12/09/2015 13:3
(RV).- La familia como núcleo vital de la sociedad y espacio evangelizador de la Iglesia resguarda un lugar muy importante en la actividad pastoral, en la vida eclesial, en la oración de sus pastores, en la enseñanza de la doctrina, y en la vitalidad de la misma familia que comprende que el amor es su misión.
“Dios obra a través de nosotros. Nosotros tenemos una misión. Estamos en el mundo con un propósito: recibir el amor de Dios y demostrar el amor de Dios a los demás. Dios busca sanar un universo quebrantado. Nos pide que seamos sus testigos y ayudantes en esa obra”, enseña la catequesis preparatoria del Encuentro Mundial de la Familia que se realizará del 22 al 27 de septiembre en Philadelphia.
Para la familia el amor es su misión, es la tarea irrenunciable de cada hogar y que se logra en la experiencia reciproca del compartir los valores cristianos. Así el amor en la familia se fundamenta en el signo amoroso de Dios, Jesucristo que habla a la humanidad con su Palabra invitando a seguirle, tomando la cruz de cada día, aquella que se hace pesada ante las dificultades pero ligera ante el auxilio y misericordia divina, siendo símbolo de verdadero amor.
“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará” (Marcos 8, 34-35). Es una apelo también a la familia de hoy para que asuma su misión desde el amor que nutre al cristiano en la cruz, y conduce por un camino seguro a una familia plenamente viva.
Recibir y dar el amor de Dios desde la familia, además de seguir decididamente a Jesucristo comporta ir al encuentro de los demás. Por ello en la familia se abre el horizonte de una Iglesia que acoge el amor de Dios y sabe acoger al próximo, incluso ayudando a llevar la cruz de quien camino junto a nosotros.
Familia el amor es su misión, lo entendemos en el mensaje de Cristo a través de su evangelio y reafirmado en la enseñanza de la Iglesia, pero lo vivimos en cada Iglesia doméstica en la expresión de amor, respeto, y comprensión entre padres e hijos. Para ser portadores del amor de Dios, primero debemos acogerlo llevando la cruz que nos comunica ese amor divino.
P. Johan Pacheco para RADIO VATICANA
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