como?… Que suman los ingresos y les restan la suma de: gasto común, vacaciones, el cable, clases de karate y baile hawaiano y un coche nuevo y que…
-¿Que no queda nada para mi? No, ahora entiendo menos…
¡Papá! ¡Mamá! ¡No se vayan, me quedo solo o más que solo! ¡No me quedo nada, no soy nada… adiós… hasta nunca!
Hay dos palabras que jamás podre pronunciar. Ninguna como ellas tiene tantos encantos y risas y lágrimas: ¡Madre! ¡Padre!
Podría seguirlos hasta donde fueran, pues hay huellas de falta de amor y de confianza en Dios, pero ¿para que los sigo? ¿para que quiero sus risas y sus lágrimas ahora, si tampoco las quiere Dios?
¡Yo quería la vida, Dios también lo deseaba, ustedes decidieron que no!
Que felices han de ser los niños que aún sin tener nada en el mundo, tienen la vida y pueden amar a sus padres, a su familia, a su prójimo y al Creador. Pido a Dios (con toda el alma, iba a poner, pero no la tengo) que algún día les dé las gracias necesarias, a los que iban a ser mis padres, para que logren tener esa confianza plena y ese amor intenso en Dios y a Dios y, entonces, puedan llegar al Cielo. Ahí sí que habrá niños felices, que por supuesto, si fueron procreados, bautizados y si tienen una alma llena en Gracia. Ahí también habrá muchos padres generosos que se privaron de un poco de pan y de carne y de quien sabe cuantas cosas más… para dárselo a los hijos que Dios quiso.
¡Si yo hubiera nacido… hubiera llenado de besos sus vidas y también, hubiera podido… llenar de besos a Dios!"
Resumido y adaptado de :
Jesús Urteaga, Dios y los hijos
Ediciones RIALP, SA
5ª ed. Madrid, 1961.
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